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Por qué un partido con 21 ponches es el mejor récord que puede pasar en Grandes Ligas

G Fiume/Getty Images

El mejor logro individual que podemos aspirar ver, dentro de lo razonable, en esta presente temporada de la pelota Mayor es una apertura con 21 ponches*. Es sólo mi opinión, la cual ustedes no podrían compartir y, normalmente, estaría conforme con ese desacuerdo y seguiríamos siendo amigos.

Pero lo extraño con respecto a este récord en particular es que nuestra opinión podría tener una influencia tremenda sobre el hecho si se impone o no. Por ello, tendré que convencerle, y si es así, estará feliz de eso. Luego, dependerá de usted convencer a tres amigos más y si cada uno convence a tres amigos más, pues, un día de estos, todos podremos compartir el mejor día que el béisbol nos puede ofrecer en el presente.

El récord de ponches en un partido de nueve innings tiene una historia divertida: Alguien lo impone y luego (usualmente) pasan décadas en las cuales varios lanzadores lo empatan, dando así la impresión de que ese récord, sin importar cuál sea, es una barrera casi impenetrable, a punto de ser alcanzado, pero no superado. ¡Luego, rompen el récord!

Para 1933, cuatro pitchers de la era moderna habían ponchado a 16 en un mismo encuentro. Luego Dizzy Dean vino y lo superó y en 1936, Bob Feller, a sus 16 años, lo igualó. Dos años después, en la cumbre de su súper estrellato, Feller superó la marca, abanicando a 18 en su última apertura de la temporada 1938.

Luego, este récord se mantuvo durante más de tres décadas (Sandy Koufax lo igualó en par de oportunidades) hasta que Steve Carlton ponchó a 19 en 1969. Luego, ese récord perduró durante casi dos décadas (Tom Seaver y Nolan Ryan lo igualaron) hasta que un joven Roger Clemens, con pocos logros en ese momento, pero a punto de llegar a su propio súper estrellato, abanicó a 20 en 1986. Han pasado 32 años y esos 20 ponches han sido igualados por Clemens, Kerry Wood, Randy Johnson y Max Scherzer. Ya es hora.

Los elementos

Puedo aceptar la tesis de que un partido de cinco jonrones autoría de un mismo bateador probablemente sea mejor que una apertura con 21 ponches. Sin embargo, un partido con cinco vuelacercas es casi un absurdo imposible de ocurrir. Los bateadores no siempre tienen cinco oportunidades al plato en un mismo duelo, y menos cinco turnos con cinco pitcheos para batear. En la historia de este deporte, sólo se han producido cuatro apariciones al plato que pudieron haber resultado en un quinto cuadrangular en un mismo partido: dos para Mike Cameron en mayo de 2002 y dos para Lou Gehrig en junio de 1932. Ningún toletero en la historia de las Grandes Ligas ha llegado a batear cinco cuadrangulares en turnos consecutivos entre dos partidos. Eso significa que un partido con cinco jonrones posiblemente deberá involucrar algo sin precedente alguno y que entre dentro de los límites muy estrechos de un mismo encuentro, sin margen para un error o un boleto intencional.

En comparación, un partido con 21 ponches podría encajar perfectamente dentro de los límites establecidos del desempeño humano y la variación natural del béisbol. Scherzer y Clemens han ponchado 20 bateadores con al menos un out para terminar (ambos lanzaron para rodados) y Johnson, Ramon Martínez y Wood todos llegaron al noveno episodio con 18 ponches. Corey Kluber y Johnson poncharon a 18 rivales cada uno en ocho entradas antes de ser removidos de la lomita. Nos hemos acercado y mucho. De hecho, se han producido 26 aperturas en las cuales un lanzador ha ponchado por lo menos 10 bateadores y mantenido por lo menos ritmo suficiente para alcanzar los 21 abanicados antes de ser sustituidos y una cantidad mucho mayor de lanzadores han terminado sus aperturas con la posibilidad de llegar a 21 ponches matemáticamente intacta.

Y lo más importante, hemos visto a pitchers que han ponchado 21 (o más) bateadores en 27 outs, partidos de 21 ponches "escondidos", divididos en múltiples salidas. En mayor medida, ha sido el caso de relevistas, tales como Ken Giles (quien ponchara a 23 en 27 outs en 2016) y Edwin Díaz (24 ponches en 27 outs ese mismo año). (Incluso, un pitcher de Ligas Menores de nombre Jacob Webb llegó a abanicar a 25 en el curso de 27 outs en Clase A). Kluber lo hizo, sacando por la vía del ponche el primer inning en su salida posterior a la apertura en la cual abanicó a 18, para así sumar 21 en el curso de nueve innings. Se ha demostrado que la secuencia de eventos necesaria para que se produzcan 21 ponches en un mismo partido es totalmente factible.

Casi cada récord es producto de su propio ambiente. Nadie va a batear 73 cuadrangulares en un ambiente con pocos jonrones, al igual que nadie salvó 62 partidos antes que se solidificara el uso moderno del bullpen. Esta es una era de ponches. En la última semana, hemos visto tres alertas creíbles que nos hicieron pensar que llegaríamos a 21 abanicados: James Paxton sumó 16 en siete entradas, faltando seis outs. Gerrit Cole, por su parte, llegó a 12 en seis episodios, pero terminó con 16. Scherzer sumó 15 en 6 1/3 innings antes de ser retirado. Los elementos están allí.

El motivo

¿Recuerdan la lista de nombres que mencionamos? ¿Clemens, Seaver, Koufax, etc? No hay un nombre mediocre en la lista, a menos que tomen en cuenta las expectativas no satisfechas en el caso de Wood. Y, muy bien, admito que hice trampa y dejé por fuera a Don Wilson, un muy buen lanzador cuyo potencial se vio truncado por las lesiones y una misteriosa muerte prematura. Sin embargo, Wilson (quien ponchó a 18 en 1968) y Wood fueron abridores jóvenes fantásticamente emocionantes con potencial increíble, mientras que el resto de los arriba mencionados y dueños del récord fueron gente capaz de inscribir su nombre entre los mejores de todos los tiempos. Muchos pitchers han lanzado juegos sin hits; incluso, algunos han llegado a lanzar juegos perfectos a pesar de no contar con calidad excelsa. Sin embargo, en la era de la pelota viva, cada lanzador que ha tenido el récord de ponches por partido ha sido de calidad: 8 de 11 llegaron a ser miembros del Salón de la Fama o Roger Clemens.

Aun más, cada apertura que ha igualado o impuesto el récord de ponches por partido ha sido extraordinaria en lo visual, acentuados por inquietos movimientos y cantos cada vez más enfáticos por parte de los umpires. El partido de Wood en el cual sumó 20 ponches (el cual ocurrió esta semana, pero 20 años atrás) ha sido incesantemente mencionado, recordado en GIFs y descrito con lenguaje que raya en la hipérbole y aún parece quedarse corto. Johnson tuvo 36 strikes tirándole en su apertura y su video de jugadas destacadas muestra una serie de bates volando, bateadores cayéndose y al cátcher persiguiendo terceros strikes que simplemente no podía atrapar. Ver el primer partido de 20 ponches de Clemens se asemeja a ver una película en la cual el sonido y lo visual no están en completa sincronía: los bateadores hacen swing terriblemente atrasado, como si fuera el producto de mala edición.

Clemens, luego de conseguir su vigésimo ponche, recibió una larga ovación, fue poblado por sus compañeros de equipo tras el último out y mantuvo ese récord durante gran parte de su carrera. Es un buen récord, pero ha sido considerado un récord de segundo nivel, quedando por detrás del más común y menos impresionante juego sin hits y de los juegos perfectos por su tensión y el tamaño del centimetraje que acapara en los medios.

Históricamente, esto ha sido justificable: Un pitcher necesitaba ser dominante para imponer el récord de ponches, pero no necesariamente tiene que ser bueno. Dean permitió un par de carreras cuando abanicó a 17; Feller otorgó siete boletos, permitió cuatro carreras y asumió la derrota cuando ponchó a 18; Carlton permitió cuatro carreras y cargó con el juego perdido tras ponchar a 19, lanzando aproximadamente 160 lanzamientos (Feller pitcheó aproximadamente 180). Ciertamente, fue difícil ponchar 19 bateadores en un mismo encuentro; aunque sin ningún limite de pitcheos real en efecto, el factor limitante (los 27 outs disponibles) no podían indicarnos nada con respecto a cuantos hits, cuantas bases por bolas y cuantas carreras se anotaron entre dichos outs.

El factor limitante hoy en día son los conteos de pitcheos: A Paxton y Scherzer no se les acabaron los outs, sino los pitcheos. Para poder ponchar a 21 bateadores, un lanzador debe (A) poncharlos a todos, (B) permitir pocos corredores en base y probablemente (C) poncharlos a todos rápidamente. Los 18 ponches de Feller representaron el 43 por ciento de los bateadores a los cuales se enfrentó, mientras que Paxton ponchó la semana pasada al 59 por ciento de los bateadores que vio.

Hemos llegado a un punto en el cual, prácticamente por definición, un partido con 21 ponches será una obra maestra de dominio y efectividad. Durante los últimos 20 años, las seis aperturas con más de 18 ponches que hemos visto han mostrado un total combinado de cuatro carreras y un boleto. La apertura de fin de semana de Scherzer no fue realmente una amenaza para llegar a 21, porque no estaba lanzando dicha obra maestra. La de Paxton si lo fue (sin boletos y sólo cuatro hits en seis entradas) hasta el séptimo inning, cuando requirió de 25 pitcheos para sacar el episodio por la vía del ponche. Por ende, intentar llegar a los 21 ponches, de acuerdo a los conteos de pitcheos se hizo irreal, basados en un solo inning "largo". He allí lo estrecho de este margen y he allí el por qué un partido con 21 ponches ciertamente será rival legítimo de la apertura de Wood y cualquier partido sin hits o perfecto en el cual quieran pensar, para convertirse en la mejor apertura de todos los tiempos. En una era de GIFs, partidos completos transmitidos en YouTube y retrospectivas sobre GIFs y partidos completos transmitidos en YouTube, será un récord sumamente duradero con jugadas destacadas que se apreciarán por siempre. Vivirá por el resto de la historia o hasta que alguien llegue a 22 ponches.

La oportunidad

Aquí es donde entramos todos nosotros.

Un partido con 21 ponches, casi con toda certeza, será uno de los encuentros con mayor conteo de pitcheos del año, incluso si llega a ser perfecto. El ponche promedio requiere un poco más de 4.8 lanzamientos. Por ende, un pitcher requeriría hacer 101 lanzamientos para llegar a 21 abanicados, con (presumimos) seis otros outs colados en la mezcla. A un promedio de tres pitcheos por aparición al plato, tenemos otros 18 lanzamientos. Un boleto, o un par de hits, o unos conteos completos extra, llevará a los pitchers a cifras superiores a 120 o 130.

Hace pocas semanas, vaticinamos el inminente declive en las cifras de partidos sin hit al indicar que los managers casi nunca están dejando que sus pitchers superen los 115 lanzamientos. Recientemente, la única excepción se produjo en un intento de partido sin hits. Se han producido 11 encuentros sin hit esta década, en los cuales un lanzador ha sido permitido sumar al menos 120 pitcheos, 8 han llegado sobre los 125, cuatro por encima de 130 y dos por encima de los 145. El mérito de lanzar un partido sin hits no sólo es del pitcher, sino del manager, quien podrá o bien mantenerlo en la loma o acabar con sus aspiraciones de llegar a un encuentro sin hits. También depende de nosotros, porque nos emocionamos con los intentos de encuentros sin hits, convirtiéndolo en un logro perseguido por jugadores y managers.

No se otorgan las mismas prerrogativas a los intentos de alcanzar 20 o 21 ponches. En el partido de 18 abanicados de Kluber, fue retirado luego de 113 lanzamientos, cifra menor que el partido sin hits promedio. Es fácil imaginar que él haría sacado el noveno por la vía del ponche con 15 pitcheos; pero llegar a 21 ponches no ameritaba asumir ese riesgo o extender la vida del lanzador en ese inning. Paxton fue retirado tras 105 lanzamientos. Si estuviera persiguiendo un partido sin hits, nos indica la historia que le hubieran permitido llegar hasta 130 lanzamientos. Pero perseguir los 21 ponches no genera la aplicación de las mismas reglas.

Eso se debe a que nosotros no mostramos mayor interés con respecto a ver a un pitcher llegar a 21 ponches. Un partido sin hits desata notificaciones en nuestros teléfonos, genera esa superstición con respecto a mencionar o no la inminencia de dicha hazaña, hace que los compañeros de equipo del pitcher lo dejen solo en el dugout entre innings y generalmente desata tensiones en plena búsqueda. Es apropiado: el partido sin hits de Paxton del martes fue espectacular, una de las cosas más hermosas que veremos esta temporada, un logro histórico. Ocurre que ver a un pitcher ponchar a 21 bateadores hace una semana habría sido aún más espectacular, más hermoso y sin lugar a dudas, habría sido un logro recordado por mucha mayor cantidad de personas por mayor cantidad de tiempo.

Deberíamos mantener igual tensión durante un intento de llegar a 21 ponches. Nuestro deseo de presenciar uno debería ser una fuerza en lo social, al igual que en el caso de los partidos sin hits, pero debería ser mayor que en el último caso.

Entonces, aquí están las reglas: debemos mantener la calma. No podemos encender la sirena de alertas de un intento de alcanzar 21 ponches en el segundo inning y no podemos esperar (ni desear) que los managers permitan que sus pitchers lleguen a 150 lanzamientos en su intento. Queremos sólo 10 pitcheos extra para buscar el pase a la historia, quizás 15. Por ello, si un pitcher abridor ha sumado por lo menos cuatro innings, ponchado a más de dos toleteros por inning y su conteo de pitcheos no suma más de seis veces su total de ponches, hagan bulla. Muestren que sí les importa. Hagan obvio que este es el tipo de actuaciones que prometen ser recordadas por siempre, que inmortalizaremos en placas. A veces olvidamos cuánto están jugando los peloteros en busca de nuestra admiración, pero ellos no.

*A menos que Mike Trout llegue de verdad a terminar la temporada con 14.8 de WAR.