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Volvé a tu casa cuando quieras: Tony Pacheco, el último ídolo y su historia de amor con Peñarol de la cuna al cajón

Antonio Pacheco no olvida las tardes de tribuna, la patada del Tano Gutiérrez, los zapatos del Chueco Perdomo y el reloj que le regaló el Contador. @OficialCAP

Tony: un apodo, un número, una leyenda. Desde su aparición, bajito y de pelo largo, deslumbró a una tribuna que le robó su nombre y apellido para llamarlo eternamente por su apodo y para transformar el número de su camiseta en un mito.

Ni en sus mejores sueños Antonio Pacheco hubiese imaginado ponerse la amarilla y negra, recibir una patada y un rezongo del Tano Gutiérrez, debutar con los zapatos del Chueco Perdomo, el reloj de regalo del Contador, ganar el Quinquenio y ser el último gran ídolo de la gente.

La historia de Pacheco con Peñarol es, como reza una bandera, de la cuna al cajón. Tony, que durante su niñez corría por las canchas de baby fútbol con la camiseta del Unión Vecinal, se negó a aceptar las invitaciones de Nacional, Defensor y Danubio cuando lo vinieron a buscar.

Desde chico tomó postura: quería jugar en Peñarol, el club que lo llevaba a ser un asiduo habitante de la tribuna popular sumándose a los cantos de la barra Ámsterdam.

Como su padre cargaba nafta en la estación de servicios que tenía una gloria del club como Cacho Caetano, un día le comentó que su hijo quería probarse en Peñarol. Bastó un entrenamiento para que Wilson Di Cono ordenara su fichaje.

En 1991, con una generación que contaba entre otros con Federico Magallanes, Claudio Flores, Nicolás Rotundo y Martín García, Pacheco se consagró campeón Uruguayo de Sexta División. Su nombre ya empezaba a sonar.

Dos años después, Peñarol salió de gira a Europa para jugar siete partidos mientras que, en Uruguay quedaban Nelson Daniel Gutiérrez y Nelson Olveira. Para que ambos jugadores no entrenaran solos, se armó una selección con los mejores futbolistas de las formativas: allí estaba Pacheco.

Debut en la Conmebol

La primera vez que fue a entrenar con el primer equipo quedó marcado por un gesto del Chueco José Perdomo que cuando lo vio ponerse unos zapatos viejos le dijo: “Botija, vos no podés entrenar con esos zapatos”.

“Me preguntó cuánto calzaba y allá fue, trajo unos nuevitos, que tenía. Lo que nunca supo el Chueco, que en ese momento era el Jefe, es que me quedaban chicos. Nunca se enteró de eso hasta muchos años después. Con esos zapatos jugué seis meses hasta que me animé a ponerme los viejos, que me quedaban bien. ¡Mirá si iba dejar de usar un par de zapatos que me había regalado el Chueco!”, rememoró Pacheco en el libro Quinquenio, la historia por sus protagonistas (Ediciones B).

Lo que jamás imaginó aquel botija fue que el primer equipo se demorara más de la cuenta en volver y Peñarol resolvió afrontar el debut de la Copa Conmebol con los gurises del club.

Fue así que el 11 de agosto de 1993 debutó ante Huracán de Argentina en el Estadio Centenario. A tres minutos del final del partido se produjo el debut de Tony Pacheco que, con la camiseta número 19, ingresó en sustitución de Sosa. Peñarol ganó 1 a 0 con gol de penal de Ferreyra.

Al regresar el primer equipo de la gira, Pacheco alternaba algunos entrenamientos con el plantel principal pero los fines de semana jugaba en su categoría.

No tenía libreta para manejar

El 8 de febrero de 1994 el Peñarol de Gregorio Pérez iniciaba una nueva temporada con la novedad de que varios juveniles fueron ascendidos al primer equipo, entre ellos, Antonio Pacheco.

Ese día, Tony llegó a Los Aromos casi una hora antes, ese día lo hizo con Diego Martín Dorta que, junto a Pablo Bengoechea, oficiaban de choferes del chiquilín que por ser menor no tenía libreta para conducir.

En el primer entrenamiento el técnico se arrimó a los juveniles y les comentó que el trabajo consistía en que los suplentes atacaran a los titulares para darle ritmo a la defensa.

En pleno movimiento, Tony tomó la pelota, se le fue a Dorta, eludió a Lima y De los Santos y encaró al Tano Gutiérrez, que, recaliente, lo levantó en el aire. “Me dio una patada y me tiró como cinco metros para afuera. Se arrimó y dije: ‘Tá, este me va a pedir disculpas’. ¡Qué disculpas ni disculpas! Me dice: ‘Levantante pibe, dale que sabés que…’. ¡Sabés cómo me levanté!”, recordó Tony en el libro.

El regalo del Contador

Aquella pretemporada de Peñarol comenzó con un amistoso en Porto Alegre al que asistió el presidente del club, José Pedro Damiani. Antes del viaje, los jugadores pasaron por el free shop del aeropuerto de Carrasco.

Tony, que comenzaba a descubrir un mundo nuevo, miraba todo hasta que se paró frente a un exhibidor de relojes. De pronto se le acercó el Contador Damiani que lo sorprendió diciéndole al pasar: “Si juega en Brasil, le voy a regalar un reloj. Usted lo elige…”. Y se fue.

Al otro día Pacheco jugó, pero no se animó a reclamar el regalo que le había prometido el Contador. De regreso a Montevideo, en el aeropuerto de Porto Alegre, uno de los veteranos del plantel le dijo: “Andá a pedirle el reloj”. “¡Estás loco!”, respondió Pacheco, pero ante la insistencia tomó coraje y se apersonó ante el presidente.

-“Contador, no se olvide que me debe un reloj”, le dijo con el tono más bajo que pudo.

-“Venga que se lo voy a comprar. Elija. ¿Cuál le gusta? No tenga miedo. Dele, no tenga miedo… ¡elija!”.

El Quinquenio

Antonio Pacheco debutó a nivel local el 30 de abril de 1994 por la cuarta fecha del Torneo Apertura. Aquel día Peñarol perdió 1-2 ante Liverpool y Tony ingresó en el transcurso del juego por Andrés Martínez.

Después de ser protagonista de lujo en la conquista del segundo Quinquenio que ganó el club en 1997, Tony emigró a Europa en el año 2001 tras ser fichado por el Inter de Milán.

El volante inició un peregrinaje por el fútbol que lo llevó por Espanyol, Albacete y Gimnasia y Esgrima La Plata hasta que, en 2007, volvió al club de sus amores.

En 2011 arañó el sueño de ganar la Copa CONMEBOL Libertadores pero Peñarol perdió la final con Santos de Brasil. Ese mismo año su corazón recibió una herida al quedar libre. Lejos de claudicar, Tony se fue a pelearla a Wanderers.

Luego de una temporada en los bohemios la presión de los hinchas fue determinante para el regreso del ídolo al club.

Fractura, campeonato y retiro

Fue entonces que Pacheco volvió a Peñarol pero con tanta mala fortuna que, en el primer partido de la temporada 2012/2013 contra Fénix, sufrió una fractura de tibia y peroné que lo dejó largo tiempo al margen de la actividad.

Tony regresó el 23 de febrero de 2013, en la primera fecha del Torneo Clausura, justamente ante Fénix.

El cierre de la temporada fue soñado. Como si fuera tocado por una varita mágica, Pacheco marcó los tres goles con los que Peñarol ganó la final del Campeonato Uruguayo ante Defensor Sporting.

El 14 de diciembre de 2015, Antonio Pacheco anunció su retiro del fútbol. Desde entonces, Tony y camiseta número 8, se transformaron en leyenda.