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Ymay: 'El presente de México nos dice que no puede ante Polonia y Argentina'
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LOS ÁNGELES — México compró un circo para Qatar 2022. Pero, le crecieron los enanos y la mujer barbuda sufre de alopecia. Así el infortunio de su fortuna en el Sorteo de la Copa del Mundo este viernes.

Y en el circo mediático de las blancas niñas regordetas, que guardan en su vientre el fatalismo, México encontró el desamparo. Las pelotitas blancas, con intenciones negras. Tardó más el Tri en sufrir pagando abonitos de sufrimiento para llegar a Qatar, que el Mundial en mostrarle la puerta de salida. ¡Ah, Dios!, y adiós.

No sólo se trata de sus tres adversarios (Argentina, Polonia y Arabia Saudita), sino también de su momento futbolístico, que en año y medio ha empeorado. Su presunto trinche europeo, quedó claro, es menos peligroso que una cucharita para el té. Y la lista de vetados de Gerardo Martino cada vez engorda más. El rencor es un lastre que asesina primero al que lo carga.

¿Que Gerardo Martino tiene por delante hasta ocho meses de embarazosa y embarazada gestación, y al menos ocho partidos de preparación antes de la primera encerrona en el Grupo C ante la Polonia de Robert Lewandowski? Es muy cierto. Pero, si en año y medio el Tri-tanic se dedicó a zozobrar, quién garantiza que, de aquí al 22 de noviembre, lo lleve al puerto invisible del Quinto Partido.

¿Son tan temibles sus adversarios de grupo? Le aguarda La Bestia, uno de los favoritos, Argentina con la última gran oportunidad para Lionel Messi. Le acecha un depredador como Robert Lewandowski con Polonia (22 de noviembre). Y, al final, desde el Bombo 4, un equipo en resurrección absoluta como Arabia Saudita.

Para Gerardo Martino habrá una sensación especial al enfrentar a Argentina (26 de noviembre) en la Copa del Mundo. El rompimiento dirigiendo a la albiceleste se dio con divorcios en varias plataformas: en el vestidor con Lionel Messi, en diferencia de ideas con los directivos, y directamente con los aficionados. Una nueva revancha colectiva, para el Tri y su entrenador.

La siguiente aduana, de sobrevivir a la fase de grupos, es menos generosa. Podría medirse al campeón del mundo vigente, Francia. O la otra posibilidad sería Dinamarca, éste, un equipo con una fortaleza emocional y física, con un Cid Campeador resucitado y disponible, como Christian Erikssen. La historia del entrenador, Kasper Hjulmand es otra referencia, y la forma en que amenazaron a Inglaterra en las semifinales de la Euro, hasta que un penalti al minuto 103, lleno de dudas, bendijo misteriosamente, con la indiferencia del VAR, a los súbditos de la Reina.

Que quede claro. No es este el Grupo de la Muerte, pero México exuda ese tufo de ser el muerto de su grupo. Reitero, no sólo por sus adversarios, sino por el nivel paupérrimo que arrastró en el Octagonal de Concacaf. ¿Igualó en puntos a Canadá y superó a Estados Unidos? Sin duda. Pero, lo que no muestra la generosidad facinerosa de la Tabla, es que en sus enfrentamientos directos el Tri fue menos que sus dos vecinos norteamericanos.

Además, Gerardo Martino ha entrado en una cuarentena. Una cirugía láser el jueves, la tercera en siete meses, le sanó el desprendimiento de la retina derecha. Los médicos le recomiendan que no viaje a Orlando, Florida, donde el 27 de marzo, debe enfrentar a Guatemala en amistoso, y mucho menos a Europa, con una más prolongada permanencia expuesto a la presurización del avión. Además, le han recomendado que abandone la Ciudad de México en su rehabilitación, debido a su altitud de 2,250 metros.

De momento, Yon de Luisa, debe empezar a dar muestras de su habilidad como negociador. Contempla al menos ocho partidos antes del Mundial. Ha exigido a SUM adversarios poderosos. Argentina está apalabrada para septiembre, pero, por reglamento, debería suspenderse este partido al ser adversarios directos en Qatar 2022, pero, siempre hay recovecos y fugas en las normatividades de FIFA.

Además, contemplan un campamento en Europa con los seleccionados en ese continente, y cierra la lista un pedido de al menos dos partidos en escenarios qataríes, que ya la avanzada mexicana al sorteo, debieron de cerrar. ¿Se puede confiar en Gerardo Torrado?

Por lo pronto, horas de juego y apoyo logístico tendrá Gerardo Martino, quien ha sido respaldado por Yon de Luisa, sí, y solo sí, quede claro, su salud lo permite. Y ese margen tan amplio sobre la salud del Tata, ojo, no depende sólo del médico ni del directivo, ni del entrenador, sino también de esos innegables y oscuros intereses que hay entre la FMF y sus patrocinadores.

Por lo pronto, la realidad es esa: México compró un circo para Qatar 2022, pero, le crecieron los enanos y la mujer barbuda sufre de alopecia.

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LOS ÁNGELES —  El Salvador arrojó la toalla, antes siquiera del primer campanazo, antes incluso de subir al ring. Y México se cebó sobre la víctima propiciatoria. No tuvo clemencia del adversario arrodillado competitivamente, ante un Estadio Azteca semivacío por abandono, por desprecio.

México clasifica a Qatar 2022 como segundo en el Octagonal. Pero, en sensaciones, en promesas, en ofrendas de futbol, muy lejos del líder Canadá, e incluso del tercero, Estados Unidos, que en cuatro ocasiones fue siempre superior al Tri en futbol. Los conformistas se ampararán en la parlanchinería de la aritmética, pero los realistas sopesarán la miseria futbolística.

El Tri, al final, ganó, gustó, pero, no goleó: 2-0 a los descafeinados y destetados cuscatlecos, dando un dedazo de atole espurio y reconciliador a esa eterna y abnegada Penélope Tricolor: su afición, lista ya para que luego de cuatro años de tejer fantasías, en sólo cuatro partidos desteja a jirones de frustración sus utopías ante el umbral del Quinto Partido.

Ampararse comodinamente en el marcador llevaría a disparates en lugar de elogios. Enfrente, México tuvo a un equipo que había claudicado al pasar migración en el aeropuerto. Lejos, muy lejos de aquella versión de El Salvador que en el segundo tiempo en la Copa Oro, puso al Tri a encender veladoras y a acelerar los cronómetros.

En semejante y anticipada rendición, quien mejor aprovechó la prebenda y las bondades fue Uriel Antuna. En el primer tiempo encara, desborda, genera y marca, además, el 1-0, en un rechace de un estoico y casi heroico arquero Mario González, quien realizó al menos cuatro atajadas circenses. El mismo Brujo, ante las complacencias de la visita, provocó el penalti que firmó Raúl Jiménez.

El Tri se acercó de manera insistente, aprovechando las avenidas organizadas por los mismos salvadoreños. Pero falló y falló. Erraron Raúl Jiménez, Charly Rodriguez, Alexis Vega, Uriel Antuna, Henry Martin, Edson Álvarez, y lo peor, que los pocos rezongos de El Salvador se dieron por equivocaciones en la salida… como ayer, como hoy y como siempre. Los cuscatlecos no hicieron un solo disparo a portería en todo el juego.

¿Fue ésta la mejor versión de México en el Octagonal Final de la Concacaf? Ciertamente, pero no se pueden soslayar las condiciones del partido. El Salvador aceptaba su sacrificio, pero sólo suplicaba para que fuera lo menos indecoroso y menos ultrajante posible.

Se puede entender la decisión del técnico Hugo Pérez. Inicia una nueva gestión pensando en 2026 y lo que menos convenía era encerrarse en la jaula de un tigre desdentado, pero desesperado por arrancar, por primera vez en esta eliminatoria, aplausos en la tribuna. Pérez evitó, pues, un trauma brutal a una generación en gestación, más allá de los veteranos que tocan a las puertas del asilo.

Aquellos bobalicones que pretendan dibujar, gestionar, inventar, recrear un modelo de juego de México ante El Salvador, sólo hará el ridículo, queriendo engatusar a su auditorio. De nuevo, el Tri jugó a lo que puede, porque saber, queda claro, sabe muy poco.

Quede claro, esta vez el Tri no enfrentó una marca asfixiante. Ni sufrió de la rudeza, ni de los choques atléticos, en los cuales fue superado por Estados Unidos y Canadá. No le mordieron los tobillos como sus otros rivales. El Salvador ni siquiera puso un candado al cancel de su trinchera. Se defendió bajo la frugalidad y pobreza del amontonamiento de jugadores.

Rudimentario, burdo, temeroso, El Salvador terminó implorando clemencia de la manera más digna, persiguiendo a los adversarios, barriendo balones divididos, y de vez en cuando, por inercia, más que por deseo y convicción, se encontró con la inesperada oportunidad y obligación de irse al ataque, sin intención de atacar. Ya se dijo: Guillermo Ochoa ni siquiera ensució los guanteletes.

Con esta victoria, con semejante dedazo de atole, tosco, rústico, amargo, la Penélope Tricolor ya se siente en la fiesta mundialista. Como la mitológica reina griega, esta Penélope tan autóctonamente mexicana, se dedica a tejer durante cuatro años, con la frágil madeja de los sueños mundialistas, a sabiendas, claro, que cuando llegue el certamen, las palpitaciones de cuatro años tendrán su catarsis suprema en sólo cuatro partidos, a lo sumo, como consolación.

Pero, esta misma Penélope, esta misma afición mexicana, adicta a la felicidad frágil del autoengaño, sabe que este Octagonal, lejos de avivarle esperanzas, le apagó sus expectativas. El nivel de México hasta el momento inspira más funerales que carnavales.

Ha sido una clasificación calamitosa, raspada, agobiante, llena de lamentos. Y, además, reiterativa, en la incapacidad de Gerardo Martino para encontrar una ruta de escape hacia la mejoría. El Tata no levanta puentes, construye socavones.

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LOS ÁNGELES — Este miércoles, México cierra la puerta del Octagonal y abre la puerta de la incertidumbre hacia Catar 2022. Sale del Purgatorio Conkakafkiano y entra al Infierno del desasosiego. De la mano del Dante.

Saliendo a la cancha del Estadio Azteca como favorito ante El Salvador, México se instala en un viejo escenario, cíclico, repetido, repetitivo. Ahí, entre la Utopía por el Quinto Partido y la distopía por una nueva decepción. El desamparo aguarda en el Sorteo Mundialista de Catar el próximo viernes.

Con Gerardo Martino haciendo casting para su propio funeral, y en un escenario en el que México puede terminar segundo, tercero o ir de excursión ante Nueva Zelanda en juego único en Cataren junio, el Tri arrastra la vacilación sobre su futuro: juega tan poco, tan feo y tan mal. Las musas de la esperanza han sido engullidas por cuervos de su propia crianza.

A los hacendosos alcahuetes de la selección mexicana, eficientes en su prostitución, ciertamente no les desencantaría ir al Repechaje. Una limosnita más de sus patrocinadores siempre es bienvenida en el cepo voraz de las televisoras.

Pero, este miércoles, aún cuando su fortaleza histórica, el Azteca, pasó de leyenda soberana a mito de barriada, y cuando el extraño enemigo profana con su planta su suelo con tanta frecuencia, es de suponerse que Gerardo Martino, metafóricamente, eche un ojo al gato europeo y otro ojo al garabato de la Liga Mx.

Insisto, hoy a Gerardo Martino le sobran camisetas y le faltan hombres para llenarlas.

Más allá del adictivo y mezquino oficio de la FMF para culipandearse, para recular, y aseverar que el Tata ya cumple con creces si arrastra a México a Catar 2022, la afición no olvida la promesa inicial hecha el 7 de enero de 2019 con Yon de Luisa.

“Su experiencia (de Martino) en clubes y como seleccionador nacional nos da garantía del funcionamiento en equipo que buscamos para la selección de México para el reto Catar 2022. México ha sido consistente dentro de las mejores 16 selecciones en los mundiales y esperamos superar eso en este proceso”, dijo el presidente de la FMF, que en este momento ya se encuentra en Catar para el sorteo mundialista. Claro, de ser Repechaje el destino del Tri, su viaje habrá sido inútil.

De hecho, en su presentación, Martino no prometió llegar al Quinto Partido. Sólo garantizó pisar el eterno cementerio mundialista del Tri: el cuarto juego, tras pasar la fase de grupos, es decir los Octavos de Final.

“Sé cuál es la inquietud del pueblo respecto a dónde debería llegar, pero no quiero dejar de mencionar, porque me ha pasado en otros lugares, de no valorar el jugar finales, y acá no podemos dejar de valorar el jugar sistemáticamente los Octavos de Final, más allá de que lo que todos queremos es jugar el famoso Quinto Partido”, dijo entonces El Tata en una cátedra de conformismo.

Aquello de trascender. De sorprender. De hazañas. Épicas. Historia. Milagros. Cumplir quimeras. No, de eso, nada. Gerardo Martino no prometió lo improbable, mucho menos lo imposible. Prometió tan poco, aunque hoy, su equipo, el Tri, ofrece menos que eso.

1.- Cierto. Sus alfiles europeos, terminaron siendo peones de la decepción. Sus “rockstars” europeos amenizan cada juego como banda de pueblo. Héctor Herrera, Tecatito Corona, Raúl Jiménez, Chucky Lozano y Edson Álvarez flotan, pero no gravitan.

2.- Gerardo Martino no reacciona, no aprende, no mejora, no madura. Lo basureó Estados Unidos tres veces en 2021 en partidos oficiales. Y no entendió nada, no asimiló nada. Enfrenta una vez más, una cuarta vez a EEUU, ahora en el Estadio Azteca, y vuelve a equivocarse, vuelve

a jugarle de la misma manera, con los mismos hombres. No perdió sólo porque Guillermo Ochoa se sublimó… de nuevo.

3.- El Tata, como abuelo bonachón que refleja su apodo, sigue siendo consentidor con sus convocados. Se ha quejado y se ha justificado reiteradamente con el tema de “la intensidad”. No miente. Esta selección mexicana difiere de otras, por su actitud apocada, pusilánime, timorata. Son eunucos jugando a un deporte en el que las gónadas no pueden quedarse en el casillero, sino que hay que llevarlas a la cancha. ¿Falta intensidad? Martino es el principal responsable.

4.- Y entre las listas de vetados, ninguneados y marginados, el mismo Martino reduce sus opciones. Tiene poco de donde elegir. Apenas se atrevió a dar oportunidades a Johan Vásquez y Gerardo Arteaga, y ambos cumplieron. No fue su decisión, fue una orden tajante que recibió.

En noviembre les hablábamos del #PlanB. Hoy, como hace cuatro meses, sigue siendo el único salvavidas que tiene a la mano Yon de Luisa. Se le había advertido que se mantuviera ecuánime, prudente, pero a Miguel Herrera lo rebasa su alter ego, El Piojo. El personaje arrabalero se traga al tipo vestido de Ermenegildo Zenga, y de exitoso trabajo como entrenador. Burlarse, hacer apología de la enfermedad de Martino (desprendimiento de la retina derecha) en declaraciones a ESPN, y pedirle públicamente su renuncia, poco ayudó a su causa.

Ya se sabe que los grupos opositores quieren tener el control de la selección a través de sus entrenadores. Por eso, Grupo Pachuca unta manos y conciencias, sugiriendo a través de sus vocingleros que se tome en cuenta a Guillermo Almada, y desde TV Azteca apuestan por Nicolás Larcamón.

Pero, mientras ellos juegan a la guerrilla, Emilio Azcárraga Jean dispone de armas nucleares. ¿Quién estuvo detrás del #TuzoGate, y no sólo tiene lista la segunda parte, sino también el #PanzaVerdeGate? ¿Quién filtró detalles de algunas situaciones financieras y fiscales de Salinas Pliego? Recuérdese que en el Salón Oval de Emilio, y antes con su padre y su abuelo, se han impuesto presidentes.

Mientras tanto, Gerardo Martino ahora sí se acerca a su Último Tango en el Estadio Azteca. Podría ganar, gustar y golear, pero su destino está en otras manos, en otras cabezas, y en otros intereses. Recuérdese que él no aceptó promocionar mundiales con un perico en el hombro, y para dirigir al Tri, a veces, también se necesitan bufones, excelentes técnicos, sin duda, pero también bufones.

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LOS ÁNGELES — Dos futbolistas. Dos estampas. Dos catarsis. Dos contrastes. Dos vivencias. Dos actitudes. Dos extremos. Dos momentos. Antípodas. Antagónicos. Alphonso Davies y Javier Hernández.

Uno de ellos, explota en un video. Se derrumba. Grita. Se contorsiona en el piso. Gimotea. Llora. Se mesa los cabellos. Se levanta. Se consterna. Se confunde. Histeria. No sabe cómo hacer que haga erupción la dicha que borbotea, que bulle, dentro de sí; que amenaza con estallarle a través de los sentidos y los sentimientos. Canadá va al Mundial, pero sin él. No importa. Alphonso Davies tiene miocarditis, y el corazón bombea irregularmente sangre. Pero, ¿pasión y amor?, esos clímax por el futbol, ningún electrocardiograma puede medirlos en el cuerpo de la estrella del Bayern Múnich al ver a su selección en la lista de Qatar 2022.

Otro, embarra de sangre a borbotones su horizonte. Plasma rojo en el plasma de última generación. Busca, se agazapa, dispara, acribilla, aniquila. Y ríe, vocifera, maldice, profana, celebra. Mientras México vive una calamidad ante EEUU, al mismo tiempo Chicharito juega y se promociona a través de Twitch. Y él decide ignorar a la selección nacional. Allá, sus colegas y compatriotas, mueren de nada en un 0-0, mientras simultáneamente él lucha a muerte en un juego de video. Seguidores de sus viciadas obsesiones bélicas, denuncian: “A quienes le preguntaban por el juego de México, o porqué no lo estaba viendo, nos bloqueaba. Y amenazó que al que siguiera preguntándole, lo bloquearía”.

Sí, Alphonso Davies y Javier Hernández, universos distintos, universos opuestos, universos paralelos. Multiversos.

¿Serán sus orígenes tan antagónicos? ¿Vientre de anemia y vientre de plenitud? ¿Cuna del hambre y cuna de oro? Uno es hijo de la guerra; el otro, modosito hijastro de los mimos.

Huyendo de la Segunda Guerra Civil en Liberia, los padres se asientan en un campo de refugiados en Ghana, junto a casi medio millón de compatriotas. Ahí nace Alphonso Davies. En 2005, a los cinco años, la familia emigra a Canadá. Ahí comienza la historia. Es considerado uno de los mejores defensas del mundo. El 14 de enero de 2022, le detectan miocarditis. Es enviado a reposo y a observación. Cero futbol. Él dice que está listo para volver. Los médicos alemanes son cautelosos.

¿Llegará al Mundial de Qatar 2022? Nadie tiene una respuesta definitiva. Sólo buenos deseos. Davies asegura que sí. El entrenador de Canadá, John Herdman desea que sí. El técnico del Bayern Múnich, Julian Nagelsman, espera que sí. Los médicos aún aguardan, mientras el liberiano-canadiense, empieza a forzar la marcha. Su corazón es un kamikaze.

El video de Davies subyuga, seduce, conmueve. El Mundial es suyo pero no es para él. Quiere estar ahí. Nació, creció y desarrolló para estar ahí. Todo, su cuerpo, su mente, su fervor, su pasión, dicen que sí, pero el músculo que lo gobierna, aún dice que no.

En tanto, Javier Hernández firma públicamente el divorcio de un matrimonio que estaba ya roto, dañado, demolido, ruinoso, oxidado. Mientras México padecía ante EEUU, él pulverizaba trúhanes y malosos. ¿Cómo interpretar que un confeso, ruidoso, incisivo, anhelante y deseoso de regresar a la selección mexicana, que asegura que en el plantel de hoy, tiene muchos y grandes amigos, desdeñe a “su Tri”, y elija, mejor, segar vidas algorítmicas ante una consola de juegos? ¿Inmadurez? ¿Rencor? ¿Berrinche? ¿Dignidad? ¿Hipocresía? ¿Todo lo anterior?

Sin duda, el jugador, en sus ocios, puede elegir dedicarse a lo que se le pegue en gana. Tiene la libertad absoluta del ser humano. Especialmente si sabe que es objeto y sujeto –que no víctima--, de la mala sangre de Gerardo Martino y Yon de Luisa, pero también de sus pecados.

Pero, entonces, en el caso de Chicharito, aquello de: “Si no quisiera estar en la selección ya me hubiera retirado. Como jugador de futbol estoy haciendo lo que me enseñó mi abuelo, mi padre, todos: si quieres ser jugador de selección tienes que sobresalir en tu equipo y de toda la gente de tu país para poder ser llamado y considerado, así me enseñaron mi abuelo, que en paz descanse, mi padre, y eso lo que estoy haciendo, y es lo que está en mi mente”.

Contrastes pues. Mundos antagónicos. Pasiones extremas. Uno, Davies, ofrenda y suplica, con el corazón aún cicatrizando, para que Canadá le reserve una plaza mundialista. Otro, Chicharito, ha mandado al Tri a la “friendzone”, donde van los pañuelos y los pañales desechados por pasiones pasajeras o por desprecios eternos. Uno es hijo de la guerra, como todo guerrero; el otro, es hijo de sus apasionamientos, más que de sus pasiones.

Cierto, sin duda Javier Hernández trata de purgar todos sus pecados. Está en su mejor forma en los últimos cuatro años. Tiene el derecho a un llamado. Es el gol que necesita México y que Martino busca con un lazarillo y no con objetividad. Sin embargo, tal vez esa contrición y arrepentimiento verbales, se desmoronan cuando juega “su” selección y él selecciona, en cambio, exterminar frustraciones, en la fantasía de un videojuego.

Así, Alphonso Davies y Javier Hernández, mellizos de la contradicción. Uno que quiere tanto, y otro que ha empezado a querer tan poco.

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LOS ÁNGELES -- “Y sin embargo, se mueve”. La frase de Galileo Galilei, convalidando su espectacular teoría de una Tierra danzarina, hoy es aplicable, a la Selección Mexicana.

Aquello de Galileo fue un testimonio universal; lo de México, es la justificación para no extenderle un acta de defunción. Sí, parece que está muerto el Tri, “y, sin embargo, se mueve”, y lo hace, por cierto, hacia el Mundial de Catar 2022.

Venció en Honduras. 1-0. El pescuezo de la traición: el catracho Lacayo, y su autogol, salvan al derrocado Rey Tuerto de la Concacaf. Al menos, en el sentimiento ratonero de una fracción, el Repechaje ya es suyo.

No hizo el futbol necesario para merecer la victoria; acaso, sometió y arrinconó a una Honduras, que por histeria técnica de Hernán Darío Gómez, jugó arrinconado en su propia casa. El Bolillo no quería que le sacarán el migajón. 1-0 y con un autogol, no necesita más excusas.

Los estertores previos, esas convulsiones mostradas ante la Selección B de Estados Unidos (0-0), fueron un espejismo. México volvió a pujar y empujar, pero, poco orden, poca idea, poca ambición. Poquitero, como en todo el Octagonal Final de Concacaf.

A los ojos facilistas de muchos, México tuvo portentos en la cancha. Vaya, si el adversario te cede el campo de batalla y la pelota, hasta este equipo desarticulado, desmembrado tácticamente, puede permitirse engatusar con Héctor Herrera, Edson Álvarez o Jorge Sánchez. Patadas de ahogado. Ser los mejores, significa despuntar entre los buenos; lo de ellos fue, ser autóctona y estrictamente, “los menos piores”.

Los hondureños mismos pueden sentirse decepcionados de su equipo y de su entrenador. Fue tan poco lo que quisieron. Queda claro que ya no disponen de aquellas generaciones de futbolistas catrachos que en cada pelota libraban un Apocalipsis, especialmente ante México. Este domingo cometieron 21 faltas, que no habrían sido ni pecado venial en la Liga de El Vaticano.

Mientras Canadá desfilaba por la pasarela honorable de los invitados a Catar 2022, y Estados Unidos despedazaba a Panamá (5-1), México mantenía su calvario premundialista: jugando mal, pero de buenas. La Ley del Chiripazo.

Uno entiende que el rival cuenta, aunque Honduras haya hecho tan poco para que se le tomara en cuenta, pero lo de México sigue siendo de una anemia futbolística y hormonal, que realmente es para preguntarse qué tan en serio se toman los entrenamientos en la semana.

De lejos, parece imposible que Gerardo Martino elabore en el día a día una forma tan obscena y analfabeta de concebir el futbol. Ya se sabe que el técnico argentino se atraganta comiendo con cubiertos de plata (Barcelona y Argentina), pero al menos con los trinches de bisutería ha conseguido mejores resultados, como en Paraguay y Atlanta United. ¿Será que en el Tri, sólo hay palillos chinos y él tiene artritis?

Es de creerse que con su recorrido, él trace líneas rectas, y entonces sólo queda interpretar que estos jugadores suyos, sean, como el libro de Torcuato Luca de Tena, “Los Renglones Torcidos de Dios”.

Este domingo, Honduras, traicionando su historia, le concedió todas las libertades y montó su trinchera con todos sus miedos. Pero, las excusas, son las mismas, las enuncie Martino o las repita servilmente Jorge Theiler.

1.- “Nos sigue faltando contundencia”.

2.- “El equipo va perdiendo intensidad”.

3.- “Nos desconcentramos en la última jugada”.

Ahora enfrentará a El Salvador en el Estadio Azteca. Los cuscatlecos llegan mostrando mejoría, aunque en este último duelo, sólo les queda el estribillo de su viejo vals del consuelo: “Al Mundial no vamos, pero a México, le ganamos”.

Para que México no vaya al Mundial de Catar de manera directa, tendrían que ocurrir dos desastres: que Costa Rica (+3 en diferencia de goleo) goleara a Estados Unidos “B” (+13), y que El Salvador goleara a México (+7).

Más imposible que improbable, pero…

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CIUDAD DE MÉXICO -- Equivale a sacarte la rifa del tigre. Como cazar tiburones con un cortauñas. Así de afortunado. El puesto de técnico de la Selección Mexicana debe ser el trabajo más volátil, pero el mejor pagado del mundo.

Y Juan Carlos Osorio, ya sabe, tras la ignominia del 7-0, marcador que se niega a vocalizar, tal vez como un ritual metafísico de sanación, donde vino a meterse.

(Alguna vez, en una de esas charlas privadas, le advertí: "Profe, cuidado, los mexicanos estamos hechos de sustancia distinta a la de todos los demás. Creo que hasta los zoólogos deberían prestarnos atención". Él se carcajeó, escéptico, incrédulo, condescendiente. "Tranquilo", me dijo.)

El técnico de la Selección Mexicana, cualquiera, debería de firmar dos contratos el mismo día. Ineludible e inevitablemente.

1.- Uno donde acepte la misión imposible de satisfacer los caprichos y las ilusiones de 130 millones de mexicanos, que saben, pero por supuesto, muchísimo más que él de futbol.

2.- Ese mismo convenio, donde asuma que debe dirigir a una selección mayor que no ha ganado nunca nada cotizado, respetable, para llevarla a la Dimensión Desconocida del Quinto Partido, y claro más allá, porque la FMF, vendedora de imposibles, garantiza títulos antes de jugarlos.

3.- Una cláusula más: que se comprometa a una metamorfosis absoluta: debe ser amigo, padre, compadre, mascota, domador, comadre, padrino, valet, maestro, paño de lágrimas, motivador, y tirano con cada uno de los jugadores mexicanos, incluyendo a aquellos a quienes los perfumes europeos los han vuelto, a algunos, más delicados. Monsieur, le moi...

4.- Y claro, cargar con el paquete completo de promotores, patrocinadores, directivos advenedizos, y además los familiares de todos ellos, y hasta las novias, esposas, parejas, y concubinas eventuales de todos ellos y de los jugadores.

5.- Y, pero, por supuesto, entonces sí, entrar a negociar audazmente por encima de los dos millones de dólares por año, y un finiquito total si hay rompimiento intempestivo de contrato. Claro, si es una federación de futbol que cotiza 650 millones de dólares en un ciclo mundialista y tiene 14 anunciantes en su país y 14 más, en su país vecino, que pague por semejante desgaste.

6.- Y el otro contrato. El de finiquito. El de renuncia-despido. Ese debe firmarlo en blanco. En todas las áreas, excepto en la cantidad, pero sabiendo que lo pueden hacer efectivo de inmediato. Y claro, guardar silencio y no quejarse.

Seamos claros: en un ámbito exótico, excéntrico, rocambolesco, extravagante como el del seleccionador mexicano, éste debe entender que ha empezado a ser despedido, un segundo después de haber sido contratado.

Insisto, ser técnico del Tri conecta la puerta de entrada con la de salida de manera inmediata.

Si no, recordemos que los dos anteriores procesos mundialistas necesitaron de cuatro entrenadores, y con México en estado de coma. Estaba más cerca de la autopsia que del Mundial.

Juan Carlos Osorio es el tercer técnico de este ciclo mundialista. Y ya ha dado síntomas de nerviosismo.

1.- En la conferencia de prensa previa a El Salvador, estaba más nervioso por demostrar que no estaba nervioso.

2.- Este lunes, aseguró que trabaja para el "próximo cuerpo técnico de la Selección Mexicana, porque va a ocurrir, porque es ley de vida".

3.- Además, dijo que con el 7-0 ante Chile, decayó "la confianza en mi trabajo, aunque no sé en qué porcentaje, pero estamos trabajando en el proceso de recuperarla".

4.- Durante el partido contra El Salvador, se manifestó, como tardía epifanía, un Osorio que nunca habían visto en Colombia, y menos aún en México. Manoteó, se desesperó, gritó, llamó la atención. Fue un mimo de la frustración y rabia, en esos momentos. Y se atrevió al sacrificio público de Torres Nilo, al sacarlo de la cancha, y ese día y este lunes, le clavó otra lanza en el costado al hacer énfasis que ese movimiento significó la modificación victoriosa ante los cuscatlecos.

5.- Este mismo lunes rompió sus cánones habituales. Siempre dedica a los entrenadores rivales una catarata de elogios. Este lunes ni siquiera quiso citar por su nombre a Jorge Luis Pinto, a quien le endilgó un equivalente a "ya sabemos de todo lo que es capaz", luego de pedir cambio de cuerpo arbitral. Se despojó del habitual frac de la elegancia.

Ojo. Insisto: Osorio tiene muchísimas virtudes. Trabajador, detallista, culto, educado, y por encima de todo estudioso profundo del futbol. Pero, algunas de esas virtudes no encajan en un medio grupalmente agreste como el vestidor del Tri.

Por ejemplo, para él, las rotaciones son un ejercicio de igualdad en un clan familiar. Si todos juegan, todos se sentirán parte de la travesía. Todos son hijos y ninguno es entenado.

Ya Guillermo Ochoa lo declaró a la cadena Fox: "Varios jugadores no están contentos ya con las rotaciones". Habló en tercera persona del plural, pero se adivinó que él estaba en el motín.

Me reservo el origen de esta cita. En una de esas reuniones que ha tenido el colombiano con Pep Guardiola, el catalán, le comentó ante un grupo de confidentes: "Tú (Osorio) puedes dirigir en cualquier balompié del mundo... ¡hazlo!".

Pero Osorio quería (quiere) ir a un Mundial. Y eligió a México. La decisión es sin duda acertada. Una federación multimillonaria; clubes con instalaciones envidiables, y jugadores con un prototipo atlético-técnico-competitivo ponderable, más allá de que se equivocó al hablar con ligereza de las fibras 1A y 2B.

Y tal vez aún no lo sabe Osorio, pero ese proceso de credibilidad hacia su trabajo, no lo borrará ni una victoria sobre Honduras, ni tal vez vencer a EE.UU. en Columbus, y acaso, si consigue pisar la Tierra Prometida del Quinto Partido, pero, incluso, ya ahí, este balompié mexicano que no ha ganado nada como adulto, seguramente le pedirá, entonces ser campeón del mundo.

Este lunes, Osorio quiso citar a Borges. Al final distorsionó el pensamiento, que originalmente explica que "hay derrotas que tienen más dignidad que la victoria", como para justificar que las derrotas, como el 7-0 ante Chile, "nos dejan muchas enseñanzas".

Una frase idealista, romántica, soñadora e inoportuna. Porque un 7-0 no puede ser digno por ninguno de los siete ángulos que se le vea.

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LOS ÁNGELES -- En horas, Juan Carlos Osorio develará la nómina de la Selección Mexicana. Y con ella revelará algo más que nombres. Revelará aprendizajes, lecciones, desafíos. Y los vestigios de fe.

Objetivos: El Salvador y Honduras. Pero el reto es reconstruir, tras el cisma y el sismo de 7.0 grados en la escala de Chile.

Más allá de esa petulancia ulcerante de México, para mirar desde el nicho de la arrogancia a sus adversarios inmediatos en la fase de grupos de Concacaf, seguramente esta convocatoria de Juan Carlos Osorio es la que despierta más curiosidad... o morbo... o desazón.

Con la sobrecarga obscena de "ser campeones de la Copa América Centenario", la sacudida ante Chile colocó a todos los responsables bajo un clima azaroso de desconfianza.

La pregunta no debe ser reprimida: ¿Quién se sintió más traicionado? ¿Osorio por los jugadores? ¿Osorio por los directivos? ¿Los jugadores por la falta de reacción en la banca?

Todos buscaron un santuario de sanación. Los jugadores en las vacaciones y en la formalidad de su trabajo, con su club. Los directivos a buscar en el espejo de su inexperiencia --o incpompetencia--, explicaciones.

Osorio fue más allá. Reveló sus encerronas con Marcelo Bielsa. Y además se acercó a otros entrenadores con tragedias deportivas similares a la que sufrió.

Porque, es válido reiterarlo, más allá del abominable marcador, la neurosis es más violenta porque se construyeron tantos castillos en el aire. Se vendieron espejitos impunemente.

No hay catarsis posible cuando se promueven espejismos colectivos. Multitudinaria, esta mentira de "ser campeones de América", se convirtió en pandemia.

El técnico colombiano asume la responsabilidad de manera directa. En ese vía crucis de sanación quiso encontrar respuestas en vivencias ajenas. Pero, debe entender que no hay mejor medicina que el mea culpa propio.

Es riesgosa, peligrosa y hasta contraproducente, esta pretensión de Osorio de ponerse a sudar calenturas ajenas. De nada sirven los llantos de viudas ajenas.

Por eso, hay expectación y expectativas hacia la nueva nómina de Osorio para enfrentar a El Salvador y Honduras, en el cierre de la fase de grupos, la cual domina el Tri con la comodidad de ser Rey Tuerto en Tierra de Ciegos, especialmente ante la transición interesante de los catrachos con Jorge Luis Pinto.

1.- Puede prescindir de los europeos, esa base que ya también, con el 'Chepo' de la Torre, dejó al Tri en la fase de desahucio, y gracias más a EE.UU. que a Tena y Vucetich, terminó llegando al purgatorio de la repesca ante Nueva Zelanda.

Es decir, no es la primera vez que los flamantes europeos dejan en terapia intensiva a su Selección Nacional.

2.- Puede incluso, Osorio, exponer que para darles reposo a los europeos, se decide a enfrentar a El Salvador y a Honduras con una base de la Liga MX y de la olímpica, tomando en cuenta que ya está clasificado al Hexagonal Final de la Concacaf.

3.- O puede citar al colectivo de la Copa América. Lo cual reflejaría su compromiso de limar asperezas, de darse una oportunidad compartida y de asumir una responsabilidad colectiva.

A final de cuentas, queda claro, tanto él como los desahuciados por Chile, tienen el compromiso de dar nuevamente la cara.

4.- Porque marginar de la cita a algunos de los europeos, implicaría, además, exhibirlos como responsables puntuales de la misérrima actuación en Copa América Centenario. Y de ese camino drástico de rompimiento, ya no habrá retorno.

Por eso, esta lista de Osorio, debe ser la más lista de todas, para que no haya, como hubo ante Chile, algunos que se quieran pasar de listos.

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LOS ÁNGELES -- Si el Síndrome de Campeonitis suele ser demoledor, el de la Subcampeonitis es aún más devastador.

Si bien Pachuca sobrelleva competitivamente el torneo, Monterrey da tumbos y enfrenta además hasta las bravatas de su entrenador, cuando el 'Turco' Mohamed cuestiona públicamente qué tan masculinamente responsables son sus jugadores.

Cierto que el campeón vigente debe meterse con poco tiempo de reajuste y pretemporada a la competencia inmediata, y tratar de sacudirse la resaca jubilosa del éxito, para el subcampeón es aún más penoso, pues a la fatiga física le agrega la fatiga moral del fracaso y la resaca de la frustración.

Si encima, como en este caso, Mohamed confronta y exhibe a sus jugadores al dudar de la testosterona moral y física para jugar el torneo en estas seis jornadas, el clima interno se amarga aún más.

El efecto de Campeonitis puede ser a veces regulado, pero el de la Subcampeonitis se convierte en una pesadilla cargada de neurosis.

Ya se ha visto que algunos de los campeones, al siguiente torneo corto del futbol mexicano se desploman y ni siquiera clasifican, muchos menos protagonizan una Liguilla.

Recientemente sólo hay dos excepciones que confirman la regla: el Bicampeonato de Pumas con Hugo Sánchez y el del León con Gustavo Matosas.

En el caso de los subcampeones, hay historias casi patéticas, dramáticas, penosas.

Por ejemplo, Pumas, subcampeón del Apertura 2015, líder absoluto de ese torneo, perdió la Final ante Tigres. Los capitalinos terminaron el Clausura 2016 en décimo sitio. Los regiomontanos fueron octavos.

¿Cómo puede un equipo que controló la Liga seis meses, al torneo siguiente desplomarse de manera sobrecogedora? Pumas aún busca la respuesta.

Otro ejemplo de derrumbes patéticos: el Santos campeón del Clausura 2015 terminó en el sitio 15 del Apertura 2015, mientras que el subcampeón Querétaro terminó en el puesto 11. Evidentemente Vucetich supo manejar mejor estas crisis que Caixinha.

Otro ejemplo que dramatiza los casos de campeonitis y subcampeonitis es el del Apertura 2012. Al torneo siguiente en el Clausura 2013, el monarca Tijuana cerró en el escalón 10, mientras que el vicecampeón Toluca cayó al sitio 13.

América ha sido otra excepción en estas competencias. Tras coronarse en el Clausura 2013, el siguiente torneo se consolidó como líder general, pero su víctima, Cruz Azul, terminó cuarto, aunque después terminó en un desplome que la ha marginado de algunas Liguillas subsiguientes.

Ocurrió otra salvedad después de que América venció a Tigres en la Final del Apertura 2014. En la siguiente competencia, el Clausura 2015, Tigres terminó como líder y las Águilas como segundos.

Más allá, insisto, de esas excepciones que confirman la regla, es evidente que la cruda de la Final se ensaña más con el subcampeón que con el campeón.

Cierto que algunos entrenadores con oficio, con experiencia en las transición de un torneo a otro, saben manejar mejor los descansos, los regresos, la pretemporada, los procesos de sanación mental y moral.

Porque no todos tienen recorridos con esa experiencia, como sí ocurre en los casos de Ricardo Ferretti o Víctor Manuel Vucetich o Miguel Herrera, al margen claro de los únicos bicampeones, Hugo Sánchez y Gustavo Matosas.

Pericia, pues, para mantener la exigencia y el régimen, pero con cautela, en el caso de los campeones, y claro, la mano dura, pero también paternalista para el que sucumbe en el penoso caso del subcampeón, partiendo del principio dramático, despiadado, de que después del vencedor, todos son vencidos.

Curiosamente con Mohamed, en México y Argentina, se ha hecho patente la incapacidad para sobrevivir al torneo siguiente al éxito del campeonato, aunque queda claro que tras coronarse con América, no tuvo el reto inmediato porque fue relevado, de hecho, incluso, antes de erigirse campeón, cuando ya sabía que sería despedido por Ricardo Peláez y sucedido por Matosas.

Y entonces queda claro que tras jugar una Final, si el futbolista queda desorientado, la crisis se acentúa si el mismo entrenador es mareado por ese tsunami de confusión. Y el perdedor termina siendo dos veces perdedor.

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CONCACAF rumbo a Rusia 2018

FECHA
26/03
2016
por ESPN Stats & Information
 

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