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México, a resanar su crédito ante EEUU

CHICAGO -- Ungido ante Haití como atracador por la mismísima Concacaf, con el arbitraje como el benemérito de su urgida voracidad financiera, México se presenta ante Estados Unidos en la Final de la Copa Oro.

Las condiciones y las obligaciones no han cambiado para el Tri de Gerardo Martino: es el favorito.

Ojo: la condición de finalista de México no acepta réplica. A lo largo del torneo fue mejor que sus adversarios, y cuando se metió en problemas y sufrió de soponcios, como ante Costa Rica, por una torpeza arbitral, lo resolvió trémula pero eficientemente desde el manchón penal.

Ante Haití, con momentos de 80 por ciento de posesión de la pelota, el Tri se metió en sudoraciones víctima de su propia incapacidad para marcar alguna de las numerosas oportunidades de gol que tuvo.

Haití hizo gala del amontonamiento burdo, de una devoción estoica y de una fortuna compasiva, para mantener en cero en marcador y al tope la desesperación y los estremecimientos del equipo mexicano.

Llegó sin embargo, embozado de juez, el árbitro catarí Al-Jassim Andulrahman para que su mano pederastamente futbolera, le meciera la cuna al ya casi histérico equipo mexicano, marcando una falta inexistente sobre Raúl Jiménez.

Los defensores, a sueldo o por culto… o por incultos, se apoyan en la pifia arbitral a favor de los ticos o incluso una clara mano en el área al minuto 8 por parte de un jugador haitiano, para, entonces sí, súbita y convenientemente, canonizar la ley de la compensación.

Indemnizar una injusticia con otra injusticia es una doble prostitución de la justicia. Claro, la perversidad tiene otro tipo de interpretación.

Pero, Al-Jassim Andulrahman pagó la generosidad de ser invitado al torneo estelar de Concacaf para que la Final fuera tan estelar como era posible: México contra EEUU.

Promete ser un banquete. Tal vez más por el entorno que se apodera de estos enfrentamientos, que, a falta de mayores y mejores protagonistas, es el Clásico de la Concacaf. El uno para el otro.

Será útil este choque para Gerardo Martino, itinerante alguna vez, y muy poco exitoso, de otro tipo de Clásicos, como un Barcelona- Real Madrid o un proyectado Argentina-Brasil.

Afortunada y lamentablemente para el Tata, las circunstancias que confluyen en esta Final –escribiría hace 30 años Guillermo Chao en el ESTO—Cokakafkiana, azuzan pero amortiguan, la condición de favorito del Tri.

Más allá de jugar como local, con el Soldier Field abarrotado, y de esa sonrisa coquetona de la Concacaf a través del silbante catarí, México cuenta con futbolistas de protagonismo en diferentes ligas, algunos con títulos regionales, y también con un recorrido solvente en sus equipos.

De mortal a mortal –porque el jugador de Concacaf no es de otros hemisferios de grandeza–, es evidente que México cuenta con mejor plantel que el reconstruido cuadro estadounidense, que aún paga la cuota y la resaca de los desórdenes patrocinados por las aberraciones de Sunil Gulati y Juergen Klinsmann durante años.

Pulisic parece ser el jugador extraordinario de la zona y de esta Final, pero –él mismo lo sabe–, de no jugar por la selección de EEUU no lo haría por ninguna de Europa, como alguna vez intentó especular, como por ejemplo, con la de Croacia.

A Michael Bradley le queda grande la felpa de Capitán América, que mediáticamente portó Landon Donovan, y a Altidore se lo devoraron las comparaciones, y en general este equipo estadounidense, imberbe y gestacional, tal vez no entienda aún lo que representa enfrentar a México, como ocurría en otras épocas.

Al final, sin duda, en dos procesos en maduración, el de Martino y el de Gregg Berhalter, la conquista de la Copa Oro, de la manera más legítima posible, será un impasse de generosidad para la Liga de las Naciones y el largo camino clasificatorio al Mundial.

Lo más relevante, en la batalla de este domingo, es que es beligerancia arrebatada e implacable en la cancha, entre cada uno de los jugadores, no se pierda. Esa esencia de odio deportivo es lo que vale el precio del boleto.

Y si el arbitraje le hizo perder crédito a México ante Haití, en esta Final de la Copa Oro, puede recuperar totalmente su credibilidad y hasta con un poquito de superávit.