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Cleveland necesita un cambio radical de filosofía basquetbolística

La definición de la locura es intentar lo mismo una y otra vez y esperar un resultado distinto. Los Cleveland Cavaliers pueden seguir intentando ganarle a los Golden State Warriors en su propio juego y fallar una y otra vez, o pueden darse cuenta de que necesitan cambiar

Eso quedó más que claro tras la derrota por 10 puntos más apabullante de la historia de la NBA este lunes. Algunos culpan a Kevin Love, otros a Tristan Thompson o su entrenador Tyronn Lue, pero el verdadero problema no es individual, sino que colectivo. ¿A qué me refiero? A que los Cavaliers deben cambiar su manera de jugar si aspiran a destronar al campeón.

En pocas palabras, LeBron James y compañía se empecinan en querer ganarle tiro por tiro a los Warriors por 130-125 y terminan perdiendo una y otra vez, seis de las últimas siete para ser más exactos. Si Cleveland no baja un cambio y se vuelve a enfrentar a los Warriors jugando como lo hicieron en las Finales pasadas, en navidad o el lunes, entonces LeBron pondrá a su legado en jaque mientras su marca personal en las Finales empeora a 3-6.

Si las potenciales Finales de la NBA este año entre Golden State y Cleveland fueran una película, esta sería “La Liga de la Justicia”. Los personajes son geniales y la premisa en teoría es seductora, pero luego en la práctica simplemente todo termina siendo decepcionante.

Un cuarto choque consecutivo entre estos dos titanes de sus respectivas conferencias ya no parece tan inevitable ni necesario. La NBA es predecible, pero esto sería el colmo, especialmente ante la aparente vulnerabilidad de unos Cavaliers en declive. Sin embargo, LeBron ha dicho presente en las Finales cada año desde el 2011 y su equipo será el favorito a regresar a ellas esta temporada hasta que los veamos eliminados con nuestros propios ojos.

Quizás los Warriors caigan a manos de los Houston Rockets, los San Antonio Spurs, el Oklahoma City Thunder o los Minnesota Timberwolves, pero eso también es poco probable para un equipo que barrió al Oeste en el 2017.

Entonces nos vemos considerando la probabilidad de que LeBron y sus compañeros caigan en la trampa de su rival más odiado, el mismo que los humilló en cinco juegos en las Finales pasadas y lo barrió con pasmosa facilidad ganando sus dos encuentros durante esta temporada regular, una vez más. Los Cavs quieren ganarle a los Warriors en su propio juego, y eso nunca va a suceder ya que cuentan con tres problemas que no logran resolver.

Los tres problemas son…

El primero es el ritmo del juego. Ellos caen en el frenesí de Golden State pero no son tan efectivos como su rival. Si nos enfocamos nada más en los dos compromisos de esta temporada, los Cavs han encestado 71 de sus 182 tiros de campo (39.1%) mientras que los Warriors convirtieron 79 de sus 167 oportunidades (47.3%). Cleveland tuvo 38 asistencias y fue superado ampliamente por Golden State con 61, incluyendo por 28-12 en ese rubro el lunes. Entonces vemos como los Cavs tiran más que su rival, pero comparten menos la pelota y son menos efectivos.

Si, los Cavaliers iban ganando por 64-57 al descanso el lunes, pero eso era simplemente porque los Warriors estaban jugando con ellos. Cleveland se entusiasmó cuando anotó 37 puntos y Golden State tuvo seis balones perdidos en el primer cuarto. Luego Golden State se ajustó el cinturón y solo regaló la pelota tres veces en la segunda mitad.

El segundo problema de los Cavs es la defensa.

Los Warriors son capaces de hacerlos caer en sequías ofensivas como la de su parcial de 12-4 durante los seis minutos iniciales del último cuarto el lunes. Su nivel defensivo se eleva a medida que progresa el partido, mientras que el de los Cavaliers es consistentemente atroz.

Tengamos en cuenta que su remontada histórica en las Finales del 2016 fue posible ya que permitieron 97,101 y 89 puntos respectivamente en los tres partidos que convirtieron a una serie catastrófica que iba 1-3 en una gloriosa que terminó 4-3 a su favor.

Desde aquel entonces, los Warriors solo han anotado menos de 100 puntos en solo una ocasión y han superado la barrera de los 115 puntos seis veces en nueve oportunidades.

Lo que agrava a este inconveniente es que la fortaleza de Golden State reside en el perímetro, por lo que un canje por un gigante con pies de cemento que domina la zona pintada como DeAndre Jordan no solucionaría nada. Necesitan a alguien versátil como Avery Bradley, Gary Harris o Justise Winslow.

El tercer problema es que LeBron James está en una isla.

LeBron terminó el partido del lunes con ocho balones perdidos por si solo y un +/- de -14 que empaño a sus 32 puntos, ocho rebotes, seis asistencias y cuatro tiros bloqueados, incluyendo uno brutal a Kevin Durant.

El 25 de diciembre había pasado algo similar con siete balones perdidos y un impacto negativo de -1 durante sus 40 minutos en cancha.

No es que LeBron esté jugando mal necesariamente, sino que él se siente solo e intenta hacer demasiado al intuir que cada canasta de Cleveland prácticamente debe valer cuatro puntos. Isaiah Thomas todavía no se ha convertido en la rueda de auxilio que Kyrie Irving solía ser para él.

LeBron y los Cavaliers deben respirar hondo, encontrar la serenidad y darse cuenta de que jugar mano a mano con los Warriors en un duelo de jugadas que terminan en el Top 10 de SportsCenter es una pésima idea. A veces menos es más, aun si no te luces.

De lo contrario, estaré de acuerdo con un ex basquetbolista y actual analista de ESPN como Jalen Rose cuando dice que los Warriors barreran a los Cavaliers en las Finales.