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Lionel Messi ha ganado su quinto Balón de Oro y el mundo del futbol parece rendido a sus pies: un futbolista que se acerca a la perfección en la cancha y que más allá de ella, cumple con los estereotipos de un tipo común y corriente. El Messi que solo es capaz de competir ante el propio Messi y que cuando suponíamos que lo habíamos visto todo, está preparado para reescribir la historia de su propio juego o hazaña. Maravilloso con el balón a los pies, su nivel se compara con el de los mejores de todos los tiempos: Pelé, Maradona, Cruyff y Zidane. Damas y caballeros... ¿nos hemos encontrado con el futbolista perfecto?

LOS ANGELES, CA -- Si no lo es, se parece... podría serlo, debería serlo...

¿El futbolista perfecto? Siempre pensé que no existió y que jamás existiría, hasta que lo vi correr, fintar, tirar, hablar y hasta caminar por la calle. Lionel Messi recogió, en Zurich, el trofeo que le pone más lejos que nadie en la historia del futbol: cinco Balones de Oro de la FIFA, cinco reconocimientos que no terminan de entregarnos un informe completo sobre este futbolista, porque lo que él hizo el sábado, los tres goles, el amague, la asistencia al compañero, pueden quedarse obsoletos tan pronto cuando vuelva el fin de semana próximo a la cancha de juego. Hay un problema con Lionel Messi que quizá ocurría en menos grado en los tiempos de Pelé, de Maradona, de Cruyff o de Zidane: Cuando pensábamos que lo habíamos visto todo, él encontraba la manera de ser mejor.

El Messi de una semana atrás se volvía caduco, inoperante, inexpresivo y hasta inofensivo en comparación con el Messi que veíamos hoy. Él siempre está competiendo contra el único con el que puede realmente competir: contra él mismo. Además de lo que hace en el futbol, yo agregaría lo que hace Messi por el futbol. En una época de condiciones mediáticas, de redes sociales, de escándalos, de violencia, de indiferencia, de pocos valores, él juega su propio partido. Un chico callado, respetuoso y respetado por compañeros de equipo y por los rivales en el campo, un hombre ajeno al estereotipo que aparentemente necesita un futbolista convertido en superestrella.

Messi no parece requerir de la vida desordenada que Maradona hizo tan importante en su entorno como el propio futbol o quizá de los misterios que siempre envolvieron los días de Pelé. Es o parece el niño tímido que salió de Rosario para llegar a La Masía sin que nadie se diera cuenta, en aquel entonces, de lo que podía llegar a ser con el paso del tiempo.

Lionel no necesita de un escándalo posterior al juego para sobresalir. Sus mayores “escándalos” se dan, generalmente, con el balón a los pies. ¿Qué se le puede recriminar a Messi? Los argentinos o mejor dicho, algunos aficionados argentinos al futbol, creen que es el hecho de no haber ganado un Mundial. Y otros, acudiendo o buscando cualquier tipo de argucia, asisten a la idea que su carrera se ha alimentado en títulos individuales y no colectivos, una acusación completamente tergiversada por lo que ha significado la época del Barcelona alrededor de Messi.

Está claro que no ha tenido los resultados esperados en la Selección argentina, pero también, está claro, que el futbol es un deporte asociación y que su peso específico el Barcelona no está en juego, en dilema, en tiempos en los que la percepción sobre futbol ha cambiado y donde aquel que no logre triunfar en el máximo nivel europeo, no puede cotizarse como el mejor futbolista del mundo.

El problema de Messi -para decirlo de tajo- es Maradona, las lágrimas de Maradona, la pasión de Maradona por la camiseta albiceleste, los trofeos que Maradona levantó en ella y yo diría que hasta su vida imperfecta alrededor del futbol, justo el sitio donde muchos aficionados parecen identificarse con él.

Por una condición humana, siempre será más fácil estar más cerca de los defectos y las carencias de Maradona que de las extraordinarias virtudes de Messi. La otra historia es la apartemente gran competencia que ha tenido con Cristiano Ronaldo en la época y por la época. Y digo aparente porque el portugués del Real Madrid ha sido muy inteligente. Ha competido, ha tendido una “cortina de humo” para confundirnos de que realmente se le puede comparar con el “10” del Barcelona, cuando futbolísticamente, en aptitudes y en condiciones, conservan una distancia considerable. Cristiano hace goles, goles y más goles. Messi pone goles, asistencias, arte, arte y más arte a su juego. Mientras a Cristiano se le compara con Messi, a Messi se le compara con Maradona o con Pelé. Messi se luce y hace lucir a sus compañeros en la cancha. Cristiano se luce para él mismo, para las redes sociales, para la revista de moda, para las supermodelos, para los yates y los aviones privados. Habitan en mundos opuestos. Cristiano debe lamentarse una y otra vez el haber vivido en la misma época que Messi.

Pasarán muchas generaciones y se seguirá recordando a ese fantástico jugador argentino que llenó horas y horas de parajes memorables en la cancha de juego. ¿El futbolista perfecto? No lo sé, lo que me que parece un hecho es que somos muy afortunados, porque Dios, el destino y el futbol nos han permitido ver a un jugador que se reinventa cada fin de semana y que solo es capaz de competir contra sí mismo.

@Faitelson_ESPN

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LOS ÁNGELES -- El Palacio ya estaba en llamas. Hoy, la Casa Blanca ya está en cenizas. Es, aún, el club más grande en la historia del futbol. Pero, ese "aún" tiene fecha de caducidad. Y con Florentino Pérez esa fecha parece más cercana y ese "aún" parece más moribundo.

Un sábado con tufo mortuorio. Apestando a masacre. Los refinados bárbaros, los exquisitos inclementes del Barcelona saquearon al Bernabéu. Sólo les faltó a los facinerosos raptar a las 10 Diosas de Plata de la Sala de Trofeos.

Real Madrid 0-4 Barcelona. Así gemirá el obituario blanco. Así se vanagloriarán los cantares culés.

Perniciosamente irónico: es más impactante la caída del coloso que la ratificación del otro coloso. Es más trepidante el desmayo señoritero, de sílfide sofocada, del gigante blanco, que la crueldad carnicera del magnífico adversario azulgrana.

0-4. Y pudieron ser más. Y sin su "10" legendario, Barcelona sigue jugando con calificación de 10, y no carece de nostalgia; al contrario, se fortalece.

Veredicto que parece condenar la Liga, aún jovencita, pero ya amenazada. Barcelona se sabe más fuerte que nunca. Messi no alteró la historia en sí, pues ya los soldados de asalto habían hurtado la virginidad doméstica de Navas: el indescifrable Neymar y Luis Suárez, quien se ha olvidado de mordisquear embustidos con carne fresca de los rivales, para atragantarse de red.

Pero la gesta magnífica del Barcelona pasa a segundo término. Increíble que en el futbol, que es todo un canto a la vida, reverberen con más potencia y fragor los responsos fúnebres por el Madrid, y que reclaman el fuego eterno para Rafa Benítez y Florentino Pérez.

Algunos de los jugadores más caros del mundo sangran financiera y futbolísticamente a la Casa Blanca. Son rémoras, más que empleados. Son parásitos, más que soldados. Son terroristas, más que artistas.

Desde un CR7 preocupado poco por el espejo de sus números y de su futbol, y más por el de sus teatralidades. Y un Benzema que juega más en el reclusorio y en la cancha, es un recluso del conformismo.

¿Gareth Bale? Está visto que renuncia a ser peón de vanidades ajenas, pero esclavo de la suya. ¿James Rodríguez? El niño prodigio del Mundial de Brasil brinca de berrinches con su selección a berrinches en el Madrid.

Entre esos cuatro hay más de 500 millones de euros. No valen su peso en oro, porque no pesan su valor en goles. En medio de esa abulia en la cancha, quedan como pasajes cómicos las parafernalias espectaculares de sus presentaciones. Ídolos de barro, con espíritu de porcelana y zapatillas de cristal.

¿Culpa de Benítez? Sin duda. Su pasado lo denuncia. Su estilo rupestre de manejar el vestidor le permite arriar a jugadores con hambre y sin ego. Cuando confronta a las divinidades vestidas de encaje blanco, le falta muñeca de líder y le sobran modales de leñador.

Mientras los catalanes gozan del múltiple escenario festivo, del golpe metafórico a la doble monarquía, el universo del futbol se viste de fiscal.

Las redes sociales emiten sentencias implacables. Cuestionan la devoción de CR7. Y el acusado de chantajista y pervertido goza más de los escándalos que del futbol, porque Benzema arma más extorsiones con un celular que peligros con un balón. Y Bale se empequeñece ante la responsabilidad, mientras a James le queda grande la camiseta y el número en ella.

Y más allá de la sedición y la crueldad en las redes sociales, queda claro que hay más de verdad que de mentira en ellas.

Y enjuician y condenan: Ellos, son buenos futbolistas, pero irresponsablemente de espíritu mediocre o traidores consumados contra su entrenador. Y el técnico, un tipo que se sacó la lotería cuando lo contrataron, pero que se sacará la lotería de nuevo, cuando lo echen y lo indemnicen.

Pero más penosa para el Madrid es la incapacidad absoluta de la redención. Todos, absuelven sus propios pecados en las conciencias de los demás. Hoy que son culpables todos, perjuran ser más inocentes que nadie.

Hoy en el Real Madrid están en peores condiciones que un alcohólico.

Porque viven en ruinosas alucinaciones de autocompasión y con engaños de ebrio, pero sin poder levantar, ha tiempo, siquiera, al menos, alguna copa.

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