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Chicharito, la monedita de oro, ¿ya mostró el cobre?

LOS ÁNGELES -- "Egoísta". "No trabaja en equipo". Son un par de los cargos en el Bayer Leverkusen contra Javier Chicharito Hernández, según información del diario alemán SportBild. Muestra la mueca de la imperfección detrás de la sonrisa perfecta.

Agrega el artículo de uno de los medios de mayor impacto en Alemania que Chicharito desdeñó la convivencia navideña con el equipo y que no se suma solidariamente a la crisis del equipo. Un ermitaño en tiempos de crisis.

En cancha, hay una acusación irrefutable: 1,095 minutos sin conseguir gol. Cerca de consumar tres meses sin anotación. Sequía absoluta con la selección mexicana y con el Leverkusen.

El texto hace referencia al sondeo efectuado al interior del equipo, para palpar el momento del jugador que vive una crisis común de infertilidad, de impotencia junto con su equipo, en el impasse de una Liga que se reactiva hasta fines de mes.

La conclusión lleva a la postura del Bayer Leverkusen: el delantero mexicano está disponible ya para quien se acerque con 25 millones de euros, unos 30 millones de dólares, factibles de negociarse. Según el sapo, será la pedrada.

Por esos 25 millones de euros, según referencias de mercado en Europa, negociando con ahínco, el Leverkusen podría tener acceso, por ejemplo, en diversas posiciones, a Ibrahimovich, Bonucci, Arda Turán, Ricardo Rodríguez, Akinfeev, Yarmolenko, Coleman, Hamsik, todos ellos referentes en sus selecciones nacionales.

Bueno, con esa cantidad que etiqueta a Chicharito, hasta podría llevarse el Bayer Leverkusen a André Pierre Gignac y a Giovinco. Al dos por uno.

Vayamos a las acusaciones. Ya reiteradamente en este espacio, ante las agruras, los cólicos, las constipaciones de los biliosos, sensibles y leales ultrafanáticos de Javier Hernández, se había hecho referencia a la veleidosa actitud del jugador, de repercusión, incluso, en el seno de la selección nacional.

También se había citado, con detalles, el ninguneo que mostró hace un año en Orlando hacia Juan Carlos Osorio y Santiago Baños, técnico y director operativo de la selección mexicana. Pasó dos veces frente a ellos en un carrito de golf, los ignoró, aunque, en la segunda, detuvo el vehículo y regresó a, finalmente, saludarlos.

"Si no se hubiera detenido y regresado, seguramente nos habríamos ido, porque él (Javier) sabía que estábamos aquí", dijo Baños al reportero de ESPN, Diego Cora.

La presencia masiva de su clan, incluyendo retrasos en maniobras del Tri, a causa de su novia Lucía Villalón, generó, semejante intemperancia, molestias en cuerpo técnico, directivos y compañeros en el Tri, porque incluso, en una ocasión, la delegación completa debió esperar media hora.

Cierto: no hay nada nuevo. Javier Hernández circula en la órbita de la arrogancia. Para muchos la fama del goleador ha masticado, deglutido y sigue en digestión, la humildad que rodeó en algún momento al delantero. El personaje se atragantó del ser humano.

Ojo: de los cargos contra Chicharito hay uno que es, teóricamente, pero no laboralmente, injusto: él, tiene todo el derecho de pasar las fiestas navideñas y de hecho su tiempo de ocio con quien se le pegue la gana.

Y si en su paladar amistoso no caben sus compañeros, es su decisión. Claro, lo recomendable es convivir con los socios en las buenas, en las malas y en las peores. Entre los perros que jalan el trineo no se auscultan el pedigrí.

E incluso si la referencia de egoísmo hacia Javier es sobre su rendimiento en la cancha, esa, la voracidad egoísta del delantero, del goleador, es totalmente entendible, razonable, sin ser absolutamente justificable. Nadie acaricia con el hocico.

Respecto a las aseveraciones de su rechazo a trabajar en equipo y de mantenerse reacio a ser solidario en la crisis, es evidente que sí hay un efecto desgastante directo en la armonía del equipo, especialmente si él fue en su primer torneo el ídolo, la figura, el bienamado, el héroe. El líder no puede claudicar a su papel de líder.

Y, además, la suma de 1,095 minutos sin gol, más los que se puedan agregar, ya es un desprestigio y una pérdida de credibilidad hacia el jugador. Y cada vez más es evidente el daño mental, el trauma que azuza y se agudiza a un tipo cuya asignación suprema es el gol. La impotencia toma las riendas.

Cierto: Javier Hernández se ha convertido en un jugador útil al equipo. Sus recorridos cada vez son más largos, intensos, esforzados. Es un atacante que hace coberturas en media cancha y en zona defensiva. Cuando juega, es uno de quienes más terreno recorre en labores de apoyo. Pero a él le exigen el gol. Zapatero a tus zapatos.

Ahora, por otro lado, y esto lo hemos destacado en medios electrónicos, se han presentado ocasiones en que estando mejor colocado que otros compañeros, no le entregan el balón. Si Javier aparece por izquierda, el conductor tuerce el flujo hacia la derecha. Y viceversa. Divorcio.

Claro, los morbosos dirán que para qué se la entregan si la va desperdiciar, como ha hecho, incluso con penaltis, pero la realidad despierta suspicacias, y se fortalecen con la referencia de la nota de SportBild: la monedita de oro ya mostró el cobre.