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VIDEO: 'El Vasco' y su Leganés no consiguieron el milagro ante el Real Madrid

LOS ÁNGELES -- Quede claro: hubo un despojo. El balón flota en el área y se estrella en el brazo de Jovic. El VAR, otra vez, desvaría a favor del Real Madrid. Esa misma jugada, en el área de enfrente, habría sido con citatorio sin titubeo al manchón.

Ojo: ese penalti no marcado, no desciende al Leganés. El Leganés desciende durante el trasiego fallido de Mauricio Pellegrino.

Y es de entenderse, Jovic no busca el balón con el codo. Es accidental. Pero, insisto, de haber ocurrido en el área de enfrente la pelota rueda solita, se arrastra solita al manchón.

2-2. Y la exaltación del drama. El Leganés fue un espartano. Fue un encomiable desafío a la muerte anunciada. Y lo que no hiciera el Real Madrid, podría hacer el VAR por el Real Madrid, aún con la intercesión de San Nicasio, el santo patrono del condado.

Pero, insisto, la lección es brutal. Y no sólo para Leganés. Es una cátedra del arrepentimiento tardía. Jugó el mejor partido del torneo cuando cruzaba –sin frenos-- el Niágara en bicicleta. Los actos de contrición suelen ser una bellísima apología de las hazañas… inconclusas.

Recordemos: la presentación de Javier Aguirre como técnico pepinero debió haber sido en la morgue. Al fiambre que le entregaron sólo le faltaba la autopsia. Le dio un hálito de vida, un soplo de esperanza al que el equipo se aferró como pez con asma hasta el último segundo del último minuto de la caprichosa crónica de defunción.

Entre La Fecha 1 y la 38, ciertamente los jugadores del Leganés pensaron que el descenso era miedo de otras familias. Tarde entendieron que entre la Fecha 1 y la Fecha 38, ellos mismos garabatearían con tinta sangre y con sangre tinta, la necedad de su obituario.

Un mocoso de 19 años, Bryan Gil, esmirriado, enclenque, casi como reflejo inequívoco de las estadísticas anémicas del equipo, hizo el 1-1 y sin darse cuenta se convirtió en la adrenalina del equipo. A los 19 años ya se distingue entre ser temeroso y ser temerario. Él eligió lo segundo.

La lección tiene la mueca burlona del estigma. Más allá de los jugadores que la codicia cínica de sus dirigentes, le arrebataron, el Leganés, ante –cierto— una versión casi descafeinada, muy light, del campeón del torneo, el Real Madrid, ante él, demostró que de haber jugado con esa intensidad cada segundo de cada minuto de cada partido, la merienda de los buitres se serviría en otra plaza, en otra ciudad, no ahí.

Por eso, reitero, la lección debe ser universal. Tal vez los once desesperados del Leganés, con esos motores de Fórmula Uno, de este domingo, tal vez, no habrían ganado a un Madrid, a un Barcelona, a un Atlético totalmente serios, pero habría bastado para no ser engullidos por el descenso.

Por eso es necesaria la precisión: si hubo un asalto contra el Leganés. Pero ese penalti que no se marcó no condena al Leganés, porque a él lo condenan el desdén, la irresponsabilidad, la dejadez, la abulia y la desidia.

Hoy todos los jugadores del Leganés lo saben, o Javier Aguirre se encargará de la letanía: el descenso es el médico forense de los futbolistas.

¿Qué decidirá El Vasco? Seguramente su trabajo con el Leganés lo revaloró, como técnico y como conductor de grupos. Las estadísticas y la forma de jugar del equipo, despertarán atención sobre él.

Sólo tendrá Javier Aguirre que preguntarse si sus años, sus canas, su armonía financiera, pueden ceder ante su inconsciente y masoquista pasión por el futbol, para seguir apareciendo en el aviso de ocasión de España, cuando busquen bomberos o rescatistas para casos en agonía.

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