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Damnificado, y sin embargo, América se mueve a la Liguilla

LOS ÁNGELES -- A Ricardo LaVolpe se le caen los soldaditos, pero se le levanta el equipo. El 2-3 de América sobre Pumas, percudido por torpezas arbitrales, lo fortalece.

Hay más aparentes titulares en el nosocomio y la congeladora de Coapa que en la cancha. Renato Ibarra, Paolo Goltz, Miguel Samudio, Carlos Darwin Quintero, Pablo Aguilar, y Paul Aguilar aún en lista de espera. "E pur si muove", y, diría Galileo, sin embargo, se mueve.

Se atreve, sin duda, con dos mocosos que en la espalda traen números de boleto de la Lotería Nacional: Edson Álvarez (282) y Diego Lainez (340), y que, aparentemente, muestran la sangre nueva de El Nido, esa que parecía haber sido contaminada brutalmente por adulteraciones de tianguis: contrataciones, algunas, de dudosa importación, de dudosa calidad, encarecidas y medio piratonas.

2-3 agradable. Vistosidad por lapsos, pero en un marcador vibrantemente estremecido con adrenalina, y el condimento perversamente morboso de errores arbitrales.

Hubo hombres decisivos. Para bien y para mal. Y en ambos equipos. Marchesin se traga uno por ponerle teatralidad al lance, pero rescata tres fogonazos inclementes. Pocos levantan sus cenizas del ridículo para redimirse en lo sublime.

En tanto, Oribe Peralta consuma uno de sus mejores partidos. Es un todo terreno de nuevo. Ya nadie dice que juega a lo Sambueza, pero juega más a lo que se esperaba de Sambueza: recupera, reordena, inventa y consuma, claro, sin un recorrido agobiante. Y su golazo tiene el ojo clínico del sabio veterano.

¿Por Pumas? Lo descollante de Nico Castillo se viene abajo porque el habitual referente de Pumas se vuelve ya sólo una referencia fatalista: Darío Verón. El diagnóstico, que resiste como autopsia, sólo pueden realizarlo puntualmente él y Paco Palencia.

En el primer gol, Verón titubea en la zona crítica. Y ni marca, ni anticipa, ni intuye. En el segundo, la cobertura es tardía y lenta. Y en el tercero, juega a los caderazos y sólo identifica el número de la placa del trailer llamado Cecilio. La forma de jugar de Pumas, especialmente bajo urgencia, desnuda la paquidérmica lentitud de su ¿líder? Claro, la culpa no es sólo del indio, sino del compadre en la banca...

El Ferrari que le compraron a LaVolpe se destartala, pero aún está en zona de Pits de la Liguilla. No es culpa suya totalmente. Ha conseguido que sus jugadores pujen y empujen al límite. No puede ser de otra manera: en el América la pusilanimidad es casi un acto de traición.

Sería muy fácil llamar a LaVolpe un afortunado en resultados. Pero la fatalidad le juega a traición, tomando en referencia las ausencias de los citados al principio: un listado de presuntos titulares.

Cierto que él se ayuda poco. Convoca a Gerson Torres, y los árbitros más en su chamba, en su responsabilidad, en su oficio, en sus obligaciones, que los hombres del cuerpo técnico y administrativo de El Nido, se dan cuenta que no puede jugar. Culpa de LaVolpe, de Peláez, pero sobre todo del sobretodo (gabardina) de su suegro, el Chiquis García.

Y claro, América dista mucho del embeleso y la gracia, del "tiki-tiki (que le iban a dar) al Real de Madrid", pero el equipo, si bien ha perdido los destellos y el arrebato visual del futbol que se prometió, ha recuperado, al menos ante Pumas (como ante Cruz Azul), esa mística, esa religiosidad del equipo que se inmola carismáticamente con el "Ódiame Más".

Sin renunciar a la Liguilla, tiene enfrente, más allá del pendiente ante Necaxa, dos confrontaciones muy incómodas. Monterrey y el rencor supurante de Antonio Mohamed, y el reto de visitar a Xolos, donde, aparentemente, los espera, sedicioso, su nuevo entrenador: Miguel Herrera.

Dos duelos morbosos, ambos, para ver si esa sangre generosa de rebeldía de América ante Cruz Azul y Pumas, aún mantiene el encono en ebullición para llevarlo a la cancha.

Por lo pronto, insisto, la Liguilla está en el radar del América, y como un valor agregado, vencer a Pumas y en su guarida, humedece la ardiente sed de una afición que se quedó en sequía durante 2016, ese año conmemorativo del #indeCentenario.