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¿El mejor jugador de qué?

Westbrook tuvo un mes de marzo deslumbrante, pero... ¿cuánto influyó en el juego del Thunder? Ronald Martinez/Getty Images

Russell Westbrook aparece una vez más en los noticieros deportivos con un traje tan ridículo que asusta. No es un homenaje a la reincorporación de Craig Sager al ruedo periodístico, ni una campaña medioambiental para defender a los papagayos en extinción. Se trata de un hombre que se divierte cuando llama la atención. Un Gran Gatsby que organiza sus propias fiestas multitudinarias con un séquito de entusiastas. Y que tiene un talento extraordinario para jugar al básquetbol.

Westbrook debe ser el MVP, afirman sus seguidores acérrimos. Rápido y furioso, un auto deportivo elegante, versátil, pero carente de freno de mano. No importa que el pie esté atornillado al acelerador o que los espejos retrovisores no existan. Se trata de que rompa las variables de su propio casillero estadístico noche a noche. Eso se exige ante cada partido que el Thunder sale a escena. Nada importa en el camino hacia el reconocimiento. La gran pregunta es qué pasará cuando Kevin Durant regrese al ruedo. En esta batalla de egos desmedidos, de dúos con virtudes similares para ser primeros pilotos de la escudería, pueden surgir cortocircuitos.

No sería la primera vez que sucede.

No hay nada de malo en superarse en función del bien común, pero parecería que Westbrook está jugando un partido sólo para superarse a sí mismo. Es inobjetable su crecimiento como estrella, pero hay una concepción equivocada del juego. Es casi ridículo explicarlo, pero ni siquiera parecería ser un error del propio jugador, sino de un entorno adicto al mesías simbólico que busca desesperado a Superman, sin importar lo que acarree en su camino.

El premio al MVP no debería entregarse más, al menos en estas condiciones. Dicho de otra manera, el crecimiento de Westbrook no ha mejorado al equipo de Oklahoma City, sino que lo ha empeorado. Es verdad, Durant aún viste saco y pantalón de vestir en cada una de las presentaciones y se han producido cambios en la estructura que son importantes, pero el récord de seis ganados y tres perdidos en marzo se contradice, bajo los parámetros actuales de medición, con los 35.2 puntos, 10.7 rebotes y 9.8 asistencias que tuvo su actual jugador franquicia. Sumemos el rendimiento negativo de conjunto, sin Durant, ante rivales con promedio ganador por encima de 0.500, y tendremos el combo completo.

El básquetbol es un deporte de equipo, y en los equipos hacer todo no significa hacer lo mejor. Se trata del conjunto, de la idea global, de la suma de las partes. El concepto de ubicuidad pertenece sólo a los dioses, ¿Por qué nos genera tanta dependencia esa búsqueda idílica del héroe griego? ¿No nos conforman los procesos a largo plazo, graduales, realistas?

Existió hace mucho tiempo un entrenador sabio que tuvo una conversación con sus dirigidos sobre la velocidad del juego. Cuando preguntó en cuántos segundos se podía correr una cancha de básquetbol, de punta a punta, el joven más rápido del equipo contestó: "En cinco o seis segundos, señor". "Demuéstralo", dijo el entrenador, y acto seguido le entregó un balón. Lo observó correr con dribbling. El muchacho era increíblemente veloz. Cuando regresó, el coach lo abrazó y le dijo: "Puedo revelarte cómo se puede hacer lo mismo en un segundo y medio". Los jugadores reunidos se rieron primero y luego se observaron entre sí. "Demuéstralo", le pidió el joven, y le entregó un balón. "Sólo necesito una persona más", contestó el entrenador. Ubicó a su compañero en el otro extremo de la cancha y le pasó la pelota.

La enseñanza es simple, pero no es una simpleza. Nos permite entender que lo que reluce no siempre es oro. No se puede analizar el valor de un jugador si no se mide lo que genera en el equipo. Para bien o para mal. Lo que hace, pero también lo que deja de hacer para que la estructura no sufra grietas. Dar un paso adelante, pero también uno atrás si hace falta. ¿Quién está dispuesto a hacer eso en función del bien común? Generalmente, los campeones. En esos equipos abundan esa clase de estrellas subvaluadas. No se confundan: son egoístas, pero egoístas con el equipo y con el triunfo. No con su propio ser. En eso radica la gran diferencia.

¿Quieren entregar el premio de MVP? Adelante. Pero nosotros ya no masticaremos ese anzuelo. Porque al final del camino, cuando los últimos partidos de junio aparezcan en el calendario, la pregunta será ineludible para todos: ¿Qué has hecho hoy para hacer mejor a tu equipo? Stephen Curry, LeBron James, Russell Westbrook, Anthony Davis. En este póker de ases, la mejor carta será la que sepa iluminar su propio mazo.