Cuando los sueños se hacen realidad

Todo salió perfecto porque Argentina tiene talento individual, pero también coraje, mentalidad ganadora y solidaridad. El triunfo frente a Estados Unidos es uno de los puntos más trascendentes del deporte

BUENOS AIRES -- No hay caso. Por más que se busque hasta lo más profundo de los anales del básquetbol argentino no se encuentran registros de una victoria tan importante. Ni remontándonos hasta el título de 1950 en el primer Campeonato Mundial de la historia.

Esto, el triunfo frente al seleccionado de Estados Unidos, ese conformado por doce nombres respetados en la mismísima NBA, por 87-80 ya entra en el punto más brillante y trascendente de este deporte en Argentina.

Pero si uno se toma un minuto y empieza a calibrar el valor de esta conquista, más allá de que la definición del Mundial todavía está lejos y esa victoria aún no aseguró nada, también puede animarse a afirmar que esta conquista ya ingresó al selecto grupo de los mejores momentos del deporte argentino en general.

El seleccionado argentino de básquetbol cumplió el sueño de muchos y barrió con la incógnita de unos cuantos. Al Mundial de Indianápolis se entró con una duda: ¿Cuándo llegaría el día en que un Dream Team cayera derrotado?

El equipo norteamericano, cuestionado por la ausencia de varias figuras de la NBA, alimentó esas inquietudes con actuaciones poco convincentes y esparció ese sentimiento hacia todo el mundo.

Se hacían cuentas y todas avalaban el mito: diez años de historia del Dream Team, desde que el único e inigualable equipo de Jordan, Magic Johnson y Bird debutara en el Preolímpico de Portland de 1992.

Habían pasado 58 partidos, todos ganados para alimentar la fantástica historia del básquetbol estadounidense con tres títulos olímpicos, uno mundial y dos en Copas de las Américas (Preolímpicos).

Pero un 4 de setiembre de 2002 la leyenda se derrumbó para siempre. La selección argentina respondió a aquella duda de manera contundente, marcando un hito en el deporte mundial, logrando lo que parecía un imposible. Porque convirtió a la poderosa en algo terrenal.

Había que ver la cara del estadounidense, incrédulo ante lo que ellos no imaginaron que alguna vez pasaría, más allá de que es cierto que hasta ahora no ha sido muy generoso en apoyo a esta nueva versión del Dream Team.

Hay que repasar los titulares de casi todos los periódicos del mundo, que no dejaron pasar la oportunidad de registrar un momento referencial en el deporte. Hay de mirar hacia otros puntos del planeta, donde aun en condiciones difíciles, se trabaja para mejorar y progresar.

Estarán felices los hombres que dirigen la Federación Internacional (FIBA). Ellos siempre dijeron, cuando a fines de la década de los ochenta a aprobó la participación de los jugadores NBA en sus competencias, en uno de los pasos más arriesgados de su historial.

"Se debe competir con los mejores. Hoy las diferencias son muy grandes, pero con el tiempo se irán achicando" se argumentaba en esa época para justificar las apabullantes victorias del inolvidable Dream Team I.

Pero esas palabras eran una verdad que a medias, que tapaban el verdadero motivo de la decisión: el enorme negocio comercial que representaba, sobre todo para la política expansionista de la NBA, el flamante acuerdo.

Más allá de esto, ese presagio de los dirigentes se hizo realidad diez años después. Lo que seguramente no imaginaba nadie era que fuese la selección argentina la que diera el golpe más estruendoso de este deporte desde su creación, precisamente en Estados Unidos, el 21 de diciembre de 1891.

¿Porqué entonces fue Argentina la que gozó de ese envidiado privilegio? Si en las cuatro veces que alguna de las anteriores versiones del Dream Team la había enfrentado le provocó amplias derrotas. Si apenas los "módicos orgullos" argentinos hasta aquí eran haber sido el equipo que más puntos le había anotado a la primera versión en el Preolímpico de Portland.

Si en los Juegos Olímpicos de Atlanta se había festejado el perder apenas por un doble la primera mitad. O en el Preolímpico de 1999 la mayor satisfacción fue que el propio entrenador, Larry Brown, ingresara al vestuario de los argentinos tras uno de los partidos, para elogiar cara a cara el estilo juego y la actitud de estos.

Sin embargo, esta vez fue distinto. Todo salió perfecto. En parte por mucho de coincidencia, al confluir un partido casi perfecto de los argentinos con una noche poco feliz de los norteamericanos.

Aunque, esta selección argentina también tiene virtudes incuestionables que le permitieron acceder a esta anhelada oportunidad.

Tiene, por encima de todo, talento individual, pero también generosas porciones de coraje, mentalidad ganadora y solidaridad. Los argentinos, y en esto merece un crédito el entrenador Rubén Magnano, funciona como equipo a pesar de contar con varias figuras.

Y alguna teoría, no escrita pero sí respetada, señala que un equipo con buena actitud defensiva, que valore la posesión del balón, que tenga determinación para pelear en los tableros y que pegue y reciba golpes con la misma hombría, siempre tendrá una oportunidad de triunfo.

En el Mundial de Indianápolis los argentinos tuvieron su oportunidad, de esas que se presentan solo una vez en la vida, y no la desaprovechó. Tal vez allí radique otro mérito de ese grupo de jugadores, que por ser lor primeros, ya se ganó para siempre un lugar de privilegio en la historia del deporte.

ALEJANDRO PÉREZ es periodista especializado en básquetbol desde 1986. Se desempeña como cronista del diario Clarín desde 1994. Además, es el relator de los partidos de básquetbol internacional de ESPN, columnista del SportsCenter Latino y de ESPNdeportes.com.

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