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Xolos deja momias por ilusiones en Monterrey

Mientras América desollaba la vejada zalea de Pumas, en Monterrey el fracaso sigue siendo el inquilino perverso del majestuoso estadio.

El Perro de la Muerte, el Xoloitzcuintle azteca, sembró desolación. Yerto y yermo, Rayados exhala tragedia. Tijuana es semifinalista.

El pomposamente llamado Gigante de Acero tiene más momias que trofeos en su vientre. Ya ni su afición le llena la tripa lujosa de la tribuna. Ubres de cicuta.

La tragedia acelera el Juicio Final. Las plañideras evocan a los ausentes desde el Limbo: "Oh, Funes Mori". Su consuelo es no morir de caries.

¿Y los vivos? Al cadalso, y a la cabeza de ellos, en la cabalgata dantesca del exterminio, el Turco Mohamed, enjuiciado porque lo que hizo lo hizo mal y porque lo que no hizo, también lo hizo mal. El Titanic regio es una fosa común.

Xolos de Tijuana recurre el lúgubre, pero festivo pasaje, del condenado a la emancipación. Se sacudió la guillotina que como moño carnavalescamente tétrico le habían puesto los pronósticos.

Xolos tuvo la opulencia de eso en lo que Rayados fue mezquino: testosterona, sangre, rabia, odio, fe, gónadas. A Monterrey le trasquilaron las joyas del guerrero: lo castraron.

Los aprendices de Américo Vespucio, esos cartógrafos del futbol, podrán tirar las lecturas sabiondas de lo que ocurrió, de lo que pudo ocurrir y de los que no ocurrió en la cancha.

Al ajedrez, todos somos Bobby Fischer, pero en las Termópilas, unos mueren y otros perduran. La última palabra es del jugador. Un Ortega Gasset futbolero diría que son el jugador y sus circunstancias.

Y en Monterrey, ganó el hambriento. En el Gigante de Acero se fugaron las víctimas y le atizaron a sus verdugos.

¿Xolos? Notable. Ojo: Diego Cocca sigue sin ser el Guardiola de América, como lo bautizó en un desliz desesperado Alejandro Irarragorri al llevarlo a Santos. Pero en su primer reto en Liguilla, más a los Mourinho, sobrevivió al estupor de sus propias habilidades.

Sí, Xolos, notable: desde un nervioso Lajud, con la solidez de otrora de Aguilar y de Valenzuela, hasta un Mendoza que dejó de ser el conejo bobalicón de Quick, y la ferocidad de un Musto nada mustio, mientras Bou, Lucero y Bolaños sangraban la cancha con su propia rabia.

Y no es que Tijuana se poblara de cracks en un acto repentino de magia. No, simplemente al futbolista lo posesionó el espíritu de guerra y de garra, ese que debe ser imprescindible en la cancha, en el vestuario, en la vida...

¿Y Monterrey? Sus figurines siguen jugando con tacones. ¿Se equivocó el Turco al iniciar con Molina y no con Jonathan? O tal vez, muy creíble, nunca trabajo para solucionar la ausencia funesta de Funes Mori.

¿O quién hizo el gran negocio de protagonizar el gran imbécil a traer a Albertango (AKA Albertengo), más un bailarín que futbolista? ¿Alguien debe hacer auditoría futbolística y bancaria para quien llevó a semejante jugador con presunción de solución?

Y mientras el reloj iba fileteando los vestigios de hombría deportiva a Monterrey. Xolos se fue asentando. Los goles de Bolaños (desvío de Vangioni al '4) y de Lucero ('22), azuzaban la desesperación de Rayados, a pesar del descuento de Pabón al 47'.

Pero era un dominio suicida. El tercero de Tijuana se regodeaba en el precipicio del suspenso, mientras el ataque desordenado de Rayados agigantaba la trinchera del rival. El cronómetro se desangraba de segundos al ritmo de la transpiración de Xolos.

Este lunes, Monterrey deberá tener una voz y un rostro. Lo reclama la afición y lo reclaman las miles de butacas vacías en el estadio, lo que refleja que alguna afición se rindió antes que su equipo.

Este lunes, Rayados deberá hacer el paseo obsceno, entre los vituperios de propios y el jolgorio de Tigres. Los buitres sediciosos de la tragedia.

Afirman que Mohamed renunció este mismo sábado. ¿Será cierta la maldición de que técnico que es campeón con América no puede serlo con ninguno otro en México? Al Turco le dieron todo lo que pidió. El fracaso es el lujoso corbatín de su paso por Monterrey.

Tijuana espera rival. Perderá a Riveros en Semis, a excepción claro de que apele la expulsión y la Comisión Disciplinaria se pase la cédula arbitral por el arco del triunfo.