Un año después que el panameño Mariano Rivera se convirtiera en el primer exaltado al Salón de la Fama con el voto unánime de los miembros de la Asociación de Escritores de América (BBWAA), su compañero de equipo en los New York Yankees, Derek Jeter, va en camino de imitar su hazaña.

Según Ryan Thibodaux, quien lleva el conteo de las boletas en la medida en que se hacen públicas, Jeter ha sido marcado por todos los que han revelado sus votos.

Hasta ahora se han dado a conocer 48 papeletas, que representan el 11.7 por ciento de los integrantes de la BBWAA con derecho al voto para Cooperstown.

Aunque la muestra todavía es demasiado pequeña, no existe absolutamente ninguna razón para no votar por el famoso número 2 de los Yankees.

Sus 3,465 hits lo sitúan en el sexto lugar de todos los tiempos, sólo superado por Pete Rose, Ty Cobb, Hank Aaron, Stan Musial y Tris Speaker.

Es además el líder histórico en imparables dentro de la franquicia de New York, Novato del Año en 1996, con 14 participaciones en Juegos de Estrellas, cinco anillos de campeón de Serie Mundial, Jugador Más Valioso en el clásico de octubre del 2000, ganador de cinco Guantes de Oro e igual cantidad de Bates de Plata.

Fue un hombre ejemplar, dedicado por entero al deporte, sin escándalos extradeportivos tan comunes en estos tiempos, de conducta intachable que le valió ser la cara limpia del béisbol en la turbulenta era de los esteroides.

Y después de Jeter, ¿cuándo volveremos a ver otro unánime en Cooperstown? ¿Quién sería ese al que nadie se atrevería a escatimarle su voto?

No será en el 2021. De hecho, ninguno de los que aparecerán por primera vez en las boletas reúne los requisitos necesarios para la inmortalidad.

En el 2022 les tocará el turno a Alex Rodríguez y a David Ortiz.

De antemano, hay muchos integrantes de la BBWAA que han adelantado que jamás votarían por ARod, mientras que otros dudarán en hacerlo incondicionalmente por el Big Papi, pues siempre hay quien cuestione su rol fundamental de bateador designado.

En la clase del 2023 se estrenan como principales figuras el puertorriqueño Carlos Beltrán y el venezolano Francisco Rodríguez, ambos con números sobresalientes, pero sin llegar a extraordinarios, de esos que dejan al mundo con la boca abierta.

En el 2024 le corresponde su oportunidad al dominicano Adrian Beltre, quien debería entrar en su primer año de elegibilidad, aunque dudo que lo haga con todos los votos.

Si no lo consiguió Ken Griffey Jr., difícilmente lo logre Beltré.

Tendrán entonces que pasar cinco años desde Jeter para que veamos entrar, de manera unánime, indiscutible, al gran samurái de Japón, Ichiro Suzuki.

A pesar de llegar a las Grandes Ligas con 27 años en el 2001, Ichiro, único pelotero que lucía su primer nombre y no su apellido en el uniforme, tuvo unas primeras diez temporadas excepcionales.

En su debut ganó la corona de bateo de la Liga Americana y fue elegido Novato del Año y Jugador Más Valioso.

Su excelencia ofensiva le permitió superar los 200 imparables en diez campañas seguidas, incluida la del 2004, donde impuso el récord de 262 cohetes, para eclipsar la marca de George Sisler, que databa de 1920.

Para que se tenga una dimensión real de su hazaña, téngase en cuenta que desde el récord de Sisler pasaron por las Grandes Ligas la mayoría de los mejores bateadores de la historia, como Babe Ruth, Ted Williams, Musial, Aaron, Joe DiMaggio, Mickey Mantle o el propio Rose. ¡Y ninguno logró lo que el japonés!

Además, en ese mismo lapso ganó siempre el Guante de Oro por su defensa exquisita en el jardín derecho.

De haber llegado más joven a la MLB, en lugar de pasar nueve campañas en el béisbol profesional japonés, quién sabe hasta dónde hubiera llevado su marca de 3,089 hits.

Desde ya, Ichiro tiene un voto. El mío. No creo que nadie me lleve la contraria.

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Pongámonos todos de pie para despedir con una ovación a Ichiro Suzuki, el bateador más fino que haya pasado por las Grandes Ligas en lo que va del siglo XXI.

Los Marineros de Seattle sacaron de su róster al japonés y lo asignaron a tareas administrativas dentro del club, como consejero especial del gerente general.

Aunque su agente John Boggs asegura que esto no significa el retiro de su cliente y que es posible un regreso al terreno en el 2019, no hay que ser muy avezado para darse cuenta que estamos a las puertas del fin de una carrera brillante, que tendrá como colofón la exaltación, dentro de cinco años, al Salón de la Fama de Cooperstown.

La manera en que los Marineros están manejando el asunto no es nuevo.

Lo mismo hicieron en el 2010 con Ken Griffey Jr, otro de los íconos de la franquicia, en la que pasó sus primeras 11 campañas en las Mayores.

Luego de un periplo por los Rojos de Cincinnati y los Medias Blancas de Chicago, regresó a Seattle en el 2009 y después de 33 juegos en la temporada del 2010, fue movido a las oficinas, en un gesto de agradecimiento y deseo de mantenerlo ligado de por vida a la organización.

Ha sido una salida elegante. Aunque había expresado una y otra vez sus intenciones de jugar hasta los 50 años, lo cierto es que era lastimoso verlo cada vez menos capaz de reaccionar, a los 44, ante pelotas de 98, 100 millas por horas, que en otros tiempos ponía sin mucho trabajo en tierra de nadie.

Ichiro llegó de Japón en el 2001 y tuvo un impacto inmediato, al convertirse en apenas el segundo hombre en ganar simultáneamente los premios de Jugador Más Valioso y Novato del Año.

En sus primeras diez campañas sobrepasó los 200 hits, algo inédito, mientras que en el 2004 disparó 262 imparables, para quebrar el récord de 257 que impuso George Sisler en 1920.

Para aquilatar en toda su dimensión esa hazaña del japonés, vale señalar que desde 1920, hasta el 2004, pasaron por las Grandes Ligas muchos, muchísimos de los mejores bateadores de la historia, desde Babe Ruth y Ted Williams, hasta Pete Rose y Tony Gwynn, y ninguno logró superar la cifra de Sisler.

En el 2012 fue traspasado a los New York Yankees y en el 2015 firmó con los Miami Marlins, equipo con el cual alcanzó su hit 3,000 en el 2016.

Este año regresó a casa, para retirarse con el uniforme que más glorias le dio y para batear los últimos nueve de sus 3,089 imparables, que lo ubican en el lugar 22 de todos los tiempos.

El asiático, que nunca estuvo en la lista de lesionados y ha sido un ejemplo de consistencia, es el líder histórico de Seattle en hits (2,542) y average (.322), con todo y que el puertorriqueño Edgar Martínez hizo toda su carrera con los Marineros. También lidera la franquicia en bases robadas, con 438.

Meticuloso como nadie, tenía en su casillero una serie de extraños y únicos instrumentos para hacer ejercicios de estiramiento que aseguraba eran la clave de su longevidad deportiva.

Cada día, al llegar al clubhouse, lo primero que hacía era pasar por la alfombra frente a su taquilla un rodillo de esos con papel pegajoso que usamos para quitar las pelusas de la ropa.

Una vez limpió su espacio personal, estaba listo para empezar a trabajar.

Con un estilo único, hizo un arte del acto de batear y no son pocos los que creen que de no haber pasado nueve temporadas en la liga profesional de Japón, habría superado los 4,256 imparables de Pete Rose, líder absoluto en ese departamento en las Mayores.

En su país ligó 1,278 inatrapables, que sumados a los 3,089 que conectó en las Mayores, dan un gran total de 4,367 a lo largo de una carrera de 27 años.

Pero eso ya entra en el campo de la especulación. Demos gracias por haber podido disfrutar de uno de los peloteros que con más clase se entregó al béisbol en toda la historia.

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Los Mellizos de Minnesota elegirán a Hunter Greene como primera selección del draft amateur de la próxima semana.

No hacerlo sería un disparate, tratándose de una rareza de jugador, capaz de conectar largos cuadrangulares al estilo de Giancarlo Stanton o Aaron Judge y de lanzar rectas supersónicas como Aroldis Chapman o Noah Syndergaard.

El chico de 17 años, pelotero de la secundaria Notre Dame, en Los Angeles, California, con una estatura de seis pies y cuatro pulgadas y 215 libras de peso, cumplirá 18 años el 6 de agosto.

Desde el 2014 viene deslumbrando a los cazatalentos, tanto por sus bateo y sus habilidades para defender el campocorto, como la capacidad para alcanzar más de tres dígitos en su bola rápida, un verdadero abuso para muchachos de su edad.

El derecho de California dejó balance de 3-0 y una efectividad de 0.75 en cinco salidas, con 43 ponches en 28 entradas, aunque su coach de la preparatoria de Notre Dame prometió protegerle el brazo de cara al draft y no usarlo más como serpentinero en lo que resta de la campaña.

La revista Baseball America, que sigue el desarrollo de los principales prospectos del deporte de las bolas y los strikes, lo ubicó en el número uno entre todas las promesas y desde ya la gerencia de los Mellizos cuentan los minutos que faltan para llevárselo cuando arranque la selección amateur el 12 de junio.

Sin embargo, ser número uno en la selección del draft no garantiza para nada que el elegido se convierta en una estrella en las Grandes Ligas.

Desde que comenzó el actual sistema de selección de jugadores colegiales en 1965, uno solo de los 51 peloteros escogidos en el número uno ha llegado al Salón de la Fama de Cooperstown.

Se trata de Ken Griffey Jr., seleccionado por los Marineros de Seattle en 1987.

Uno que debe entrar al Templo de los Inmortales es Chipper Jones, escogido por los Bravos de Atlanta en 1990.

Y Alex Rodríguez, primera selección de Seattle en 1993, tiene vetada su entrada a Cooperstown por ahora, debido a su vinculación con los esteroides, a pesar de tener números suficientes para hacerlo.

De esos 51 hombres, menos de un tercio incluso llegó a participar en Juegos de Estrellas.

Y es que muchas cosas pueden pasar por el camino, desde el momento en que un pelotero es escogido en el draft, hasta que recibe el ansiado llamado a las Mayores.

Josh Hamilton (1999) y Matt Bush (2004) son dos ejemplos claros de ello.

Hamilton llegó a vivir en la calle, entre drogas y alcohol, al punto de tomarle ocho años para llegar a Grandes Ligas, tras un largo proceso de rehabilitación.

Bush demoró aún más, 12 años, y llegó como pitcher en el 2016, tras ser elegido como campocorto por los Padres de San Diego.

En ese lapso se incluyó una estancia de cuatro años y tres meses en prisión, entre varios problemas con la justicia.

Pero no hay que llegar a los extremos de Hamilton y Bush, cuyas carreras se descarrilaron por causas extradeportivas.

Abundan los casos de primeras selecciones que nunca llegaron a cubrir todas las expectativas y terminaron como peloteros del montón.

¿Quién se acuerda del pitcher zurdo Brien Taylor, elegido por los Yankees de Nueva York en 1991? Nunca llegó a Grandes Ligas.

De hecho, de sus siete campañas en las Menores, sólo en una alcanzó la doble A y el resto del tiempo estuv en la categoría inferior.

Caso parecido al del cátcher Steven Chilcott, elegido por los Mets de Nueva York en 1966, en la segunda edición del draft. Lo más cerca que estuvo de Grandes Ligas fue cuando practicaba con las estrellas del equipo en los entrenamientos primaverales.

¿Alguien oyó hablar de Bryan Bullington? Por si no lo recuerdan, fue la selección de los Piratas de Pittsburgh en el 2002.

En cinco años con los Piratas, los Azulejos de Toronto, los Indios de Cleveland y los Reales de Kansas City este pitcher derecho dejó récord de 1-9 y efectividad de 5.62.

Lo único que garantiza ser el número uno del draft es un mayor bono monetario.

El mismo que no recibieron en su momento, por ejemplo, Andre Dawson, Ryne Sandberg, John Smoltz, Paul Molitor o Mike Piazza.

Dawson fue elegido en la decimotercera ronda de 1978 y Sandberg en la número 20 de ese mismo año.

Smoltz enganchó en la vigesimosegunda ronda de 1985, Molitor en la vigesimoctava de 1974 y Piazza en la ¡65!, en 1988.

¿Y qué tienen en común todos ellos? Tuvieron carreras tan ilustres que hoy tienen sus placas que los inmortalizan en Cooperstown.

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Ichiro Suzuki quiere jugar hasta los 50 años. La pregunta si podrá hacerlo.

El mejor pelotero japonés de todos los tiempos, con un nicho garantizado ya en el Salón de la Fama de Cooperstown ya es apenas una caricatura de aquel fino bateador que encantó a todos los fanáticos del béisbol desde su debut con los Marineros de Seattle, hace ya 17 temporadas.

Los años pasan factura y el Padre Tiempo tiene ahora a Ichiro en dos strikes.

Lo que ha hecho el asiático sobre el diamante es sencillamente extraordinario.

En sus diez primeras campañas ya había sobrepasado los dos mil imparables, luego de disparar 1,278 en nueve temporadas en el béisbol profesional de su país.

Se llevó los premios de Novato del Año y Jugador Más Valioso de la Liga Americana en el 2001, cuando ganó su primer título de bateo en las Mayores, además de encabezar el joven circuito en hits (242) y bases robadas (56).

Tres años más tarde, en el 2004, conseguía su segunda corona de los bateadores, con average de .372, gracias a la más encumbrada de sus hazañas: con 262 hits rompió un récord que databa desde 1920.

Para que se tenga una dimensión exacta de lo que representó ese logro, vale decir que desde que George Sisler conectó 257 inatrapables en 1920, pasaron por las Grandes Ligas varios de los mejores bateadores de la historia, incluidos Ty Cobb, Babe Ruth, Ted Williams, Stan Musial, Willie Mays, Barry Bonds y el mismísimo Pete Rose, el líder en hits de por vida, con 4,256.

¡Y ninguno de ellos logró superar la marca de Sisler!

Ha sido el único bateador con diez temporadas seguidas con más de 200 imparables y muchos creen que de haber llegado más joven a Estados Unidos, habría superado a Rose como líder absoluto de hits.

A los 41 años de edad, Ichiro firmó con los Marlins de Miami, tras 11 campañas y media en Seattle y dos y media con los Yankees de Nueva York, en busca de completar los tres mil imparables en las Mayores que le abrieran de par en par y con alfombra roja su entrada al Templo de los Inmortales.

El domingo 7 de agosto del 2016, con un triple contra la pared del Coors Field de Denver, el japonés llegó a la ansiada cifra y la lógica indicaba que diría adiós después de la pasada campaña.

Pero entonces anunció sus intenciones de mantenerse activo hasta los 50 años, a pesar de que ya era un jugador de reemplazo, usado principalmente como emergente o cuando alguno de los jardineros titulares se toma un día libre o sufre una lesión.

Ichiro sigue ofreciendo excelencia defensiva. Su desplazamiento en las praderas es envidiado por muchos y sus disparos parecen salidos más de un rifle que de un brazo humano.

Pero la velocidad en el swing ya no es la misma y cada vez le cuesta más trabajo encontrar la pelota cuando viene a velocidades supersónicas.

Hasta el 2016, en 9,689 turnos, Ichiro se ponchó en 1,037 ocasiones, lo cual representó un abanicado cada 9.3 veces.

En lo que va de la presente temporada, el nipón lleva 19 chocolates en 71 oportunidades, o lo que es igual, uno por cada 3.7.

En otras palabras, su frecuencia de ponches casi se ha triplicado y si antes abanicaba en el 10 por ciento de sus turnos, ahora lo está haciendo en el 27 por ciento.

Su promedio ha caído diez puntos desde los .322 que dejó en sus años de gloria en Seattle, hasta .312, todavía de lujo, pero con una tendencia cada vez más a la baja, al punto que en el 2017 anda por .183 hasta los juegos del lunes 5 de junio.

¿Insiste Ichiro en seguir jugando o planea retirarse después de este año?

"Aún no lo he decidido. Físicamente me siento muy bien. Ya veré cómo me siento después que termine la temporada", le comentó a ESPNDeportes Digital al concluir la serie del fin de semana en el Marlins Park.

Es cierto que para un deportista de élite, la decisión más difícil de su vida es cuándo emprender el camino del adiós.

Pero mejor hacerlo como David Ortiz, para dejar el mejor recuerdo posible, que mostrar una imagen de lástima cuando se ha construido con tanto esfuerzo una leyenda.

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MIAMI - ¡Ichiro! ¡Ichiro! ¡Ichiro! Cada vez que sale a batear de emergente, los fanáticos en el Marlins Park, por pocos que sean, se las arreglan para armar una estruendosa algarabía y corear el nombre del ya legendario pelotero japonés.

Una cuclilla antes de entrar a la caja y el madero hacia adelante en su mano derecha como si fuera una espada de samurai forman parte del ritual de Ichiro Suzuki, uno de los bateadores más finos que haya pasado jamás por las Grandes Ligas.

A sus 42 años de edad y en su decimosexta temporada en las Mayores, está a apenas diez imparables de los 3,000, una cifra que terminará de pavimentar, por si alguien aún tiene dudas, su camino hacia el Salón de la Fama de Cooperstown.

Si Mariano Rivera y Derek Jeter, dos leyendas ya retiradas de los Yankees de Nueva York, no lo consiguen antes, Suzuki podría ser el primero que entre al Templo de los Inmortales con el voto unánime de los miembros de la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA).

Ichiro irrumpió en las Mayores en el 2001 con la fuerza de un huracán de categoría 5 y eslabonó una cadena única de diez temporadas seguidas con 200 o más imparables.

En el 2004, con 262 cohetes, rompió la marca de 257 impuesta por George Sisler en 1920.

Para que se tenga una clara dimensión de ese récord, basta señalar que después que Sisler logró su marca, pasaron por las Mayores varios de los mejores bateadores de la historia, como Ted Williams, Babe Ruth, Joe Dimaggio, Stan Musial, Mickey Mantle y el propio Pete Rose, líder histórico en hits en Grandes Ligas, y ninguno lo consiguió.

Entoces jugaba para los Marineros de Seattle, donde pasó sus primeras 13 campañas, antes de irse a los Yankees los siguientes tres años.

Ahora en Miami es una presencia que inspira respeto y admiración a cada paso en el clubhouse, donde sus compañeros no esconden el honor que sienten por jugar y compartir con una leyenda.

"Ichiro todavía no ha terminado de jugar y ya nosotros lo consideramos un Hall of Famer, porque no tenemos dudas de que llegará a Cooperstown".

Así lo considera el derecho cubano José Fernández, el astro de la rotación de los Marlins. "Es una escuela, ver su ética de trabajo, su manera de prepararse cada día, nos enseña cómo ser mejores profesionales".

Profesional en toda la extensión de la palabra. Así ha sido Ichiro a lo largo de toda su carrera, en busca siempre de la perfección en su trabajo.

Por eso tiene unos raros y exclusivos equipos de ejercicios en su taquilla, que le ayudan a superar el obstáculo de un físico aparentemente endeble. Son sólo suyos, fabricados para él. La gente pasa, los mira y ni pregunta.

Es como un altar erigido a los dioses ancestrales del País del Sol Naciente, ante el cual Ichiro se prepara como un samurai que va a su última batalla.

"Es un privilegio poder verlo cada día con su rutina, preparándose en silencio, enseñándonos con su ejemplo cómo ser mejores dentro y fuera del terreno", opina por su parte el venezolano Martín Prado.

"Algún día podré decirle a todos que jugué al lado de un grande, de un jugador para todas las épocas. Su ética de trabajo no tiene rival'', añadió Prado, quien es el capitán del equipo.

Con 2,990 hits arranca la segunda mitad de la temporada y lo único que necesita es tiempo de juego.

Ya en el ocaso de su carrera, ha asumido con una humildad que impresiona el papel de cuarto jardinero. No exige privilegios a pesar de su hoja de vida excepcional, sino simplemente sale a aprovechar cada oportunidad para acercarse más a su meta.

Pero a su edad mantiene una forma tal, que colocarlo en cualquiera de las tres praderas para darles un día de descanso a los titulares no representa un hueco en la defensa.

Con casi 43 años, sus habilidades defensivas se mantienen intactas, su rango de desplazamiento es enorme y la fuerza y precisión de sus tiros levanta al público de sus asientos.

Miami se prepara para darle la bienvenida a la hazaña de los 3,000 y ojalá que el momento se produzca en el Marlins Park.

Pero si pasa fuera de casa, donde quiera que sea, recibirá una sonada ovación del público rival, pues a fin de cuentas, no siempre se tiene la oportunidad de ver a una leyenda que ha dejado a su paso sólo elogios y admiración.

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El japonés Ichiro Suzuki hizo historia este miércoles al lograr dos imparables más en su carrera en Grandes Ligas.

En su primer turno al bate del miércoles ante los Padres de San Diego, Suzuki, de los Marlins de Miami, se apuntó un infield hit gracias a la increíble velocidad de piernas que mantiene a sus 42 años de edad.

Y en su último turno del día, con dos outs en la novena entrada, conectó un doble a lo profundo del jardín derecho del Petco Park.

¿Y qué de importantes tienen estos hits?

Ahora Suzuki suma 2,979 imparables de su carrera en Grandes Ligas, a sólo 21 de los 3,000 que, en caso de que alguien tenga dudas, le garantizarán el boleto al Salón de la Fama de Cooperstown en su primer año de elegibilidad.

Con estos 2,979 cohetes y los 1,278 que disparó en sus nueve campañas en la liga profesional japonesa, Ichiro superó el total de 4,256 que conectó Pete Rose en Grandes Ligas, y ahora suma 4,257.

Pero la comparación de cifras es injusta. Pretender igualar su cosecha global con la de Rose es absurda, pues el nivel de la liga nipona no es equitativa con las Grandes Ligas norteamericanas.

Si fuera por eso, entonces a Pete Rose habría que sumarle los 427 hits que disparó cuando estaba en las Menores.

Nadie duda de la calidad extraordinaria, suprema, de Ichiro Suzuki, uno de los bateadores más finos que ha pisado jamás un terreno de béisbol.

Pero comparar ambas ligas es un sinsentido, pues abundan casos de jugadores que triunfaron en el país asiático y luego fracasaron al probarse en el mejor béisbol del mundo.

Hideki Matsui fue un muy buen jugador con los New York Yankees, pero jamás se acercó al nivel que alcanzó en su natal Japón.

Allá, Matsui era apodado Godzilla y era una verdadera bestia, que promediaba 33 bambinazos por temporada y hasta tuvo una de 50.

En diez campañas en Japón, botó 332 pelotas, pero cuando vino a jugar a Estados Unidos, su total de jonrones fue de 175 y sólo una vez llegó a 31.

Otro de tantos ejemplos fue el cubano Orestes Destrade, con 160 cuadrangulares en 1,816 turnos en los cinco años que pasó en Japón, a un promedio de un vuelacercas cada 11.4 veces al bate.

En Grandes Ligas sólo consiguió 26 jonrones en 765 oportunidades, uno cada 29.4.

Creo que si Ichiro Suzuki hubiera jugado toda su carrera en las Ligas Mayores de Estados Unidos, posiblemente hoy sería o estaría cerca de ser el líder absoluto de hits de todos los tiempos.

Pero celebremos las hazañas como son. Sin exageraciones innecesarias.

Ichiro ha sumado muchas desde que llegó en el 2001 a los Marineros de Seattle, como sus diez temporadas seguidas con 200 o más imparables.

O los 262 que bateó en el 2004, con los que rompió la marca de 257 impuesta por George Sisler en 1920.

Para que se tenga una clara dimensión de ese récord de 262 cohetes, basta señalar que después que Sisler logró su marca, pasaron por las Mayores varios de los mejores bateadores de la historia, como Ted Williams, Babe Ruth, Joe Dimaggio, Stan Musial, Mickey Mantle y el propio Rose, y ninguno lo consiguió.

Por cierto, si yo fuera Terry Collins, manager de los New York Mets, escogería a Ichiro como refuerzo del equipo de la Liga Nacional en el próximo Juego de las Estrellas que se disputará en el Petco Park de San Diego el 12 de julio.

Me atrevo a asegurar que el cubano Jose Fernandez, el dominicano Marcell Ozuna, el venezolano Martin Prado y Christian Yelich, todos con méritos suficientes para ser convocados al partido estelar por los Marlins, cederían con gusto su lugar a su legendario compañero japonés.

Sería una ocasión muy especial para que el mundo reverencie como merece el samurái del béisbol.

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Mientras se acerca al prestigioso grupito de los peloteros que han bateado tres mil hits en las Grandes Ligas norteamericanas, Ichiro Suzuki reanima la discusión sobre si ya supera a Sadaharu Oh como mejor pelotero japonés de todos los tiempos, al tiempo que mejora su expediente para ser el primero de su raza con una placa en el Salón de la Fama de Cooperstown.

Suzuki, quien se fue de 4-3 en la victoria de Marlins de Miami 13-4 sobre Padres de San Diego, el lunes, batea .350 (42 hits en 120 turnos) en el 2016, cuando juega su temporada #25 entre las ligas mayores niponas (NPB) y de Estados Unidos (MLB). A los 42 años, Suzuki tiene cuatro juegos de tres o más imparables --incluyendo dos de 4 hits-- y un porcentaje de .425 de OBP, pese a que solamente ha iniciado jugando en 22 encuentros.

Ahora Suzuki ha pegado 2,977 imparables con Marineros de Seattle, Yankees de Nueva York y Marlins desde su debut en el 2001. Incluyendo los 1,278 hits que bateó en nueve temporadas con Orix, de la Liga Pacífico en Japón, totaliza 4,255 incogibles en altos niveles, a uno del total que tuvo Pete Rose, quien ostenta el récord de las ligas mayores.

Suzuki no solamente ha sido uno de los mejores bateadores de las últimas dos décadas, sino que además ha sido uno de los peloteros más productivos de Grandes Ligas en un tramo de 15 años. Entre todos los peloteros activos, el pequeño samurai de los Marlins es séptimo en Victorias Sobre Nivel Reemplazo (WAR) acumuladas con 59.8, en la versión de Baseball Reference.

Alex Rodríguez (118.6), Albert Pujols (99.5), Adrián Beltré (86.0), Carlos Beltrán, Miguel Cabrera (69.4) y Chase Utley (66.5) son los únicos que le superan, mientras que Ichiro está por encima de jugadores de la talla de Robinson Canó (58.3), David Ortiz (53.3), Mark Teixeira (51.8) y David Wright (50.0). Cuando llegue a los tres mil imparables, Suzuki se convertirá en el miembro #30, y el primer asiático, del prestigioso grupo. De los 29 integrantes del "Club 3,000", los únicos que no han sido electos al Salón de la Fama son Rose (expulsado de por vida del béisbol por apostar); Rafael Palmeiro, la primera gran estrella de MLB suspendida por violar el programa antidopaje, y Alex Rodríguez, quien aún está activo.

En el caso de Suzuki, no hay un solo argumento importante en su contra para mantenerlo fuera de Cooperstown una vez sea elegible. Además de sus casi tres mil imparables, batea .314 con 504 bases robadas y 1,368 carreras anotadas en MLB y será el séptimo jugador de 3,000 hits y 500 robos, junto a Ty Cobb (4,191/901), Honus Wagner (3,430/724), Paul Molitor (3,319/504), Eddie Collins (3,313/743), Rickey Henderson (3,055/1,406) y Lou Brock (3,023/938).

Ichiro construyó su carrera de Salón de la Fama en sus primeros 10 años en Grandes Ligas. Ganó los premios de Novato del Año y Jugador Más Valioso en el 2001 y acudió a cada Juego de Estrellas y ganó el Guante de Oro en sus primeras 10 temporadas con los Marineros, período durante el que acumuló siete lideratos de hits-- incluyendo el récord de una temporada, con 262 en 2004-- y dos títulos de bateo.

Uniendo sus días en la NPB y la MLB, Ichiro batea .325 con 4,255 hits (557 dobles, 231 jonrones, 113 triples), 703 bases robadas, 1,276 carreras impulsadas y 2,026 anotadas en una carrera que comenzó en 1992. Ha ganado 17 Guantes de Oro, nueve títulos de bateo, cuatro premios MVP y fue convocado a 17 Juegos de Estrellas.

Oh, el nueve veces MVP de la Liga Central y líder de jonrones (868), carreras impulsadas (2,170) y bases por bolas (2,390) en Japón, es considerado el mejor pelotero nipón de todos los tiempos y fue electo al Salón de la Fama de su país en 1994. Pero Ichiro triunfó en Japón y Estados Unidos y casi seguro será el primero en el pabellón de inmortales de ambos países.

A Ichiro le faltan 22 hits para los 3,000, pero hace rato que es un grande de todos los tiempos de este deporte.

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Cada año hay un grupo de jugadores que merecen una atención particular de los medios y la fanaticada.

Ya sea porque vienen de una lesión que puso en riesgo su permanencia en el juego, ya por traer aparejadas grandes expectativas o porque buscan relanzar su carrera en nuevos escenarios, siempre hay quienes serán seguidos con lupa y bajo los más refulgentes reflectores.

1.- Jason Heyward

Los Cachorros de Chicago firmaron en el invierno al agente libre Jason Heyward por la disparatada cifra de 184 millones de dólares.

Demasiado dinero para un pelotero que nunca ha cubierto las expectativas que despertó desde que debutó en el 2010 con los Bravos de Atlanta.

Heyward va a tener que multiplicar su rendimiento para justificar el salario que le pagarán los Cachorros, porque si mantiene sus cifras habituales de .268 de average, 18 jonrones y 68 carreras impulsadas, estará robándole el dinero al equipo a mano armada.

2.- Bryce Harper

El cielo parece ser el límite para Bryce Harper, Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en el 2015. Harper explotó el pasado año a un nivel superior y a sus 23 años de edad todavía no ha alcanzado el pico de su carrera.

Ya se habla en los círculos beisboleros de una posible extensión contractual con los Nacionales de Washington que podría convertirlo en el primer pelotero con un pacto superior a los 400 millones de dólares e incluso se menciona una cifra mayor de 500 millones.

3.- Giancarlo Stanton

Mientras los Nacionales no le hagan esa estratosférica extensión contractual a Bryce Harper, Giancarlo Stanton seguirá siendo el pelotero mejor pagado de la historia.

El poderoso jardinero derecho de los Marlins de Miami se perdió más de la mitad de la pasada campaña, la primera de su acuerdo por 325 millones en 13 años.

El equipo espera un regreso saludable de su toletero, para quien han acortado las cercas del Marlins Park, con la esperanza de que supere por primera vez en su carrera la cifra de los 40 cuadrangulares.

4.- Aaron Judge

En el 2016 se espera el debut en Grandes Ligas de Aaron Judge, un jardinero de los Yankees de Nueva York a quien se le compara con Giancarlo Stanton.

De hecho, es más alto y corpulento, con 6,7 de estatura y 275 libras de peso, con un poder extraordinario y nativo de California, como el jugador de los Marlins.

Por el momento lo veremos en los juegos de pretemporada, porque los Yankees tienen a Brett Gardner, Jacoby Ellsbury y Carlos Beltrán como dueños de los jardines.

Los Yankees no han querido apurar a su prospecto, a quien se han negado a incluir en cualquier paquete de canjes potenciales, pero basta con que se lesione el primero de los tres titulares para que veamos a quien se proyecta como el nuevo monstruo del Bronx.

5.- Yasiel Puig

Cuando Yasiel Puig tomó por asalto las Grandes Ligas en el 2013, se le comparó con Mike Trout en cuanto a talento crudo y se le mencionaba con el potencial para ser el mejor pelotero de las Grandes Ligas.

Dos años después, el cubano apareció más veces en los titulares por cuestiones negativas y extradeportivas, que por sus éxitos en el terreno.

El 2016 debe ser, tiene que ser, el año de la reivindicación de Puig.

Dodgers de Los Ángeles tienen nuevo manager y se espera que Dave Roberts ayude a ese renacer del mediático jugador, cuya relación con el anterior director, Don Mattingly, estaba fracturada.

Puig tiene que demostrarle al mundo que ha madurado y aprendido de los errores del pasado, para que pueda explotar a toda capacidad su potencial.

El béisbol necesita de jugadores como el cubano, explosivo, irreverente, polémico, pero con un rendimiento deportivo que compense la controversia.

6.- Ichiro Suzuki Si Ichiro Suzuki hubiera venido directamente a las Grandes Ligas en vez de pasar las nueve primeras campañas de su carrera profesional en Japón, posiblemente hoy nadie hablara de Pete Rose como líder absoluto de hits en las Mayores.

Uno de los bateadores más finos de la historia, Ichiro buscará en el 2016 los 65 imparables que necesita para llegar a los 3,000 en Grandes Ligas, lo cual le abriría de par en par las puertas del Salón de la Fama de Cooperstown, si es que alguien todavía tiene dudas de que el japonés ya se ganó el derecho a la inmortalidad.

Para esos 65 hits necesitará jugar y de momento arrancará como cuarto jardinero de los Miami Marlins, que tienen como titulares a Christian Yelich, Marcell Ozuna y Giancarlo Stanton.

Pero los Marlins deberían aprovechar el acecho de Ichiro a la marca histórica para publicitarlo y atraer público al estadio, algo que les ha representado un serio problema siempre.

7.- CC Sabathia

A sus 35 años y después de 15 temporadas, el zurdo C.C. Sabathia ya vio pasar sus mejores momentos en el béisbol.

Lejos está aquel permanente candidato al premio Cy Young de sus tiempos con los Indiso de Cleveland o de sus primeros años con los Yankees.

Pero luego supimos que Sabathia enfrentaba no sólo bateadores, sino también problemas de alcoholismo y dolencias de rodilla.

Desde que empezó a usar una rodillera especial a mediados de la pasada campaña mejoró su rendimiento.

Ahora, además de la rodillera salvadora, se espera un rebote del veterano lanzador, tras someterse a tratamiento de desintoxicación contra el alcoholismo.

No es que Sabathia vuelva a ser aquel ganador de 21 juegos del 2010, pero tampoco el pitcher vapuleado por cuanto bateador se le paró enfrente en el 2014 y 2015, cuando solamente ganó nueve juegos en 37 aperturas y su efectividad rondó las 5.00 limpias por cada nueve entradas de actuación.

8.- Khris Davis

No es un error tipográfico. Es Khris, con K y no es Chris Davis, el jonronero al que los Orioles de Baltimore acaban de recontratar por 161 millones de dólares por los próximos siete años.

Khris Davis es uno de esos jugadores de quien se espera un ascenso a planos superiores en el 2016, tras su paso en el invierno de los Cerveceros de Milwaukee a los Atléticos de Oakland.

A diferencia de Milwaukee, en Oakland será jugador a tiempo completo, donde deberá ocupar un lugar en el medio de la alineación, ya sea como tercero, cuarto o quinto bates.

En el 2015, en 121 juegos, despachó 27 vuelacercas, así que no es descabellado esperar verlo entre los primeros jonroneros del 2016, con al menos 35 bambinazos.

Será uno de los pocos atractivos que puedan ofrecer los Atléticos en la venidera campaña.

9.- Yulieski Gourriel

¿Yulieski Gourriel? Todavía no tiene equipo. De hecho, aún no ha sido declarado agente libre, pero todo es cuestión de trámites.

Se trata del más notorio desertor posiblemente desde que René Arocha lo hiciera en 1991 y abriera una tubería que parece inagotable.

Desde hace diez años, Gourriel tiene saliveando de placer a los cazatalentos, que lo descubrieron en el primer Clásico Mundial de Béisbol, en el 2006.

Con 31 años de edad, debe ir directo a las Grandes Ligas, sin pasar por las Menores.

En cuanto sea declarado agente libre y firme con algún equipo, lo veremos debutando en el mejor béisbol del mundo, en medio de un gran revuelo mediático como el que se formó la pasada semana, cuando escapó junto a su hermano Lourdes Junior, del hotel donde se hospedaba el equipo cubano que participó en la Serie del Caribe en Santo Domingo.

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Sospecho que muchos fanáticos de los Yankees van a ver esto como otro ataque más a Derek Jeter, de parte de un gruñón escritor anti Nueva York que escudriña las estadísticas para atacar a una leyenda.

Esa no es mi intención. He escrito antes que Jeter merece ser considerado quizás como el segundo mejor torpedero de todos los tiempos, detrás de Honus Wagner y por encima de Cal Ripken, así que ciertamente he sabido apreciar lo que Jeter ha hecho en el terreno. No, mi intención en esta: Ahora que estamos en su temporada final y se le está rindiendo homenaje en estadios alrededor del país, él tiene un compañero de equipo veteran y laureado que también debemos recordar y apreciar.

De hecho, uno puede argumentar esto: Ichiro Suzuki ha sido mejor jugador que Jeter.

El elemento básico del argumento es este: Ichiro vino a Estados Unidos en 2001 a los 27 años. Desde los 27 a los 39 años (ambos están en su temporada de 40 años), Ichiro superó a Jeter en victorias sobre reemplazo (WAR) 57.8 to 43.7. Realmente no es algo tan cerrado.

¿No es entonces razonable extraer esa información y presumir, ya que Ichiro fue mejor desde los 27 a los 39 años, que él fue al menos igual de bueno que Jeter de los 22 a los 26? En realidad es posible argumentar que Ichiro habría podido compilar más WAR que Jeter antes de los 27 años si Ichiro hubiese podido jugar aquí. Jeter llegó a las mayores a los 21 años, pero tenía 22 en su temporada de novato en 1996. La primera temporada completa de Ichiro en Japón llegó cuando tenía 20 años... y bateó .385. Sus números ese año (Promedio de .385/porcentaje de embase de .445/slugging de .549) son básicamente idénticos a lo que hizo en su temporada final en Japón (.387/.460/.539). Parece perfectamente claro que Ichiro habría tenido igual éxito en EEUU de haber jugado aca a los 20 años.

Al comparar a Ichiro y Jeter desde los 27 a los 39 años, Jeter tiene ventaja en el plato, pero una ventaja tan amplia como uno podría esperar:

Jeter: .308/.375/.437
Ichiro: .319/.361/.414

Jeter tuvo más poder -- 178 jonrones contra 111 -- y se embasó con un poco de más frecuencia, pero Ichiro consiguió el doble de bases robadas, 472 to 240.

Del 2001 al 2003, Jeter creó 1,252 carreras, de acuerdo con Baseball-Reference.com, o 6.0 por cada 27 outs. Durante esos años, Ichiro creó 1,357 carreras, o 5.9 por cada 27 outs.

La ventaja de Jeter en ofensiva es menor.

Sin embargo, la ventaja de Ichiro en defensive es bien amplia.

Pienso que incluso el más ferviente fanático de los Yankees -- esos que quieren tomar las estadísticas defensivas y lanzarlas al fondo del Rio Hudson -- tendrían que admitir a regañadientes que Ichiro jugó un mejor jardín derecho que lo que Jeter jugó en el campocorto. Por supuesto, las estadísticas favorecen abrumadoramente a Ichiro: De nuevo, utilizando los números de Baseball-Reference, a Ichiro se le acreditan 106 carreras salvadas por encima del promedio desde los 27 a los 39 años comparado con menos-182 para Jeter. Ichiro está catalogado como el 18º fildeador más valioso desde 1901 en las edades de 27 a 39 años; Jeter está catalogado como el peor.

Para ser justos, las dos mejores temporadas de Jeter por la vía del WAR llegaron en 1999 (8.0) y 1998 (7.5), cuando tenía 25 y 24 años, respectivamente. Las mejores temporadas de Ichiro fueron 2004 (9.1) y 2001 (7.7). Sin embargo, de nuevo debemos mencionar que Ichiro era una superestrella en Japón a los 20 años.

El punto es, aun si no estamos de acuerdo con la exactitud de los números: Ichiro ha sido un tremendo jugador, igual de bueno en el terreno que lo que ha sido Jeter. Pienso que perdemos de vista eso ya que él ha ido en declive en años recientes (no batea .300 desde 2010), y aunque Jeter estuvo allá afuera virtualmente cada mes de octubre, Ichiro estuvo con muchos equipos malos en Seattle.

Por supuesto, eso nos lleva a la diferencia más grande entre ambos: Jeter tiene cinco anillos de Serie Mundial (aunque solo uno desde que cumplió 27 años), mientras Ichiro no tiene ninguno; incluso ni siquiera ha jugado en una Serie Mundial.

En última instancia, supongo que es poco práctico para muchos el aislar los números de Jeter del legado de Jeter, el hecho que él vistió el uniforme a rayas durante una gran dinastía de los Yankees. Él tuvo la buena suerte de haber sido seleccionado por los Yankees, y aunque muchos podrían argumentar que ellos no podrían haber ganado todos esos campeonatos sin Jeter, ¿acaso los habrían ganado sin Mariano Rivera or Bernie Williams o Andy Pettitte o Paul O'Neill o Jorge Posada o Orlando Hernández o David Cone? Un jugador no "gana" campeonatos.

Lo que más me impresiona sobre Jeter, en especial al final de su carrera, es lo que escribió el otro día Joe Posnanski sobre Bruce Springsteen, al seguir haciendo conciertos a sus 64 años:
Él era un hombre comprometido. He escrito muchas veces sobre cómo me sorprende la dedicación de Bruce Springsteen en el momento. Noche tras noche tras noche tras noche, por cerca de 40 años, él toca la canción Born to Run, y la canta con el mismo fuego que cuando era joven. En ocasiones me pregunto: ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo puede ser que no se canse de cantar esa canción? ¿O cómo es posible que cambie en algo la forma de cantarla?

¿Acaso eso no describe a Jeter? Para los fanáticos más jóvenes de los Yankees, él ha estado aquí desde que comenzaron a ver béisbol, siempre jugándolo de la misma forma que su primer día en las mayores.

Quizás nunca podamos tener ese mismo sentimiento de parte de Ichiro, aunque si hubiesen estado en Seattle en 2001, en esa mágica temporada, sabrían la gran emoción que él le daba a los fanáticos juego tras juego. Yo me sospecho que si Ichiro hubiese jugado para mejores equipos, lo estaríamos viendo de otra manera ahora mismo.

Por supuesto, Ichiro no ha anunciado su retiro. Quizás quiere llegar a los 3,000 hits en los Estados Unidos, pero con 2,755 en su historial y relegado a un rol de reservista, eso luce más improbable con cada día que pasa. Quizás no se retire con la misma fanfarria de Jeter, pero cuando lo haga yo lo voy a extrañar.

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