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Demasiado errático Dave Roberts para aspirar al triunfo

Dave Roberts, con su modo errático de dirigir, está a punto de echar por la borda la espera de 29 años de los fanáticos de Dodgers de Los Angeles de ver ganar a su equipo una Serie Mundial.

La sabermetría, esa pseudociencia inventada por adultos que de niños, a pesar de ser dueños del bate, los guantes y la pelota, no los pedían para jugar en los partidos del barrio, es la base sobre la cual se apoya Roberts y que tiene a los Dodgers al borde del abismo.

Comencemos con la manera de elaborar sus alineaciones. Todas distintas, como si cada día metieran los nombres de su pelotero en un sombrero y los colocara en el lineup en el orden que vayan saliendo.

Así vemos la absurda utilización del boricua Kike Hernandez, por ejemplo, como cuarto bate.

¿Para qué? ¿Para mandarlo a sacrificarse con un toque de bola con un hombre ya en posición anotadora? ¿Para sustituirlo luego por un bateador emergente?

Si no le tiene a Hernández al confianza que merece un cuarto bate, aunque no tenga las características típicas de quien usualmente ocupa ese turno al bate, ¿para qué lo pone entonces?

¿Qué razón lógica justifica dejar en la banca al cátcher titular del equipo en los últimos tres años, el cubano Yasmani Grandal, que en ese lapso promedia 22 jonrones y 59 carreras remolcadas por campaña, para darle el puesto a un inexperto Austin Barnes?

¿Y qué aporta Chase Utley como jugador de reserva, cuando la realidad cruda y dura lo debería tener en planes de retiro?

Pero donde Roberts ha hecho un master de mala dirección ha sido en el manejo de sus lanzadores.

Rara vez encuentra el momento exacto para dejar o sacar a un pitcher de la lomita y le está poniendo demasiada carga de trabajo a algunos que a la larga han sufrido las consecuencias.

O quita demasiado pronto a un abridor con 60 pitcheos en el cuarto capítulo y una sola permitida (Rich Hill), o lo mantiene en exceso cuando a todas luces está siendo bateado libremente (Clayton Kershaw).

Kenta Maeda, el japonés, es un abridor natural movido al bullpen al recortarse la rotación a cuatro hombres en la postemporada.

Pero el usarlo como relevista no lo convierte precisamente en un apagafuegos.

Los abridores usados de relevo en los playoffs no consiguen adaptarse en tan corto tiempo a la rutina de alistarse para salir casi todos los días.

Que lo hagan bien una o dos veces, no es garantía de que lo conseguirán cada vez que salgan a la loma con tan poco descanso.

Incluso los relevistas naturales, como Brandon Morrow y Kenley Jansen, también son humanos y requieren algún día de asueto para reponer sus brazos.

Morrow ha lanzado en 11 de los 12 juegos de su equipo en la postemporada, los tres de la serie divisional ante los Diamondbacks de Arizona, cuatro de los cinco contra los Cachorros de Chicago en la serie de campeonato de la Liga Nacional y los cinco que van del clásico de otoño.

Llegó el momento en que el brazo no dio más y los Astros de Houston sacaron ventaja de ello.

Algo similar a lo ocurrido en el 2016 con el cubano Aroldis Chapman, sometido a un trabajo excesivo por Joe Maddon y que casi le costó a los Cachorros su primer título en 108 años.

Jansen, por su parte, sólo tuvo 13 actuaciones de más de un inning durante los 162 partidos de la campaña regular.

Ahora se le ha exigido eso en cuatro de los 12 encuentros de la postemporada y ya echó a perder las últimas dos de esas.

Al igual que los peloteros de los Astros, los muchachos de Los Ángeles han desbordado corazón sobre el terreno para merecer el triunfo, pero la manera errática de dirigir su manager amenaza con dar al traste con tanto esfuerzo.