<
>

Ya está claro: Cardozo está urgido de 11 Cardozos

LOS ÁNGELES -- Con más llanto por los ausentes que euforia por los recién llegados, Chivas presentó a sus nuevas contrataciones y a sus hijos pródigos. Las plañideras enjugan lágrimas y enjuagan pañuelos.

Hay más suspiros por los que se han ido, que confeti por los que han llegado. Tiempo al tiempo. No será fácil. Aún hay ánimas en pena.

La sombra de Matías Almeyda fue exorcizada desesperadamente ya del vestuario y de la cancha, pero no de la Sala de Trofeos. Cinco damas guiñan desde las vitrinas, aunque el caballero andante que las llevó ahí, fue desterrado a San José.

José Saturnino Cardozo, como tahúr que se respete, pidió cartas nuevas para sus viejos y personales trucos. Al fin y al cabo, es su alma desnuda la que está indefensa en la mesa de apuestas.

Es entendible: los entrenadores quieren y requieren a futbolistas comprometidos con él, no con memorias irrecuperables. Cardozo quiere hasta el control emocional de sus jugadores.

Quiere, drásticamente, justificadamente, ser espejo de esos 11 del patíbulo. Quiere, que cada uno de ellos, vea en su espejo propio, un Cardozo.

Y es un privilegio de los técnicos. Necesita rodearse de solidaridad, especialmente cuando un grupo, como el que heredó, ha sido contaminado mediáticamente, y hasta por labores de zapa de sus propios dirigentes. Judas también viste con cuello blanco.

¿Qué pretende? Más allá de esa lealtad de los hombres con los que intenta evadir el cadalso de los resultados adversos, Cardozo sabe que juega con baraja incompleta.

A sabiendas de que no hay en el horizonte cenizo de talento del futbolista mexicano alguien accesible, José Saturnino elige el compromiso gremial, asociativo, grupal, para hacer un equipo que a partir de ser radicalmente combativo sea eventualmente competitivo.

Revisando, por ejemplo, a su versión semifinalista del Toluca, sobresalían los voluntariosos, aunque tenía a futbolistas asesinos como Uribe y Triverio, porque Lucas Lobos llegó con temperamento de lobezno.

Molesta a muchos la radiografía del Guadalajara del torneo anterior, que cojeó, a final de cuentas, de muchos de los trastornos y achaques de los que tuvo Almeyda: desperdiciaba oportunidades claras en el primer tiempo y se desplomaba en los desenlaces.

Y Cardozo tiene dos prioridades este torneo: conseguir que ese equipo combativo, sea consistente; y hacer de ese equipo persistente y combativo a uno medianamente efectivo y eficiente.

Tiene problemas, sin embargo: carece de líderes. No hay una voz potente de mando, de arenga, de orden, de emergencia, que dentro de la cancha sepa, con inteligencia táctica, tomar el control.

O acaso ¿entre regresos y novedades, se yergue un tipo con carisma, personalidad y dominio? Jesús Molina, Hiram Mier, Luis Madrigal, Tony Alfaro, Dieter Villalpando, Alexis Vega, Ronaldo Cisneros, Carlos Villanueva y Alejandro Mayorga se suman a un equipo que de por sí se ha visto mudo en la cancha.

¿Alan Pulido? Entiendo que Cardozo deba usarlo por presión de la directiva. Y entiendo que siga ahí porque nadie ofrece, ha ofrecido ni ofrecerá, siquiera un 50 por ciento de lo que pagó Chivas por la operación más cara, más costosa y menos redituable en la historia del futbol mexicano.

Encima de que Pulido representa freno de mano y de mando para la dinámica del equipo, cómo puede ser líder alguien con indisciplinas extra cancha, y que además cuando se lesiona y no viaja, lejos de ver los juegos de su equipo, cierra antros en Guadalajara.

Ojo: esto no hace imposible para Cardozo cumplir la meta timorata que le marcó la directiva: "Debe clasificar a la Liguilla", dijo el inmortalizado por Ricardo Peláez, #ElPelagatos2.0, menos conocido en los pasillos de OmniLife, como José Luis Higuera.

Sin embargo, será necesario que llegue a asumir un poderoso control de sus jugadores, como sin duda lo consiguió Matías Almeyda, porque tampoco El Pelado tuvo a hombres de temperamento comprometido 24/7. Y que nadie se atreva a citar a Rodolfo Pizarro o a Carlos Salcido o a Oswaldo Alanís.

A su favor, Cardozo ha hecho suyo, en silencio, el lamento de Almeyda. El Pelado dijo en su país que -pobrecito de él--, "debo trabajar tres veces más porque son jugadores mexicanos".

Cardozo, al menos permanece más tiempo en el latifundio de Chivas, que lo que permanecía Almeyda. Tiene más contacto con el futbolista, con su vida privada, con sus debilidades, sus emociones y sus virtudes.

Ahí, cara a cara, mirándose a los ojos, es donde se convierte al futbolista en guerrero personal y colectivo.

Sin sus habilidades, su técnica, su altísima capacidad de definición, su rabia de goleador, sin eso, pero Cardozo, con las contrataciones que ha hecho, deja claro que quiere, en la cancha 11 con el mismísimo espíritu bélico de aquel José Saturnino Cardozo, insisto, claro, guardando las diferencias.

Que esos, los 11, todos en general, cuando se vean en su propio espejo, vean y se sientan Cardozo.