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Diagnóstico: Chivas enfermo de Xantofobia

LOS ÁNGELES -- Entre la fascinación del Clásico, pese al desacato del 1-1 final, que no glorifica ni honra el trepidante y vehemente trámite del juego, los protagonistas terminan arrastrando saldo rojo.

Si bien América pierde el liderato ante el Santos, y no impone la diferencia abismal en puntos y posiciones, los más perjudicados, para bendición de su afición y del Guadalajara, son los jugadores de Chivas.

Sometido por momentos, cauteloso en otros, encomendado a los milagros del contragolpe, América desnudó y diagnóstico a los jugadores del Rebaño: sufren de Xantofobia... el miedo al color amarillo, se ponen pálidos ante la palidez del amarillo.

Este sábado, inspirados, estremecidos, alentados o desesperados por el peso del adversario, y la tradición de estos zafarranchos, fue posible ver la mejor expresión de cada uno de los futbolistas de Chivas. ¿Y de ahí pa'lante...?

El marcador, notariado por dos golazos, uno de J. J. Godínez, tras un servicio de cabeza del diminuto Chofis, y otro de Oribe Peralta, quien le dejó el esqueleto a Oswaldo Alanís, como discurso en inglés del presidente de México, hablan de una paridad muy cuestionable.

Pero, insisto, afortunadamente, para el Rebaño y sus seguidores, los futbolistas rojiblancos ya no pueden mentir, ya no pueden recular, ya no pueden irse de parranda y malversar el futbol vistoso que puede desarrollar su equipo. Si lo hacen, si renuncian, traicionan.

Desde un Cota sensacional, atajando cuatro misiles de gol, pasando por una defensa impecable, en la cual Carlos Salcido sacó juventud de su pasado; con una solvente plataforma con Pérez y Orbelín, hasta un rendimiento punzante, guerrero, persistente, agresivo, astuto, atrevido, de futbolistas como Pizarro, la misma Chofis, con el aporte de Pulido, y la pesadilla llamada Godínez. Incluso, Brizuela, cuando ingresa, no desentona, detona.

Sí, el rendimiento de Chivas fue excelente, pleno, por parte de sus jugadores, y por eso, hicieron sufrir al América, aún con el riesgo suicida de permitirle orquestar contrataques, sobre todo con el apoyo de un Renato Ibarra, que hizo de su parcela, carril de alta y libre velocidad.

Por eso, los jugadores del Guadalajara no tienen más alternativa que ver las restantes siete fechas del torneo, con un compromiso, con una beligerancia de buen futbol, iguales o superior a como se mostraron este sábado ante el América. Que todos vistan de amarillo.

Es una vulgar, fácil y comodina aseveración, pero en ningún momento se vieron las distancias entre un América que llegaba como amo y señor del pent-house de la Liga, y un Guadalajara que se percude, sin pertenecer a ellos, entre los condenados a muerte de descenso, en los despeñaderos de la Tabla General.

Queda, claro, la duda, de si el genuino Chivas es el de las otras nueve semanas, el de las jornadas calamitosas, el de la pereza, del cinismo y del aburguesamiento, en contraste con el que este sábado estuvo refulgente ante el América.

Y entonces, quedaría pensar que presas de la tal Xantofobia, ese miedo al color amarillo, los hizo reaccionar, por supervivencia, por instinto de conservación. El miedo a la derrota los hizo ser obsesivos por la victoria.

Pero, los Clásicos, a veces son parteaguas. De ser así, este debe ser el de Chivas, o mejor planteado, debe ser el momento en que el equipo entierre a los pasmarotes de las nueve anteriores jornadas, que conjuren sus propios demonios, y se atrevan a resucitar.

Porque, ojo, la afición, el cuerpo técnico y la directiva, no puede permitir una recaída, ni permitir que los espíritus arrogantes regresen a la pusilanimoidad. Deben presionar y obligar a que los genuinos futbolistas de este sábado por la noche sean iguales o mejores que ante el América.

¿El árbitro Fernando Guerrero? Terrible error al anular un gol legítimo a las Águilas, y por otro lado perdonó rojas a Bruno Valdez y a Mateus Uribe. Salvaron al apodado "Cantante", la intensidad del juego, la fiebre y el fervor de los futbolistas por hacer esa noche de guerra, una noche de fiesta de futbol.