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Ahora sí, el dinosaurio 'de los antigüitos' empapa a Chivas

LOS ÁNGELES -- La Campeonitis es al futbol mexicano lo que el fraude electoral es a la política mexicana: nadie lo ha visto, pero todos saben que existe.

Más cerca del ridículo que de la hazaña, y más propenso al lamento que al júbilo, hoy, el campeón Chivas estaría fuera de la Liguilla.

Amo del empate (cinco), al lado de Cruz Azul, pero con las mismas victorias que los títulos de los mismos Cementeros, en los últimos 20 años: cero, así, el Guadalajara tiene menos pulso que una momia en sus posibilidades reales de defender su título.

Con cinco puntos, Chivas necesita un milagro tipo Lázaro, para enderezarse de la plancha de autopsias y conseguir 21 de los 30 puntos en disputa. Con 26 unidades la puerta se abre.

Es decir, necesita conseguir el 70 por ciento de los puntos pendientes, con cinco juegos de local (Pumas, Lobos, Morelia, Tijuana y Atlas), y cinco de visitante, comenzando este fin de semana ante Pachuca, y al que le siguen ¡América!, ¡Tigres!, Veracruz y León.

Lesiones, castigos, rehabilitaciones, jugadores desconcentrados y los tres damnificados de la Copa Oro (Pereira, Pizarro y Orbelín), son argumentos suficientes de Matías Almeyda para precisar, ahora sí, que "el dinosaurio, ese de los antiguos (no de los nuevitos)", sigue malito del riñón y orinando a Chivas, según la propia figura alegórica del entrenador argentino.

Es evidente que en unos meses, los mismos futbolistas que fueron vanagloriados popularmente por ofrecer el mejor futbol del torneo anterior, cargado de vistosidad, de alegría, dinámica, y una obsesión natural por meterle estertores a la zaga rival, súbitamente, como si les hubieran efectuado una trepanación con cuchillo cebollero, se olvidaron de las partituras futbolísticas que ofrecían.

Es cierto que Mati, como le ronronea afectuosamente el recondecorado por Ricardo Peláez como "Pelagatos de Vergara", es decir, José Luis Higuera, tiene su responsabilidad, pero está lejos de cargar con toda la culpabilidad.

1.- TODOPODEROSO...

De entrada, el hecho de no contar con un director deportivo, y gozar de una autonomía que raya en la dictadura, le lleva a recorrer a Almeyda en círculos viciosos por ese camino peligroso donde confluyen las limitaciones de sus virtudes y las extralimitaciones de sus defectos.

Sin opiniones externas de gente calificada, de gente de futbol, de gente con cicatrices de cancha, Matías y su clan terminan convenciéndose, en un acto de consolación interna, que no hay equivocaciones en su línea de trabajo.

Lamerse entre sí las heridas es el camino más largo hacia las soluciones. Y queda claro que Jorge Vergara e Higuera deben ser muy duchos en la venta exponencial de esa panacea milagrosa que venden en polvitos en casi una veintena de países, pero así como son geniales arquitectos del comercio, son lerdos en descifrar las dolencias del equipo.

2.- LA PALABRA SIN PODER...

Más allá de dotar a Chivas de esa artesanía futbolística para ofrecer espectáculo en la cancha, y convertir a jugadores de calidad en autopromotores de futbolistas fuera de serie, Almeyda dejaba la sensación de su liderazgo absoluto en el vestuario.

Voz, discurso, personalidad e inteligencia hicieron de Matías un hábil titiritero de las pasiones agazapadas en sus jugadores. Vendedor de milagros ajenos.

Consiguió sacar lo mejor de cada uno. Y aún al que se rezagaba, al que se mostraba reacio a ser socio y cómplice lo reclutaba finalmente aunque, es cierto, eventualmente falló en algunos casos, el más dramático, el del Gullit Peña.

Cierto: es ya triste de por sí, que más allá de la intensidad de los entrenamientos, para poner velocidad turbo a sus jugadores, deba, además, dedicarse a levantar en armas, en cada juego, a sus futbolistas, cuando desde el nicho de privilegiados deberían hacerlo sin reparos.

Tal vez, hoy más que nunca, empieza a tener sentido aquella queja promulgada por Mati en medios argentinos: "Con sólo jugadores mexicanos debo trabajar tres veces más".

Alguna vez, Manuel Lapuente explicaba que "al jugador mexicano hay que hablarle cada día, todo el día, todos los días" de ese privilegio y esa responsabilidad de ser un futbolista profesional. Porque hay corazones blandos y cabezas duras.

3.- DAMNIFICADOS...

No ha ocurrido sólo en Chivas. Los jugadores que acudieron a la Copa Oro siguen sin poder encontrar la forma física y la forma futbolística. No encontraron un salmo propio para sanarles de ese fracaso. Ni en la selección ni, en este caso, en Chivas.

Dos de los jugadores notables del Rebaño en el vía crucis rumbo al título siguen sin aparecer con esa autoridad y esa inteligencia que tuvieron como soportes vitales de Chivas: Rodolfo Pizarro y Orbelín Pineda.

Lo grave es que Almeyda no ha podido vacunarlos contra el virus adquirido en el bochorno de la Copa Oro.

Lejos de confirmarse, porque creerlo ciegamente sería mezquino, pero las versiones insisten, en torno al vestuario, que tanto Pizarro y Orbelín estaban convencidos de que tras celebrar el título, los aguardaba Europa.

Incluso, en el caso de Pizarro la perturbación se habría hecho más intensa, al ver que finalmente el Chucky Lozano, su vecino de cunero en Pachuca, emigró a Holanda y él permanece en la Liga MX.

4.- LOS REHABILITADOS...

Más allá de que el mimado por Almeyda sigue con sus instintos lejos de la cancha y más cerca de la concupiscencia, y de que 'La Chofis' López encabeza la lista de negociables para diciembre, Almeyda aún espera que varios jugadores salgan de la sala de terapia.

Si bien Ángel Zaldívar, Carlos Cisneros y el 'Conejito' Brizuela ya tienen el alta médica absoluta,y ya tienen minutos en el torneo, el nerviosismo, en especial en este último jugador, sigue acechando. Las lesiones tienen secuelas y generalmente desaparecen de la mente del futbolista, pero algunas se quedan ahí con la renta congelada.

Recuperarlos espiritualmente, ponerlos en ritmo y esperar que exploten con ese poderío mostrado le llevará un par de semanas a Almeyda.

¿Alan Pulido? Su recorrido, la adversidad de su carrera, le permitirán regresar sin tantos lastres a la cancha, aunque deberá aún pagar una cuota por estar fuera de ritmo, pero todo puede esperarse de un personaje que pudo escaparse de unos secuestradores con más habilidad que Jon Snow de los despellejados de ojos azules en Game of Thrones.

5.- SIN LÍDER...

Y Almeyda empieza a sufrir por la imposibilidad de contar con un emisario de voz poderosa en la cancha. No tiene un líder. No hay voz de mando. La única es la suya y parece demasiado lejana durante 90 minutos.

Orbelín sigue en el limbo en la fuga inconsciente que comparte con Pizarro, mientras el 'Gallito' Vázquez ha enmudecido, y queda claro que ni Pereira ni Salcido pujan lo suficiente.

Este tipo de líder es innecesario cuando todo marcha bien. Cuando solo hay leones en la cancha, el ganado se aísla solo. Cuando solo tienes ganado en la cancha, solo rumia y brama.

Diez juegos, cinco de local y cinco de visitante. Conseguir 21 de 30 puntos parece improbable, pero no imposible. Milagros ocurren en nombre de los hombres.