LOS ÁNGELES — Javier Hernández ha reiterado su fragilidad emocional en diversas entrevistas. Se le oye, pero no se le escucha.
Es su culpa: su alboroto mediático, su estruendo en redes, transfiguran sus lamentos en aparentes falacias. La metamorfosis pública de una negación privada.
Un psiquiatra diría que implora ayuda; un “chichafan” lo tildará de espartano, y un “hater” le llamará payaso. Al final, lo oyen, pero no lo escuchan. Él mismo devalúa la dimensión de su crisis.
Chicharito ha mostrado las muescas de los grilletes que lo esclavizan. “Me llegó la depresión porque me cansé de no ser yo”. La crisis y la redención, según él, llegan a través de sus hijos. “Ellos vinieron a darme el tiro de gracia en la depresión”. Ya él debe saberlo: la depresión no se cura ni con fármacos, ni con divanes. Permanece, ahí, agazapada, voraz, al acecho.
Y ha dicho: “Toqué fondo (…) y no asumí la responsabilidad”. Y se queja, como los armadillos: “No es fácil estar escuchando todo el día que el Chichatronco, que el Chicha esto, que el Chicha lo otro, que hasta si mis hijos no son míos”.
Este domingo, Javier Hernández rompió una racha sin gol en la MLS ante el Austin. Ya el miércoles había sentenciado en la Copa ante el LAFC. Han sido, ambos goles, un refunfuño más emocional que futbolístico. Un acto de escapismo de esa fragilidad emocional. No hay heroísmo, pero sí regeneración.
Este domingo, también, marca otro gol, que le anulan por un roce de la mano con el balón, y yerra un penalti, con un disparo insulso, bobo, débil, a media altura, antes de salir de cambio.
Quede claro, los tres goles, los dos válidos y el anulado, no los hubiera consumado el decrépito Hernández de 2019 y 2020, imposible. ¿El penalti? El manchón es un lugar sagrado. Si no cree en leyendas, menos en mitos.
En la semana, saltó la versión de un armisticio entre el delantero del Galaxy y el técnico del Tri, Gerardo Martino. La tregua concertada por una llamada, por un cabildeo o por una carambola de intereses y de advenedizos interesados.
Antes de los goles de esta semana, Javier Hernández había estado en sequía absoluta. Su anterior llaga perpetrada a un adversario, había sido el 9 de abril contra el LAFC. Sumaba por entonces cinco goles. Y ante la miseria de los atacantes de la selección mexicana, la Voz del Pueblo quiso jugar a ser la Voz de Dios. Raúl Jiménez, Henry Martín y Funes Mori tienen la brújula rota, torcida, apuntando estrictamente al caos.
Sin embargo, ante el vítor popular y mediático por Chicharito, el 12 de abril, Gerardo Martino, técnico del Tri, sofocó las llamas del jugador galáctico de manera brutal, en conferencia de prensa. Verso matapasiones.
“Javier Hernández no está (en el Tri) porque el entrenador (o sea, él mismo) en turno no lo ha elegido en estos últimos dos años y casi tres, pero dicho esto quiero decir que no hay nada que yo tenga que compartir con los medios. Toda cuestión que sucede dentro del ámbito de la Selección Nacional se resuelve dentro de la Selección Nacional”, dijo lapidario.
Las veladoras pujantes de Javier Hernández en busca de un milagro se apagaron abruptamente. Dejaron su paso a los cirios fúnebres y tóxicos del desengaño.
Allegados de Chicharito lo revelan. “Esa declaración aplastó a Javier. Sintió que todo lo que ha trabajado para que se le dé una oportunidad, para ir al Mundial de Qatar, había sido inútil”. Desde noviembre de 2020, ya con su esposa y sus hijos en fuga, contrito, tragando sus propias cenizas, comenzó su rehabilitación física, atlética, futbolística, nutricional y mental.
Al interior del Galaxy se percibía el efecto de las palabras sepultureras del Tata. Le habían robado el mes de abril, en términos de Sabina. El veredicto de Martino había sido tan franco, tan frontal, tan cruel, tan sincero, que recluyó de nuevo a Chicharito en la depresión. “Quiere ir al Mundial no sólo por la selección, por él, sino también por sus hijos. Lo dejó devastado esa decisión del Tata”, explica un vocero.
Ahora, sin embargo, explica la fuente de información, “que se hayan abierto pláticas, le cambió el ánimo, lo volvió a la vida. El equipo lo vio de inmediato, y ha marcado goles (LAFC y Austin) ante dos de los equipos con las mejores defensivas del torneo”.
Hace diez días, iniciaron los contactos a través de terceros. El cómo, es un misterio aún. Se le pregunta al mismo informante por detalles y la respuesta es: “No comments (sin comentarios)”.
En el festín morboso, precipitado, desesperado, salpican las versiones en redes, textos y micrófonos.
1.- “El primero en llamar fue el representante de Javier”. (“No comments”, la respuesta).
2.- “Hay dos patrocinadores que quieren a Chicharito en el Mundial”. (“No comments”).
3.- “SUM y la MLS abogaron por Javier ante la Federación Mexicana de Futbol”. (“No comments”).
4.- “Chicharito habló con los referentes del Tri (Guardado, Ochoa, Herrera y Raúl), se disculpó, y pidió su apoyo”. (“No comments”).
Gerardo Martino y Javier Hernández han hablado del tema en diferentes conferencias de prensa. El jugador reconoce los acercamientos. El Tata también, pero suelta ácido corrosivo en su respuesta: “Que yo tenga una reunión con él (Chicharito) no significa ningún tipo de compromiso (para convocarlo)”.
El 10 de junio de 2021, habíamos expuesto aquí que Javier Hernández estaba a sólo 15 dígitos y tres palabras
(https://espndeportes.espn.com/futbol/selecciones/nota/_/id/8759797/chicharito-javier-hernandez-regreso-tri-seleccion-mexicana-gerardo-martino), para recibir el indulto de Martino y de Yon de Luisa, el principal afectado, en temas familiares, por la indisciplina orquestada por el jugador desde el mismísimo periplo por el brunch en Nueva York y unas botineras de escotes largos y faldas cortas, de gustos caros y escrúpulos baratos.
Sin embargo, Javier no quiso o no supo o no pudo reaccionar a tiempo. En el camposanto de sus errores, había ya demasiado sepulcros, que justificaban su destierro del Tri, y además, la soberbia de no marcar el teléfono de Martino y De Luisa, ratificaba a ambos, que ese silencio altanero y veleidoso dejaba en claro que no debía ser convocado, por la salud emocional, grupal y disciplinaria del grupo.
En menos de diez días, Javier Hernández ha visto transfigurado el panorama. Él marca goles y en la FMF hay luz verde para que el conciliábulo tenga lugar. Chicharito se aferra emocionalmente a un quizás, que se gangrena dramáticamente en un nunca.
El problema es que tras los juegos amistoso de junio ante Uruguay y Ecuador, y los oficiales en la Liga de las Naciones, contra Surinam y Jamaica, quedará poco espacio para que Chicharito sea puesto a prueba, en todos los aspectos.
De ser convocado, obviamente, sería observado, escudriñado, azuzado, provocado, exigido. ¿Qué tan genuinamente Javier Hernández ha recluido a Chicharito, qué tan genuinamente el doctor Jekyll somete a míster Hyde? Resta un juego de ensayo ante Paraguay, se tambalea el amistoso con Brasil, y sólo quedarían uno de preparación ante Perú, y el de despedida en el Estadio Azteca, antes de partir rumbo a Qatar.
Porque Gerardo Martino podrá charlar con Javier y escuchar nuevamente sus viejas promesas, pero él ya cerró filas con Anaxágoras: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”. Además, el Tata ha encendido también sus propias veladoras. Y ha agregado a otro paisano a su retablo: Julio Furch.
Quede claro pues, que los dos goles recientemente marcados por Chicharito no lo acercan a Qatar más de lo que lo alejó aquella calenturienta jornada en Nueva York y San Antonio.
Hugo Sánchez llamaría al Chicharito si mañana comenzara el mundial
LOS ÁNGELES -- Javier Hernández ha marcado de nuevo. De a dos, ante Portland. Y la Guerra Civil de las legiones itinerantes de amor y de odio se recrudece. Chicharito sembró vientos negros en la prosperidad, hoy cosecha tormentas negras en su intento de redención. La resurrección, al tercer día, es sólo un anecdotario de las Sagradas Escrituras.
Marca, nuevamente, a su estilo: el acecho, la sorpresa, la repentización, el amague. Y, claro, esa letalidad que había perdido, durante 2019 y 2020, entre la adiposidad obscena de unos kilos de más, la negligencia atlética, y el herrumbre espiritual y ético del que entrena menos de lo que cobra.
Ya no es el Chaplin del Gol. Javier Hernández ya no empuja el balón con la accidentalidad de la mollera, el cogote, la nalga, o con el músculo estapedio del oído derecho. Hoy lo hace como un goleador educado. Por años, fue un anotador silvestre, rústico, con algunos chiripazos de 30 metros, de esos que el futbol concede hasta a los más burdos de sus más pujantes y limitados feligreses, como una ocasional bonificación a su transpiración. Medallas con el brillo efímero de 90 minutos.
Chicharito maquilaba goles a punterazos o con el esternón. Lo suyo no era la elegancia. Él cobraba en el marcador con la gracia de un polichinela, y había un doble motivo para festejar: la anotación por sí misma, y la actuación de ese Pierrot en contubernio con el marcador. Porque hacían tanta gracia sus goles de saltimbanqui que él era feliz, sin preocuparse por ser, algún día, futbolista.
Un día, todo se colapsó. Microsismos y macrosismos trepidatorios, lo dejaron solo, entre sus ruinas. Su esposa huyó con sus hijos; su tótem espiritual, su abuelo Tomás Balcázar, se quedó sólo en el relicario eterno de sus afectos. El LA Galaxy estaba decepcionado. La MLS preparaba un altar y al final mandó pedir una mortaja. Javier Hernández, sin querer aceptarlo, era sólo escombros, un jugador anquilosado. Ruina entre las ruinas.
En noviembre de 2020, finalmente pudo verse ante el espejo. Dorian Grey había huido de ahí. En términos de Sabina, su “caballo volvió solo a casa, ¿qué fue de John Wayne?”. Y empezó la reconstrucción. Fue doloroso, penoso. Había que pagar la factura de años de negligencia profesional. Lo confesaría a Los Angeles Times: “Toqué fondo. Viví cosas que normalmente se viven en cinco, 10 años. No es una excusa. Es la realidad. Y la realidad es que no asumí la responsabilidad. No pude manejar todo eso”.
Se rodeó de especialistas. Mientras el resto de la MLS descansaba, él empezaba a limpiar el cascote, las ruinas de su carrera. Nutriólogo, kinesiólogo, preparador físico, reumatólogos, traumatólogo, reflexólogo, y todas las vertientes relacionados con el afán de convertir esa maquinaria oxidada en un atleta dedicado al futbol. Entendió que había besado la cima con el Manchester United y estaba revolcándose en la sima con el Galaxy.
Como si buscara desesperadamente un confesionario público, empezó a relatar su calvario en historias de Instagram. Sí, irónico, pero, finalmente, aprendió sobre su aparato locomotriz y psicomotor. Aprendió a pegarle al balón, desde el punto de apoyo, hasta la flexión del pie de golpeo. Insisto: fue un jugador que creció a lo silvestre. Si hacía goles, para qué educarlo, pensaron en Chivas. Empezó, literalmente, a saber cómo usar músculos que ni sabía que existían.
Pero, ya había atiborrado el camposanto con todos sus errores. Habían sido demasiados. Demasiados y condenatorios. Su hogar, lleno de bulla infantil, dejó de serlo, para convertirse en una casona silente, apagada, sombría. La Selección Mexicana le había cerrado sus puertas. El Galaxy lo miraba con recelo. Sus escándalos rebasaban sus buenas intenciones. Su apodo, legado paterno, dejó de ser asociado con el gol, para enfangarse en el aquelarre del chismorreo.
La soledad es un purgatorio del que sólo se escapa al Cielo o al Infierno. Y Javier Hernández vive aún esa condena. Recluido en Las Siete Gradas del Purgatorio de Dante (soberbia, envidia, pereza, gula, etcétera), intentó en 2021 escapar a través del único salvoconducto que le ofrece el futbol: la cancha y el gol. No fue fácil. De hecho, en la desesperación por expiar sus pecados, las lesiones truncaron el camino. Recurrió a una de sus frases favoritas, para no rendirse: “Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros”. Pero ya no era cuestión de teología, sino de autenticidad.
Este 2022, Javier Hernández ha encontrado su mejor manifestación como futbolista. En 2021 terminaba los juegos con calambres y sofocado. Hoy, los termina fresco, pujante. Los goles que ha marcado este año y el anterior, le habría sido imposible anotarlos en 2019 y 2020, cuando su cuerpo ya no respondía a las proezas que pretendía ejecutar en la cancha. Hoy remata con más potencia y su forma física le permite elegir el remate correcto. Es, guardando las abismales distancias, como Tom Brady dando el movimiento entero a su brazo, o Rafael Nadal alargando la raqueta desde su cuerpo, para que el impacto ocurra con la fuerza y precisión necesarias.
Hoy es mejor futbolista. Ya no es sólo un cazador furtivo, ingenioso, pertinaz, ávido de balones en el área contraria. Desde 2021 descubrió otros terrenos. Es solidario en la marca, genera, alarga su rendimiento en la cancha. Recupera y organiza, colabora. En la reconstrucción ha mejorado su técnica, el golpeo, y mantiene la visión certera que le significaba adivinar opciones de juego, pero que ahora extendió a otras zonas del campo.
Cierto, juega en una Liga de menor exigencia en defensa. En la MLS se privilegian y se ponderan los grandes rematadores y se desestima a los grandes defensores. Los goles generan boletaje, los defensas lo ahuyentan. Aun así, a Chicharito han aprendido a complicarle la ruta al gol. No sólo con el dos a uno, sino abortando la línea de abastecimiento de balones al área.
Sin embargo, ante las urgencias de gol que tiene la Selección Mexicana, se encuentra en mejor momento que un Raúl Jiménez que arrastra las secuelas del brutal choque de cabezas con David Luiz. Y sí, es innegable que rebasa, con mucho, el momento de la sequía de Rogelio Funes Mori y de Henry Martín. Hoy, más allá de la desestimación hacia la MLS, Chicharito es mejor que los tres.
Pero su expediente está en el archivo oscuro del futbol mexicano. Sus pecados, insisto, rebasan sus buenas intenciones. Gerardo Martino le ofreció el ministerio del liderazgo en el Tri. Se comprometió, pero, lo traicionó. Una sola jornada de concupiscencia y libertinaje, acabó con todo. Aquel septiembre de 2019, en un brunch en Nueva York, CH14 comenzó el naufragio de la traición a su propia carrera.
Él lideró la excursión. Nunca se imaginó que ahí, en esas seis horas, dentro de un tugurio en Manhattan, comenzaría la peor de sus pesadillas. Conocieron a unas botineras. La mexicana Keyla Caputo y la argentina María del Mar Molar terminaron siendo damas de compañía del Tri con rumbo a San Antonio, Texas. Pero, en el traslado, Chicharito multiplicó el engaño, el chantaje, la traición.
Andrés Mateos, empleado de logística de la FMF, subió a las señoritas en cuestión al vuelo del Tri, dejando en tierras neoyorquinas a personas muy allegadas a Yon de Luisa. Keyla Caputo y María del Mar Molar fueron hospedadas en el mismo hotel de la selección en San Antonio. La FMF investigó. Javier pudo rescatar a Mateos, pero lo abandonó. El empleado le pidió que aclarara los hechos, pero fue desoído. Sería despedido.
Martino, De Luisa, jugadores, empleados, se sintieron traicionados. Javier Hernández había abusado de ese escasísimo poder condicionado que le habían otorgado. Hasta hoy, él se lava las manos, pero su nombre sigue ensuciado en la mente y las entrañas de todos los afectados.
Recuérdese que tras el zafarrancho organizado en el seno del Tri durante el Mundial de Rusia, en aquella rebelión de las “Divas Rubias”, advenedizas, tras el triunfo sobre Alemania, Chicharito había recibido un asterisco condenatorio, No debería regresar al Tri. Era la metáfora de la manzana podrida. Martino quiso arrancar con hojas en blanco. Creyó que podría apoyarse en Javier, al interceder por él.
¿Se ha redimido totalmente? En la cancha, sin duda. Pero, aún, hay derecho al escepticismo, el resquemor, la desconfianza. Cuando anota, festeja, pero, casi de inmediato, invoca a una celebración colectiva, especialmente felicitando al tipo que genera el pase para el gol. ¿Es genuino o es actuado? No se olvide que, cuando había medios presentes, Chicharito era el primero en acercarse a aficionados con capacidades especiales, en silla de ruedas, a tomarse la foto y firmar autógrafos. ¿No había medios que atestiguaran su generosidad? Ni volteaba a ver a los ansiosos seguidores.
¿Cómo saber si ha cambiado y hasta dónde ha cambiado? Él tiene su versión. "Estoy tratando de hacerlo de la mejor manera como me enseñó mi abuelo y mi padre para poder ser elegible, para hacerlo de la mejor manera”, dijo después del juego ante Portland Timbers.
Hay una sola posibilidad. En la Liga de las Naciones, el sorteo sospechoso de Concacaf, puso a México ante una Jamaica en reconstrucción y frente a Surinam. Parece el momento adecuado. Gerardo Martino, si continúa en el cargo, podría dar un poderoso golpe mediático y de autoridad. Citar a Javier Hernández. Encerrarlo con el cuerpo técnico, directivos y los líderes del grupo. Y charlar. Y confrontarlo. Y observarlo. Y ponerlo a prueba. Y hurgar en sus verdaderas intenciones. Y si hace goles en esos dos juegos, pero aún hay incertidumbre sobre lo genuino que pudieran ser sus comportamientos, entonces, ya nadie podrá recriminar al Tata que lo segregue de la Selección Mexicana.
Hoy, la Selección Mexicana necesita del futbolista, de la nueva versión del futbolista. Sin embargo, hoy, no puede darse el lujo de convocar a la vieja versión del ser humano.
Es simple: las nuevas virtudes de Chicharito serán bienvenidas, pero los viejos vicios de Javier Hernández deben mantenerse en el destierro.
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LOS ÁNGELES -- Es un acuerdo tácito. Un trato no escrito ni apalabrado, pero sobreentendido. Un pacto de sangre implícito y silencioso. Javier Hernández y Carlos Vela quieren poner patas pa’rriba a la MLS y, de pasadita nomás, a la Selección Mexicana.
Este 2022, ambos, Chicharito y Vela quieren ofrecerle, finalmente, a la MLS, su anhelado Armagedón futbolístico, que rebase la contienda deliciosa que libraron ya en su momento el delantero del LAFC y el sueco Zlatan Ibrahimovic.
Gente vinculada al LA Galaxy, al LAFC y a la MLS, y gente ajena a ambos equipos, titubean para aseverar, pero también para negar, que ambos delanteros hablaron de contemplar esa competencia entre sí para su propio beneficio y el de sus clubes.
La MLS espera que así sea. Que finalmente los dos delanteros mexicanos más costosos y caros terminen por tomar las riendas del protagonismo en el torneo estadounidense que arranca este fin de semana en su edición 2022.
Motivos hay para ambos jugadores en esa fastuosa y casi circense batalla, por la cima de goleo y por el título de la liga. Especialmente porque 2020 y la Pandemia arruinaron la competencia, y en 2021, las lesiones se cebaron sobre ambos.
En 2020, Chicharito estaba con más kilos y menos neuronas, más millones de dólares y menos hormonas, metido en el desafío de la MLS. A Vela le alcanzó para una soberbia jornada de Concachampions, basureando él solito al América, y de paso, echando a Miguel Herrera de Coapa.
Y para este 2022, además, ambos, Hernández y Vela, lo saben: si en verdad quieren desquiciar a la MLS con una carrera parejera guiando a sus equipos, de rebote, inevitablemente, en la carambola mediática, pondrían patas pa’rriba a la Selección Mexicana.
Y si hay motivos, hay también pistas para creer en ese desafío de reojo, pero tácito, entre ambos.
1.- Jamás, Carlos Vela había llegado a una pretemporada, ni en Europa ni en la MLS, con la prestancia física que hoy lo ha hecho. Incluso, con la Real Sociedad, Vela y su abdomen demostraban que habían vivido a plenitud las vacaciones. Esta vez ha llegado en la mejor forma física posible.
2.- Javier Hernández apenas se tomó un respiro después del cierre del torneo 2021 y regresó al gimnasio, a trabajos especiales y personalizados, además de apegarse a su plan nutricional. Incluso parece encontrar la redención personal y sentimental en torno a su separación de Sara Kohan y la potestad sobre sus hijos.
3.- Carlos Vela no tiene contrato para la temporada completa. El acuerdo vigente fenece con el mes de junio. Ha lanzado anzuelos, pero en el estanque del LAFC nadie ha mordido el señuelo. Ha hablado de Australia y de Europa, pero en el club saben que son alharaca de una urgente mitomanía, para que le ofrezcan una renovación. El LAFC no lleva prisa. Harán una oferta si El Bombardero la merece de aquí a junio.
4.- ¿Y qué tiene que ver la Selección Mexicana? Obviamente, en caso de tener ese torneo explosivo que ambos desean, y ellos lo perciben y lo gozan, será inevitable el tsunami mediático sobre un Gerardo Martino que apuesta por su ahijado Rogelio Funes Mori, pese a la sequía patética que vive en Rayados y el Tri. Si ambos cumplen la meta en este maratón competitivo en la MLS, será inevitable la lluvia de bayonetas hacia el entrenador argentino para que baje del nicho de su petulancia y acepte renegociar con ambos. Vela ha dicho que no vuelve, y Chicharito no pierde la esperanza, a pesar del veto de Yon de Luisa.
5.- Carlos Vela, en medio de tantos vítores por sus condiciones, vive una realidad: profesionalmente no ha ganado ningún título con sus equipos. Acaso, la orgullosa medalla del Mundial Sub 17 en Perú, sobre Brasil. Sin embargo, él asume la urgencia de ser campeón con el LAFC en medio de ese páramo que es su currículo profesional a nivel de clubes.
6.- El mismo Chicharito necesita de un nuevo título, al menos en la MLS. Desde 2013 con el Manchester United vive en la inopia. Cierto, por añadidura, le corresponde un pedacito de gloria con el Real Madrid campeón del Mundial de Clubes en 2014, y de rebote la coronación del Sevilla en la Europa League, cuando ya había sido cedido al Galaxy.
Por otro lado, Javier Hernández suma nueve goles en los últimos once juegos, y cuatro en la pretemporada, mientras que Carlos Vela, en correcta forma física, trata de reencontrar su racha goleadora, luego de marcarle a New York Red Bulls y romper una sequía que se remontaba al 28 de julio de 2021.
Así, en medio de una complicidad tácita, Chicharito y Vela pretenden en este 2022 poner patas pa’rriba no sólo a la MLS, en un duelo que lleva la liga dos años esperando que se consume, sino además, de carambola, alebrestar a los mandos de la Selección Mexicana.
¿Podrán? Al menos, bajo el léxico de Javier Hernández, hoy, se están “imaginando cosas chingonas”.
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LOS ÁNGELES -- Se desahogaron ambos con ESPN (Ahora o Nunca). Javier Hernández y Carlos Vela, cada uno a su modo, desde el desolado y desolador andén del desconsuelo, se despidieron de la Selección Mexicana.
Coinciden en algo, desde ahí, desde las coordenadas infames de la frustración: no pudieron cambiar la historia de la Selección Mexicana. Quisieron, sin duda, a su manera, como tantos otros.
El fracaso, en su caso, no es un estigma, pero es un parámetro. Dicho está: fracasado no es quien fracasa, sino quien se arrellana en el fracaso. Ellos, como tantos otros, recargaron la cartuchera de sus emociones, de su fe, y de una atolondrada y desesperanzada esperanza, y lo intentaron de nuevo.
Javier Hernández sintetiza ante ESPN: “A final de cuentas no hice historia con la Selección Mexicana”. Pero, historia hizo. Entiéndase, más bien, que no pudo cambiar la historia de un Tri asolado y azotado en la cíclica ruleta fatalista del cuarto partido.
Carlos Vela reiteró –a su vez– lo tantas veces manifestado: “Tuve mi oportunidad y no pude lograr que México llegara más lejos que con otros jugadores, y es momento para que ellos (los jóvenes) intenten y que busquen llegar a donde nosotros no pudimos”. No renuncia, acepta que el tiempo le ha cortado las piernas.
Chicharito va modulando su discurso. Llegó a engolar y alzar la voz por un sitio en Catar 2022. Hoy la resignación apenas le permite refugiarse de nuevo en una vieja declaración de guerra: “Imaginemos cosas chingonas”, frase desplegada ante David Faitelson para ESPN, antes del Mundial de Rusia. Hoy, evocar esas “cosas” son más lastre que aliento para esta generación de paso tambaleante, víctima de tres zurras en juegos oficiales, en sólo cinco meses, ante Estados Unidos.
Javier Hernández sabe bien que su eventual regeneración con el Galaxy de Los Ángeles no expiará sus pecados de indisciplina, de insubordinación, y hasta con tintes de traición, como lo interpretan el mismo Martino y Yon de Luisa, presidente de la FMF. La Parábola del Hijo Pródigo no está entre las homilías de la FMF. Le temen al lobo con piel de oveja.
Carlos Vela, a su vez, tiene toda la razón. En su mejor momento, en Rusia 2018, fue uno más de quienes asombraron al mundo sometiendo a Alemania, sufriendo ante Corea del Sur, hundiéndose ante Suecia, y exhibidos por Brasil y por su propio entrenador, Juan Carlos Osorio: “Antes (de ese juego), les pregunté, ‘¿estamos preparados para jugar contra Brasil’? La respuesta fue: silencio”. Y la acusación no paró ahí: “(Les faltó) valor, valor… moral, para jugar contra los mejores”.
Más allá del cuestionable diagnóstico de Juan Carlos Osorio, el cual termina por imputarlo a él mismo como líder de esos patibularios, el saldo final de Chicharito y Vela se agrega al de tantos: estuvieron ahí, quisieron cambiar el orden del universo futbolístico... y fracasaron.
Y terminaron ahí, como transeúntes del congestionado y constipado Boulevard de los Sueños Rotos (1994), con las licencias de Joaquín Sabina. Ahí, donde se encontraron con tantos otros y donde serán los anfitriones de otros tantos más. Ahí, en un laberinto que no concluye en el Quinto Partido.
Alguna vez, intenté un recorrido emocional con la columna vertebral de varias selecciones nacionales, ensamblada en la poderosa incubadora del Atlas. Y Rafa Márquez, Jared Borgetti, Oswaldo Sánchez y Pável Pardo concluían en esa dicotomía del Síndrome de las Manos Vacías.
Con carreras exitosas en clubes, con las manos llenas de su recorrido por equipos, estos hijos del paso de Marcelo Bielsa por el Atlas, terminaron con dos frustraciones: no hicieron campeona a su cuna rojinegra, ni irrumpieron en el Quinto Partido.
¿Y alguien duda que lo intentaron ellos, con la misma vehemencia, con otros aciertos y otros errores como los de Chicharito y de Vela? ¿Alguien duda que en esa cofradía de “imaginemos cosas chingonas”, alguno no lo intentó?
El problema de esa fraternidad de “imaginemos cosas chingonas” es que está domiciliada ahí, en ese Boulevard de los Sueños Rotos, en el código postal de un callejón sin salida.
¿O acaso no lo intentaron en su momento Cuauhtémoc Blanco, Javier Aguirre, Manuel Negrete, Fernando Quirarte, Tomás Boy, Benjamín Galindo, Claudio Suárez, Hugo Sánchez, Jorge Campos, Ramón Ramírez y tantos otros más?
¿O acaso no lo intentó el mismo Bofo Bautista con sus 5,297 metros recorridos ante Argentina en Sudáfrica 2010? A su manera, lo hizo. Pero, imagínese al Bofo que desquició a Boca Juniors en la Libertadores vestido de verde. No ocurrió.
¿O no perseveró Giovani dos Santos con todo y sus ampollas que “le quemaban los pies” ante Holanda? A su manera, lo hizo, porque hasta antes de ese pasaje revelado por Miguel Herrera había tenido una sobresaliente Mundial. Y ante Estados Unidos tuvo jornadas espectaculares, incluyendo aquella memorable ejecución sobre Tim Howard, sacándolo a pasear con una correa en su propia área.
¿O acaso no lo siguen intentando, de cara a un posible quinto Mundial, uno con las rodillas rotas, y otro con el espíritu alerta, Andrés Guardado y Guillermo Ochoa?
Todos ellos, y otros más, tendrán su propia, iluminada, luminosa, sala de trofeos, pero hay un nicho vacío, no ahí, en la intimidad de su hogar, sino en un recoveco inexpugnable de sus propias fantasías. Sí, hacer que la Selección Mexicana trascendiera.
Entiéndase: no se trata de enjuiciar y sentenciar a quienes no han podido derribar el Muro de Jericó de la Selección Mexicana. Merecen, la mayoría, un sitio en el museo particular de su balompié, y algunos hasta un sitio en el Salón de la Fama que Emilio Azcárraga Jean le arrebató malandrinamente al Grupo Pachuca.
Pero, ellos, todos, desde su silencio íntimo o desde su confesión pública, terminan con la jaculatoria doliente de Carlos Vela: “Estuvimos ahí y no cambiamos la historia”.
Claro, no todo ha sido culpa de ellos. Los jugadores habrán cometido errores típicos de futbolistas en un concierto de alta competencia como una Copa del Mundo. Sin duda.
Pero, en 1986, la FMF trucó y truncó el camino del Tri con la chapuza en el cambio de sedes. En 1990, una gran generación quedó segregada por la trampa de los cachirules. En 1998, Manuel Lapuente erra en el trueque de Raúl Rodrigo Lara y Claudio Suárez. En 2002, Aguirre nunca descifra a Estados Unidos y se equivoca cambiando a un vivísimo Ramón Morales por un desahuciado Luis Hernández. En 2006, Ricardo La Volpe envenena al grupo y discrimina a Cuauhtémoc. En 2010, Aguirre vuelve a equivocarse con el Cuauh ante Uruguay, y el Bofo ante Argentina. En 2014, Herrera elige a un aterrado Javier Aquino, más la sombra del #NoEraPenal. En 2018, la megalomanía de Osorio y, aquí sí, la rebelión fallida de las Divas Rubias.
Al paso de tantos años, de tanto engullir frustraciones y fracasos, Vela y Chicharito, como tantos otros, han entendido que el Boulevard de los Sueños Rotos no desemboca a las faldas de Hollywood, sino en los socavones de su propia e inclemente realidad.
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El veto del “Chicharito” está más que confirmado y nadie parece en posición de ganar bajo esta situación. El futbolista, que pierde la ocasión de cerrar su maravillosa carrera en selecciones nacionales con el Mundial de Qatar 2022; el entrenador, que deja de contar con un jugador de condiciones extraordinarias, probado en los máximos niveles del juego; la Federación Mexicana de Futbol que vuelve a ser vulnerada en credibilidad en un tema donde la verdad no aparece y la especulación se impone y finalmente, pierde también el aficionado, que se ve privado de ver en “su equipo”, el equipo que representa los intereses deportivos y comerciales de su futbol, a una figura de tamaños legendarios. Nadie gana aquí, ni siquiera la verdad, una verdad atormentada y desolada que quizá nunca conoceremos...
SAN DIEGO, California.- Típico del futbol mexicano: Justo cuando se asegura que no hay un futbolista vetado, ese futbolista, téngalo por seguro, está vetado...
En la historia de nuestro futbol, seguramente, han existido muchos casos parecidos. El tema aquí es que no se trata de un futbolista cualquiera. No es, evidentemente, uno más. Se trata de uno que ha conducido su nombre, sus obras, su futbol y sus estadísticas hasta alcanzar niveles propios de una leyenda. Javier “El Chicharito” Hernández lo dijo el día en que fue presentado para su club actual: “Soy una leyenda”. Un futbolista con más de 130 goles en ligas europeas, que pisó terrenos de la clase más privilegiada que pueda existir en el futbol mundial y que es, además, el jugador con más goles en la historia de las selecciones mexicanas, está vetado, está prohibido para ser llamado al equipo que representa los intereses futbolísticos y comerciales del futbol de México.
Y todo podría seguir siendo un problema de “transparencia” o de proteger intereses. La verdad, total y contundente, no la sabemos. Especular es fácil, y es, también, una forma de lastimar sin tener la certeza de lo que realmente se está diciendo. No pienso caer en ese “juego” al que amablemente nos han invitado tanto Yon de Luisa como Gerardo Martino y hasta el propio Javier Hernández.
Sin necesidad de especular, pongamos sobre la mesa lo que sabemos: El presidente de la FMF establece, en una entrevista con Miguel Gurwitz, de Telemundo, que el futbolista habría antepuesto intereses personales sobre los colectivos. El entrenador de la selección mexicana dice que la decisión fue suya y ya antes había dejado en claro que se trataba de una medida que obedece sólo a temas deportivos. Y el principal implicado y también afectado, el propio futbolista, finge cierta demencia y dice no saber nada del tema. La realidad es que Javier Hernández, por una u otra razón que, quizá, algún día conoceremos, está vetado de la selección mexicana y que no va a regresar mientras la actual administración, la de De Luisa por encima de la de Martino, se mantengan en el poder.
¿Quién pierde? Pierden todos. El futbolista que no podrá culminar una maravillosa carrera con la Selección Mexicana en el Mundial de Qatar 2022. La selección, que no contará con un jugador probado en los máximos niveles del juego. Y la Federación, con un nuevo antecedente lamentable de poca transparencia y claridad en temas que se mezclan con intereses deportivos y comerciales. Y finalmente, también pierden los aficionados, que verán como uno de los grandes y legendarios del futbol mexicano no está disponible, por una u otra razón, para jugar por la selección nacional. Aquí, indudablemente, pierden todos, incluyendo a la verdad, que ha vuelto a ser atormentada y desolada en el futbol mexicano...
@Faitelson_ESPN
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LOS ÁNGELES.- Yon de Luisa y Gerardo Martino oficiaron de sepultureros. Ya ambos administraron los Santos Óleos, oficialmente, a la carrera de Javier Hernández dentro de la selección mexicana.
Queda claro: Chicharito podrá ser campeón de goleo en la MLS, imponer marcas, arrastrar multitudes, vender camisetas, conseguir que su estrella sea instalada en el Paseo de la Fama de Hollywood, pero, jamás, jamás, regresará al Tri, mientras De Luisa y el 'Tata' tengan el control.
Así, hay más lápidas que altares en el futuro de Javier Hernández dentro del futbol mexicano. Más hienas que misioneros, en su futuro selvático dentro del Tri y de la Liga Mx. Porque, incluso, Chivas ha sido invitado a pensar dos, tres o más veces, antes de “repatriarlo” al Rebaño.
Yon de Luisa, en declaraciones a Telemundo, ajustició públicamente a Chicharito. Pero, “no está vetado”, agregó el presidente de la FMF, con una sonrisa misteriosa, casi torva, en las comisuras de su boca. “No veto a nadie”, dijo, para dejar en claro que puede vetar a quien sea.
Entendamos algo: el veto oculto, silencioso, insidioso, siniestro, es el más poderoso. El veto público empieza a dejar de ser veto cuando se hace público.
“Es importante que en nuestros empleos exijamos, siempre y cuando lo hagamos de las formas adecuadas y pensando en el bien del grupo. Si dos, tres o cuatro jugadores quieren exigir algo bueno para el equipo es bienvenida esa exigencia. La parte en la que no estamos de acuerdo es cuando existen exigencias individuales y ponen los intereses personales por encima del grupo”, dijo De Luisa a Telemundo.
Gerardo Martino, después, en conferencia de prensa, hizo su parte. Yon de Luisa ya había clavado las alcayatas en el ataúd de Javier Hernández. El 'Tata' arrojó la tierra encima, y escupió sobre ella, para que apisonara mejor. “No convocarlo (para el amistoso ante Ecuador), es decisión del entrenador”, dijo en tono mesiánico, hablando de él mismo en tercera persona.
En pleno Mundial de 2018 en Rusia, se había advertido en este espacio, y en Raza Deportiva de ESPN, el caos que se había generado dentro de la selección mexicana tras la victoria sobre la peor Alemania de la historia.
Un grupo de jugadores quiso abusar de ese momento de gloria. Javier Hernández lo encabezaba. Era correcto lo que pedía, sin duda, pero, era incorrecto el momento para pedirlo. Otro grupo de jugadores coincidía con los dirigentes: “hablemos después del Mundial”.
En julio de 2018, revelábamos que Chicharito exigía menos secuestros por parte de la FMF. Esos tiempos muertos, aburridos, en los que debían atender a patrocinadores, a promocionales, a socios comerciales y televisivos, debían reducirse.
Por otro lado, el grupo inconforme exigía que los jugadores recibieran una comisión justa por ser los maniquíes, los rostros subastables, casi prostituibles, de la selección mexicana.
Todo correcto, todo justo, menos el momento. Una victoria sobre Suecia y México eludiría a Brasil y podría acercarse al quinto partido. Pero, la trinchera estaba hecha pedazos.
Aquello le fue perdonado a Javier Hernández. Gerardo Martino rompió una lanza por Chicharito. Le hizo saber de su importancia en el nuevo andar del Tri. Debía ser la piedra angular del nuevo proyecto.
Javier dijo sí, pero mintió. El pasaje del brunch en Nueva York, con desenlace en San Antonio, y unas damas de compañía de por medio (la mexicana Keyla Caputo y la argentina María del Mar Molar), arruinó, traicionó la alianza Tata-Chicharito. El técnico decidió olvidarse desde entonces del hoy delantero del Galaxy.
Mientras que otros asistentes al caligulesco brunch, como Guillermo Ochoa, Héctor Moreno, Miguel Layún y Marco Fabián, hablaron con Gerardo Martino y ofrecieron explicaciones y disculpas, Chicharito no se inmutó. Creyó gozar de inmunidad e impunidad.
Cuando fue despedido el encargado de logística de la selección mexicana, Andrés Mateos, por sus labores de alcahuete con las señoritas invitadas al tour de la lascivia del Tri, Javier Hernández guardó silencio, a pesar de las súplicas de su gestor para que intercediera por él.
Quede clara la ecuación: Javier Hernández se equivocó y las consecuencias han sido más represalias que castigos. La orden es de Yon de Luisa, y se la enjareta, dócilmente, Gerardo Martino.
Lo cierto, es que, finalmente, tras meses de escurrir el bulto, y tras meses de medias verdades que equivalen a medias mentiras, y en la antesala de este pobreteado e indeseable partido amistoso contra Ecuador, han despojado de los últimos harapos de duda, a la gran verdad: Javier Hernández podrá tener una manifestación excelsa como futbolista, pero, al Tri, no regresa.
Cuando ocurrió la lesión de Raúl Jiménez, la FMF aceleró los trámites de naturalización de Rogelio Funes Mori, a pesar de que la pandemia, había frenado todos los procesos pendientes en el gobierno mexicano. Pero, Yon de Luisa entiende que el poder, si no se ejerce, se desperdicia, y que dispone de poderosas ganzúas para reventar cualquier candado.
Ya desde entonces, se haría lo que fuera necesario, para evitar la presencia de Javier Hernández en la selección mexicana, empezando por Copa Oro y Juegos Olímpicos, especialmente porque con el Galaxy había encontrado una racha goleadora.
En su mejor momento en la MLS, al ver cómo se levantó un muro siniestro ante sus pretensiones, Chicharito se lesiona, y no producto de un esfuerzo futbolero o un mal golpe, sino esa nueva epidemia en el deporte, que los médicos llaman “estrés traumático”. Eso facilitó su marginación inmediata, al menos ante de manera mediática.
Tal vez, al final, la única rentabilidad de este amistoso desechable ante Ecuador, sea que cayeron las máscaras de Yon de Luisa y de Gerardo Martino. No más caretas: mientras ellos administren la damisela en alquiler del futbol mexicano, la selección nacional, Javier Hernández vivirá, simultáneamente, en el limbo y en el purgatorio.
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¿Por qué no está, “Chicharito”? La pregunta es simple. La respuesta es la que se complica cada vez más en el interior y el entorno de la Selección Mexicana de futbol. México tuvo que ir hasta instancias dramáticas para vencer a Costa Rica y asegurarse un lugar en la final de la Liga de las Naciones de la Concacaf. ¿Qué pareció faltarle al “Tricolor”? Contundencia para aprovechar las jugadas y las oportunidades que generaron su buen nivel futbolístico de la primera parte del encuentro. Martino dice que el problema no fue la contundencia sino un asunto la falta de futbol. La realidad es que México ha tenido graves dolores de cabeza desde el choque de Raúl Jiménez con David Luiz. Ni Henry Martín ni Alan Pulido han sido la solución, en tanto el delantero de Galaxy y goleador histórico de selecciones mexicanas, recibía la distinción como “el jugador de mayo en la MLS”. Lo que sobra en el verano de la selección son rumores y misterios...
Por David Faitelson
SAN DIEGO, California.- Es un hecho: el día en que la cabeza del defensor brasileño del Arsenal, David Luiz, impactó con la del delantero del Wolverhampton, Raúl Jiménez, también impactó severamente contra la tranquilidad y la certeza de la Selección Mexicana de futbol.
Gerardo “El Tata” Martino no ha encontrado la forma de suplir al delantero mexicano. Lo que ha llamado, Henry Martín y Alan Pulido, no ha terminado por funcionar. Lo que no ha querido o podido llamar, Javier Hernández, tampoco ha terminado funcionando.
“No es un asunto de contundencia, es un tema de futbol”, explicó Martino el jueves por la noche en Denver luego de que México alcanzará el pase a la final de la Liga de las Naciones de la Concacaf superando dramáticamente en la “muerte súbita” de los penaltis a la selección de Costa Rica. México ofreció un buen primer tiempo, basado en una postura ofensiva desde la formación que envió al campo el entrenador argentino, colocando una línea de tres defensores centrales y dos laterales-carrileros, Uriel Antuna, por derecha y Gerardo Arteaga, por izquierda, que aumentaron el juego por las bandas y le dieron profundidad y llegadas. Al “Tri” pareció faltarle contundencia para aprovechar las oportunidades que se generaron.
Sin Jiménez y sin que Martín y Pulido cumplan cabalmente para cubrirlo, las preguntas alrededor de la selección mexicana crecen. ¿Por qué no está “Chicharito” justo cuando el histórico delantero de selecciones mexicanas ha tenido un muy solvente inicio de temporada, fue nombrado el jugador del mes de mayo en la MLS? Aunque Martino dijo hace apenas un par de semanas que “las puertas de la selección estaban abiertas para todos los futbolistas”, los rumores se intensifican: ¿Indisciplina? ¿La aparición en el restaurante neoyorquino durante una concentración en el 2019? ¿Las secuelas de la fiesta antes del Mundial del 2018 en aquella casa en la ciudad de México? ¿Es una decisión de los líderes=capitanes de la selección? ¿Son, directamente, Andrés Guardado y Guillermo Ochoa quienes “tapan” la convocatoria del futbolista del Galaxy? ¿Es una determinación de la FMF?
La única realidad tajante es que, y a pesar de su baja de juego en la última temporada, Javier Hernández parecía el hombre con mayores recursos para cubrir la ausencia del indiscutible titular Raúl Jiménez. La razón por la cual no está es uno de los nuevos y grandes misterios de las selecciones mexicanas de futbol.
Sea como sea, “El Tata” debe estar listo un verano de “dolores de cabeza”. Aunque es verdad que el nivel de la Concacaf te permite ausencias y bajas en muchos momentos del juego, la presión externa surgirá cuando esta selección no encuentre el gol ni los resultados. El jueves debió resolver el juego desde los primeros 45 minutos. Lejos de eso, se metió en una zona compleja y, al final, sólo ha podido superarlo dramáticamente desde el manchón de penaltis y con el portero Ochoa como gran protagonista. La pregunta es simple: ¿Por qué no está “Chicharito”? La respuesta es la que se pierde en el misterio y los rumores...
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LOS ÁNGELES -- Gerardo Martino reveló a sus 40 de la lista previa. No está en ella Javier Hernández. Y el palenque se alebresta. “¡Seis goles en tres partidos!”, reclama esa vocecita sensiblera de la obviedad.
Chicharito explota en el LA Galaxy. Sí, en la MLS, una liga en la que el gol se abarata, cortesía de defensas más cerca de ser maniquís que de ser zagueros espartanos.
Hay más gallardía, a veces, en el futbol femenil de Estados Unidos que en la MLS, donde sus jugadores ofrendan generosamente los glúteos al sacrificio del balonazo, antes que el rostro o innoblemente las partes nobles.
Pero, hay que hacer los goles, y Chicharito los está haciendo. Una habilidad que en 2019 y 2020 había perdido por sobrepeso físico, pero sobretodo, sobrepeso mental. Llevaba un lastre extra, monumental, en el abdomen y en las entendederas.
Para que me entienda, el gol que marca al LAFC el domingo pasado, cuando llega un balón de sorpresa, controla, perfila, gira, pica, se acomoda y coloca en el resquicio entre la portería y el arquero, esa acción, en 2019 y 2020, la hubiera fallado.
Es más, en esa época, se habría tropezado, se le habrían enredado las piernas, se habría ido de bruces, estaría en cirugía maxilofacial, y estaría estallando en redes sociales, como la caída más pantagruélica y morbosamente chusca desde la época de Charlie Chaplin.
Pero Chicharito hizo todo de manera perfecta. E hizo el gol de la victoria. En puntos, le ha dado siete de 12 posibles a su equipo. Sí, siete de 12.
Sin embargo, Javier Hernández no aparece en la lista previa a la Liga de las Naciones. En ese menú, Martino coloca a tres jugadores que la lógica inhabilita para participar en ella: Rodolfo Pizarro y Alan Pulido, lesionados mentalmente, y Raul Jimenez, aún dentro de un largo, sutil y quisquilloso periodo de recuperación tras el choque de cabezas con David Luiz.
No hay entrenador de selección nacional que no caiga en su propia emboscada: “Llamaré a los que se encuentren en su mejor momento”. Bueno, Gerardo Martino, escucha, en este momento Javier Hernández está en mejor momento que Pizarro, Pulido y Jiménez, entendiendo que el primero ocupa otro sitio en la cancha, aún por descubrirse, porque sólo falta probarlo de portero, a ver si ahí.
Pero, el Tata sabe a lo que está expuesto, y a estas alturas de su vida, tras los fracasototototes con Argentina y Barcelona, poco le importa alborotar el tianguis de la opinadera entre mercachifles del tercer mundo del futbol.
En una charla con Javier Aguirre, a través de un enlace del hijo del Vasco, Mikel, (sí, el del video de Payaso de Rodeo, que le valió una sanción al técnico de Rayados), Gerardo Martino habla de los riesgos de prometer... y empobrecerse a promesas.
“Sucede que nosotros (los entrenadores) quedamos presos de nuestras palabras. Cuando empieza un proceso de selección decimos ‘van a estar los que estén mejor’, y eso no es real. Nos pasó con Chucky, que en un momento no jugaba con el Napoli, pero porque no juega con el Napoli ¿va a quedar fuera de la selección? Entrenaba entonces con Insigne, con Callejón, con Llorente. En una competencia feroz como la que tiene en Napoli, es posible que no juegue”, indicó en esa charla con Javier y Mikel Aguirre.
El técnico de la Selección Mexicana tarda en entender dónde está parado. El Tata aprendió pronto. En esa charla, en 2020, hace énfasis punzante, ladina y persistentemente, que para el buen paso del Tri necesita el apoyo de todos, pero muy especialmente, y lo reitera varias veces, “de la televisión”. Sabe pues, desde donde despacha el dueño del futbol mexicano.
Así, Martino no se equivoca al no convocar a Javier Hernández. No ubicarlo en la lista de los 40 para la Liga de las Naciones, no significa que lo margine en definitiva en la ruta hasta Catar 2022.
Gerardo Martino necesita constatar que este Chicharito no es, nuevamente, una golondrina sin verano. No quiere ser engatusado nuevamente.
Y es el momento, para el entrenador, de que Javier Hernández pague las penitencias que tiene pendientes con el Tri y con el propio Martino. El limbo es un reclusorio implacable y necesario para los arrepentidos. Ahí permanecerá el goleador del Galaxy, y debe ser capaz, si es que ha madurado tanto, de entenderlo.
Recuerde que en pleno Mundial de Rusia, recién eliminado México, aquí le revelamos la rebelión de las Divas Rubias del Tri, y cómo, en un momento inoportuno, Javier lideró un movimiento para sacudir el yugo televisivo sobre los seleccionados mexicanos. Muchos que entonces lo desmintieron, hoy van rindiendo pleitesía ante toda la información que entonces se ofreció puntualmente.
Gerardo Martino fue informado del conflicto latente que representaba Javier Hernández para la estabilidad del Tri. Sabiamente, el argentino se dio la oportunidad de comprobar de qué sustancia está hecho el ser humano detrás de Chicharito.
Vino entonces la desventurada aventura del brunch en Nueva York, que terminó con un par de damiselas, de colmillos largos y faldas cortas, hospedadas en el mismo hotel de la Selección Mexicana en San Antonio. Martino se sintió engañado. La barba que otros se habían cortado, él se había negado a ponerla a remojar.
Hace bien el Tata. El Javier Hernández de hoy, de estos tres explosivos partidos en la MLS, el redimido, el contrito, el arrepentido, el compungido, el suplicante, debe confirmar que esta vez va en serio, que quiere expiar todas sus culpas en la red, pero, sobre todo, en beneficio de otros y no de las estrafalarias vehemencias de su ego.
Insisto, Gerardo Martino se equivoca en esta lista de 40 contemplados, pero no con Javier Hernández. Porque tiene el derecho de emplazar una duda: “¿Y si Javier Hernández nos está tirando nuevamente un embuste a todos?”.
La Liga de las Naciones es importante. Sin embargo, cuando Martino necesitará la mejor versión de Chicharito será en las eliminatorias para la Copa del Mundo, y tal vez para la Copa Oro.
Por lo pronto, en una muestra de mesura, Martino tampoco convocó a Rogelio Funes Mori. Pero también en un gesto de incongruencia siguió dejando fuera a Santiago Ormeño, quien puede encontrar en Perú un venturoso horizonte.
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Fábregas y Senna arriman oro, incienso y mirra a Gio y Vela
LOS ÁNGELES -- Las más crueles verdades llegan de los mejores amigos. Causalmente, Marcos Senna y Cesc Fabregas, en charlas por separado con ESPN y Marca Claro, lamentan, como millones de aficionados mexicanos, los prematuros y precipitados ocasos futbolísticos de Carlos Vela y Giovani dos Santos.
Lo que pudieran haber sido, lo que pudieran ser incluso, y no son. Arquitectos majestuosos de la hazaña en Perú 2005, becados por el Arsenal y el Barcelona, y refugiados en la MLS, Vela y Giovani terminaron quemando sus naves en plena alta mar.
“Para mí, Carlos Vela es uno de los jugadores con mejor definición con los que he jugado jamás, lo tengo clarísimo y lo vi en el Arsenal, lo vi en la Real, lo vi cuando se fue cedido al Celta, lo veo ahora en la MLS. No tengo ninguna duda de que Carlos ha sido un fenómeno y si no ha sido más ha sido porque él no ha querido, y eso siempre se lo he dicho”, explica Fábregas en la entrevista con Marca Claro.
Irrefutable, tanto, como una reflexión de Néstor de la Torre en el Mundial de Sudáfrica 2010, sobre el mismo Vela: “Seguimos esperando (que dé el estirón) a Carlitos, y ya nos estamos cansando”, explicó el entonces capataz del Tri.
En términos que deben ser hirientes para el mismo Carlos Vela, Fábregas recapitula sus charlas frecuentes con el mexicano: “Él siempre me decía ‘bueno, ya, mañana’, ese mañana que siempre se dice de los mexicanos. Pasaba el mañana y yo le decía, ‘no, Carlos, no se tiene que hacer mañana, se tiene que hacer hoy’. Se lo repetí varias veces. Aún así, ha hecho una carrera muy buena”.
Escucha el blog de Rafa Ramos
La reflexión de Marcos Senna con ESPN sobre Giovani dos Santos está también plagada de elogios, de confusión, de decepción y de frustración. Hoy el mexicano vegeta en el América, después de que el LA Galaxy, de la manera más decente lo dejó libre por su bajísimo rendimiento.
“Giovani nos da esa sensación de que pudo hacer muchas más cosas. Obviamente estaba jugando en un gran Villarreal, pero nosotros somos conscientes de que tenía el talento para estar jugando de nueva cuenta en el Barça, en el Real Madrid o en el Paris-Saint Germain, él tenía talento para jugar en ese tipo de equipos y yo creo que tal vez se precipitó en irse tan pronto de la liga española”, revela Marcos Senna a ESPN.
“De Giovani yo creo que me quedó esa sensación de qué él pudo hacer mucho más acá en España. Es un jugador que tenía un talento nato, pero para que un jugador pueda triunfar necesita seguir muchos lineamientos, y también tener suerte, pero en el caso de Giovani no me queda claro qué fue lo que pasó con él para que no haya triunfado en el futbol mundial”, comenta Senna.
Las reflexiones de ambos jugadores, campeones ambos en diferentes plataformas con sus clubes y con España, ensombrecen aún más la percepción sobre cómo dos futbolistas mexicanos eligieron desertar al uso, a la manifestación de sus grandísimas facultades.
No es nueva esta visualización sobre Vela y Gio. Pero que la hagan dos jugadores como Senna y Fábregas, redimensiona conceptos. ¿Por qué? Simplemente porque ellos percibieron de cerca, en entrenamientos, en partidos, en cascaritas, en esos retos personales al interior de los clubes, ese monumental caudal futbolístico de los mexicanos.
Es decir, las expectativas que se generaron hacia ambos futbolistas, irrumpiendo poderosamente en ese Mundial Sub 17 de Perú 2005, tenían una base sólida, y a eso se refieren Fábregas y Senna. Quede claro: sólo un futbolista puede dimensionar genuinamente la grandeza de otro futbolista, y en este caso, la decepción consiguiente.
Queda ese dejo amargo tras escuchar las aseveraciones de Fábregas y Senna. Sin querer, o tal vez queriendo, les arrimaron oro, incienso y mirra a las carreras de Giovani y Vela, que hoy están escoltadas por los cirios de sus últimos alientos.
Cierto, mientras Gio probablemente sea dado de baja por el América en diciembre, Vela seguirá engordando sus estadísticas en la MLS, donde impone su tremenda calidad, sin despeinarse, ante las facilidades y la inferioridad futbolística e intelectual de sus adversarios.
Como ambos ex seleccionados españoles lo afirman, Vela y Giovani pudieron impactar a nivel mundial; pudieron meterse a esa constelación de genios inolvidables, de casi leyendas, ahora que está tan manido el término.
Recordemos cómo tras una poderosa temporada en la Real Sociedad, las nominaciones para jugador del año en España, estaban estrictamente en este orden: Cristiano Ronaldo, Carlos Vela, Diego Costa y Lionel Messi, quien había tenido uno de sus peores torneos.
El Atlético de Madrid se interesó en el mexicano. Sus números avasallaban los de Antoine Griezman, hasta que fueron a detalles más individuales. ¿Quién estaba más comprometido? ¿Quién era más disciplinado? ¿Quién quería triunfar como futbolista? Ficharon al francés.
Hay un extracto de la confesión de Fábregas a Marca Claro. “Él (Carlos Vela) siempre me decía ‘bueno, ya, mañana’, ese mañana que siempre se dice de los mexicanos”. Sí, ese tan famoso “mañana”; ese tan socorrido “ahorita”; ese tan conocido “pero, ahora sí”; ese infaltable “en dos minutitos”.
Pero, hoy, lamentablemente, las reflexiones de Senna y Fábregas, quedan como anécdotas, como lecciones caducas, como un lamentable obituario de la carrera de dos genios con el balón, que el aficionado mexicano se quedó esperando, expectante, anhelante, ansioso.
Oro, incienso, mirra, y una profunda decepción, de igual a igual, de futbolista a futbolista, entre dos triunfadores, como Fábregas y Senna, hacia dos que debieron rozarse a esos niveles de grandeza, como Vela y Giovani, pero, simplemente, no quisieron.
Hubiera sido fantástico encontrar en el sendero de Giovani y Vela, este trozo del poeta inglés John Dryden: “Estoy un poco lastimado, pero no estoy muerto. Me recostaré para sangrar un rato. Luego, me levantaré de nuevo”.
Y una inquietud… ¿tendrá Javier Hernández a su lado un amigo de la dimensión de Cesc Fábregas o Marcos Senna, en lugar de la horda de charlatanes que lo rodean? Lamentablemente, la única voz que podía reencaminarlo, la de un personaje que en Chivas sí se considera una leyenda, ya se silenció decepcionada, la de su abuelo, Don Tomás Balcázar...
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LOS ÁNGELES -- Su nombre, en la memoria selectiva del aficionado mexicano, evoca siete peculiaridades, y seis de ellas, involucran escándalo: peculiar fuga de Tigres a Europa; peculiar secuestro; peculiar descripción del Tuca Ferretti ("tarda 15 minutos peinándose el copete"); peculiares videos; peculiar accidente; peculiar intercambio de golpes con su patrón Amaury Vergara, y un peculiar título de goleo en medio de una lamentable temporada de Chivas.
Exiliado de Guadalajara, esa ciudad que parece ser la versión Sodoma y Gomorra para el futbolista profesional, Alan Pulido recaló en la MLS, tras el desinterés absoluto de Chivas por renovarle contrato.
Enclaustrado en la banca por los vaivenes hormonales del Tuca Ferretti, termina yéndose de Tigres, asegurando que se había ganado su libertad luego de años de opresión bajo el técnico brasileño. Pero, de la nada, apareció un contrato en manos de los felinos con su firma, que lo ligaba aún a la institución.
Con un amparo del TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo) en el bolsillo, erró, errante, en el futbol de Grecia, con pobres registros en el Levadiakos y Olympiacos, hasta que Chivas lo rescata en la operación financiera más costosa en la historia del Guadalajara, como reflejo de un muy peculiar interés de José Luis Higuera en contratarlo, a pesar de que el consejo administrativo le había advertido a Jorge Vergara que era una operación que cimbraría financieramente las arcas del equipo.
Vergara tuvo fe ciega en la visión de Higuera y en la capacidad de Pulido. Se equivocó en ambas, rotundamente. “Ya es tiempo que desquite el esfuerzo que hicimos en traerlo”, declaró alguna vez el fundador de OmniLife a ESPN sobre el delantero tamaulipeco.
Pulido se coronó campeón de goleo en uno de los peores torneos de Chivas. El título lo ofrendó al ya para entonces fallecido Jorge Vergara. En el Guadalajara, Ricardo Peláez y Amaury Vergara habían decidido dejarlo ir. Y Pulido lo facilitó, al asegurar que estaba escuchando numerosas ofertas. Terminó en la MLS, en el Sporting de Kansas City con un contrato de cuatro millones de dólares por año.
La versión que bullía en Guadalajara, era que Pulido se había ido a los golpes con Amaury, cuando éste le reclamó su indisciplina y comportamientos poco profesionales. El jugador dio otra explicación, asegurando que era la víctima de una injusticia por parte del club.
“Nunca pedí aumento (en Chivas), pedía asegurar mi contrato con años. Anteriormente se había platicado eso. Yo estoy completamente agradecido con Chivas por todo lo que me ha dado. Sigo queriendo a esta afición, los amo con todo mi corazón y sé que en algún momento voy a regresar a vestir estos colores... Me quiero retirar con Chivas, fue el momento más feliz de mi vida”, aseguró.
Las lesiones, némesis frecuente a lo largo de su carrera, le ha etiquetado con la irregularidad a lo largo del año en la MLS. Incluso, una nueva distensión de ligamento en la rodilla izquierda, pone en riesgo su participación en los playoffs.
Kansas City clasificó primero de la Conferencia Oeste, el hemisferio pobretón de la MLS. De haber jugador en la Conferencia Este, habría clasificado en un sexto lugar de la tabla. Así las diferencias.
Alan Pulido ha dejado satisfecho a su equipo, por lo menos muchísimo más que jugadores de los que se esperaba mejor rendimiento: Javier Hernández, Jonathan dos Santos, Rodolfo Pizarro, y hasta el mismo Carlos Vela, quien fue víctima de severa lesión.
Por esas lesiones, ha jugado sólo 12 partidos de 21 posibles (57 por ciento); un total de 962 minutos, con seis goles (15% de los 38 totales del equipo), cinco asistencias, y 18 disparos al arco.
Su cuota de goleo debería ser mejor, tomando en cuenta que las defensas, en general, en los equipos de la MLS, son especialistas en conceder tiempo y espacio a los atacantes, como llevando a la práctica en la cancha el lema de prevención contra el coronavirus, es decir, los zagueros marcan manteniendo su sana distancia.
Más allá de que las cifras pueden tener conforme al Sporting, la meta para el próximo año será trabajar con Alan Pulido para tratar de fortalecerlo e incurra en menos lesiones, habida cuenta no sólo los encuentros que se perdió en la fase regular, sino la valoración final sobre si estará listo o no para la fase de playoffs.
En su momento, Alan Pulido lamentó que, a su juicio, no se desatan las fanfarrias en México, para enaltecer todo lo que según él ha logrado en la que considera una temporada triunfal en la MLS.
“Me da risa. Todo lo que he logrado (en la MLS), en México lo han minimizado y me causa risa. Las cosas que he hecho en lo personal si lo hace otro jugador se lo alaban más”, dijo Pulido a través de una video conferencia.
“Si cualquier otro jugador mexicano hiciera lo que estoy consiguiendo, tendría otro impacto. Lo digo un poco de broma, no es personal ni nada, yo sigo trabajando en los objetivos que me he trazado”, añadió el delantero quien se coronó en la SuperLiga Griega, con el Olympiacos, aunque sólo jugó ocho partidos y marcó cinco goles.
Al menos en Kansas, viviendo en los suburbios, no ha habido situaciones que despierten reminiscencias respecto a lo que fue su estadía en Guadalajara, cuando él mismo se dedicaba a difundir sus aventuras nocturnas, algunas extravagantes, según videos que se filtraron, más allá de un choque cuando él manejaba el auto, y obligó a su cocinero, quien viajaba con él, a asumir la responsabilidad del accidente.
En ese sentido, Alan Pulido ha evolucionado, aunque el Sporting de Kansas espera que en la cancha explote, el jugador que ellos creen haber comprado, el que terminó como líder de goleo de la Liga Mx.
Lejos de ser un fenómeno de mercadotecnia, especialmente ante Carlos Vela, y aún con el fracaso de Chicharito Hernández en este año, Alan Pulido ha despertado interés incluso en el técnico de la selección mexicana, Gerardo Martino, quien ha decidido sacar sus propias conclusiones sobre la eventual utilidad del jugador, antes que por recomendaciones o advertencias de otros.
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