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El segundo hogar de Manny Pacquiao

En Hollywood está Wild Card Boxing Club, el gimnasio de Freddie Roach, que es donde entrena Manny Pacquiao Getty Images

HOLLYWOOD, California -- Tres individuos que suben la escalera de concreto y entran por la puerta de metal del Wild Card Boxing Club son tan ecléticos como los muchos que caminan hacia arriba y hacia abajo por el Hollywood Boulevard que está a algunos bloques hacia norte de donde se ubica el gimnasio.

Esas son las normalidades que se viven en un gimnasio que está localizado en el segundo nivel de una lavandería un improvisado centro comercial y que solo cobra $5 por día a aquellos que quieran entrenar en uno de los gimnasios de boxeos más famosos de la actualidad.

En una noche bastante fría de noviembre, tan solo una semana que Manny Pacquiao parta para Las Vegas para su combate titular del sábado ante Juan Manuel Márquez, Roach está atendiendo detalles administrativos en el escritorio que ubica a la entrada del gimnasio y frente a un ring sobrepoblado de personas entrenando destrezas del deporte.

Un envejeciente, utilizando un soporte en su espalda y una sudadera, está lanzando golpes al aire con sus ojos cerrados. Un hombre de edad media, vistiendo un una sudadera plástica y unos jeans, hace boxeo de sombras en una esquina. Una niña adolescente vestida con ropas color rosa está practicando su jab mientras se mueve de lado a lado. Y un pequeño niño está aprendiendo a repetir las rutinas de lanzar golpes que le enseña un entrenador quien tiene una toalla colgada de su hombro derecho.

Roach los ve a la distancia y sonríe. De frente tiene una imagen que le recuerda las razones por las cuales el legendario entrenador y su mentor, Eddie Futch, le indicó que nunca abrieran un gimnasio.

"Eddie me dijo que nunca abriera un gimnasio; es el dolor de cabeza más terrible del mundo, vas a perder dinero y no vale la pena", dijo Roach. "No sé porque pero abrí el gimnasio diciéndome a mi mismo algún día quizás por esas puertas entra el próximo Muhammad Alí".

Roach toma una pausa y mira hacia la primera planta del estacionamiento frente al gimnasio y ve una muchedumbre que se reúne para intentar atrapar una mirada y una foto de Pacquiao y Roach, quien les saluda desde arriba.

"Si no hubiera abierto este gimnasio", indica, "nunca hubiera conocido a Manny Pacquiao".

LLEGO SU ALÍ

Roach recuerda cómo conoció a Pacquiao tan fresco como si hubiera sucedido ayer. Esto es así porque probablemente ayer fue la última vez que tuvo que relatar la historia que tuvo ocasión en el 2001. Después de todo, él bien sabe que todo el mundo quiera conocer el génesis de una de las posibles mejores parejas de entrenador y peleador desde la dupla que formaron Muhammad Ali y Angelo Dundee.

De la manera que Roach lo recuerda, él estaba caminando alrededor de su gimnasio hace unos 10 años atrás evaluando el trabajo de sus peleadores de fines de semanas cuando fue abordado por el otrora manejador de Pacquiao, Rod Nazario. Éste le dijo "he escuchado que eres muy bueno con las guanteretas".

Roach miró a Nazario y a su flaco cliente de 21 años con un poco de escepticismo y le dijo, "sí, soy bastante bueno".

"¿Podrías hacer una sesión de guanteretas con Manny Pacquiao?", preguntó Nazario. "Es un ex campeón mundial de las 112 libras".

Y como un entrenador nunca se niega a ponerse las guanteretas para probar aun peleador, Roach aceptó. Roach era el segundo entrenador que Nazario y Pacquiao habían visitado aquel día con la esperanza de encontrar un entrenador con el cual Pacquiao pudiera iniciar su carrera en los Estados Unidos. Para entonces Pacquiao compilaba una marca de 32-2 peleando en las Filipinas.

Tras un round de guanteretas, Roach caminó hacia su esquina y le dijo a un grupo de boxeadores, "wow, este muchacho puede golpear". Un tiempo después Roach escucharía de Nazario, que cuando Pacquiao caminó a la otra esquina, él le informó a su peleador "ya encontramos a tu nuevo entrenador".

"No fallamos ni un golpe. Sabía que tenía frente a mí algo especial. Era la explosión de sus golpes. La velocidad era espectacular pero la combinación de sus golpes era algo que nunca había visto. El sonido que hacían los golpes de sus guantes sobre las guanteretas era algo que nunca había escuchado antes.

Todo el mundo dejó de entrenar en aquel momento. Todos buscaban a ver qué era lo que estaba produciendo aquel ruido. Era como fuego".

El poder está todavía ahí 10 años después cuando Roach se viste de un chaleco protector y las guanteretas para entrar al ring a entrenar a Pacquiao.

"Ahora pega más fuerte que lo hacía antes. Esto es lo mejor que lo he visto", dijo Roach.
Los golpes de Pacquiao siguen siendo estridentes. Él conecta ocho golpes en lo que una persona cierra y abre sus ojos.

Boom-boom-boom-boom-boom-ba-boom-boom.

"Bien", dije Roach. "Vamos otra vez".

Boom-boom-boom-boom-boom-ba-boom-boom.

"La relación entre un boxeador y un entrenador es bien importante", asegura Pacquiao. "Es como cuando uno está casado. Tienes que prestarle cuidado a la relación y así es lo que tengo con Freddie. Diez años atrás, cuando nos encontramos probando en un par de asaltos de guanteretas, él supo y yo supe inmediatamente que teníamos algo especial".

PACQUIAO LA PASÓ DIFÍCIL

Pacquiao hoy en día se ríe cuando conduce su carro por el Vagabond Inn, un viejo motelucho que está justo al lado del Wild Card Gym en Vine Street. Cuando Pacquai comenzó a entrenar con Roach, ese era su cuarto de hospedaje por varias semanas. Si no se acercaba a tiempo a entrenar, Roach enviaba a alguien a tocarle la puerta hasta que se despertara.

"Siempre recuerdo eso", dijo Pacquiao. "Es difícil de imaginar el 2001 al compararlo a ahora. He caminado un camino largo. He alcanzado mucho más de lo que soñé. Es increíble. Mi sueño era ser un campéon y ganar una correa, pero nunca espere todo lo demás. Es difícil imaginar lo que he hecho en el boxeo".

Lo que Pacquaio ha hecho desde que conoció a Roach es crear uno de los más impresionantes resúmenes de un boxeador en la reciente memoria. Se ha convertido sin dudas en uno de los mejores peleadores libra por libra del mundo. Ha compilado bajo el ojo protector de Roach una marca de 21-1 1 y ha ganado sus más recientes 14 peleas al tiempo que ha capturado otras siete correas de campéon para convertirse en el único púgil en la historia que ha sido campeón en ocho diferentes divisiones.

Ya en estos días Roach no envía a nadie a despertar a Pacquiao en el Palazzo East, un complejo de apartamentos de alta escala y de estilo mediterráneo en Los Ángeles. Allí es donde Pacquiao y su séquito de trabajo se hospedan durante sus entrenamientos. Roach está contento con Pacquiao siempre que llegue a trabajar.

"Ahora le permito llegar tarde", dijo Roach. "Se las horas que le gusta dormir y no quiero afectarle su sueño. Le digo que se levante cuando su cuerpo se despierte de forma natural. Si su cuerpo requiere el descanso que lo tenga. Hay veces que he tenido que esperarlo por cuatro horas. Pero si un peleador gana campeonatos en ocho divisiones, esperaré por él lo que quiera. Pero antes no esperaba por nadie".

Su negativa a esperar por un boxeador por poco movía a Roach a dejar la ciudad de Los Ángeles tan pronto se mudó a ella en el 1991. En aquel entonces el actos convertido en boxeador, Mickey Rourke, le contrató para que lo entrenara pero solo se aparecía a entrenar una vez a la semana. Roach dijo que debido a ello se fue y solo retornó luego que Rourke le llamó todos los días durante 30 días suplicándole hasta con lágrimas que regresara.

Los dos montaron y cerraron dos Outlaw Boxing Club antes que finalmente Roach abriera el Wild Card utilizando mucho del equipo que Rourke había comprado.

El cambio de actitud de Roach hacia Pacquiao no solo refleja el éxito que Pacquaio ha tenido sobre el ring sino también la popularidad que ha generado fuera del mismo. Cuando Pacquiao llega al gimnasio conduciendo su Ferrari 458 Italia color negro, el lujoso automóvil es rodeado por muchos fanáticos que se le acercan para pedirle un autógrafo o una foto. En casi todos los días, Pacquiao trata de atender a cuantos fanáticos puede, e incluso comparte con aquellos que se quedan a esperar que salga de su rutina de entrenamiento.

Pacquiao se ha convertido esencialmente en el alcalde del pequeño centro comercial. El año pasado abrió allí una tienda de memorabilia y un centro de tatuajes justo al lado de la lavandería. Pacquiao todavía se recorta su pelo en una modesta barbería de estilo que también ubica allí justo al lado de un restaurante de comida Thai que al frecuentado por décadas y que está decorado con cientos de fotos suyas. Tan especial es Pacquiao para sus dueños que un letrero escrito a mano avisaba a sus clientes que "estaremos cerrados del 11 al 13 de noviembre en apoyo a Manny Pacquiao".

No solo Pacquiao gasta algunos $500 de sus gastos de alimentación semanal y muchos más durante los fines de semana cuando toca guitarra con sus amigos en compañía de platos del lugar, sino que también le paga a Tina Srdakun, dueña del restaurante, y a su staff de trabajo para que viajen a Las Vegas a ver la pelea en persona.

"Amo entrenar en Los Ángeles. Los Ángeles es mi segunda casa. He estado entrenando aquí desde el 2001 y ya me siento como un ciudadano americano".

HECHO EL UNO PARA EL OTRO

Roach no recuerda cuando fue la última vez que tomó unas vacaciones. Solo sabe que su novia Wendy, a quien conoció en el gimnasio hace ya un año, le gustaría que tome una pronto. El único momento que él se aleja del gimnasio es en las noches del domingo cuando se va a ver películas al cine. Su memoria de la historia del cine es casi tan fotográfica como su conocimiento del boxeo.

"Mi película favorita es 'The Natural'", dijo Roach. "La he visto cientos de veces".

Aunque con un deporte diferente, la obra clásica de Bernard Malamud que trata de un atleta promedio que sale de nada para convertirse en una leyenda parece casi divinamente describir la historia hollywoodense de Pacquiao.

Lo que ha hecho la relación entre Pacquiao y Roach tan especial es que ellos se dieron cada uno algo que le faltaba al otro cuando se conocieron.

Roach era un frustrado ex peleador que estaba pasando mil dificultades para tratar de mantener su gimnasio. Después de su carrera como peleador trabajó en telemercadeo antes de unirse a Futch y comenzar a entrenar a Virgil Hill hasta guiarlo a ganar un campeonato mundial. Fue diagnosticada con Parkinson en el 1990. La enfermedad degenerativa que ha afectado su capacidad de hablar con fluidez y sus movimientos motoros increíblemente no le afecta sobre el ring.

Pacquiao era muy flaquito, errático y no se ha había pulido cuando los dos se conocieron. Su hoy temida mano derecha era virtualmente inexistente y a pesar de su impresionante marca en las Filipinas, Pacquiao aún no había probado nada en los Estados Unidos.

Los dos se complementaron en una forma raramente vista entre un peleador y un entrenador.

"Freddie no es solo un entrenador para mí", dijo Pacquiao. "Es como mi padre, como mi hermano".

"Creo que la relación entre ellos es bien especial", opinó Bob Arum, principal ejecutivo de la empresa Top Rank. "Sé que ha habido unos dúos muy especiales, como Ali y Dundee, pero creo que en la relación de Freddie y Manny se mantienen en igualdad de importancia. En un punto particular de la carrera de Alí creo que él se convirtió en alguien tan grande que opacó a Angelo. Alí comenzó a decirle a Angelo cómo, cuándo y cuánto tiempo quería entrenar. En la relación de Freddie y Manny las cosas son diferentes".

Quizás una de las cosas que los mantiene juntos es el constante asedio de la prensa que les sigue en cada momento. Quizás es el humilde y nada pretensioso gimnasio que han llamado su casa desde que se conocieron. Roach ahora tiene que cerrar el centro al público que quiere entrenar cuando Manny está en el sitio trabajando. Las puertas vuelven a quedar abiertas cuando Pacquiao termina. El calentamiento final y estiramiento, sin embargo, muchas veces se da en un centro nuevamente repleto de personas haciendo ejercicios en un ring que el mismo confeccionó con madera y la ayuda de unos amigos en el 1994.

"Soy muy vago para cambiarlo", dijo Roach. "Fui muy inteligente para montarlo pero no soy tan inteligente para romperlo".

En todo el proceso, el teléfono no para de sonar. Roach se ríe y lo contesta. Luego caminar alrededor del lugar para tratar de pensar detalles sobre la pelea del sábado y comienza de repente a trabajar con un grupo de boxeadores aficionados que están pegando al saco. Sigue haciendo las mismas cosas que hacía hace 10 años cuando conoció por primera vez a Pacquiao.

"Este lugar antes era un centro de telemercadeo", relata Roach. "Quizás si Manny no hubiera entrado por esa puerta, hoy a lo mejor yo estaría de vuelta a ese viejo trabajo".

Arash Markazi es un columnista y escritor para ESPNLosAngeles.com