2.- Matías Alustiza (arrepentido y todo) y su paisano Cristian Campestrini deciden cazar inocentes con pistolas de municiones en las calles de Puebla, nomás por divertirse.
3.- Más atrás, Danilinho golpea en sus partes más íntimas a una novia, y simplemente huye a Brasil mientras se apacigua el problema. ¿Tuca Ferretti y Tigres? Silencio.
4.- En una de sus usuales fiestas clandestinas en Monterrey, Edwin Cardona permitía que sus invitados molestaran con insinuaciones sexuales a las adolescentes vecinas, diciendo que "eran bromitas", seguramente como las de su embestida reciente en Argentina, y que le significó denuncia por violación y agresiones.
Citemos sólo esos cuatro casos. Podemos hurgar y saltarán muchos más, como el de Aquivaldo Mosquera y el de Ricardo LaVolpe. Pero, todo esto origina serias interrogantes.
Cabe preguntarse: ¿a eso llegan algunos extranjeros a México? ¿Se atreverían a hacerlo en su propio país, aunque Cardona queda claro que sí? ¿Que los clubes los cobijen, sólo significa prohijar este tipo de actitudes? ¿Impunidad e inmunidad?
Alustiza se ha arrepentido y Campestrini parece haber descendido de su status de soberbia, cuando ahora limosnea un puesto en Dorados de Culiacán. En su momento, consiguieron complicidad con el gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle, quien los protegió y los encubrió, por unas camisetas y una foto.
Danilinho fue y volvió, y en el regreso vivió otra situación de violencia. Cardona, ya sabemos su historia, con hábitos similares a los de Teófilo Gutiérrez, de quien por otra parte se sabe su afición por portar armas hasta el vestidor de algunos de sus clubes.
El video es inmaculadamente perfecto en el caso de Carlos Darwin Quintero. Intentó golpear con el balón a Marcelino Fernández del Castillo, cuya fina estampa, estaba expuesta a ser zangoloteada brutalmente por un balón lanzado con violencia.
Antepongo un término: imprudencia. Podría agregar premeditación, alevosía y ventaja. Pero, dudo que Darwin Quintero, con esa huelga en que viven sus calcificadas neuronas constantemente, estuviera consciente de hacer daño severo a Marcelino, pero pudo haber ocurrido.
Alevosía del jugador del América, sí la hay. Y ¿qué mayor ventaja que agredir por la espalda, que es una cobardía suprema? Sólo los animales de rapiña lo hacen.
América promete castigarlo internamente y se deslinda de cualquier responsabilidad, porque, seguramente, el código de conducta interno de la institución, como tal, no condena o no contempla este tipo de chacaladas.
Darwin Quintero es un crack. Un jugador por el que normalmente vale la pena pagar el boleto por verlo. En lo personal, me he deleitado desde sus épicas en Santos. Excepto, cuando, insisto, sus momificadas neuronas no lo incitan a darse a plenitud. Y eso ya ocurre con frecuencia.
Dice el pequeñín futbolista que apostó con sus compañeros a que era capaz de pegarle al árbol cercano a Marcelino. ¿Cuál de todos? ¿Y entiende el peso de esa aseveración?
1.- Al otro extremo de donde estaba ubicado en El Nido el reportero de ESPN, hay más árboles. Alrededor de la cancha hay otros árboles, decenas de árboles. Parece un vívero o una reserva ecológica.
¿Por qué tenía que ser precisamente ese árbol, el que estaba a metros de Marcelino?
2.- La otra: al hablar de apuesta con sus compañeros, Carlos Darwin afirma que la decena de tipos que lo escoltaban y contemplaban su disparo fallido, eran sus cómplices, eran sus compinches.
¿A ellos también los castigará el América internamente por confabularse con Darwin Quintero?
Irónicamente el más beneficiado sería el América si la sanción que impone al jugador es liviana. Juega de local, ante el Atlas, es decir la tribuna será totalmente águila, y Darwin, si juega, seguramente ofrecerá la actuación de su vida, para tratar de lavarse la cara.
Ojo: aquí hay negligencia o inexperiencia de la directiva del América y su cuerpo técnico. Todo este percance sacudió medios y redes sociales desde el martes. Santiago Baños, Mauricio Culebro y Miguel Herrera, y hasta el tipo con ínfulas de Richelieu (Yon de Luisa) debieron actuar de inmediato. Ya aprenderán.
Un tipo como Ricardo Peláez habría sofocado de inmediato el incendio colocando a Darwin ante los medios y dando la cara por la institución.
A Baños, Culebro y De Luisa, o les importó poco o les asustó mucho. Como sea, se equivocaron.
Al final, insisto, porque botones de muestra sobran: ¿a eso llegan los Darwin, los Alustiza, los Danilinhos, los Campestrini, los Cardona, los Mosquera, etc.? ¿Lo harían en su país, a excepción del cinismo irredimible de Cardona?
¿Y los clubes? Cómplices. ¿Y sus técnicos? Alcahuetes. ¿Y sus familias? Sobajadas. ¿Y el futbol mexicano? Como nodriza de delincuentes.
Sólo ellos lo saben. Habló de todo el América, pero particularmente de dos de sus mejores futbolistas: los dos más caros, los dos que mejor cobran, los dos que llegaron a despedazar trincheras.
De los cargos del primer párrafo, todos los americanistas son confesos y condenados. Pero, los cargos azuzan especialmente a dos portentosos: Oribe Peralta y Carlos Darwin Quintero, alguna vez socios, cómplices, con el Santos de mejores recuerdos.
El río suena, y no porque se haya ahogado una orquesta, sino por los signos irrefutables: tras el 4-1 con el que humilló y ultrajó Tigres al América, en 'El Nido' hubo una sublevación, una rebelión: los que apestaban a muertos, hoy son sublíderes.
Cinco victorias al hilo; 16 goles marcados y sólo cuatro recibidos en esos cinco juegos; sublíderes; clasificados virtualmente a la Liguilla, y, en otro territorio, finalistas de la Concachampions, aunque muchos intrigados se preguntan aún a qué juegan las Águilas.
Pero es necesario enfocarse en dos de los que salieron de esas catacumbas de ineficiencia asombrosa y preocupante; Carlos Darwin Quintero y Oribe Peralta.
De esos 16 goles que ha marcado en cinco partidos el América, para cinco triunfos, esta pareja tan dispareja en funciones en la cancha, ha marcado once tantos, seis para el colombiano y cinco para el mexicano.
Oribe Peralta llegó a sumar entre el cierre del torneo anterior y el inicio de este, nueve fechas sin anotar, incluyendo esa dramática semifinal ante Pumas. En ese divorcio con el gol, consiguió cuatro en 16 encuentros.
¿Dónde estaba el mejor goleador mexicano de los últimos tiempos? En esa catarsis que significó la vapuleada ante Tigres, cuando el equipo, tras el ultimátum colectivo que llegó del "Salón Oval de Televisa", Oribe ha mantenido una racha de cinco goles anotando, y alcanzó a Gignac en el liderato con nueve anotaciones por cabeza.
Si mantiene esa media de productividad, Oribe tendrá su mejor temporada en América, y puede acercarse a los tiempos apoteósicos con Santos, cuando llegó a marcar 15 y 13.
Por cierto que hay un detalle relevante: cuando Peralta terminó como líder de goleo, Santos fue finalista del torneo, en una de ellas, ante Tigres, los arbitrajes jugaron de regios, y en la otra, superaron a Monterrey.
¿Carlos Darwin? Estaba desahuciado. Apenas era contemplado para la banca o Concachampions, y cargaba esa famita vergonzosa, impúdica de bravuconcito callejonero, como el episodio en la Copa Mundial de Clubes.
El genial jugador de Santos sólo se hacía presente en la tesorería de 'El Nido', a cobrar por méritos ajenos y primas de carambola, cerca de tres millones de dólares por año. Pero, el futbolista, seguía en el mundo de babia.
Y después de la vejación ante Tigres, con el ultimátum a cuestas, Quintero ha sido el delantero más productivo, porcentual y proporcionalmente de México.
En esos cinco juegos victoriosos del América, Carlos Darwin suma seis anotaciones de las 16 de las Águilas.
Entre el colombiano y Oribe presentan un 68.75 por cierto de la productividad de goles del plantel entero. Entre los dos, suman dos goles menos en cinco juegos que tres equipos en todo el torneo: Chiapas, Veracruz y Toluca, que suma 13 cada uno.
América suma dos derrotas en todo el torneo, ambas por 4-1, ante Pachuca y ante Tigres. Pero, fue seguramente ésa en Monterrey, la de la zarandeada, la del ultimátum, la de la intimidación e intimación, la que provocó el pavor absoluto en el seno del equipo.
Habría entonces que pensar que después del bochorno ante Tigres, y con el método jurásico de que "la letra con sangre entra", bajo coacción, bajo amenaza, América vivió su Juicio Final en el Universitario.
Y a partir de ahí todo cambió, porque lo único que no ha cambiado, es la obligación de presentarse como campeón el 12 de octubre en el Estadio Azteca.
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