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Eli Saslow | ESPN.com 7y

Béisbol Experience: "¿Estás seguro que estás preparado para todo esto?"

Alex Vega ha construido su negocio de automóviles en Miami complaciendo las más exageradas exigencias de los ricos y famosos. Sin embargo, un día en el invierno de 2015 recibió una llamada telefónica de un cliente, con una petición que Vega dificilmente podía digerir. "¿Diez carros?", recuerda Vega que le preguntó a la persona en el otro lado de la línea, intentando dificilmente de contener su incredulidad. "¿Quiere empezar con 10 carros personalizados?".

Vega hablaba con Yoan Moncada, un adolescente totalmente desconocido quien también era el chico de 19 años mejor pagado en la historia del béisbol. Se encontraba en Estados Unidos por pocos meses, y aún no había jugado un partido profesional en ese país. Tampoco había sido propietario de un vehículo automotor (siendo su último medio de transporte la bicicleta de segunda mano de su hermano, la cual había pedaleado por 5 kilómetros cada día por los caminos de tierra hasta un estadio de béisbol en la costa sur de Cuba. Pensaba conducir su nueva flotilla de autos con la póliza de seguros de su agente de béisbol.

Moncada le dijo a Vega que quería empezar "tuneando" un BMW i8, después un Lamborghini Huracán y un BMW X6 (un trabajo que totalizaba más de $500.000). Moncada dijo que quería todos los autos de lujo listos para los entrenamientos primaverales. Luego, hizo una última petición: Que cada automóvil fuese estampado con un logo personalizado de sus iniciales.

Vega tomó una pausa y dijo: "¿Estás seguro que estás preparado para todo esto?"

Esa es la misma pregunta que muchos en el mundo del béisbol ahora le hacen a Moncada, cuyo talento se ha desarrollado con una hiper velocidad que ha forzado al resto de su vida para adaptarse a ese ritmo. En menos de dos años, se ha mudado de Cuba a Ecuador, después a Guatemala y luego a los Estados Unidos. A los 19 años, pulverizó el récord para bonos de firmas internacionales en las Grandes Ligas, con un cheque de $31.5 millones, cuatro veces más de lo que ganaría si hubiese sido primer escogido en el draft de las Mayores. "Nueva familia, nuevo idioma, nuevos amigos, nueva vida, nuevas reglas", dice Moncada a través de un traductor. "Supe que quería venir acá a jugar béisbol, pero nunca pensé lidiar con todo esto".

Moncada inicia su temporada con otra transición, esta vez a los Medias Blancas de Chicago, quien canjeó al pitcher Chris Sale a Boston por Moncada y otros prospectos. Es muy probable que Moncada arranque el año en Triple-A. Sin embargo, al hacer la transacción los Medias Blancas buscó propulsar su futuro en base a un prospecto que bien podría, como cualquier prospecto, tener un futuro incierto. Moncada es un pelotero al cual los Medias Rojas confiaron la friolera de $31.5 millones pero con el cual no podían esperar que llegara a tiempo a sus clases obligatorias de inglés. Es un defensor versátil con una velocidad natural y un torso esculpido, y aún así su agente dice que es capaz de devorar 85 twinkies en una semana.

Apenas meses después de su llegada a Estados Unidos, por ejemplo, en su llamada a Vega, Moncada negociaba vehículos aunque no poseyera aún su licencia de conducir.

Vega estima que ha trabajado con 300 clientes en el béisbol profesional, la mayor parte de los cuales tenían deseo de mostrar el dinero que podían darse el lujo de quemar. La estrella de los Mets Yoenis Céspedes le pidió a Vega le preparase un carro de lujo distinto para manejar cada día de la semana. Hanley Ramírez quería un Lamborghini de $550,000 que escupiese fuego desde su tubo de escape. Yasiel Puig pidió información para adquirir un helicóptero "tuneado" que le llevase a las reuniones del equipo a tiempo. Juan Uribe buscó una van limosina con un sofá envolvente y dos televisores de pantalla gigante.

"Usualmente, nos llegan ideas más grandes que la vida misma y las convierto en realidad", dice Vega. Sin embargo, en el caso de Moncada, Vega se encontró en la inusual posición de ser el vendedor que aconsejaba pensar de forma realista. Podía hacer unos pocos autos, dijo, pero no 10. "Es una carrera larga", Vega recuerda haber dicho. "Quiero trabajar contigo por largo tiempo. Llegaremos eventualmente a los 10, pero aún no. Necesitas bajar el ímpetu".

No era un consejo que Moncada estuviese acostumbrado a escuchar, ya que su llegada a los Estados Unidos siempre había dependido en la urgencia y en estar vigilante. Hay pocos caminos para que un pelotero salga de Cuba, y mientras Moncada maduraba para convertirse en uno de los mejores prospectos de la isla jugando para el Cienfuegos, pasó su adolescencia considerando cada posibilidad. Prestó atención a las historias de Yasiel Puig y su captura por parte de un cartel de la droga mexicano y la de José Fernández, quien tuvo que saltar al mar para salvar a su madre. Supo de Aroldis Chapman, quien abandonó a la selección cubana durante un torneo en los Países Bajos, y de José Abreu, quien se comió su pasaporte falso mientras abordaba un avión a Miami.

Habiendo oído todas esas historias, Moncada aprendió que solo abandonaría Cuba bajo una condición: "De forma legal o de ninguna forma", dice. "Quería que fuese seguro y simple".

Así comenzó un viaje que resultó ser tan complicado y poco convencional como los demás. Moncada dice que le pidió permiso a Cuba para dejar la isla en 2013, sin embargo el gobierno atrasó su decisión y la estancó por más de ocho meses. En ese tiempo, Moncada se convirtió en padre junto con una dama norteamericana que había laborado para agentes de béisbol. Igualmente, retomó el contacto con un viejo amigo cubano, Carlos Mesa, quien jugó pelota menor en Estados Unidos. Mesa le dijo a Moncada que conocía alguien que podría ayudar.

Mesa pasó mucho tiempo en St. Petersburg, Florida, en un restaurante llamado Habana Café, un lugar popular entre los peloteros durante los entrenamientos primaverales y se hizo amigo de la propietaria, Josefa Hastings. Ella fue auxiliar de vuelo quien usó su español fluido y sus conexiones empresariales en la Florida para ayudar a un grupo de peloteros cubanos a adaptarse a sus nuevas vidas. Ella llegó de Cuba a los 4 años de edad, y pasó su carrera entrenando y contratando meseros y cocineros de origen cubano. "Mi mayor destreza consiste en comprender la gran brecha entre estos dos países, y conozco lo fácil que es quedar atrapado en ella", afirma.

Mesa le pidió a Hastings que ayudase a Moncada, y Josefa afirma que habló ocasionalmente con el prospecto por teléfono a Cuba a fin de discutir la logística de las solicitudes de visa y papeleo. Cuando Moncada finalmente pudo obtener su permiso legal para dejar Cuba y le fue otorgada una visa de turista a Ecuador, Josefa y Mesa volaron para encontrarse con Moncada en Quito.

Josefa sabía de Moncada en mayor parte por los susurros que escuchó en su restaurante: era un jugador con las cinco herramientas capaz de convertirse en hombre franquicia, bateador a ambas manos, un hombre veloz natural con el físico de pelotero de poder. Josefa llegó a Ecuador esperando un producto pulido y refinado. Por el contrario, se encontró con un niño de 19 años quien apenas podía verla a los ojos.

"Teníamos a un chico que apenas había dejado lo único que conocía, parecía un perro con la cola entre las piernas", dice. "Era tímido, estaba nervioso, solitario, confundido. Increiblemente temeroso". En el curso de pocos días, la noticia de la partida de Moncada de Cuba se había regado por el mundo del béisbol. "Era un diamante brilante de $50 millones que todos estaban buscando", dice Josefa. Por ende, Josefa y su esposo, un contador de nombre David Hastings, contrataron un ex oficial de policía para que viviese con Moncada en Quito. Moncada pasó dos meses viviendo y entrenando allí (entrenaba con Mesa en un campo de fútbol juvenil) hasta que le fue concedida otra visa, esta vez de Guatemala y en condición de turista. Pasó seis meses en la nación centroamericana, estableciendo residencia allá para poder calificar a la agencia libre en las Grandes Ligas.

En noviembre de 2014, Josefa y David volaron para planificar un showcase (entrenamiento de muestra a organizaciones diversas de Grandes Ligas) para Moncada. Al momento de anunciar la fecha y ubicación, la seguridad de Moncada corrió peligro. En más de una ocasión, incluyendo la fecha del evento, fue perseguido por automóviles a través de las calles en intentos de secuestro.

Minutos antes del inicio del tryout, 150 scouts en espera de ver a Moncada batear, Josefa lo encontró sentado en el dugout, estoico y solo. No se había enfrentado a pitcheos vivos o jugado en frente de una multitud en un lapso cercano a un año. Ahora, unas horas de práctica de bateo y rutinas cronometradas de sprints determinarían la diferencia entre decenas de millones de dólares... y el hecho si podría dejar su vida anterior atrás, en la cual se acostumbró a un estado de temor constante.

En el dugout en Guatemala, Josefa se sentó al lado de Moncada y trató de enseñarle una expresión en inglés.

"Go big or go home" (Hazlo en grande o márchate a casa). Eso dijo Josefa, pero todo lo que Moncada hacía era verla sin musitar palabra alguna antes de caminar al terreno.

Todos los 30 equipos partieron de Guatemala impresionados: Moncada tenía explosiva velocidad en las bases y la contextura musculada de un apoyador de la NFL. Algunos scouts lo comparaban con Mike Trout. Otros dijeron que les recordaba a Robinson Canó. Tenía la versatilidad para jugar en cualquier posición del infield, y podía batear para poder desde ambos lados del plato. Lo mejor de todo, al contrario de algunos peloteros cubanos que desertaron siendo mayores de 25 años de edad, Moncada tenía sus mejores años por delante.

Parecía que se iba a convertir en una obvia guerra de ofertas en el mercado abierto de la agencia libre de peloteros extranjeros. Los finalistas fueron los Yankees, Dodgers, Padres y Medias Rojas. Moncada llegó a Estados Unidos a finales de 2014 para entrenar de forma privada mostrándose a pocos equipos de las Mayores, y se mudó con los Hastings. David, un contador público colegiado que jamás había trabajado en el mundo del béisbol, se convirtió en su agente y lo representó durante las negociaciones. El récord previo para un bono de firma a un pelotero internacional amateur fue de $8.27 millones. A finales de febrero, los Medias Rojas incrementaron su oferta a Moncada a $31.5 millones, además de $31.5 millones adicionales que debió pagar la organización a Major League Baseball al exceder su límite de gastos para firmas de jugadores foráneos.

"Me siento totalmente exhausto", dijo David, de pie en la cocina de su familia en St. Petersburg, una vez que el contrato fue finalmente suscrito.

"¡Me siento tan rico!", respondió Moncada.

Le tomó un tiempo el entender la cantidad de dinero que había ganado David explicó que, basado en su salario de $4 al mes jugando para el Cienfuegos, Moncada se había hecho acreedor del equivalente a 765.000 años de trabajo. Aun así, al momento de Moncada hacerse con su primer cheque, el total fue mucho menor a lo que esperaba, y fue furioso con David, convencido que había sido robado. "Realmente, el chico no conocía el concepto de los impuestos", dijo David. "Tuve que imprimir su talón de pago y mostrarle el por qué fue el 35 por ciento menos de lo que él esperaba".

Aún con el 65 por ciento de lo ganado, Moncada tenía dinero suficiente para gastar en drones, juegos de video, juguetes y ropa. En ocasiones llegó a gastar más de $1500 durante noches de juerga en Miami, dice David. Luego de adquirir su segundo carro por $200,000, Josefa trató de aconsejar a Moncada con algo de sentido común. "Estás siendo un idiota, desperdiciando todo este dinero", le dijo. "¿Qué estas pensando?"

"Hazlo en grande o márchate a casa", le contestó, con una sonrisa.

"Fueron mis padres norteamericanos", dice Moncada con respecto a los Hastings, y para ellos, a veces se sentía que estaban criando un adolescente con cambios bruscos de ánimo. Lo llamaban "El Niño", y podía a menudo ser dulce y cariñoso, comprándoles presentes y quedándose hasta tarde en videochats con su familia en Cuba. Pero también podía ser terco y frustrante. David le dejó conducir su Toyota Sienna de 10 años de antiguedad, y Moncada lo aceleró tanto que "prácticamente puso el carro en dos ruedas", dice David. Moncada descubrió los twinkies en un Wal-Mart y empezó a comerlos al por mayor, a veces ingiriendo más de 10 en una sola sentada incluso mientras los Medias Rojas lo trataban de asesorar con respecto a la dieta y nutrición. Cuando David llevó a Moncada al odontólogo en el invierno de 2015 (la primera visita al dentista en su vida) tenía "cerca de 15 caries", dijo David. Y hubo mañanas en las cuales Moncada se negaba a despertarse, lo cual volvía loca a Josefa. Como ex auxiliar de vuelo, ella aprendió que llegar tarde significaría perder su empleo. "No le vales $31 millones a nadie quedándote todo el día en la cama", le diría a Moncada. A veces, literalmente, le golpeaba con una almohada para sacarlo de la cama y que fuese a practicar.

Una vez que Moncada finalmente llegaba al estadio, sus coaches y compañeros comentaban su voluntad para trabajar en la jaula de bateo y fildear roletazos extra. "El único sitio en el cual me siento cómodo es en el terreno, así que siempre me quedaré allí el mayor tiempo que pueda", dice. Su progreso fue evidente: estafó 94 bases en sus primeros 186 partidos en Ligas Menores y mostró suficiente poder para ascender de forma acelerada en el sistema de los Medias Rojas.

Del spring training extendido, pasando por Clase A simple, Clase A avanzada hasta Doble A, cada movimiento trajo consigo otra transición cultural de carácter sísimico. Moncada solicitó a los Medias Rojas que contratase a su viejo amigo Mesa y le pagó $200,000 para viajar junto a Moncada. Los dos amigos comían en la cadena de comida rápida mexicana Chipotle casi a diario, porque Moncada dominaba su menú y podía ordenar confiado en español. Cada vez que se mudaba a una nueva ciudad, los Hastings irían primero a buscarle apartamento, encargarse de cualquier papeleo y entregarle sus autos. Irían de regreso a Florida y esperar que las cosas salieran bien. "Se trataba de decir, 'OK, buena suerte, mantengo los dedos cruzados'", dice David. Lo que más preocupaba a David era el dinero de Moncada: "Veo su cuenta bancaria cada mañana para ver si está cometiendo errores grandes o errores pequeños".

Lo que más le preocupaba a Josefa era la reputación de Moncada: "Si estuviera en su posición, evitaría las chicas, las discotecas y los autos", dice. "Estaría metida en el terreno o encerrada en mi habitación. Pero eso requiere sabiduría, y desafortunadamente eso es algo que todo su dinero no le puede comprar".

En medio de cada una de sus mudanzas frecuentes, Moncada volvía a Florida para ver a los Hastings. Adquirió una casa en su calle y pasaba las tardes sentado en el restaurant de Josefa, en el cual hay un mapamundi gigante colgado en una pared. A veces, Moncada y Josefa contemplaban juntos ese mapa, y apuntaría a su próximo destino. "¿Es frío o caliente?", siempre preguntaba, y de vez en cuando ponía su dedo encima del mapa a fin de trazar la distancia entre su nuevo destino y Cuba.

Este invierno, Josefa apuntó súbitamente a Chicago, y a primeras de cambio Moncada se sentía devastado. Apenas había llegado a las Mayores con Boston, jugando en una cantidad pequeña de partidos con los Medias Rojas el pasado septiembre, y se había imaginado pasar el resto de su carrera allí. En 25 años, ningún equipo de las Mayores había negociado al primer prospecto en el béisbol, y ahora Moncada junto a otros peloteros habían sido negociados por Chris Sale, un as del pitcheo en la flor de su carrera. "Podría decirse que Yoan lo tomó como un rechazo muy personal", dice David.

No obstante, en la primera noche después del cambio, Moncada recibió un mensaje de texto de uno de sus nuevos compañeros, el primera base y miembro del roster del Juego de Estrellas José Abreu. Ambos habían jugado juntos en el infield para el Cienfuegos cuando Moncada tenía 17 años, y ahora en esos mensajes de texto Abreu le contaba a Moncada con respecto a la profunda tradición cubana en la historia de los Medias Blancas, organización que ha contado con casi 20 peloteros oriundos de la antilla: Orestes "Minnie" Miñoso, Orlando "El Duque" Hernández, José Contreras y Alexei Ramírez. "Este equipo nos entiende", Abreu escribió esa noche.

Abreu creía que Moncada era una "estrella del futuro", dice. Moncada, mientras tanto, veía en Abreu "un mentor y amigo cuyo ejemplo solo puedo aspirar a seguir". Abreu había hecho la transición a la vida en Estados Unidos casi más rápidamente que cualquier otro pelotero cubano, desertando al ir hacia Haiti en lancha en 2013 y llevándose su puesto al Juego de Estrellas de las Grandes Ligas menos de un año después. Al igual que Moncada, se convirtió en un hombre rico de forma instantánea, con un contrato de $68 millones que fue el más lucrativo en la historia de los patiblancos. Al igual que Moncada, también gastó parte de su primer cheque comprándole a Vega carros de lujo.

"Me ayuda a entender el béisbol pero sobre todo la cultura", dice Moncada. "Está unos años por delante de mí en eso. Trato de seguirlo en todo lo que hace".

Los Medias Blancas colocaron los vestidores de Moncada y Abreu uno al lado del otro y algunas veces batean de forma continua en el orde ofensivo; sin embargo, durante el spring training siempre fue claro quien era el pupilo. Moncada podía conectar algunos dobles y triples, pero también se ponchó en 13 de sus primeros 35 turnos al bate y cometió algunos errores de rutina en la segunda base. Los Medias Blancas le indicaron que comenzaría la temporada en el Charlotte Triple-A, con el potencial de ascender en abril o mayo (es casi seguro que ese ascenso no se producirá previo a una serie contra Minnesota a mediados de abril, permitiéndole a los Medias Blancas ahorrarse un año del tiempo de servicio de Moncada). Durante los entrenamientos primaverales, Moncada trabajó a fin de ampliar su posición de fildeo y pasar tiempo extra con Abreu en las jaulas de bateo.

En una noche esta primavera, luego que prácticamente la totalidad del equipo había dejado el complejo, Moncada terminó su tiempo en la jaula de bateo y caminó en solitario hasta el estacionamiento reservado para el equipo, en el cual uno de los carros "tuneados" por Vega lo estaba esperando. Era el BMW X6, con ruedas mejoradas y una franja blanca y roja. Al frente del capó estaba el logo personalizado de Moncada, una combinación estilizada de sus iniciales, la cual también se tatuó recientemente sobre su cuello.

Tiene un cuerpo hecho para el béisbol y un carro hecho para la velocidad, y en ambos sitios sus iniciales tatuadas se ven limpias y naturales. Encendió el vehículo y salió del estacionamiento, con el logotipo por delante en el camino. Aunque, aún no está claro que representará ese logo en la mente de los aficionados al béisbol en un futuro.

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