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Una Copa Oro escanciada con carne de cañón

SAN DIEGO -- Parece ignorar que están en el epicentro de un posible cisma y un posible sismo. El Tri de Copa Oro no refleja el entorno, es clima de linchamiento que los medios hemos -así, en primera persona- generado en torno a este certamen.

Este México de horizonte Conkakafkiano (patentaría alguna vez Guillermo Chao), sabe, o debe saber, que carga una herencia maldita. La camiseta que les han entregado se pudre de ignominia, gracias al deplorable saldo de la Copa Confederaciones.

No es su culpa. Pero sí su huella. De no levantar la Copa Oro quedaría estigmatizada como la generación maldita. Sin deberla ni temerla.

Esto, pese a que no tienen culpa alguna de lo que ocurrió en Rusia: jugadores desconocidos por su bajo rendimiento, aunque algunos en puestos desconocidos para ellos. Un grupo desorientado, sin fe ni guía, a no ser los misterios de una libreta y la prédica del padre español de las bellotas.

Y estos jugadores de la Copa Oro son la carne de cañón de una selección mayor y un técnico que no mejoran, que no evolucionan ni después del aniversario del 7-0.

Además, un grupo que no es equipo y jugadores resentidos que generan dudas: ¿después de ser ninguneado ante Alemania, Carlos Vela querrá regresar al Tri?

Más grave aún: parecería que México retrocedió, reculó, desde el cataclismo de ese 7-0 ante Chile, en una incapacidad moral, espiritual, competitiva y futbolística para sobrevivir, para resucitar, para reinventarse, por parte de los jugadores y el cuerpo técnico. "Polvo eres y en polvo te has de convertir".

En una coalición fatalista de conformismo, abnegación y resignación, hay un sentimiento casi suicida de algunos medios mexicanos, ex futbolistas, ex técnicos y directivos, de esconder la cabeza e inmolarse bajo el "es que no hay pa' más", "es que la realidad de México es la Concacaf", en un himno negro a la pusilanimidad: "pos aquí nacimos, pos aquí nos quedamos".

Bajo esa corriente lastimera de la autoflagelación, para concluir que ni la sabiduría infinita de Juan Carlos Osorio puede hacer funcionar mejor a estos seleccionados mexicanos incluyendo, claro, a esa tan ponderada, vanagloriada, aventurera legión europea, que está capacitada para dar más, aunque la realidad es que ha dado tan poco.

Por eso, en ese clima de calma chicha del Tri Copa Oro, parecería que se mantienen ajenos a la tormenta que los circunda, los rodea, los abruma. Vivir en su propio limbo es un acto de escapismo. Pero, ni los caracoles ni las babosas mueren en su caparazón.

1.- Está obligado a ganar la Copa Oro. Especialmente porque, en esa multitud arrodillada, a México sólo le alcanza para ello.

2.- Sólo ha trabajado bajo el gestor de Osorio, pero, supuestamente Pompi ( Luis Pompilio Páez) debe haber abonado los puntos exquisitos de la "libretica" de Osorio, esa misma que, ojo, aún no descifra la selección mayor después de dos años de discurso o de monserga.

3.- Visto así, entonces, entre derechos y deberes, el Tri Copa Oro está obligado a ganar, gustar y golear, especialmente tras el desfile exitista por vencer a Ghana y a Paraguay en partidos de preparación.

4.- Y, de una u otra manera, sale a escena, según el mismo Osorio, la generación de recambio, la que en su momento volverá prescindibles a los huidizos victimados en la Copa Confederaciones.

5.- Se juegan pues el futuro del técnico, el suyo y el de la supuesta generación de futbolistas que deberá tratar de mantener esa imagen míticamente adulterada, desgastada y ficticia del Gigante de la Concacaf, uno de los títulos nobiliarios más empobrecidos en la corte de la FIFA.

Es cierto, la mejor manera de confrontar la inevitable tormenta es con calma, aunque no sé si con esa aparente pachorra, laxitud y lasitud con que parecen hacerlo.

Claro puede ser que ellos sepan, que sí sepan, que hay un grupo de rescatistas emergentes bajo la administración generosa de la Concacaf: los Aguilar Chicas, los Mark Geiger, los Baldomero Toledo, los Walter López, los Jair Marrufo, y contando...