Me declaro fanático de The Players Tribune, la página creada por el retirado capitán de los Yankees de Nueva York Derek Jeter, para darle a los deportistas una voz propia y única.

Es la tribuna virtual en la que los atletas exponen su realidad desde aristas que muchas veces se nos escapan a periodistas y reporteros.

Algunos testimonios son hilarantes, otros sencillamente desgarradores, o ambas cosas, al revelar el sacrificio que debieron hacer estos muchachos para convertirse en ídolos de multitudes.

La más reciente entrega de The Players Tribune estuvo a cargo de Brayan Peña, el cátcher cubano que con 16 años escapó en 1999 de la selección nacional juvenil durante un torneo en Venezuela para perseguir su sueño de jugar en las Grandes Ligas.

El exquisito texto, titulado "La Ventana", fue publicado el 7 de enero, justo el día en que su autor cumplió 34 años de edad.

Peña no llegó con grandes pretensiones de convertirse en una estrella que llegara al Salón de la Fama de Cooperstown, como él mismo reconoce.

Pero el cubano ha sido un verdadero sobreviviente, con 11 temporadas distribuidas entre los Bravos de Atlanta, los Reales de Kansas City, los Tigres de Detroit y los Rojos de Cincinnati, mientras se prepara para cambiar para los Cardenales de San Luis en su duodécima campaña.

Y lo ha hecho a golpe de ética de trabajo, de seriedad y entrega, sin importarle el rol de reservista. Entre los equipos se corre la voz de que alguien dedica sus cinco sentidos al juego, haciendo a un lado distracciones extradeportivas y siempre hay alguien dispuesto a tenerte en sus filas.

En su testimonio, capaz de encogerle el corazón a cualquiera, Peña narra con lujo de detalles el dramático momento en que decidió dejar todo atrás, literalmente todo, para salir en busca de un mejor futuro.

No faltan en su relato las penurias de la niñez y el regocijo que disfrutó junto a sus compatriotas José Abreu, Yasiel Puig y Alexei Ramírez al regresar a su tierra como parte de la comitiva de Grandes Ligas que en diciembre visitó la isla.

Es el colofón de una historia que comenzó con una simple pregunta: "¿Qué color deseas?"

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Hace un año exactamente, el 17 de diciembre del 2014, Barack Obama y Raúl Castro sorprendían al mundo entero con la decisión de restablecer relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.

De inmediato, las Grandes Ligas se pusieron en estado de alerta, listas para iniciar por su parte un acercamiento para normalizar su acceso al inagotable caudal de peloteros cubanos, el mercado más cercano y más natural que tuvo históricamente el mejor béisbol del mundo.

MLB dio audaces pasos iniciales, que tuvieron escaso eco en los jerarcas de la pelota cubana y no fue hasta 363 días después, el pasado martes 15 de diciembre, que comenzó a despejarse el horizonte de la diplomacia beisbolera.

La delegación de las Mayores, encabezada por Joe Torre y el ex pelotero devenido jefe sindical Tony Clark, aterrizó en La Habana, con cuatro jugadores cubanos incluidos, hasta hace poco considerados desertores y traidores por las autoridades de la isla.

Aunque la prensa oficial cubana ha soslayado casi totalmente la presencia de José Abreu, Yasiel Puig, Alexei Ramirez y Brayan Peña, el hecho de que estén es una prueba inequívoca de que las negociaciones han tomado un segundo y definitivo impulso, a pesar de que las imágenes y entrevistas hayan sido reservadas solamente al venezolano Miguel Cabrera, el dominicano Nelson Cruz y los estadounidenses Clayton Kershaw y Jon Jay, los otros integrantes de la comitiva.

Cabrera, Kershaw, Jay y Cruz, e incluso los cuatro cubanos, son un complemento de efecto publicitario. Los pesos pesados del grupo son Torre, Clark, el miembro del Salón de la Fama Dave Windfield y Dan Halem, principal abogado de MLB.

Ellos son los que están configurando en las negociaciones con la parte cubana las futuras relaciones beisboleras, que podría, entre otras cosas, convertir a la isla en sede de uno o varios campamentos de entrenamientos primaverales de equipos de Grandes Ligas.

"Este sol tiene que darle en la primavera a los equipos de las Mayores", fueron palabras de Joe Torre al visitar el estadio Latinoamericano, en la capital cubana.

Por lo pronto, los Tampa Bay Rays apuntan a ser el primer equipo de Grandes Ligas que juegue en Cuba desde que lo hicieran los Baltimore Orioles en 1999.

Pero la posibilidad de establecer campos de entrenamiento en Cuba no parece tan lejana y, ¿quién sabe? si academias donde captar el talento joven cubano, como ocurre en la República Dominicana.

Las Grandes Ligas están necesitadas de un acuerdo con Cuba y la isla está urgida de un pacto con las Mayores.

El interés es mutuo y en ambos lados, priman los asuntos económicos, financieros, en fin, el billete contante y sonante.

Para MLB, una relación normal significa el acceso a una fuente de talento inmensa, a apenas 90 millas de distancia. La contratación de peloteros cubanos a edades más tempranas estaría sujeta a las reglas que rigen el mercado internacional, con límites en el monto de los convenios que ahora resultan mucho mayores y riesgosos en lo que a inversión se refiere.

Al mismo tiempo, los jugadores no tendrían que poner en peligro sus vidas en manos de traficantes de personas, como ha venido ocurriendo en los últimos años, o de extorsionadores que cobran comisiones exorbitantes de sus primeros contratos por haberlos sacado de la isla.

Para Cuba, sería la posibilidad de obtener de alguna manera una porción del dinero que ganarán sus peloteros en las Mayores, ya sea por un sistema de posteo al estilo japonés o con el gobierno como agente exclusivo de los jugadores.

Es difícil, casi imposible, que todos los puntos a tratarse se resuelvan en esta visita que concluye el viernes 18, por lo que serían necesarios otros contactos en fechas venideras.

Posiblemente sea imprescindible una negociación extradeportiva, a los máximos niveles políticos de ambos países para destrabar obstáculos legales que subsisten.

Pero finalmente comenzaron a moverse las cosas del otro lado del Estrecho de la Florida, a regañadientes, obligados por las circunstancias o como quieran llamarle a la reticencia mostrada por las autoridades beisboleras cubanas durante los primeros 363 días desde el anuncio de Obama y Castro.

Apenas estamos en el primer inning, pero como dijo Galileo Galilei, "sin embargo se mueve".

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Joe Torre, una de las voces más respetadas en el mundo del béisbol, encabeza una delegación de Grandes Ligas que el martes 15 de diciembre iniciará una visita histórica a Cuba.

Histórica por muchas razones y que podría marcar un punto de giro definitivo en las relaciones beisboleras entre Estados Unidos y Cuba.

Para nadie es un secreto que desde el pasado 17 de diciembre del 2014, cuando Barack Obama y Raúl Castro anunciaron la intención de restablecer relaciones diplomáticas después de más de medio siglo de enemistad, los directivos de MLB pusieron inmediatamente sus ojos sobre el mercado más cercano y natural que pueden tener las Mayores.

Pero como mismo no se reparan en meses vínculos rotos por 50 años, tampoco es fácil restaurar las relaciones beisboleras con sólo chasquear los dedos.

Torre va al frente del grupo que incluye al también miembro del Salón de la Fama Dave Winfield y a varios de los mejores jugadores de la actualidad, como el zurdo Clayton Kershaw, el dominicano Nelson Cruz y el venezolano Miguel Cabrera.

Es la primera embajada ligamayorista en la isla desde el viaje de los Orioles de Baltimore en 1999.

Pero más extraordinario aún es que en el grupo viajan cuatro peloteros cubanos que jugaron en la isla y que hasta ahora eran considerados por el gobierno como traidores: José Abreu, Alexei Ramírez, Brayan Peña y Yasiel Puig.

Más allá de que las autoridades cubanas pusieron como condición para dejarlos formar parte del grupo ciertas restricciones de movimientos dentro del país, el hecho de que hayan dado luz verde a su presencia es un paso de avance enorme, gigantesco, sobre las futuras relaciones beisboleras bilaterales.

Esa no es una decisión de los federativos cubanos. Eso viene desde el más alto nivel de la nomenclatura cubana, entiéndase Raúl Castro, pues en un país donde el poder está tan centralizado, nadie se atreve a autorizar algo que pueda tener semejante impacto.

Cuba estaría apostando entonces a la diplomacia beisbolera como punta de lanza para romper el ya resquebrajado, pero aún vigente embargo comercial.

El que peloteros residentes en la isla puedan venir a Estados Unidos a jugar béisbol y regresar tranquilamente a pasar el invierno en la isla puede representar un ingreso considerable para las arcas vacías del gobierno cubano.

La cuestión clave a negociarse entre las partes es cómo será ese proceso, en el que hasta ahora Cuba se ha manejado como agente único de los peloteros contratados en otras ligas extranjeras, apropiándose de una parte del contrato que supera el porcentaje establecido en las Grandes Ligas.

Sin embargo, no existe un criterio claro establecido sobre el que se han basado esas contrataciones en Japón, Canadá, México o Colombia y hasta ahora todo ha quedado en la decisión de los jerarcas del béisbol cubano, sin que los jugadores tengan poder de decisión.

La opción más lógica es el sistema de posteo, similar al que existe con Japón. Los equipos interesados en tal o más cual jugador deberán abonar una cifra determinada de dinero por los derechos a negociar con los peloteros, quienes posteriormente quedarían libres de contratar a un agente profesional que los guíe en las negociaciones contractuales.

Pero los japoneses tienen que cumplir determinada cantidad de años de servicios en su país antes de ser elegibles por las Mayores, algo que en teoría está establecido en Cuba para quienes van a jugar a otros países, pero que en la práctica ha sido violado una y otra vez.

Hay mucho que reconstruir y para ello es imprescindible primero derribar muros con golpes de buena voluntad, dejando de lado recelos y paranoias.

Pero toda construcción comienza por el primer ladrillo y ese será colocado esta misma semana con la histórica visita de la delegación que encabeza Joe Torre.

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