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Kyrie Irving y el caso del descontento en los Celtics

EN UNA fría noche de febrero en Chicago, un grupo de reporteros se congregó en torno a Kyrie Irving, con una pizarra blanca de fondo en el vestuario de visitantes del United Center. Minutos antes, los Boston Celtics habían caído a un nuevo bajo dentro de su desconcertante temporada, sufriendo una desalentadora derrota ante unos modestos Chicago Bulls.

Irving, vistiendo una gorra de Uncle Drew con la visera a la altura de sus cejas, respondió cuando se le pidió evaluar su nivel de preocupación con respecto a las posibilidades del equipo a largo plazo.

“Todo estará bien”, respondió en un tono monótono, siendo una variable total con respecto a las respuestas emotivas que había dado en fechas tan recientes como la semana anterior.

“¿Por qué piensas así?”, persistió un periodista.


“Porque estoy aquí”.

Los jugadores de los Celtics han confesado que Irving comenzó a prepararles con miras a la postemporada durante semanas de anticipación, apartándoles para conversar de forma individual y así darles consejos discretamente, al igual que expresarles la sensación de urgencia que se requiere en medio del baloncesto que se juega en los playoffs. Les indicó que era imperativo tratar a cada posesión y cada secuencia con el mayor cuidado.

Ha sido notorio que la forma de ejercer liderazgo de Irving se ha hecho más colaboradora y menos combativa.

“La energía es grandiosa en estos momentos”, afirma Terry Rozier. “Trabajamos en conjunto. No como era antes”.

Los Celtics barrieron a los Indiana Pacers en la primera ronda y luego sorprendieron a los Milwaukee Bucks, dueños del primer sembrado, con una paliza en el Juego 1 que representó su esfuerzo más completo de la temporada. Parecía que las afirmaciones de Kyrie fueron proféticas.

Luego, Boston fue apabullado en el Juego 2. Irving falló 14 de sus 18 intentos de enceste, con una apagada actuación con nueve puntos. Se mostró impávido, indicando sin mayor preocupación: “Para esto firmé mi contrato”.

A medida que los Celtics recorrieron una tumultuosa temporada regular que amenazó con acabar con sus aspiraciones al título, frecuentemente generaron la percepción de personificar el concepto de infelicidad dentro de la NBA. Una infinidad de problemas interfirieron con la química en Boston; jóvenes jugadores ansiosos por demostrar su calidad para verse relegados a puestos menores, las penurias mentales y físicas del veterano Gordon Hayward. También está la psique siempre cambiante de Irving, talento con calibre de Más Valioso, cuyo viaje de autodescubrimiento se asemeja a una montaña rusa que causa mareos y asciende y decae a velocidades vertiginosas, con el resto del equipo expectante y sin mayor opción distinta a abrocharse los cinturones y sujetarse fuerte.

Irving afirma que su equipo nunca sintió tanto dolor como parecía ser el caso, ni que el camino hasta alcanzar la armonía ha sido construido de manera instantánea.

“La vida no es tan difícil como lo hacemos ver”, afirmó.

A PRINCIPIOS DE MARZO PASADO, el comisionado de la NBA Adam Silver pudo haber elegido entre cualquier cantidad de tópicos para su alocución como orador de orden en la Conferencia Sloan Analytics del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Sin embargo, una interrogante le motivó: “¿Por qué los jugadores de la NBA no son más felices?”.

“A los ojos del mundo exterior, ven la fama, el dinero, todos los elementos que éstos conllevan”, expresó Silver. “(Nuestros jugadores) son los mejores del mundo en lo que hacen y entonces, la gente piensa: ‘¿Cómo es posible que puedan estar quejándose?’. Algunos de estos jugadores provienen de circunstancias sumamente difíciles y tantos otros se encuentran aislados de forma increíble”.

A la semana siguiente, el exjugador miembro del Salón de la Fama, Charles Barkley, fustigó los comentarios de Silver, refiriéndose a ellos como “la cosa más estúpida que jamás haya escuchado decir a cualquier comisionado. Estos hombres ganan $20 millones, $30 millones, $40 millones al año. Trabajan durante seis, siete meses al año. Se hospedan en los mejores hoteles del mundo… no sufren problemas”.

Al contrario, insiste Rozier.

“Más dinero, más problemas”.

El negativismo logra infiltrarse de muchas formas en los vestuarios, siendo la más notable por estos días la presencia de las redes sociales.

“Kyrie fue la primera persona en decirme: ‘No importa lo que digan (los jugadores), todos están pendientes”, afirma Rozier. “Y cuando te das cuenta, vas a ver cosas positivas y cosas negativas por parte de gente que jamás te ha conocido”. Por eso Kyrie terminó eliminando todas esas cosas de su teléfono… le estaba molestando”.

Danny Ainge, actual presidente de operaciones de baloncesto de los Celtics, desea conseguir una forma efectiva de convencer a los jugadores de eliminar a las redes sociales de su vida deportiva.

“Me preocupa que terminen corriendo a buscar sus teléfonos celulares después de los partidos”, indica Ainge. “Cada vez que voy al salón de entrenamientos, los veo pegados a los teléfonos, revisando lo que la gente está diciendo”.

“No lo entiendo. Y si ese es un causal potencial, pues no vale la pena”.

Otra causa de infelicidad es ese conflicto de vieja data: ausencia de tiempo de juego. Rozier, quien fuera estrella de la postemporada 2018 mientras que Irving se recuperaba de una cirugía de rodillas, percibió cómo sus minutos y tiros se redujeron en una temporada en la cual se aproximaba a la agencia libre.

“Sentí que pasé de ocupar el asiento de pasajero a meterme en la cajuela”, expresa Rozier con una sonrisa irónica. “Todos te dicen: ‘no pienses en el contrato, no pienses en el dinero’. Siempre me digo a mí mismo: ‘Un día, obtendré lo que merezco. Quizás no hoy, pero ocurrirá un día’”.

Jaylen Brown también se vio obligado a adaptarse a un rol menos prominente. Pueden contarle entre aquellos que han aprendido a hacer oídos sordos a los críticos. Durante el último mes y medio, ha sido uno de los jugadores más consistentes y efectivos en las filas de los Celtics. Ha sido el resultado, según afirma el propio jugador, de una curva de aprendizaje de toda una temporada gracias ala cual terminó “recuperando su centro”.

“Terminas dándote cuenta de que no debes compararte con otros jugadores y sus situaciones particulares”, expresa Brown. “Comencé a concentrarme en mí mismo. Intenté evitar que mis emociones me controlen. Fue difícil a veces, porque los medios imponen mucha presión sobre nosotros. Sacan las cosas de proporción y la gente cae en eso”.

Irving, quien es un librepensador que ha expresado sus opiniones sin reservas (y que en ocasiones ha pagado el precio por su franqueza sin filtros), afirma que ya no siente la necesidad de explicar sus ideas.

“A fin de conseguir la felicidad, hay que encontrar el equilibrio en todo esto”, expresa Irving. “Por eso, no voy a seguir hablando con respecto a lo que funciona para mí o las dificultades que tengo, consciente de que no tengo nada que demostrarle a nadie porque yo estoy haciendo el trabajo”.

“No necesito mostrarle a nadie lo que estoy haciendo como líder, como persona o como jugador de baloncesto. Fallaré cestas en algunos partidos y también convertiré cestas en los partidos. Se trata de los altibajos típicos de una temporada. No voy a gastar tiempo en cosas tales como: ‘Oh, este es su equipo, él necesita hacer más, necesita incrementar sus esfuerzos’. Es simplemente una estupidez”.

KYRIE IRVING NUNCA ha tenido que preocuparse por su tiempo de juego. Acaba de completar la temporada regular más completa de su carrera con promedio de 23.8 puntos, 6.9 asistencias (tope personal de su devenir en la NBA) y sólidas cifras defensivas que debieron haber causado euforia en el jugador.

No obstante, Irving confesó a ESPN que ser un líder era más complicado de lo que jamás había imaginado. A principios de temporada, asumió una actitud pasiva-agresiva con sus compañeros más jóvenes, sumamente similar a las tácticas de LeBron James que habían causado la furia de Irving en Cleveland.


En enero pasado, Brown señaló a Irving, preguntando en voz alta por qué los jugadores jóvenes eran los únicos señalados por un juego desequilibrado.

“Realmente no fue una acusación”, dijo Brown. “Realmente, estaba de acuerdo con lo dicho por Kyrie. Solo pensaba que era injusto señalar únicamente a los jóvenes. Todos necesitábamos hacer mejor trabajo”.

Los intentos de Irving a fin de soportar el incesante escrutinio fueron y siguen siendo una obra en progreso.

“Se ha hecho mucho énfasis en todas las cosas incorrectas”, explicó Irving a ESPN. “La gente supone que el baloncesto es la cosa más importante en nuestras vidas. Por ello, uno (lidia con) el dinero y las expectativas y todas las cosas que surgen como consecuencia de desempeñarse en un ambiente profesional”.

“Luché con todo eso durante esta temporada. No se trata de tenerlo todo, si no sientes la felicidad que genera jugar este deporte”.

Al Horford sospecha que su perspectiva es diferente, siendo nativo de la República Dominicana, sin tener las comodidades que disfrutaron sus colegas estadounidenses. Horford se siente tan agradecido por la oportunidad que tiene en la NBA, que el pívot (quien podrá ejercer una opción potestativa del jugador este verano) afirma que jugaría al baloncesto gratis.

“Todo el mundo lo quiere todo”, apunta Horford. “Oye, quiero ser All-NBA en el primer equipo. Pero fui sumamente afortunado cuando, estando (en Florida) bajo las ordenes de Billy Donovan, aprendí rápidamente que, si juego para el equipo, me conferirá mucha más felicidad y éxito que si sólo me concentro en mí mismo”.

Jaylen Brown trató de seguir los consejos de Horford; sin embargo, cuando comenzó a tener dificultades a principios de temporada, comenzó a hacer presión, a forzar su ofensiva, lo cual terminó agudizando sus problemas. Perdió su puesto como titular, un golpe estremecedor para un jugador en su tercer año en la liga y grandes aspiraciones.

“A veces, nos presionamos a nosotros mismos en exceso”, admite Brown. “Esperas que las cosas salgan de cierta forma y cuando no es así, esa voz en tu cabeza comienza a hacerse más y más fuerte”.

Irving vio a sus jóvenes compañeros quejarse de sus puestos asignados, ansiosos por obtener más. Les reclamó, aunque según afirma, también comprendió sus frustraciones.

“Creo que todo este negocio tiene un modelo fallido, por la forma cómo está constituido el draft, por la forma en la cual están moldeados los entrenadores y gerentes generales, la forma cómo despiden y canjean a la gente”, indica Irving.

“Cuando piensas con respecto a meter un balón de cuero dentro de un aro y cómo tantas otras cosas complicadas pueden ocurrir debido a ese hecho tan simple, que inciden en nuestras familias y nuestras vidas, puedes comprender por qué hay gente confrontando problemas”.

ROZIER IDOLATRABA A IRVING mucho antes de que se convirtieran en compañeros de equipo, pero tenía problemas para entender por qué el futuro miembro del Salón de la Fama, que aparentemente lo tenía todo, estaba peleando.

“Me encanta Kyrie”, dice Rozier. “Pero hubo ocasiones este año en las que quise decirle: 'Escucha, no tienes por qué estresarte. Tú eres Kyrie Irving. Yo soy el que tiene razones por las que debo estresarme'”.

El dinero y la estatura no tenían nada que ver con eso. Irving odia ser definido simplemente en términos de básquetbol. Es un apasionado sobre su apoyo a la tribu Standing Rock Sioux, que se remonta a las raíces de su difunta madre.

"Me sentí tan interesado en el baloncesto, que me hizo un mal servicio porque me hizo prestar atención a las cosas equivocadas", dijo Irving. " Como las opiniones de la gente, y cosas que pasaban con otras personas que no tienen nada que ver conmigo.

"Todo el mundo es presa de eso. Las clasificaciones, los mejores jugadores, los rumores de cambio, todos los falsos analistas de baloncesto y los entrenadores que lo saben todo. No voy a dejar que nadie más dicte mi felicidad".

Los jugadores de los Celtics admiten que a principios de la temporada, los cambios de humor de Irving a menudo los dejaban pisando ligeramente en el vestuario. Tanto Stevens como Ainge lo abordaron con su mejor jugador, y él prometió ser más consciente. "Su perspectiva positiva últimamente ha marcado una gran diferencia", dice Rozier.

Horford notó un cambio de todos sus compañeros. La angustia por los tiros y los minutos retrocedieron cuando se acercó la postemporada. Como señala Rozier: "Los playoffs son como un botón de reinicio. Ahora todo se trata de los Celtics, no de recibir pagos, ni de si es un año de contrato, o si estás al final del banco".

Por supuesto, toda esta solidaridad renovada plantea una pregunta: ¿No podría haber existido ese compromiso de unidad todo el tiempo?

"En retrospectiva, pudimos haber sido mucho mejores", admite Brown. "Estábamos tratando de resolver esto. No solo nosotros en el vestuario, sino también Brad y la oficina principal.

"Tal vez hablamos demasiado en los medios de comunicación, y luego lo leímos, y en cierto sentido nos separó. Pero no hay mala sangre en nuestro vestuario. Nunca ha habido".

Irving advirtió que es un error darle demasiada importancia a una victoria o una derrota. Para algunos, la felicidad de la NBA siempre será el día a día, dependiendo de las estadísticas de la hoja de anotaciones y los signos de dólar de la cuenta bancaria y el lugar del equipo en la clasificación de la NBA y la opinión pública.

"He estado jugando al baloncesto mucho más tiempo que algunas de estas personas que analizan el juego", dice Irving. "Soy un verdadero genio cuando se trata de este juego.

"Si me preguntas sobre el baloncesto, hablaré todo el día. Si me preguntas sobre el espacio a las 3:33 del segundo cuarto, con gusto lo explicaré. Te diré qué jugadas funcionaron, sobre los ajustes que hacemos. Pero cuando se trata de cosas personales, o comparándome con mis hermanos de la NBA, como: '¿Crees que eres mejor que este tipo?' Estoy fuera”.