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México no espera 'pura vida' ante Costa Rica

HOUSTON -- Este sábado, en el NRG Stadium, se presentará, final y realmente Costa Rica en la Copa Oro. Y México tendrá la fortuna de medir los genuinos alcances de la Bendición Tatal.

Estigmatizar a la selección tica por su danza irregular en la fase de grupos, sería precipitado para todos.

Afortunadamente, también para todos, hasta el mismo Gustavo Matosas verá la mejor versión de su propia selección. Y también lo harán Gerardo Martino y su selección mexicana.

Puede ser, debe ser, el mejor partido del menú absoluto de la Copa Oro. Y México y el Tata, sin renunciar a su cartografía futbolística, tendrán el más genuino de sus exámenes.

Gustavo Matosas ha sido punzante: respetar su estilo casi suicida bajo el precepto dramático de a matar y a morir. “El futbol debe ser así, a dar y recibir, gol por gol. Es la esencia bella del futbol”, ha dicho el técnico uruguayo nacido en México.

Lo que Matosas desconoce aún, es la capacidad de sus propios jugadores. Este sábado verá a sus futbolistas con la adrenalina, el hambre, y la testosterona a tope, y la sangre en ebullición.

Hay quien trata de avejentado y caduco al plantel tico. Si uno de los estandartes es Alvaro Saborío con 37 años, habría margen para pensar así.

Pero, con su sangre veterana, con su pellejo de futbolista curtido, el costarricense ha impactado a México como en el primer Aztecazo y en procesos eliminatorios.

Incluso esta Roja llegó a territorios mundialistas a los que México sólo se asoma con los catalejos de la impotencia y la frustración. El Quinto Partido dejó de ser utopía para Costa Rica.

Por otro lado, el México de la Bendición Tatal, marcha con cifras perfectas, con un promedio de más de tres goles por partido, cierto en juegos amistosos y ante rivales como Cuba, Canadá y Martinica, dentro de la Copa Oro.

Pero el Tri de Gerardo Martino muestra orden y solidez, aunque a veces la defensa anda de excusión por Bobaliconia, y se traga goles impensables. Sin embargo, su mejor perfil es al ataque.

Por todo esto, debe ser un atractivo juego de futbol. Hay pasión desbordante debajo de ambas camisetas. Esto lleva a los 22 de la cancha a asumir el compromiso extremo de la batalla.

Porque además Matosas podrá ensayar como jugar más ordenadamente agresivo, pero nunca renunciar a su pasión kamikaze, y porque el Tata ha sido incisivo: trata de perfeccionar el Plan A de juego, antes de preocuparse por generar alternativas B o C.

Por eso, así como Matosas va a conocer el potencial puro de su equipo, cuando el adversario se lo reclama, así también Martino no puede permitir esa abulia, esa apatía de la que bochornosamente se embargó el equipo mexicano ante Martinica.

Insoslayable un par de detalles. México juega en casa. De los 69 mil boletos vendidos casi la totalidad están en poder de mexicanos. Pero, ¿alguien de verdad cree que a jugadores mundialistas, otros con roce europeo, les impactará verse circundados por el tumulto tricolor? Absolutamente.

Y el otro: deseable sólo, que en la generosidad de propuestas y de pasiones deportivas que ofrendan México y Costa Rica, se mantenga al margen la sospecha sobre el trabajo arbitral. Que no meta las manos la perniciosa necesidad de mantener con vida al equipo que es el Cuerno de la Abundancia de la Concacaf.

Porque se puede entender la torpeza, la incapacidad, el nerviosismo, la incompetencia de los árbitros de la Concacaf, con un nivel acorde a la zona, pero que si se equivocan lo hagan por todos los defectos mencionados, no por la sevicia perversa de la voracidad financiera del organismo rector.