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RDA dio la sorpresa en Hamburgo

HAMBURGO -- Alemania Oriental dio la gran sorpresa de esta Copa del Mundo de 1974 al derrotar por 1-0, con gol de Sparvvasser, a Alemania Occidental, organizador del torneo y uno de los grandes favoritos al título, en el partido que cerró el grupo A. Con este resultado, Alemania Democrática se quedó con el primer lugar en la zona, y dejó a Alemania Federal, el otro clasificado, en el segundo puesto.

En un mundo donde las naciones divididas son moneda corriente, tenemos a las Coreas del Norte y del Sur, a Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, lo mismo se aplica para Yemen y la isla de Formosa, el enfrentamiento entre las dos Alemanias, fragmentadas al Oeste (República Federal, RFA) y al Este (República Democrática, RDA), generó extraordinaria expectativa.

Se trató del primer choque internacional entre las dos selecciones alemanes. La rivalidad política e ideológica entre las sociedades capitalistas y comunistas se dirimía en un campo de fútbol, con todo lo que eso significa para un pueblo como el alemán, tan apasionado por este deporte.

Más de novecientos huéspedes de honor asistieron al partido invitados por la FIFA y la organización del torneo. Entre ellos estuvieron el canciller federal, Helmut Schmidt, siete de sus ministros, el presidente saliente de la FIFA, sir Stanley Rous y representantes de la Federación Alemana de Fútbol. Así también, dirigentes de fuerzas políticas de la Alemania occidental y legisladores de diverso signo. Incluso, fueron invitados los embajadores de cada Alemania en el otro territorio, Guenter Gaus, por la RFA, y Miehael Kohl, por la RDA.

La ciudad de Hamburgo, la sede del encuentro, había amanecido en ebullición. Con sus dos millones de habitantes y su puerto, uno de los más grandes de Europa, es una de las ciudades más importantes de la Alemania Federal. Era lógico que allí, y en su estadio el Volkspark, el parque del pueblo, midieran sus fuerzas futbolísticas las dos naciones. Berlín, dividida por un muro como está, fue descartada para evitar que la rivalidad escalara aún más.

Alemania Federal, el país anfitrión, llegaba al partido, con Beckenbauer a la cabeza, ya clasificado para la próxima ronda tras las dos victorias previas, ante Chile y ante Australia, y como uno de los grandes favoritos a quedarse con la Copa del Mundo. Alemania Democrática, por su parte, estaba golpeada por la lesión de Vogel, su extremo izquierdo, y necesitaba sumar para clasificar pero el empate previo entre Chile y Australia, le aseguraron un lugar en la 2da fase. Lo único que había en juego entonces era el honor.

El estadio, como se esperaba, mostró un lleno absoluto de más de 60 mil espectadores. La mayoría, simpatizantes de Alemania Federal. Una minoría, unos tres mil audaces, cantaban y gritaban por Alemania Democrática. La temperatura cálida y el césped de un verde encendido completaban un clima ideal para disfrutar de un gran partido de fútbol.

Pasaron los himnos, el Oriental, primero silbado y luego respetado en silencio, y el Occidental, coreado por una multitud impaciente y exigente como la de Hamburgo. Desde el comienzo, Alemania Federal impuso sus condiciones. Presionó al rival y dominó de forma abrumadora el partido. A los 7 minutos, Grebowski perdió la primera chance, Mueller desperdició un par propias y a los 39 minutos Overath pegó un tiro en el palo.

Alemania Democrática respondió siempre de la misma forma, de contraataque. Al equipo Oriental no le sobra talento, como a sus rivales, pero se hace fuerte en su potencia física y su valentía. Lauek manejaba las respuestas desde el mediocampo, en la última de la primera parte casi convierte. Así, Alemania Democrática le anticipó a su hermana Federal que podía hacerle daño en cualquier momento. La primera parte concluyó sin goles.

La segunda mitad comenzó como había terminado la primera. Alemania Federal dominaba pero sus atacantes fallaban goles cantados, y Alemania Democrática, de contra, amenazaba con convertir.

La frustración se apoderó del equipo Federal. El juego decayó. Hasta Breitner se contagió y comenzó a fallar en los pases. El público de Hamburgo, alterado, comenzó a silbar a su equipo. La imagen recordaba al partido previo ante Australia, cuando Beckenbauer se enfrentó con los simpatizantes que desde las gradas criticaban al equipo por el bajo nivel de su juego.

Los minutos corrían y ambos equipos parecían conformarse con el empate, con no perder este duelo de Alemanias. Pero a once minutos para el final, la igualdad se quebró. Alemania Democrática lanzó otro de sus contragolpes, con Welse como conductor por la derecha. Llegó hasta el borde del área y asistió a Sparwasser, que se escapó a dos defensores y definió a media altura justo cuando Maier, el arquero Federal, intentaba interceptarlo.

El grito de gol Democrático se amplificó en el silencio. Unas banderas pequeñitas se agitaron, con los mismos colores alemanes que las grandes, pero esas eran las Federales. Alemania Oriental se ponía 1-0 a los 34 minutos de la segunda parte.

Alemania Occidental tuvo sólo una chance para evitar la derrota. Un tiro libre que Hoeness disparó con potencia, pero sin precisión, y que Croy, el arquero Democrático, despejó sin problemas. El partido estaba sentenciado. En el final, el festejo fue de unos pocos. Los once de Alemania Democrática saludaron desde el centro del campo ante un estadio que, en su mayoría, estaba desencantado. Los únicos que gritaban eran los tres mil orientales. Acababan de presenciar un verdadero partido de fútbol. Los que iban de punto se quedaron con todo. El triunfo, el primer lugar del grupo y el honor de ganar el primer duelo entre las dos Alemanias.