LOS ÁNGELES -- Más allá del pelotón de carne de cañón citado ante Bosnia en San Antonio, del cual no más de seis o siete en verdad pueden ir al Mundial de Rusia, se roba la ceremonia chilaquilera un mea culpa de Juan Carlos Osorio.

"Una de las áreas que debo mejorar es el liderazgo", reconoció el técnico colombiano en la tertulia premundialista.

Podría agregarse la falta de autocrítica y la falta de coherencia en sus ideas. Cito ejemplos, un par de ellos bastan...

1.- "Tengo jugadores de primer nivel para hacer un papel histórico en el Mundial", dijo. "Con estos jugadores, el entrenador debe hacer milagros", se culipandeó en Futbol Picante de ESPN.

2.- "El futbol mexicano es respetado en todo el mundo, no sólo su Liga sino su selección. Por eso muchos países en Europa quieren jugar con nosotros", declaró. "El futbol mexicano está sobrevalorado", reculó de nuevo en Futbol Picante de ESPN.

Pero, la enciclopedia de contradicciones necesitaría de varios blogs y mucha paciencia de los tres o cuatro pelagatos que se asoman a esta tribuna.

Le falta liderazgo, confiesa Osorio. Sin duda. No ha sido capaz de encontrar el lenguaje ni la actitud para conmover a sus seleccionados nacionales.

Cito una reflexión histórica, siempre vigente, nunca obsoleta, de Manuel Lapuente: "Con el jugador mexicano hay que hablar cada día, todo el día, todos los días, para que comprenda el gran privilegio y la gran responsabilidad de ser seleccionado mexicano".

No es culpa de Osorio. Él asume que el futbolista mexicano comprende el magnífico entorno que se le ofrece al jugar un Mundial. Pero se equivoca.

Pasó lo mismo con Sven Goran Eriksson. Daba indicaciones puntuales, pero él creía que como los jugadores británicos en particular, o los europeos en general, se sublevarían ante la condecoración de ser seleccionados nacionales. Y se equivocó. Y fracasó.

Insisto, no es culpa de Osorio si no puede hurgar bajo la piel del jugador mexicano, para encontrar esas fibras sensibles que le sacudan la testosterona, las gónadas, y que ponga espíritu absoluto al servicio del equipo.

Y por eso he insistido: el 7-0 no es culpa total de Juan Carlos Osorio, hay una responsabilidad mayoritaria del jugador.

Y por eso, también he subrayado: la victoria de México en Columbus ante Estados Unidos, el peor EEUU de los últimos 30 años, es más mérito de la devoción y pasión de los jugadores que de las indicaciones de Osorio.

Seamos justos: ni el peor holocausto del Tri es pecado capital de Osorio, ni la épica en Columbus es su condecoración absoluta.

Liderazgo. Y tiene razón. Por eso le trajeron a Imanol Ibarrondo, el fecundo hortelano de las bellotas, quien asegura que dentro de cada una, hay un poderoso roble.

Ibarrondo fracasó con los jugadores. Vamos, sus mejores analogías y arengas, tuvieron menos impacto que las que alguna vez usó Hugo Sánchez en su sesión narcisista de motivarlos con videos suyos durante su gloriosa etapa como Pichichi en el Real Madrid.

Liderazgo. Osorio no puede. Ibarrondo fracasa. Y llaman a Gerardo Torrado. Un jugador de tuétano explosivo. Un hombre que desafío y venció el sistema y al Pacto de Caballeros. Y que incluso fue uno de los líderes (Perea, Chaco y Corona) en aquel Cruz Azul subcampeón, sí... subcampeón.

Liderazgo. Aquí sustento mí tesis: al Mundial, Osorio debe llevar a Rafa Márquez y a 22 más.

El aparentemente sempiterno capitán del Tri es el mejor socio en el vestuario. Vamos, tiene una ascendencia sobre el grupo muy superior a cualquier otro en la historia de la selección mexicana, incluso muy superior a la de Hugo Sánchez en el México de 1986, cuando el Pentapichichi era visto con recelo por casi todos.

Rafa Márquez ha empezado a colaborar con Osorio y tal vez sin que éste lo sepa. El defensa del Atlas está convencido que más allá de la pretensión táctica de Osorio, lo más relevante es la devoción absoluta en la cancha.

Ojo: Márquez ni remotamente pretende sabotear la jefatura del colombiano. Por el contrario, pretende respaldarlo para que se consume ese liderazgo que él no tiene, que Ibarrondo no pudo conseguir, y que dudo, en lo personal, que Torrado pueda imponer.

Saltarán los atarantados que vendrán a sacar los cadáveres de Márquez. Cierto se equivocó en el Mundial 2002, y su cabeza se desubica cuando encara a EEUU.

Habrá, los más torpes, que insistirán en seguir considerándolo totalmente culpable de ese conflicto con la Tesorería de Estados Unidos.

Lo cierto es que Rafa Márquez es el futbolista mexicano más ganador de títulos en Europa, y por encima de su lamentable pasaje por la MLS, regresó a ser Bicampeón con el León y a ser el punto de apoyo para la selección de Miguel Herrera.

Es encomiable la confesión de Osorio: debe preocuparse por el liderazgo, pero, para su fortuna, podría entender que apoyándose en Rafa Márquez, tendría más tiempo para elucubrar sobre las rotaciones y los aberrantes cambios de posición de sus jugadores.

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LOS ÁNGELES -- No basta un comunicado, por más repercusión que tenga en redes sociales. No basta la solidaridad inútil de los "me gusta" en Twitter o en FaceBook.

No basta dejar constancia por escrito. Es necesario dejar constancia con hechos. La palabra construye la idea, los actos generan los cambios.

Las palabras son tan poderosas o tan frágiles como las acciones que le siguen. La mejor arenga, el mejor sermón estimulan los cambios, pero sólo los procederes los consuman.

Sin duda, que la Asociación de Futbolistas y Rafa Márquez saltaran en defensa de Oswaldo Alanís es un reflejo puntual de una revolución gremial, al menos en actitud. El panfleto se convirtió en mensaje, pero de mensaje debe consumarse en una proclama.

Qué bueno que ambos, asociación y Márquez lanzaron la piedra viral y virtual, pero hoy deben mostrar la mano. Los responsables deben responder a alguien. Y hay que saltar de detrás del celular o la computadora para confrontar, cierto, pacíficamente, mesuradamente, coherentemente.

Alanís fue enviado a la filial de Chivas de Segunda División. No aceptó un contrato semestral porque exige un compromiso multianual con un aumento salarial. Pero, José Luis Higuera considera que nadie en el equipo puede pedir privilegios, tras "el nefasto torneo que tuvimos".

Alanís y su representante no aceptaron. Matías Almeyda coaliciona con Higuera y acepta que a su defensa central, quien tuvo un desatinado Apertura 2017, se le coacciona, se le amenace, bajo el riesgo de que quede fuera del Mundial de Rusia, para que acepte las condiciones.

Carlos Salcido, Jair Pereyra, Rodolfo Cota y otros más, fueron presionados y aceptaron firmar por seis meses. El remordimiento del desastroso torneo de Chivas, los hizo sentir culpables y cedieron. Alanís, no.

Hay un impasse entre ambas partes. El defensa hace pretemporada en Tlaquepaque y sus compañeros en Cancún.

Una lucha de egos. Carencia genuina de negociación por ambas partes. Las hormonas les matan las neuronas. Alanís necesita de Chivas y Chivas de Alanís. No razonan, reaccionan.

Como efecto, saltan la AMF y Márquez a la cabeza de un movimiento en redes sociales, que seguramente debe conseguir más adeptos, especialmente entre los europeos, quienes están más allá del bien y del mal, de las entrampadas y amañadas formas de asfixiar por parte de directivos.

¿Tiene Márquez ya la potestad de representar a la AMF? Estatutariamente sí.

Pero ¿tiene la autoridad reconocida ante la FMF para citar a charlar, negociar o interceder ante Chivas por Alanís? No. Puede pedir una audiencia con el Guadalajara o concretamente con quien Ricardo Peláez ha inmortalizado como "El Pelagatos de Vergara", pero éste no tiene ni obligación ni educación para atenderlo.

Es decir, no hay aún un mecanismo institucional, oficialmente reconocido para que Márquez abogue por Alanís ante Chivas.

Públicamente, ante los ojos de la afición, podrán hacerlo la Asociación y Rafa, pero no hay herramienta tangible para llevar a una mesa de negociaciones a ambas partes, y menos ante un cabildeo laboral.

La AMF, ojo, aún no ha conseguido emanciparse de la FMF. No ha conseguido cortar el cordón umbilical en la mesa de partos. Decio de María y sus fariseos aún pueden abortar el proyecto.

Y cuidado: el resto de los clubes, por más amor u odio que tengan a Jorge Vergara y a ese personaje torvo a quien llama Peláez "El Pelagatos de Vergara", son poco simpáticos y poco agradables a la mayoría de los 17 clubes restantes, estos, sus directivos, saben que solapar esta sublevación, aparentemente en gestación, sería contraproducente.

Si esta reacción hecha raíces, si es una generosa y fértil semilla, ellos, los otros 17, saben que están expuestos a una reacción similar.,

Hacen bien, la Asociación y Márquez en no confrontar como un frente beligerante, como un grupo de choque. Aunque, de hecho, ya la primera piedra fue lanzada con ese boletín cibernético.

Por eso, insisto, lo único que la AMF y Rafa Márquez, y quienes cerraron filas en torno a él, lo único que no pueden hacer es estancarse, quedarse quietos, recular.

No dar un segundo paso al frente sería perder credibilidad, de sus agremiados y posibles agremiados y de esa afición que anhela ver en los futbolistas esa poderosa sublevación de cambio, esa misma que como ciudadanos, no se atreven a consumar.

Que recule Chivas, pero no la AMF.

Si recula el Guadalajara será una victoria absoluta.

Si recula la AMF será su derrota absoluta.

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LOS ÁNGELES -- Están desarmados. Están indefensos. Ante las rotaciones. Y ante las improvisaciones de puestos. Y ante las convocatorias.

Desarmados, indefensos y confundidos. Así están los seleccionados mexicanos. Pero, cuidado, ciertamente, no están vencidos.

Sin líder, con la abdicación involuntaria de Rafa Márquez, la conducción del Tri, ante Panamá recaerá evidentemente en Andrés Guardado.

Único capacitado para retocar y trastocar de un grito y un consejo lo que ocurre en la cancha, incluso por encima del entrenador, Márquez termina enclaustrado en el peor de los silencios: el abandono.

Sin esa sapiencia evidente en el campo, sin la jerarquía de orden y personalidad, sin el recorrido exuberante de Márquez, el mando queda en Guardado, evidentemente un reflejo genuino de ese péndulo dramático entre la fortaleza y la fragilidad del futbolista mexicano.

Si bien, ese examen de cacicazgo lo reprobó dramáticamente en la Copa América Centenario, los extremos en los que se ha debatido su carrera, entre pasarelas exitosas y deambulando en la calamidad de la incertidumbre, Andrés Guardado tiene este viernes ante Panamá el desafío supremo de tomar el mando del grupo.

Hasta antes del Mundial de Brasil, el hoy jugador del Betis vivía entre el desprecio absoluto. En Alemania y España. El Valencia no sabía qué hacer con él, y el Leverkusen lo dejó en el departamento de saldos.

En ese momento, Guardado habitaba en el limbo. Absolutamente. El Mundial de Brasil parecía una utopía. Arrastraba el lastre de haber dejado, junto con los otros "europeos", a México en la plancha de autopsia en el Hexagonal Final de Concacaf.

Con sólo 49 juegos en el Valencia y sólo cuatro en el Leverkusen, ya con el boleto a Brasil en la mano, Miguel Herrera lo convoca para un par de amistosos. Naufraga, pero El Piojo no pierde la fe. Lo reacomoda en la cancha.

Y después, el renacimiento. En el PSV ganó todo lo que realmente su club puede ganar, y la forma majestuosamente afectiva en la que fue arrullado y en su momento despedido, habla de la trascendencia de este jugador mexicano, al menos en la aldea holandesa.

Insisto, hoy, más allá de sus desatinos en la Copa América Centenario, desde la expulsión a la hecatombe ante Chile, esa de la cual fue marginado Márquez por motivos muy personales de Juan Carlos Osorio, no fue capaz de reaccionar ante el brutal oleaje andino que mancillaba con sádica devoción al Tri.

Este viernes, ante Panamá, es la prueba de fuego para su autoridad. No se trata de que sea otro Rafa Márquez. Eso es imposible. Esa inteligencia que Márquez desarrolló en condiciones de mando en Barcelona, de la mano de sus entrenadores, no ha estado al alcance de Guardado.

Una verdad innegable, detrás de la cual se amparan los técnicos perdedores, pero de la que sacan lustro los técnicos ganadores, es esa de que los que ganan y pierden los partidos, son, al final los futbolistas.

Por eso, hoy, retomando el primer párrafo, desarmados, indefensos, confundidos y confusos, los jugadores del Tri por esas peculiaridades de Osorio en el maneo del equipo, los jugadores tienen su propia revancha, su propia obligación, su propia responsabilidad.

En la época de Osorio, esa en la que palurdos e imberbes, se cobijan bajo las cifras del dominio del tuerto en la Tierra de Ciegos de Concacaf, sólo pueden destacarse algunos juegos: ante Uruguay, EE.UU. en Columbus, y unos minutos ante Portugal. El resto, calamitosos.

Aunque suene a reiteración encanecida y encarecida, pero la victoria sobre EE.UU. en Columbus, el rompimiento de esa jettatura ominosa y humillante, se enaltece en la voluntad de los futbolistas más que en el quehacer de Osorio, así como, puntualizamos, el 7-0 ante Chile no puede suscribirse estricta y únicamente en el patatús mental que sufrió el colombiano, sino en la absoluta estulticia táctica y competitiva de los mismos jugadores. Cuando estaban ya muertos, encima deciden suicidarse.

En medio del desdén de la afición, a la que le envuelven el kilo de tortillas con un boleto para el juego, para suplicarle que acuda al Estadio Azteca, para que no abandone a su Tri, y en medio, de ese persistente clima patibulario que azuza a Osorio, ciertamente los jugadores tienen la respuesta más importante.

Con ausencias clave, con improvisaciones nuevamente, con inventos demenciales en el acomodo de jugadores, pero, al final, son esos 11 en la cancha, bajo la voz de Guardado los que deben elegir su destino inmediato.

Sabido es que Osorio no encuentra el discurso para soliviantar a sus jugadores. Prueba de ello es que el llevaron al profeta de la bellotas, al predicador de los robles, a Imanol Ibarrondo, para que consumara una metamorfosis en la voluntad de los jugadores. No pudo o no supo, pero al final, ya ni Osorio cree en él, ni él cree en Osorio, y se dedica a arrumacos con Guillermo Cantú para conservar la chamba.

Entonces, la orden y el orden de ataque contra Panamá este viernes, comienza y termina con los jugadores, y con el que asoma como el capataz sentimental de la cuadrilla: Andrés Guardado.

Porque, recalco: están desarmados, indefensos, confundidos, pero no aniquilados.

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LOS ÁNGELES -- Decadencia de un Imperio. Así se interpretan los lamentos de Xavi, de Piqué, y los comentarios, cebados de sorna, de Joan Laporta.

Verídico en cierta medida. Barcelona contemplaba los cadáveres de sus muertos, sin ver el riesgo de su propia muerte.

En esa casi decenio poderoso de fascinación y conquistas, se dedicó a explotar su presente y fortalecer su pasado. Mató a la hormiga para venerar la cigarra.

El argentino José Ingenieros lo estructura así: "Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van".

Barcelona sabe de dónde viene. Pero olvidó hacia dónde debería ir. Traicionó a su cuna. La Masía pasó de ser La Meca a la Comala de Juan Rulfo y sus fantasmas.

Y el resfriado se ha convertido en neumonía. Aunque sus huestes, de escritorio o de tribuna, elijan el escapismo de la negación.

1.- Neymar decidió irse. Fue a fundar su propio imperio. Hoy su cuenta bancaria amenaza con ser más gorda que la de Cristiano y Messi. Su Hada Madrina viste de seda en la boutique de Coco.

2.- Luis Suárez se ha lesionado. Cinco semanas dice el cuerpo médico, mientras enciende veladoras, recita conjuros, y ata a San Cucufato de las partes nobles.

3.- Lionel Messi sigue dejando su único bolígrafo en casa. Ya hubo acuerdo para renovar contrato hace meses, pero hasta este jueves, no ha firmado. Y la huella dactilar de su promesa se diluye ante el espeluznante horizonte de su soledad en el ataque. Su corazón sigue en el iglú.

4.- ¿Coutinho? ¿Dembelé? ¿Mbappé? ¿Di María? Y agregue los nombres que quiera. Son piezas de refacción, pero no la solución, porque Valverde aún tira trabalenguas en oídos ensordecidos de momentos gloriosos que ahora yacen en el museo. La momificación de las leyendas.

Parecería que la separación, primero, y después el deceso de Johan Cruyff, pusieron fin a la última voz exigente que reclamaba al Barcelona preocuparse por su futuro.

Tarareaba Atahualpa Yupanqui que "para que crezcan los nietos no es necesario matar a los abuelos".

Cierto. Pero, entre los torpes, imberbes, bobalicones y mezquinos herederos de un, cierto también, pecaminoso Laporta, decidieron privilegiar a los abuelos sin procrear ni criar a los nietos.

Ambos derroteros son síndromes extremos de decadencia y de extinción. Y semejante brújula torcida conduce a la caída del Imperio.

Con la aportación generosa de Neymar, al entregarle un fondo de 220 millones de euros, el Barcelona se encuentra ante la encrucijada de solucionar lo urgente y lo importante. Pero, primero, deberá distinguir cuál es cada cual.

Habida cuenta que Messi es un ermitaño, al que le han hurtado, por venta y por lesión, sus dos mejores compinches en el asalto indiscriminado del 80 por ciento del resto de las aldeas de su Liga, necesitará de inmediato jugadores de alto nivel que lo entiendan y que entiendan que él, y sólo él, es el epicentro de los milagros y de las hazañas. Báculo, hay uno sólo.

No todos los cortesanos se hicieran para todas las cortes, y no todos los plebeyos aceptarán vivir a expensas y al servicio de Leo. Suárez lo ha entendido y Neymar lo disimuló muy bien, mientras fue necesario.

Pero el trabajo urgente lo viene recomendando Montesquieu desde hace 300 años, y sin saber que en 2017, 3 mil 500 millones de fanáticos y/o villamelones lo usarían para diagnosticar una crisis ante la futilidad del juego de futbol: "La descomposición de todo gobierno comienza por la decadencia de los principio sobre los cuales fue fundado".

Y el principio de todos los principios del Barcelona había sido La Masía.

Hoy, como turistas desahuciados, los dirigentes catalanes saldrán a hacer compras de pánico. A pagar oro por soluciones de oropel. El mercado universal del futbol se llenó de baratijas.

No hay soluciones en embrión. La matriz está seca, infértil. La Masía fue esterilizada en los tiempos de bonanza y éxito, y en sus resacas de exitismo.

No hay ni Xavis, ni Iniestas, ni Puyols, ni Piqués, en gestación, ni exploradores, ni colonizadores genuinos para descubrir algún Messi en un arrabal, un potrero o un lote baldío, o un Rafa Márquez en otra Liga.

El Barcelona pensó que sería infinito, inmortal, eterno. Pensó que sería el edén de la gloria a perpetuidad.

Pero, hoy, la victoria, esa dama voluble, advenediza, se fue a venderle sus favores al Real Madrid. Y a las vitrinas del Camp Nou, le aparecen canas.

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LOS ÁNGELES -- El futbol mexicano se pavonea. Le toca una tajada, por cierto, desabrida, del pastel mundialista a hornearse para 2026. Mejor que morir corroído de los ácidos gástricos de antojo.

Habida cuenta que Marruecos es el rival de esa alianza en la que EEUU es el oligarca, y reparte mendrugos entre un indigente financiero como México y un indigente futbolístico como Canadá, queda claro, pues, que el Mundial 2026 se prepara para ser el primero con tres países sedes. Tres enanos futboleros procreando el gigantismo: 48 equipos.

Habida cuenta que la inauguración será en Canadá y la Final en EEUU, pero México ya sabe que su selección jugará cuatro partidos en el vecindario del Azteca, en Monterrey, en Guadalajara y otro coliseo más que llegue al precio de alquiler de la cortesana tricolor. Un dedo, el mayor, claro, pero bien embarradito de atole.

Como fiesta universal, como placer del escapismo de 90 minutos, y como exaltación de la bulla y el jolgorio que genera el futbol, para una nación que requiere de semejante teatro ilusionista, siempre debería ser bienvenidas ese rosario de partidos mundialistas en territorio mexicano, que además, inevitablemente, garantiza al Tri ser cabeza de serie. El Flautista llega desde Hamelín.

Con la esperanza poco esperanzadora de que las condiciones de salud económicas, sociales, de seguridad, de estabilidad, y de civismo mejoren en estos siete años de feria premundialista, no puede soslayarse la brutal realidad actual de México y, claro, de su futbol, controlado con trampas, mentiras, violaciones al reglamento de FIFA, y el coro irrefrenable del "Eeeeeeee...tcétera".

Con cierto tono segregacionista, este Mundial 2026 entregará a México sus propios capítulos y, después, si lo merece en la cancha, le arrebataría a su Tri, para que ayude a pulular y poblar los estadios estadounidenses. Y claro, eso implicaría que los mexicanos de México se queden en su vecindario. Cuando la fiesta genuina comience, cuando la guerra se vuelve más exquisita, ya sólo podrán seguirla por televisión.

Y claro, con los precios unificados para los tres países, la fiesta no será para todos, a menos, claro, que la renta, la despensa o los útiles escolares, en algunos casos, sean canjeados por boletos. Inicialmente, los cálculos implican que el costo de entradas en la primera ronda será entre 80 y 400 dólares.

Es como la ironía en esos rincones del mundo, donde los misioneros se emperran en enseñarles a usar los cubiertos a quienes no ven comida en su plato. Hambreado, pero con buenos modales.

Y los escenarios dramáticamente más importantes para México deberán haber mejorado notoriamente para esa cita. Hoy, el mexicano desafía retos cada día para atreverse salir de casa y bendecirse por regresar a ella. Y que nadie me diga que yo vivo en la serenidad en Los Ángeles, y poco sé de las tribulaciones de los paisanos.

Hoy se vive bajo el miedo. Y el crimen. Y la miseria. Escenario dantesco, en el que hasta la muerte acude por transfusiones de sangre.

Entre el desempleo, la incapacidad para combatir la delincuencia, y la carestía, que sólo para los que viven al amparo generoso y hedonista de Los Pinos, no existe, la realidad es que hasta los pobres compadecen a los que creen vivir en la clase media.

Pero, cuando hemos vivido, in situ, en coberturas puntuales, la realidad de mundiales como Sudáfrica y Brasil, la resaca mundialista puede ser extremadamente peligrosa para una sociedad que ya no está en condiciones de naufragar por sufragar el circo, por encima del pan.

No olvidemos un dramático ejemplo sintetizado en cifras finales: antes de organizar su Mundial, Alemania era el país con el más poderoso Producto Interno Bruto del mundo. Después del Mundial, a pesar del peregrinaje turístico que vivió, tardó dos años en recuperar esa posición de liderazgo.

Lo de Brasil ya no es necesario ni reseñarlo. Aún hay abiertas heridas de auditorías sangrando y monumentales construcciones silenciosas derruyéndose tras el Mundial y los JJOO.

Esta FIFA y estas tres federaciones de futbol de tres países, me recuerdan un fragmento de José Luis Alvite: "buscan amamantarse arrimados como reptiles al cadáver de una mujer con las pupilas de cuarzo y la leche de leña".

Sí, así.

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LOS ÁNGELES -- A falta de la atrofiada y tembleque lanza, con hidalguía, el moderno Don Quijote de Cruz Azul alzó en ristre el agobiado dedo mayor hacia la tribuna de Cruz Azul.

Paco Jémez ve más dragones que el alucinante caballero de Miguel de Cervantes, donde sólo hay inocuos, pelafustanes, pero inocuos, molinos de viento.

Jura Jémez, que su dedo enhiesto y flamígero, lo sacudió, como la falange encendida de un E.T. indignado, para combatir las soeces palabras contra sus Dulcineas adolescentes, ciertamente, sus dos hijas que merecen el mayor y el más absoluto de los respetos.

En improvisado citatorio ante los medios, por aquello de los miedos a castigos dentro y fuera del club, el entrenador español asegura que mostrar ese dedo políglota no fue contra el ulular amargo y ponzoñoso de una afición que exige más de --y a--, Cruz Azul.

Afirma Jémez que cabalgando sobre el Rocinante de su rabia, no intentó promulgar una procaz mentada de madre contra los seguidores celestes que terminaban decepcionados de un insufrible empate con Toluca, en un 0-0 que el entrenador considera, además, la mejor actuación de su equipo.

Puntualiza que no era condenar con toda su furia los abucheos y la insatisfacción de la afición, a la que asegura, respeta y casi ama por su lealtad ciega y compungida, a una institución que de su estirpe ganadora pasó a padecer una agonía de 20 años sin título... y contando.

Más allá de que en el orfeón decibelicamente demencial y enrarecido, y a la distancia a la que se encontraba, parece tener un oído muy selectivo para escuchar lo que menos le conviene, y lo más fascinante, identificar, entre la turba insatisfecha, al canalla, ciertamente, que ofendía sus dos más grandes -y tal vez únicas-victorias en su vida.

Su mensaje, sin duda, es impecable, en la conferencia de prensa: "No hay nada más detestable que un adulto sea capaz de insinuar cualquier tipo de degradación sexual hacia dos menores con la intención de insultar a su padre", afirma en un discurso perfecto, totalmente respetable y que es un modelo de defensa de la doncellez moral de sus hijas. Bravo, sin duda.

Lo que carcome en su comparecencia es que en menos de 24 horas sus composturas oscilen tan dramáticamente.

Ciertamente, sólo él sabe la verdad, pero sus comportamientos recurrentes, desde retar a golpes a un colega con ya de por sí dudoso equilibrio mental, como Ricardo LaVolpe, le colocan esa volatilidad de la incredulidad a sus aseveraciones.

Expuesto, ciertamente, a reprimendas disciplinarias dentro de Cruz Azul y por parte de la tan pueril, insalubre y lamentable Comisión Disciplinaria, que dirige Eugenio Rivas, y mangonea mezquinamente Decio de María, presidente de la FMF, Jémez eligió la única armadura que le es favorable e inmaculada: la protección de su familia.

Jémez tiene una ventaja: mostrar el dedo del corazón, y con todo el corazón y de todo corazón, es un hábito prohijado por los directivos mexicanos, a excepción tal vez en el caso del entrenador Rubén Omar Romano, a quien le costó el puesto en Santos, por responder así a la pelandusca del tendido.

Pero, además, recordemos, que hay casos de impunidad evidente, en el futbol mexicano, para quienes osan levantar esa antorcha de indignación desde su mano.

1.- El actual presidente de la FMF, Decio de María, se pavoneó, en cámara lenta, casi como escena de Gravity, mostrando ese famoso dedo interpelador, a la tribuna poblada de aficionados estadounidenses.

La Concacaf y la FMF, de la que entonces era un eficiente mandadero, se sulfuraron y prometieron un castigo, que nunca ocurrió. Impunidad 1.

2.- Justino Compeán, hoy el poder oculto en la Concacaf y ex presidente de la FMF, a la que sigue manipulando, dedicó a medios mexicanos y hondureños, ese potente y erecto dedazo, desde la camioneta de la propia federación catracha.

"Nada más quiero recordarte que yo este dedo siempre lo he tenido así, caído", explicó Compeán. Desahuciadas pues su falange, falangina y falangeta. Impunidad 2.

3.- Y recordemos al Maza Rodríguez, cuando por accidente era capitán de la selección mexicana, y aprovechó las cámaras de TV Azteca para universalizarle a la afición sus sentimientos, después de los abucheos sobre el representativo en el Estadio Azteca, y eso fue lo único erguido que hubo en la cancha en esa ocasión, porque del Tri, ni hablar.

El castigo, en serio, aún está pendiente, y seguramente lo recibirá el Maza en el asilo futbolístico del cual está cada vez más cerca. Impunidad 3.

Aunque parece poco creíble la explicación de Jémez, especialmente en un escenario delirante de frustración como al final de ese 0-0, lo cierto es que, desde su llegada, Cruz azul está más cerca de descenso que nunca.

Y aunque debería esperar respeto, o tolerancia al menos, de una nación celeste de abnegada paciencia durante 20 años, de continuar así el rendimiento del equipo, a Jémez se le van a acabar los dedos y las excusas para usarlos.

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LOS ÁNGELES -- Reflexionaba Gabriel García Márquez en 'El Coronel no tiene quién le escriba' que: "Ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía".

Rafa Márquez hoy lo sabe. Lo sufre. Lo lamenta. Sí, El Káiser hoy no tiene quién le escriba.

Y encima, se da cuenta que en sus aposentos de futbolista multicampeón en Europa y Concacaf su cama está vacía.

En ese mismo maravilloso texto, el Gabo hurgaba y purgaba en la voz del Coronel: "Nada en este mundo debe ser más tremendo que los escombros de un hombre".

Podría añadirse los escombros de un hombre solo. Y hoy, el Káiser, debe tener la piel trémula de abandono.

Tantos que tantas veces lo veneraron tanto como un caudillo, como su líder, como ejemplo, hoy le dan la espalda. A San Pedro al menos le tomó tres veces el acto de negación divina. Malditos gallos amordazados.

¿Dónde se refugian las hienas cuando el león está herido? En las mazmorras de sus propias conciencias.

Como aquellos que se sintieron calígulas tricolores en la versión arrabalera de Sodoma y Gomorra del Tri en Monterrey, especialmente a aquellos que Rafa logró rescatar de una sanción extrema y una humillación pública como a Carlos Vela y a Carlos Salcido. Los humores y los olores de Judas.

Bajo esas faldas de su propio miedo, deben otros observar este momento de crisis de Rafa Márquez, a quien la justicia estadounidense ya investigó y sentenció. Pero son silentes testigos en esas sombras del sigiloso caparazón de su cobardía.

En esa procesión de lealtad, de fidelidad, deberían agregarse hasta los quistes de pusilanimidad de la FMF, empezando por Decio de María, porque con la rehabilitación de Márquez después de su aventura fallida por la MLS, gracias a él, México recuperó ese Leónidas en la cancha para meter a México al Mundial de Brasil.

Sí: El Káiser, ese que hoy no tiene quién le escriba, ese mismo, rescató financieramente a una selección y a una federación, que podrían haberse podrido en sus propios desechos si no conseguían acudir a esas dos copas del mundo en las que fue determinante: Sudáfrica y Brasil.

Aún entre la espesa tormenta de sus pecados en la cancha, Rafa Márquez controlaba el vestidor para bien de intereses estrictamente mezquinos. Los fariseos, el bajito canoso apellidado Compeán, y el desaliñado que se hurga la borra del ombligo, Decio, esos, esos mismos.

¿Alguien puede olvidar cómo, milagrosamente, por sus jugadores, esta selección mexicana ha pasado de 125 a 250, y ahora a 650 millones de dólares de cosecha en ciclos mundialistas en la Federación Mexicana de Futbol?

¿Dónde está agazapada la asociación de futbolistas que fue redimida hace seis meses por Rafa Márquez? Acaso disfruta cómodamente de nuevo de las canonjías, el aire acondicionado, y las sobras de los bufetes y comilonas de la FMF. Los liberados se ciñen de nuevo el yugo de esclavos. Los patos presencian el harakiri de las escopetas.

¿Y dónde los que de repente se untaron de ese perfume de machitos, de gónadas ajenas, para empezar a alinearse al proyecto de la nueva agrupación de jugadores? Ese silencio, a ellos, a todos, no los hace inocentes, los hace culpables del crimen supremo de deslealtad.

Dicen los libros coreanos que "por más alta que esté una montaña, siempre estará por debajo del Cielo". Queda claro que esa pretendida nueva asociación de jugadores ha quedado acéfala y no por los cargos del Departamento del Tesoro de EEUU contra Márquez por vinculación con el narcotráfico, sino porque, seguramente, el Káiser, se ha dado cuenta que hoy, cuando más lo necesita, que no tiene quién le escriba.

Por si lo leyó o por si no lo ha leído, le adjunto el último acto de 'El Coronel no tiene quién le escriba'. La última palabra, bien puede emitirla hoy Rafa Márquez, este Káiser, que insisto, hoy se ha dado cuenta, no tiene quién le escriba...

"La mujer se desesperó. 'Y mientras tanto qué comemos', preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía. Dime, qué comemos.

"El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: 'Mierda'".

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LOS ÁNGELES -- En México, todo el mundo es culpable... aunque demuestre lo contrario. En Estados Unidos, todo el mundo es inocente hasta que...

Hoy Rafa Márquez, para el Departamento del Tesoro de EE.UU., es culpable de vínculos diversos con narcotraficantes. Tan impactante el anuncio que hasta la Oficina de la Presidencia de México quitó de las redes sociales la cariñosa fotografía de Peña Nieto con Julión Álvarez.

Ojo: ésta debe ser apenas la punta de la madeja. Seguramente la justicia mexicana reaccionará bajo la presión estadounidense de dar seguimiento a sus averiguaciones.

Y ciertamente debe ser culpable. Por obra u omisión. La ignorancia no exonera a nadie, y en el caso de un hombre con el recorrido del Káiser, menos aún.

Cabe la posibilidad de que fue engañado. Cabe la posibilidad de que fue entrampado por sus socios y representantes. Cabe la posibilidad de que entregó la administración absoluta de sus bienes a gente con prioridades mezquinas.

Rafa Márquez puede incluso argumentar amenazas y ampararse jurídicamente en que "actus me invito pactus, non es meus actus (lo que hice contra mi voluntad, no es obra mía)", pero difícilmente procederá ante los años de relación comprobados por las autoridades de Estados Unidos.

La fortuna multimillonaria de Márquez tiene un origen identificable: el futbol. Su paso estelar por Mónaco y Barcelona le bastó para blindar la seguridad económica de sus descendientes directos por generaciones. En la MLS recibió un salario sin precedentes, mientras que con León y Atlas sus ingresos eran de diez dígitos.

Seguramente Rafa Márquez, en la comodidad de una vida compartida entre sus equipos y la capitanía de la selección, además de actos sociales de una Fundación, hoy bajo querella, poco tiempo e interés tenía en convivir con los facinerosos del Cártel de Los Flores, lo que no significa que como socio e inversor no debiera preocuparse por saber un poco más por la filiación moral de sus asociados.

Seamos claros: en México, hoy, la Secretaría de Gobernación y la Secretaría de la Defensa Nacional saben perfectamente dónde viven y qué hacen y dónde lo hacen y con quién lo hacen, desde cada cabeza de cartel de narcotraficantes, hasta el más infame e infeliz de sus camellos. Que no quieran encarcelarlos es otra historia.

Más allá del daño moral evidente contra el jugador y sus empresas, de cualquier tipo, se despertarán suspicacias y se avivarán otras, como el hecho de que los socios del Atlas nunca lo consideraron a Márquez como un legítimo aspirante a comprador del equipo, sin definir las causas, lo cual es hilar con un cinismo impresentable.

Deportivamente este escándalo trae consecuencias severas. Comienzan en una selección nacional que aún lo considera su caudillo, y siguen en un Atlas que deberá proceder contra el jugador, aunque seguramente la pusilanimidad de Decio de María en la FMF dejará que las cosas pasen.

Con una carrera respetable, notable, y un prestigio como futbolista innegable, con los trofeos más importantes de UEFA y Concacaf en sus aparadores, seguramente Rafa Márquez encontrará solidaridad en el aficionado mexicano y seguramente precipitará su partido de despedida del Tri, porque, insisto, esta es apenas la punta de la madeja.

Obviamente, más allá de las rebeldes y constantes afecciones en la espalda, para el capitán de la Selección de México será difícil concentrarse en el futbol, cuando gran parte de sus bienes y hasta su propia libertad, pudieran estar en riesgo.

Sería sin duda un triste final para una carrera brillantísima como jugador, y seguramente por la mezquina avaricia de quienes le rodean y se creyeron, por estar bajo la égida de Rafa Márquez, impunes a cualquier repercusión por asociación delictiva.

Y las tribulaciones continúan para Juan Carlos Osorio. Márquez seguramente será baja ante Panamá y en Costa Rica. Mientras Marco Fabián está descartado, con Andrés Guardado y Miguel Layún en duda, en tanto que Giovani dos Santos y Carlos Vela podrían declinar su convocatoria.

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LOS ÁNGELES -- Cuando Miguel Herrera determina que Rafa Márquez juegue contra Perú, parecía decisión demencial. Un suicidio casi.

1. Márquez había jugado un partido intenso contra la Juve. Tan comprometido y concentrado estuvo, que fue quien dio el pase para el empate en los estertores del juego. Es decir, jugó el último minuto, como si fuera el primero.

2. Su organismo exigido, exprimido, de 36 años, cientos de batallas a primer nivel, sacudido por lesiones y con una confesión suya: "pagando por una nutrición deficiente en la infancia y adolescencia".

3. Se largó el lunes un viaje de 18 horas entre Italia y Perú. Reposó del juego el domingo. Y del viaje el martes. Y tanto Márquez como Herrera lo sabían: en el fondo de la defensa mexicana se libraría la mayor de las batallas contra las bayonetas peruanas.

Parecía una demencial decisión, más que una decisión demencial. Un suicidio porque Márquez será el gran ausente en la Copa Oro y perderlo por sobrecarga, fatiga o un golpe en la Copa América haría más patética su situación que en los primeros 70 minutos del Tri ante Perú.

Vuelvo al argumento que a muchos molesta: ver a un jugador en vivo, el entender su trascendencia en el equipo y en el juego, porque la TV acosa al balón y presenta retazos de lo que pasa en el terreno. Ahí en la cancha se le condecora o se les degrada, como pasó al final con Marco Fabián, Efraín Velarde y Paleta Esqueda.

La tribuna de prensa del Estadio Nacional de Lima tiene privilegios. Está sumergida entre el público, con excelente cercanía visual de la cancha. Se escuchan incluso los gritos, cuando la afición aplaca su euforia.

Por esa ventaja se pueden citar varios momentos de Rafa Márquez que dejaron en evidencia el peso en el Tri, que, ojo, ningún otro futbolista podrá tomar.

Una de las jugadas con mayor claridad ofensiva por parte de México en la primera mitad, y seguramente muchos la recuerdan, fue un pase preciso a la velocidad hacia el área de Javier Aquino.

Pero, en el proceso y elogios de ese servicio se perdió de vista el desarrollo previo. Márquez sale del fondo. Sin espacio para avanzar y sin espacio para entregar la pelota. La pide por derecha del Jerry Flores. La entrega a Valenzuela hacia el centro, la recibe y busca con Domínguez hasta la banda izquierda un nuevo relevo y una nueva pared. Regresa y hace el mismo pacto con Medina. Y adormece a Perú, con ese paseo intrascendente del balón en la cintura de la cancha.

De repente, ya de nuevo en sector derecho, busca con la mirada a Jiménez, pero el trazo, raspando el balón, es a la derecha, perfecto al espacio y a la velocidad de Aquino, quien no la hace crecer.

Hizo otra jugada similar. Paseó el balón, arrulló a Perú agrupado ya, se paseó por media cancha y soltó el latigazo, sólo que Paleta Esqueda adivinó la fineza de la jugada hasta que viajaban de regreso al hotel posiblemente.

Eso en trabajo ofensivo. En la trinchera, lamentable y desgastantemente, debía arrastrar siempre a Flores, a Velarde o a Domínguez, cuando súbitamente él salía y dejaba a Farfán o Guerrero en fuera de lugar. Es su labor como líder, pero el resto, en tanto, no sabe leer el entorno y por eso fueron tomados en desbalance en varias jugadas.

Y en ese mismo trabajo defensivo, Márquez cortó tres pases filtrados cuando Cueva, Farfán y Guerrero ya habían rebasado por el centro la marca, leyendo perfectamente cómo se atolondraban en la salida los zagueros mexicanos.

Muchos hablan de lentitud de Rafa Márquez. Cualquier zaguero se verá lento si además de tratar de cubrir su feudo, debe cuidar a su vecino, porque recula en vez de anticipar o porque anticipa en vez de esperar o porque persigue al receptor en lugar de proteger la zona con el pasador del balón.

Y después de esos 45 minutos, quedaba claro porqué Herrera y su capitán habían pactado que saliera a la cancha. Algo que hasta Alfredo Talavera resintió, porque debía pegar gritos precipitados a sus defensas.

Sus 163 juegos con el Barcelona evidentemente le dieron la sabiduría que refleja con el Tri, y que además fue más contrastante en su juego 125 con la selección mexicana.

El problema es que no hay un heredero claro. Hoy a sus 27 años, Héctor Moreno no muestra la serenidad defensiva de Márquez, y mucho menos el aporte ofensivo. ¿Maza Rodríguez?

Miguel Herrera, del Pachuca, parecía tener esas condiciones, pero su madurez se ha vuelto lenta, porque, evidentemente, no tuvo las grandes aulas europeas que a esa edad (26 años) ya tenía Rafa Márquez.

¿Diego Reyes? Técnicamente podría serlo. Pero físicamente y futbolísticamente no alcanza ese nivel, pero por un solo motivo: hace del futbol un hobby y no una pasión, ni un proyecto de vida. La gran verdad es que en el Porto lo compraron por sus condiciones notables, pero ahora quieren venderlo por su desidia, por su apatía ante la gran oportunidad de descollar en Europa.

Quienes siguen este espacio saben la oposición abierta a naturalizados en el Tri, pero, irónicamente, en este momento el mejor compañero de Moreno en México, visto desde fuera, sería un joven naturalizado: Leyton Jiménez, zaguero colombiano del Veracruz, despreciado extrañamente por Pékerman.

Mientras tanto, el Tri necesita encender veladoras por la salud de Márquez o de otra manera deberá encender cirios por la salud defensiva del Tri.

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