De inmediato, las Grandes Ligas se pusieron en estado de alerta, listas para iniciar por su parte un acercamiento para normalizar su acceso al inagotable caudal de peloteros cubanos, el mercado más cercano y más natural que tuvo históricamente el mejor béisbol del mundo.
MLB dio audaces pasos iniciales, que tuvieron escaso eco en los jerarcas de la pelota cubana y no fue hasta 363 días después, el pasado martes 15 de diciembre, que comenzó a despejarse el horizonte de la diplomacia beisbolera.
La delegación de las Mayores, encabezada por Joe Torre y el ex pelotero devenido jefe sindical Tony Clark, aterrizó en La Habana, con cuatro jugadores cubanos incluidos, hasta hace poco considerados desertores y traidores por las autoridades de la isla.
Aunque la prensa oficial cubana ha soslayado casi totalmente la presencia de José Abreu, Yasiel Puig, Alexei Ramirez y Brayan Peña, el hecho de que estén es una prueba inequívoca de que las negociaciones han tomado un segundo y definitivo impulso, a pesar de que las imágenes y entrevistas hayan sido reservadas solamente al venezolano Miguel Cabrera, el dominicano Nelson Cruz y los estadounidenses Clayton Kershaw y Jon Jay, los otros integrantes de la comitiva.
Cabrera, Kershaw, Jay y Cruz, e incluso los cuatro cubanos, son un complemento de efecto publicitario. Los pesos pesados del grupo son Torre, Clark, el miembro del Salón de la Fama Dave Windfield y Dan Halem, principal abogado de MLB.
Ellos son los que están configurando en las negociaciones con la parte cubana las futuras relaciones beisboleras, que podría, entre otras cosas, convertir a la isla en sede de uno o varios campamentos de entrenamientos primaverales de equipos de Grandes Ligas.
"Este sol tiene que darle en la primavera a los equipos de las Mayores", fueron palabras de Joe Torre al visitar el estadio Latinoamericano, en la capital cubana.
Por lo pronto, los Tampa Bay Rays apuntan a ser el primer equipo de Grandes Ligas que juegue en Cuba desde que lo hicieran los Baltimore Orioles en 1999.
Pero la posibilidad de establecer campos de entrenamiento en Cuba no parece tan lejana y, ¿quién sabe? si academias donde captar el talento joven cubano, como ocurre en la República Dominicana.
Las Grandes Ligas están necesitadas de un acuerdo con Cuba y la isla está urgida de un pacto con las Mayores.
El interés es mutuo y en ambos lados, priman los asuntos económicos, financieros, en fin, el billete contante y sonante.
Para MLB, una relación normal significa el acceso a una fuente de talento inmensa, a apenas 90 millas de distancia. La contratación de peloteros cubanos a edades más tempranas estaría sujeta a las reglas que rigen el mercado internacional, con límites en el monto de los convenios que ahora resultan mucho mayores y riesgosos en lo que a inversión se refiere.
Al mismo tiempo, los jugadores no tendrían que poner en peligro sus vidas en manos de traficantes de personas, como ha venido ocurriendo en los últimos años, o de extorsionadores que cobran comisiones exorbitantes de sus primeros contratos por haberlos sacado de la isla.
Para Cuba, sería la posibilidad de obtener de alguna manera una porción del dinero que ganarán sus peloteros en las Mayores, ya sea por un sistema de posteo al estilo japonés o con el gobierno como agente exclusivo de los jugadores.
Es difícil, casi imposible, que todos los puntos a tratarse se resuelvan en esta visita que concluye el viernes 18, por lo que serían necesarios otros contactos en fechas venideras.
Posiblemente sea imprescindible una negociación extradeportiva, a los máximos niveles políticos de ambos países para destrabar obstáculos legales que subsisten.
Pero finalmente comenzaron a moverse las cosas del otro lado del Estrecho de la Florida, a regañadientes, obligados por las circunstancias o como quieran llamarle a la reticencia mostrada por las autoridades beisboleras cubanas durante los primeros 363 días desde el anuncio de Obama y Castro.
Apenas estamos en el primer inning, pero como dijo Galileo Galilei, "sin embargo se mueve".
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