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Guardiola y sus solistas sin orquesta

LOS ÁNGELES -- Coraje. Compromiso. Solidaridad. Preceptos de Pep Guardiola en el centro neurálgico del Manchester City: el vestuario.

Todo parece tan perfecto. Pero, la teoría, a veces, se hace añicos en la cancha. Todo parece tan perfecto, todo. Y, abruptamente, irrumpe el Tottenham en Cuartos de Final de la Champions League.

El documental Todo o Nada (All or Nothing) realizado por Amazon en las entrañas del City, pone de relieve el minucioso trabajo de Guardiola con una de las estanterías más finas, codiciadas y costosas del futbol universal.

Fue reclutando no sólo los futbolistas que necesitaba, sino los que Guardiola sabía que podía moldear. Lleva a cuestas, sin embargo, un estereotipo de perfección del futbol: el Barcelona.

Ocurre que la ilusión se hace tan densamente contagiosa, que él quiere que todos jueguen -y todos quieren que él haga jugar-- al futbol como a su muy personal y legendario Barcelona. Un estigma por asociación de ideas. ¿Cómo clonar a un clon?

Una utopía. Imposible. Frankenstein y Diógenes buscaron a su modo al hombre perfecto. Porque la ciencia y la aventura tienen vidas paralelas.

Uno, Frankenstein, destazó y usó rastrojos para confeccionar su obra con engrudo y tuercas. ¿El otro? Deambulaba esperanzadoramente con una lámpara desesperanzada.

El documental de Amazon corrobora leyendas y mitifica los mismos mitos que acompañan a Pep Guardiola desde el Barcelona, con escala en Múnich antes de acampar en la Liga Premier, pero con el faro oteando hacia la Champions.

Insisto: todo parece tan perfecto en el Manchester City, todo. Selectivo, punzante y puntual en su discurso, desde el pizarrón con fichitas hasta la arenga, con especial énfasis en cada entrenamiento.

Los jugadores coinciden: Guardiola les entrega absolutamente todas las herramientas. Desde el uso y el contacto del balón, hasta una radiografía de cada adversario. Conocen de su respectivo Aquiles, su espada y su talón.

Y sin embargo, nuevamente, en Champions, los Citizens, fracasan. Estruendoso fonéticamente el término fracaso, su simple definición no acepta reclamos: no cumplir el objetivo. Pero, ojo, fracasar no convierte a todos en fracasados.

Frustrado, Guardiola, ahora, está urgido a ganar la Premier, no sólo para maquillar el fracaso en Champions, sino para darse una nueva oportunidad, seguramente acompañado de otra inversión millonaria.

El técnico catalán lo sabe: no puede recriminar a sus jugadores sobre esos principios básicos señalados: coraje, compromiso, solidaridad, etcétera. Asumen ser espartanos de una forma de jugar al futbol que les exige la perfección estética.

Ocurre, sin embargo, como ocurrió ante Tottenham este miércoles, que la desesperación los urge a tratar de anotar como sea, y se olvidan, sin renunciar, que hay una ruta crítica elaborada, día a día, para alcanzar el objetivo.

Y entonces, como otras veces en Champions, olvidan que coraje, compromiso, solidaridad y todos los etcéteras posibles, se rigen por espasmos y no por cordura y orden, que son, de nuevo, fundamentos en los que trabajan día con día.

Poco ayudó que Guardiola dijera antes del juego que "no vine al City para ganar la Champions", más allá de que ha sido reiterativo de un dogma de Johan Cruyff: "No hablo de ganar o perder, hablo de jugar a nuestro estilo".

Sin embargo, en momentos de apremio -y lo sabe bien Pep--, en la cabeza del futbolista, ese hoyo negro en su universo de presiones y exigencias, en momentos de desesperación, elige intentar ganar o intentar no perder, aún por encima de su estilo de juego.

Por eso, insisto, en el mundo coloquial del día a día, en el Manchester City todo parece perfecto, hasta que llega el tsunami, súbito y fortuito, como el que generó Mauricio Pochettino, y entonces parecería que la teología de Guardiola no está tan necesariamente cimentada en sus jugadores.

Y no es cuestión de fe. O de credibilidad. O de confianza. Sino de sentimientos. Puramente.

Guardiola tuvo una orquesta en el Barcelona. Hoy, sólo tiene a algunos de los mejores solistas que se alejan de la partitura cuando el Titanic encalla.

Y el director se queda sin orquesta, y la orquesta sin director...