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El expediente de Lance Armstrong

MÉXICO -- "Dios sabe que pasó durante ese verano", dice Frankie Andreu, uno de los primeros entrenadores de Lance Armstrong, "pero Lance regresó a entrenar en la primavera del 96 y parecía un linebacker". Todos sus compañeros lo notaron, pero nadie preguntó. La respuesta llegó sin que se pidiera una explicación. Lance había pasado mucho tiempo con el doctor Michele Ferrari, un italiano involucrado en varias tramas de dopaje que en la actualidad está suspendido de por vida, al igual que todos los ciclistas que tuvieron que ver con él.

Desde entonces en el mundo de las bicicletas se conocía la oscura fama del doctor, pero a Lance no le importó. Nunca se había resignado a llevar una carrera promedio: "Estos hombres están volando; no puede ser que estén haciendo esto; yo debo ser mejor que ellos", se decía en 1995. Entonces decidió contratar los servicios de Ferrari. Su primera reunión se dio por intermedio de Eddy Mercxs, la leyenda del ciclismo que patrocinaba las bicicletas de Motorola, hasta ese momento el equipo de Armstrong. De su relación con Ferrari poco se ha hecho público. Testigos cuentan que el ciclista visitaba frecuentemente el camper del doctor antes de las competencias y que ahí adentro era inyectado con EPO y con otros cócteles dopantes imposibles de detectar para las máquinas de control.

Desde entonces Lance se convirtió en el líder del pelotón EPO, un grupo de ciclistas que cuentan historias macabras. Una de ellas recuerda que los competidores tenían que dormir atados a un brazalete cardiaco que avisaba si su corazón estaba cerca de ser bloqueado por los coágulos que provocaba el engrosamiento de la sangre llena de EPO. Los médicos de los equipos hacían que se levantaran e hicieran 100 sentadillas a las dos de la mañana para acelerar el ritmo del corazón y alejarse de una agendada muerte súbita.

Esa misma generación, inyectada con el combustible del EPO, revolucionó la velocidad en la Tour en sólo seis años. Johan Bruynel, director de algunos equipos en los que participó Armstrong e involucrado en la trama de dopaje, explica que, cuando era corredor pudo notar "el aumento de velocidad. En 1988 -cuando él competía- era un mundo; en 1994 había cambiado completamente. Sobre todo en la capacidad para enfrentar las pendientes". Para 1995 el consumo de la sustancia era generalizada entre los competidores. Una caja de EPO se conseguía entonces sin prescripción en las farmacias suizas por 150 dólares.

Y Lance era uno de los principales clientes. Emma O´Riley, una de las personas más cercanas al ciclista en aquella época, declaró que para la vuelta francesa de 1999 Lance la obligó a pasar EPO por la frontera que divide Suiza y Francia.

Su desarrollo en los años con Ferrari fue notable y la contrarreloj se convirtió en la forma más objetiva para medirlo: En sus primeros tres tours, entre 1993 y 1995, Lance se quedó a seis minutos del mejor tiempo. Cuando volvió en 1999 ganó esa prueba y rompió el récord histórico de velocidad. Ese mismo Tour es el que al final marcó el camino de la condena.

Pero antes de contar el desenlace se debe volver al principio, porque con Ferrari no era la primera vez que usaba sustancias prohibidas. Testimonios de los primeros compañeros de Armstrong ligan su carrera con dopajes tempranos. Según el libro From Lance to Landis, el ciclista, de 20 años, comenzó a entrenar con Eddie Borysewicz, un hombre que fue acusado de dopar a las jóvenes promesas estadounidenses de las dos ruedas.

Borysewicz, junto al entrenador Chris Carmichael, inyectaban a sus pupilos, incluido Armstrong, ampolletas de pseudocortisona para mejorar su desarrollo. El resultado fue más allá de lo deportivo: varios competidores adquirieron una especie de parvovirus humano y años después demandaron a la Federación de Ciclismo de Estados Unidos por daños irreversibles a su salud. Según los médicos, la seudocortisona puede derivar también en cáncer de testículo. Nadie sabe si esa fue la causa de la enfermedad de Lance.

Esa historia ya se ha contado y es la que enriquece el romanticismo de la misma: un buen atleta que enfermó de cáncer; lo superó y ganó la Tour de Francia siete veces. El guión tenía un final feliz. Hasta que el 23 de agosto de 2005 el periódico francés L´Equipe dio la exclusiva: la sangre de Armstrong que correspondía a la Tour de Francia de 1999 tenía rastros de Eritropoyetina (EPO), la sustancia que dejó de ser invisible para los exámenes antidopaje en 2004. Ese año las muestras congeladas fueron abiertas para un análisis de rutina (inicialmente sólo se quería probar la fidelidad de las nuevas máquinas para encontrar la sustancia de moda). Pero sucedió mucho más. Los primeros estudios revelaron que varios ciclistas habían dado positivo cinco años antes. No se sabían los nombres; los frascos eran sólo códigos anónimos, hasta que uno de esos códigos se convirtió en Armstrong. Más que eso, el ciclista más exitoso de la historia había salido positivo seis veces: la primera y la segunda vez correspondieron al 3 y al 4 de julio, los días en que la competencia comenzó; el tercero y cuarto positivo correspondieron a las etapas alpinas, el 13 y el 14 de julio. Las últimas marcadas con EPO correspondieron a las etapas de los Pirineos, el 16 y el 18 de julio. Cada vez que la sustancia entró a su cuerpo Lance sacó ventaja a sus competidores.

Dick Pound, el canadiense que estuvo al mando de la Agencia Mundial Antidopaje recuerda aquel pasaje: "La UCI y Armstrong decían que cómo era posible que esa información llegara a la prensa. Pero nadie se preguntaba si las acusaciones eran ciertas o no".

Para descalificar el problema también se recurrió a un supuesto antiamericanismo francés, pues -se decía-, ningún ciclista de ese país podía ganarle a Armstrong. Lo cierto es que ningún galo había ganado la Tour en dos décadas y que el estadounidnse Greg LeMond la había ganado tres veces (1986, 1989 y 1990), sin una acusación en su contra.
La del EPO es la prueba más contundente, pero no la única. Un año después, en la Tour del 2000, la policía encontró que el US Post, equipo de Armstrong, dejó fuera de su hotel paquetes con 160 jeringas, bolsas de sangre y la sustancia Actovegin. Lo encontrado era suficiente para cinco dosis diarias por ciclista. Estos eventos se repitieron en las siguientes competencias.

Al final, las declaraciones de Floyd Landis, el campeón desposeído de la Tour de 2006, han marcado la pauta. Él pone el dedo sobre Lance por consumir EPO, testosterona y practicar transfusiones sanguíneas. La Agencia Antidopaje de Estados Unidos suma a sus acusaciones el tráfico de estas sustancias y decidió quitar los siete títulos al ciclista más exitoso de todos los tiempos. Y este verano ha sido el peor en la historia de Lance.