Seguramente no seamos conscientes del espacio que ya se ganó Lionel Messi en la historia del deporte. La magnitud de sus logros probablemente sea advertida con mayor nitidez una vez que decida abandonar la carrera de futbolista profesional.
Con sus proezas cotidianas, el crack de Barcelona genera la falsa creencia de que es sencillo sacarse rivales de encima, asistir aunque una muralla se pare enfrente o definir con todos los recursos posibles. Como es habitual verlo brillar, casi no hay lugar para la sorpresa.
Grosero error. No hay que dejar de maravillarse por un don propio de los elegidos. Su presencia mejora a los compañeros y su ausencia repercute inevitablemente en un equipo.
La influencia de La Pulga es superlativa. De hecho, cuando anunció su salida de la Selección Argentina tras perder la final de la Copa América Centenario, se activó rápidamente un operativo clamor para que vuelva.
De más está decir que los atletas que alcanzan este nivel de elite son observados por lo que hacen tanto adentro como afuera de la cancha. Sus conductas extradeportivas y hasta su vida familiar también se ponen bajo la lupa de periodistas, simpatizantes y público en general. En el caso particular de Messi, vive alejado de los escándalos y formó una familia junto a su novia de toda la vida, con la que tuvo tres hijos. Un 10.
En los últimos tiempos, el rosarino que está por cumplir 31 años optó por dejar un poco de lado su bajo perfil y se abrió en las redes sociales como no suele hacerlo frente a la prensa. Con aproximadamente 90 millones de seguidores en Facebook e Instagram, Leo muestra imágenes íntimas junto a sus seres queridos.
Los hinchas lo idolatran. Barcelona se ve obligado a mejorarle el contrato y elevar la cláusula de rescisión para no perderlo. Las marcas se pelean por tenerlo.
Y aunque pasen los años, cada día juega mejor y su talento parece inoxidable.