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Chicos con sueños grandes

Sebastián Ginóbili, entrenador de Bahía Basket, estará al frente del equipo juvenil Prensa Bahía Basket

La selección argentina juvenil está a punto de comenzar una nueva participación en el Mundial de la categoría hasta 19 años a disputarse en Grecia, en lo que casi se convirtió en algo habitual, ya que concurrirá por undécima vez entre las doce ediciones que alcanzará el torneo, que comenzó en 1979 y que solo en 1987 no contó con la presencia de Argentina.

También se hizo frecuente que Argentina alcance actuaciones valorables en las competencias sub19. No se puede calificar de otra forma que en siete de sus diez intervenciones anteriores haya terminado, entre 16 equipos, mezclado en los seis primeros lugares, sumando dos terceros puestos, en 1979 y 1991, y otras dos semifinales, en 1999 y 2011, como tareas más resonantes.

Esto provocó, por ejemplo, que Argentina figure con sus selecciones menores argentinas, sub19 y sub17, o juveniles y cadetes, para hablar en criollo, en el sexto lugar del ranking internacional de FIBA, solo detrás de potencias incuestionables como Estados Unidos, Serbia, Canadá, que hace unos años viene desarrollando una gran tarea con los jóvenes, Croacia y España.

Sin embargo, en la última edición del Mundial sub19, en 2013 (desde 2007 se realiza cada dos años) la selección argentina mostró su rendimiento más endeble, terminando en el 12° lugar.

La situación no promete un salto de calidad para la selección argentina en el Mundial que se disputará en la isla de Creta, Grecia. La camada que comenzó en el Sudamericano sub17 y luego pasó por el Panamericano sub18 no mostró un gran potencial que motive ilusiones. Esta generación muestra una llamativa limitación en altura, aun cuando cuenta con algunos jóvenes con proyección, como el alero Juan Vaulet, a quien presentaron al draft de la NBA 2015, o los bases José Vildoza y Máximo Fjellerup. La falta de centímetros no es un tema para descuidar y no para este torneo puntualmente.

Un indicio de la realidad de este grupo lo marca que si bien el tope de la categoría es para jugadores nacidos en el año 1996, el entrenador Sebastián Ginóbili utiliza a solo cinco de ese año entre de los doce del plantel. Para los otros siete lugares recurrió a camadas más jóvenes (1997 y 1998), a riesgo de dar evidentes ventajas que a esta edad, cuando algunos chicos todavía no completaron su desarrollo físico, se sienten.

Pero más allá de estos datos de la realidad, lo que es obligatorio preguntarse antes de un torneo de jóvenes es: ¿Sirve obtener buenos resultados en estas categorías? ¿No es mejor utilizarlos para el desarrollo de los que se suponen son los mejores exponentes de una generación en el país pensando en el futuro?

Por supuesto que adhiero a la segunda opción, ya que sostengo que los títulos en categorías menores son efímeros y de festejo fugaz. En cambio lo trascendental es que esa experiencia internacional del más alto nivel les sirva a los pibes en su evolución.

Mencioné antes algunos buenos resultados de Argentina, pero que casi nadie recuerda, porque es la selección mayor hacia donde apunta casi todo el interés, por lo que todo lo que se haga previo debe estar apuntado a ella.

Conviene repasar que sucedió con los jugadores argentinos que disputaron un Mundial Juvenil.

En sus diez participaciones anteriores Argentina utilizó 119 jugadores y la mayoría de ellos (110, un altísimo 92%) logró llegar a la Liga Nacional. A pesar de que una veintena de esos jugadores tuvieron pasos breves e intrascendentes por la LNB, esa experiencia internacional colaboró para que muchos se convirtieran en deportistas profesionales o, al menos, para asomarse a ese ambiente.

Ahora, si nos ponemos más exigentes y buscamos cuántos de esos 119 llegaron a la selección mayor, el porcentaje, es obvio, se achica. En este caso, solo 46 llegaron a debutar oficialmente en la selección mayor, lo que significa el 38%.

Dentro de los 46 que tuvieron el inmenso orgullo de jugar en la selección mayor también hay diferencias. Es que solo 23, esto es el 19% (seguimos bajando), llegó a tener continuidad en el equipo nacional adulto y una parte minúscula, solo 6 del total, un casi insignificante 0,5%, llegaron a ser jugadores destacados o emblemáticos de la selección. En ese calificativo, en el status de jugadores relevantes, incluyo apenas a Camisassa, Campana, Montecchia, Wolkowyski, Sánchez y Scola.

Por diferentes causas se perdieron el Mundial sub19 jugadores referenciales e insustituibles para el básquetbol argentino como Ginóbili, Oberto, Nocioni, Prigioni, Delfino, Herrmann, Milanesio, Espil, Nicola, Sconochini, Osella, Palito Cerutti o De la Fuente, entre otros jugadores, que después demostraron pertenecer al máximo nivel internacional, cada uno en su época y con las circunstancias que los rodearon.

Algunos, se puede decir, que todavía no tenían la edad conveniente. Sin embargo, aparece Scola, un caso que siempre rompe moldes, jugando el torneo hasta 19 años con apenas 15 recién cumplidos.

También un caso contrario: el ya mítico Manu Ginóbili, al que nadie consideró, con 18 años, para jugar el Mundial de 1995, porque hasta ese momento no había mostrado todo su potencial.

Tampoco asegura un futuro brillante el tener una buena actuación individual en el Mundial sub19. De los diez máximos anotadores que tuvo la selección en cada torneo solo uno, Campana, luego logró ser un hombre destacado en la selección. Ninguno de los otros lo fue, ni siquiera Racca, que brilló en 1991 y del que se esperaba que fuera un jugador que marcara una época en el seleccionado.

Por todos estos antecedentes se puede sospechar que tener una buena o mala actuación en un Mundial sub19 no es seguridad de nada a futuro. Ni siquiera participar de él significa la confirmación de que lo que venga sea positivo.

Lo aconsejable es tomar esta vivencia inmejorable, con los mejores del mundo, de forma que posibilite el desarrollo de cada jugador, pensando en que sean el recambio del equipo adulto. Y para eso siempre será fundamental la influencia del entrenador.