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¿Tiene derecho el jugador mexicano a 'ser un pequeño burgués'?

LOS ÁNGELES -- Pompilio Páez sacó del cementerio de los oprobios del futbolista mexicano un pestilente cadáver: su abotagamiento espiritual. El discreto encanto de la burguesía, con los permisos de Luis Buñuel.

El auxiliar de Juan Carlos Osorio no descubrió la vacuna contra, por ejemplo, las rotaciones, pero sí retrajo y sustrajo, un tema que incomoda al futbolista mexicano: su proclividad al aburguesamiento en ese pent-house que es su jaula de oro.

Quien será el laboratorista del Tri-B para la Copa Oro, mientras regresan los cruzados tricolores de su gesta por Rusia en la Copa Confederaciones, recalcó la falta de osadía y codicia profesional del jugador mexicano por irrumpir en los mercados de Europa.

"Aquí (en México) ganan muy bien, y aquí se quedan", reflexionaba Pompilio Páez en charla con Destino Futbol de ESPNDeportes Radio.

No es muy diplomático de su parte. Sobre todo, porque en junio deberá empezar a trabajar con el pelotón a que Osorio margina de la Confederaciones, para tratar de convencerlos que la Copa Oro es importante.

Él, Pompilio, será el técnico interino de, usando sus reflexiones, la selección de los aburguesados de la Liga MX. De los que no arriesgan su comodidad millonaria para experimentar en los hostiles desafíos europeos.

Insisto, esa elección acomodaticia de vida existe en el jugador mexicano, pero, quede claro, tiene todo el derecho a marcar sus prioridades: familia, terruño, querencia, comida, amigos...

La Rosa de los Vientos de la mayoría de los futbolistas mexicanos no apunta temerariamente a la reconquista, ni a la itinerancia de los retos. Su Edén, su zona de confort es exquisitamente seductora. La prosperidad se convierte en aburguesamiento. Fama y fortuna.

Aseguraba Octavio Paz que "la resignación (hermana pobre del conformismo) es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de la victoria (a los mexicanos) nos conmueve la entereza ante la adversidad".

Una sustentación del mismo Paz, cuando establecía que el mexicano, en general, teme más a la victoria que a la derrota. Sin arrepentimiento citaría después: "Un poeta me dijo algo divertido: que yo había escrito una elegante mentada de madre contra los mexicanos (Vuelta a El laberinto de la soledad)". Él bien sabía que la verdad, cuando hiere, es más verdad.

Plagiando el término de Alberto Cortez, el futbolista mexicano está predispuesto y programado con las "instrucciones para ser un pequeño burgués".

México es un generador de buenos futbolistas. En algunos casos, de excepcionales futbolistas. Sin embargo, la referencia más puntual se apega a dos jugadores que más allá de su talento exhibieron una combatividad admirable, una beligerancia absoluta ante la adversidad. Sí, los nombres saltan: Hugo Sánchez y Rafa Márquez.

En atmósferas de tremendismo mediático como hoy, Hugo emparejaría la trascendencia de las hazañas de Cristiano Ronaldo, porque además ambos son hijos de un trabajo de depuración diaria, indeclinable. Portentoso rematador, el mexicano le agregaba acrobacias asesinas y su eficiencia en los cobros directos fue superior a la del portugués.

Más allá del protagonismo de Piqué, en el Barcelona aún andan sus buscadores de talento con una Lámpara de Diógenes tratando de encontrar a un nuevo Rafa Márquez, cuya carrera, para la exigencia de ese club y de esa Liga, la clausuraron antes su lesiones.

"Mi alimentación, mi fortaleza, el trabajo físico de niño, no me preparban para ello", reconocía un día el eterno capitán del Tri.

En 1986, después del Mundial, el Brest de Francia quiso llevarse a Fernando Quirarte y a Félix Cruz. Ambos sacaron cuentas y entendieron que la bonanza financiera estaba en casa. Les contestaron a los galos: "Un tiens vaut mieux que deux tu l'auras", algo así como "más vale pájaro en mano que ciento volando".

A muchos deberá parecerles exagerado, pero la versión más cercana en México a la leyenda de El Salvador, Mágico González, es sin duda Cuauhtémoc Blanco, con esa sagacidad futbolera magnífica, además de la maestría en los tiros libres, más allá del mismo molde de mujeriegos, parranderos y... juguetones. El Mágico es aún el eje del museo de memorias del Cádiz. El Cuauh, alcalde de Cuernavaca.

Citemos un caso reciente. Matías Almeyda vio al Gullit Peña y creyó que había encontrado su propia versión mexicana, pero con gol. Creyó que había encontrado al Almeyda que necesitaba en Chivas. Un jugador con potencia, fuerza en la marca, dinamismo, y capaz de recuperar y generar. Pero, desilusión absoluta. Al Gullit lo gobiernan "su vientre y su sexo".

El Pelado apenas anotó seis goles en 315 juegos, pero fue un símbolo en Lazio y River Plate. La diferencia es que el mexicano ya era millonario, a la edad en que Almeyda apenas pujaba en el Sevilla por las grandes bolsas. Almeyda nunca fue un fuera de serie, pero sí imprescindible. Gullit podría haberlo sido, pero se ha vuelto prescindible.

Hay quienes comparan a Benjamín Galindo con el máximo ídolo de Maradona: Ricardo Bochini. Pero el mexicano marcaba gol con las dos piernas y su disparo era un prodigio de artillería. El argentino era deseado fervorosamente en Europa, pero él nunca quiso emigrar. Galindo sólo quiso desfilar por clubes mexicanos, porque al ser transferido de Tampico-Madero a Chivas, como una carambola política, pasó a convertirse en el jugador mejor pagado de México.

Mientras los casos de todos, absolutamente todos, los que hoy batallan en Europa merecen el reconocimiento por sus afanes personales, aunque a la selección a veces le queden en deuda, lo cierto es que hubo algunos antes que decidieron renunciar espiritualmente antes que futbolísticamente.

Manuel Negrete era un jugador con todas las condiciones para liderar al Sporting de Lisboa, y Luis Flores en el Sporting de Gijón. Pudieron, debieron, pero no quisieron.

Y como casos ejemplares, puede citarse a Pável Pardo, Ricardo Osorio, Carlos Salcido, Maza Rodríguez, sin olvidar a un Luis García en el Atlético de Madrid, y quien incluso habría podido mantenerse un par de años más. Y en México ha habido otros con facultades similares a ellos, pero...

¿Alguien duda sobre la calidad de García Aspe, Luis Hernández, quienes experimentaron en River y Boca, sacrificando hasta la mitad de su salario? Ambos habrían sido exitosos protagonistas en ligas europeas... pero a mitad de sueldo.

Alguna vez Daniel El Ruso Brailowsky explicaba que "para el argentino el futbol es su proyecto de vida, sabe que no va a poder ser otra cosa, y se dedica a ello totalmente, mientras algunos jugadores mexicanos terminan viendo el futbol sólo como un hobby".

Como estos casos, abundan. Y es entendible para el jugador, un obrero privilegiado de corta vida. A ellos y a sus familiares les parecería un suicidio financiero generacional ir a Europa a ganar la mitad de su salario en México.

Es muy fácil tacharlos de conformistas, cuestionando sus preocupaciones y sus prioridades salariales, familiares, financieras y afectivas.

Decía Alfred Adler que para atreverse a juzgar a alguien "hay que mirar con los ojos del otro, escuchar con los ojos del otro y sentir con el corazón del otro".

Porque más allá de que Pompilio Páez hoy retraiga, hoy invoque, una vieja discusión, lo cierto es que en la lista de prioridades del futbolista mexicano no está el futbol mexicano como ente, regido además por una FMF que hace todos los esfuerzos por esclavizar y menospreciar a su propio jugador.

Merece el futbol mexicano y su federación que el jugador nativo se inmole por ellos. Absolutamente no, en ese terreno de inequidad y traición que existe.

Recordemos el caso de Cuauhtémoc Blanco cuando lo fracturó Ansil Elcock: "La FMF nunca me llamó, nunca me preguntó cómo estaba, si necesitaba algo, si podía volver a jugar. Me lesioné jugando por la selección, y me olvidó".

Y aún así, pese a ese abandono que sufrió, tras ser determinante en clasificarse al Mundial de 2002, Cuauhtémoc regresó a recibir la traición de Ricardo LaVolpe, pero, todavía a rescatar al Tri para el Mundial de Sudáfrica.

Y aquí, para vulgarizar una conclusión, el futbolista mexicano bien puede puntualizar "que se haga la voluntad de Dios en los bueyes de mi compadre".