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Culpables de perjurio, pero Tigres siguen de favoritos

LOS ÁNGELES -- Tigres tiene facha de campeón. Vestido de catrín amenaza con ser finalista. Cinco victorias en seis juegos y 18 goles por dos recibidos. Y un 4-1 a Monterrey. Ruta de monarcas.

Pero... Así apareció, por ejemplo, este mismo Tigres ante un Pachuca fragilizado en la Final de la Concachampions. Y se quedó con el traje de gala alquilado.

Este miércoles, despedazó a Rayados. Futbolística y moralmente. Las damiselas del té del 'Turco' Mohamed confirmaron que las guerras importantes las juegan saliendo de la estética.

Incluso el gol al minuto 91 para Rayados, es una ternurita de servicio de volibol de Nahuel Guzmán, más que un rechace rabioso, y que no desperdicia Basanta.

Un Gignac que había marcado dos goles en los primeros 11 juegos, suma ocho en seis encuentros, mientras que Jesús Dueñas, con dos tantos y una asistencia, se hace cargo del protagonismo funcional, en un equipo donde Javier Aquino establece la diferencia.

Insisto: Tigres es un experto en espejismos. Final de Libertadores ante un River desvencijado, una Final con América y la Final de Concachampions son relatos recientes de naufragios. Es un equipo sin palabra de honor.

No obstante, la demostración en La Liga MX, desde la emancipación ante Chivas, se convierte en la saludable referencia de que esta vez, nuevamente, puede apoderarse del control doméstico del futbol mexicano, más allá de que arredre en reclamos internacionales.

Cierto: este miércoles Rayados fue más cómplice que rival. En un bosquejo de montar dos garitas con despliegue rápido, Monterrey quedó aislado y desarticulado. Jugadores como Sánchez, Ortiz y Chará vagabundearon en la cancha, no sólo espiritualmente, sino impotentes de controlar y de ejercer el dos a uno que específicamente había ordenado Mohamed. Funes Mori a la deriva y Pabón en su obsesión de héroe frustrado.

Al final, la duda prevalece: o no fue lo suficientemente explícito, claro, confiable el discurso del 'Turco', o los jugadores son de cortas entendederas, o rechazan toda ascendencia del entrenador sobre ellos como refleja, por ejemplo, el desplante de Edwin Cardona de negarse al medio tiempo a bajar al vestuario.

En ese matrimonio del que quiere y puede con el que no quiere y por lo tanto no puede, Tigres puso potestad absoluta del encuentro y quien quiera ver una eventual reacción de Rayados fue, estrictamente, por la emboscada que montó el 'Tuca' Ferretti y que a estas alturas es de suponerse, hasta un hombre de cierta holgazanería táctica como Mohamed ya debería conocer.

4-1 que parece irrevocable. Monterrey necesita de tres goles de diferencia, y ya quedó en evidencia la fragilidad emocional y competitiva de su defensiva, empezando por los reiterados trastornos de Hugo González.

Así, con las Semifinales en el horizonte, para un equipo, insisto, sin palabra de honor, pero con elementos determinantes como personalidad, oficio, determinación y confianza, Tigres necesitaría ser una versión aún peor de sus perjuras decepciones: las finales de Libertadores y Concachampions.

Y Mohamed puede estar tranquilo. Tiene dos años más para seguir jugando flemáticamente al té, en lugar de a los soldaditos.