LOS ÁNGELES -- "La gente cambia". Una frase de Marco Fabián de la Mora. Y él no cambiaba. Su discurso en Chivas, Cruz Azul y de nuevo Chivas era una reincidencia del perjurio.
"No quiero sus abucheos", le increpó a la afición de Chivas, con la escolta de sus compañeros de equipo, en un acto de indulto público, leyendo una carta. Y el fin de semana, se retractaba.
Y saltaba a la cancha. Y por una noche luminosa, ofrecía cuarentenas de oscuridad. Eso sí, leal a los colores, ante el Atlas escapaba del Alzheimer profesional en que vivía, y acribillaba a los Rojinegros.
Irónico, él, siempre en huelga, salía de ella para fulminar al equipo con los colores rojinegros de los huelguistas.
"El entorno lo arruina", explicaba Jorge Vergara, quien lo sentó a la mesa y le recostó en divanes de personas que podían terminar de pulir ese diamante en bruto, y embrutecido por sus deslices. Charlas estériles.
Marco Fabián era un prófugo de la rehabilitación con que se había obsesionado Vergara. Su fuerza de voluntad tenía las patas cortas.
Instagram y Twitter se llenaban de sus trofeos de caza. Rubias, botellas, vasos escanciados con vino. La cancha esperaba el amanecer del guerrero en noches largas.
"Quiero irme de Chivas viéndolo campeón", dijo alguna vez Marco... o Marquito, como aseguró su ex técnico José Luis Real que seguiría llamándose siempre.
Pero se fue a Alemania con Chivas lejos del gozo y cerca del pozo. Estaba más cerca de una corona funeraria por el descenso que de una corona por el título.
Y se fue a Alemania malbaratado. Chivas había pedido 10 millones de dólares a Cruz Azul por venta final. Eintracht de Frankfurt pagó una tercera parte de ello. Chivas y Vergara saneaban su economía. Marco su entorno.
Digámoslo: fuimos parte de un coro de sorna que escoltó la partida del jugador mexicano. No hubo golondrinas para él, sino buitres festivos adelantando su inevitable incorporación a la MLS, como Purgatorio de todos sus pecados o, en el peor de los casos, en alguna franquicia caduca del futbol mexicano.
Hoy, ese, el condenado a ser "Marquito para siempre", es Herr Marco. Sólo él tiene la respuesta. Y sólo él tiene el mérito. Solo y a solas escapó de las lacras de su pasado.
¿Acaso el Pipila rojiblanco no soportaba el peso de la losa enorme de estar obligado a ser el caudillo de Chivas? ¿Era demasiada la presión? ¿La camiseta llevaba demasiados lastres ajenos y externos?
Lo cierto es que huir de ese entorno que mencionaba Jorge Vergara, de damiselas, amistades etílicas y tugurios, le significó un reto. Un país con un futbol más exigente, bajo coacción mediática y donde sus habitantes al decir gracias te declaran la guerra: "danke", que se pronuncia como tanque.
El camino no ha sido fácil en Alemania. Su primera emboscada la fabricó su entorno. Se atribuyeron a su padre aseveraciones de que había sido marginado por discriminación de su técnico Niko Kovac. "No lo quiere por ser mexicano".
Marco Fabián debía escapar del calabozo de aseveraciones ajenas. Sólo había un sitio expiatorio de pecados ajenos para salvación propia: la cancha.
Hoy, ese, el "Marquito de siempre", es el Herr Marco del Eintracht. Incluso en la doble fecha Fifa fue reclamado después del juego con Nueva Zelanda. Kovac lo quería en la cancha y en su cancha.
Este fin de semana dio dos asistencias. Suma cuatro en el torneo. Este lunes, la Bundesliga lo erige por cuarta vez el Jugador de la Jornada, en ocho semanas.
Además, ha hecho goles oportunos, de esos que valen puntos y no confeti. Su equipo hoy se asoma al balcón donde parece conquistable un puesto a torneos europeos.
Su adaptación a Alemania ha sido sorprendente, sin duda. Y no debe ser por algún ADN europeo, porque en sus facciones, como en la mayoría de todos nosotros los mexicanos, son evidentes los rasgos de Huitzilopochtli, qué caray.
Tal vez por eso, Herr Marco reclamaba desde siempre emigrar a Europa, específicamente a Alemania. Más que sueño, el reclamo parecía una ruta de escape, de alivio, de libertad. Se sentía en cautiverio.
Y del Eintracht salta al Tri. Juan Carlos Osorio anotó su nombre en tinta azul en la famosa libreta de sus conclusiones. Estará en Columbus y en Panamá.
Marco Fabián vivifica un viejo proverbio, que peina canas de tan antiguo y manoseado: Nadie es profeta en su tierra. Y así es, ni aunque se llame Jhonfai, nombre que proviene de un guerrero chino, y que significa temple de conquistador.
Por lo pronto, hoy, en la Bundesliga, el siempre Marquito consuma la merecida metamorfosis a Herr Marco.
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