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Lionel Messi, el Flautista que extraña su Hamelín

ROSTOV ON DON -- Argentina agoniza. 0-3, escribió con impecable caligrafía Croacia en su Acta de Defunción anticipada. ¿Causal de muerte? "No aparece Lionel Messi".

No se lee, por ningún lado, tras la preventiva autopsia, el acuse incriminatorio de los otros 22. Ni del cuerpo técnico. Curioso: resulta que Argentina fenece de su único anticuerpo visible contra el cáncer.

Jorge Sampaoli se burla: "Aún hay esperanza", dice, bajo el frugal horizonte de combinaciones piadosas. ¿Cuándo Argentina necesitó de voluble caridad?

"Lionel Messi está deprimido", se filtró antes del Apocalipsis ante Croacia. Irónico que mientras 7 mil millones de personas encuentran el Mundial como el mejor antidepresivo, la presunta divinidad de Rusia 2018, se deprima porque debe ser su protagonista.

Lionel Messi falla el penalti ante Islandia. Las imágenes relatan abandono. No hay palabras solidarias de parte de sus diez cortesanos. El capitán se ha quedado sin barco... y sin tripulación.

La señora madre de Messi implora que le quiten de sus hombros el tonelaje emocional de 30 millones de argentinos... y de un centenar de millones de fans madridistas que le clavan agujas a su muñeco vudú.

Y al hombre que renunció una vez a la albiceleste, la etiqueta de "Pecho Frío" se le tatúa como indeleble código de barras. Un hincha despliega una rústica manta: "Prefiero perder contigo que vivir sin ti". El adulterio de la catástrofe.

Y la crueldad tiene un recurso. Y un nombre: Cristiano Ronaldo. El aspirante a otro Balón de Oro enfila la proa de Portugal, porque su Némesis, es, también, el Némesis de Argentina.

Médicos, y hasta el dentista de Messi, buscan actas absolutorias con diagnósticos neurológicos en este tipo con el instinto de guerra mejor desarrollado del universo. Messi no razona, no piensa, inventa.

Pero lo hace sólo en la comodidad uterina del Barcelona, donde se convierte en el justiciero feliz. Ahí, el Flautista se inventa su propio Hamelín.

¿Con Argentina? Ahí, le piden que sea el masculinamente serio Leónidas, que hace de matar y morir, un placer clandestinamente burocrático, cuando lo suyo, lo del otro Leo, Messi, es jugar ligero, vivir ligero, como el futbol debe ser para él. Un lúdico Dragon Ball sin patrioterismos a cuestas.

Los hinchas lloriquean: "Dejamos a nuestros hijos, nuestras familias (en Argentina) y (la albiceleste) no nos da nada". ¿Cuándo pasó a ser un equipo de futbol más importante que un hijo? Baratija de chantaje. Lionel dejó a Messi en Barcelona, y no gime, aún, por él.

Cierto: ha habido genios que definieron campeonatos del mundo rodeados de jugadores menos calificados que acompañan a Messi: Pelé, Maradona, y agreguemos hasta el Garrincha en Chile 62.

Queda claro: no todos los Titanic se hicieron para todos los lomos, para todas las espaldas. Los guerreros se reclutan, los almirantes son predestinados. Lionel no es de ellos.

A esperar si los tahúres del juego en Rusia 2018 rescatan esa mariposa ilusionada de Sampaoli en medio del tsunami, esa llamada de "no todo está perdido".

Si no, afortunadamente para el futbol, el Mario Bros del futbol regresará a la estepa privilegiada de la Liga de España, donde lo aguardan el Logroñés, el Alcorcón, el Eibar, y acaso sólo deberá apretar los dientes, por 90 minutos, por 90 suspiros, ante las incursiones de los equipos de Madrid.

Volverá entonces a la comodidad del ermitaño en el Paraíso. Lionel Messi se despojará de la ostentosa armadura albiceleste y se pondrá las ligeras galas del recreo: pijama y pantuflas azulgranas.

Para él, ya debería entenderse, su vida es la libertad del futbol, pero el futbol no es la esclavitud de su vida.