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Cirque du Soleil da los Santos Óleos a Chivas

LOS ÁNGELES -- Chivas abdica. El campeón vigente es ya sólo un holograma anecdótico en este Apertura 2017. El epitafio es simplista: Guadalajara 1-2 Lobos BUAP.

Cierto, las matemáticas aún rezongan, aún suplican, aún gimen en favor de Chivas. Quedan 21 puntos disponibles y necesita ganar al menos 16 de ellos, es decir, un 76 por ciento de efectividad. La Liguilla no es imposible, pero es improbable...

A Rey muerto, rey puesto...

Ciertamente, la sentencia de las anémicas ilusiones rojiblanca tuvo un finiquito preciosista, exquisito. Un pasaje plagiado al exuberante repertorio de arlequines de Cirque du Soleil. Ser destronado así es hasta un homenaje para el campeón saliente...

Minuto 85. Trazo por derecha. Escoltado por cuatro, Amaury Escoto, hurga en el catálogo de las hazañas. Veleidoso, elige ungirse de inmortalidad.

De espaldas al marco, en esa cita a ciegas donde confluyen lo sublime y lo ridículo, Escoto se transforma en el acróbata de los milagros. Para un Lobos BUAP urgidos de milagros.

Porque la estampa es perfecta. Trapecista en el vacío, desafiando la gravedad, ridiculizando a Newton, su manzana y las teorías, Escoto se suspende en el aire, estiliza una chilena que debió de provocar una hemorragia de memorias en Hugo Sánchez.

En la vertiginosa acuarela, Escoto se desploma en el césped aún con la incertidumbre. El balón, catapultado con más bendiciones que certezas, entra al ángulo izquierdo. Rodolfo Cota se lanzó como patiño, solo para pedir una limosna de historia con su rictus de histeria.

Las redes ondearon arropando de gloria a la gordita de piel lustrosa. 1-2. Silencio, ese silencio estupefacto, sofocado, pasmado, ese silencio del azoro. Y después el orfeón fue de unos pocos, un coro de aullidos, ante el gemido doloroso de los anfitriones, pocos por cierto en ese Estadio Chivas. Los Lobos habían devorado al Rebaño.

Así, en esa cadencia eternizada en dos segundos, Escoto gana el Premio Puskas por adelantado. Irónico: el universo se embelesó con ese gol, y el artista que colgó la obra en el museo eterno de la memoria, tendría que recurrir después al consuelo del video, casi como para narrarlo en tercera persona, como si fuera ajeno.

Y de la mano de ese golazo de Escoto, se inhumaron en la pira del fracaso, las últimas esperanzas de Chivas de llegar a la Liguilla para intentar tener derecho, al menos, a los escarceos de querer ser bicampeón.

Antes, en los 85 minutos previo al majestuoso funeral del Guadalajara oficiado por el ballet de un segundo de Escoto, Lobos BUAP había tomado ventaja en el manejo del partido y el marcador. Advíncula lo había certificado en la red en el primer tiempo.

Chivas reaccionó en el segundo tiempo. Igualó Rodolfo Pizarro con un escopetazo cruzado a la derecha de Villalpando. Tendría el Guadalajara otras tres. El desperdicio tiene lágrimas inútiles de lamento.

Insisto: hasta la aritmética simple le da aún respiración de boca a boca a Chivas. Pero tiene un problema: el fin de semana lo emboscará Tigres, ese mismo que tiene las obsesiones negras abotagadas en el buche, rencores, odios, rabia y ansias, desde la revancha de la final, hasta ese penalti que se tragó Luis Enrique Santander.

Al menos, Chivas podrá decir que en el sepelio de sus pretensiones de bicampeonato, fue oficiado por uno de esos bailarines exóticos de Cirque du Soleil: un tal Amaury Escoto, quien por cierto, alguna vez, les ofreció Tigres... y lo desairaron.