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Chicharito... ¿Tri? ¡RIP!

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Roberto Gómez Junco cree que Martino no ha sido claro en el tema de 'Chicharito' (1:52)

Nuestro analista asegura que ha faltado claridad para terminar con las especulaciones sobre la ausencia de Javier Hernández en la Selección Mexicana. (1:52)

LOS ÁNGELES.- Yon de Luisa y Gerardo Martino oficiaron de sepultureros. Ya ambos administraron los Santos Óleos, oficialmente, a la carrera de Javier Hernández dentro de la selección mexicana.

Queda claro: Chicharito podrá ser campeón de goleo en la MLS, imponer marcas, arrastrar multitudes, vender camisetas, conseguir que su estrella sea instalada en el Paseo de la Fama de Hollywood, pero, jamás, jamás, regresará al Tri, mientras De Luisa y el 'Tata' tengan el control.

Así, hay más lápidas que altares en el futuro de Javier Hernández dentro del futbol mexicano. Más hienas que misioneros, en su futuro selvático dentro del Tri y de la Liga Mx. Porque, incluso, Chivas ha sido invitado a pensar dos, tres o más veces, antes de “repatriarlo” al Rebaño.

Yon de Luisa, en declaraciones a Telemundo, ajustició públicamente a Chicharito. Pero, “no está vetado”, agregó el presidente de la FMF, con una sonrisa misteriosa, casi torva, en las comisuras de su boca. “No veto a nadie”, dijo, para dejar en claro que puede vetar a quien sea.

Entendamos algo: el veto oculto, silencioso, insidioso, siniestro, es el más poderoso. El veto público empieza a dejar de ser veto cuando se hace público.

“Es importante que en nuestros empleos exijamos, siempre y cuando lo hagamos de las formas adecuadas y pensando en el bien del grupo. Si dos, tres o cuatro jugadores quieren exigir algo bueno para el equipo es bienvenida esa exigencia. La parte en la que no estamos de acuerdo es cuando existen exigencias individuales y ponen los intereses personales por encima del grupo”, dijo De Luisa a Telemundo.

Gerardo Martino, después, en conferencia de prensa, hizo su parte. Yon de Luisa ya había clavado las alcayatas en el ataúd de Javier Hernández. El 'Tata' arrojó la tierra encima, y escupió sobre ella, para que apisonara mejor. “No convocarlo (para el amistoso ante Ecuador), es decisión del entrenador”, dijo en tono mesiánico, hablando de él mismo en tercera persona.

En pleno Mundial de 2018 en Rusia, se había advertido en este espacio, y en Raza Deportiva de ESPN, el caos que se había generado dentro de la selección mexicana tras la victoria sobre la peor Alemania de la historia.

Un grupo de jugadores quiso abusar de ese momento de gloria. Javier Hernández lo encabezaba. Era correcto lo que pedía, sin duda, pero, era incorrecto el momento para pedirlo. Otro grupo de jugadores coincidía con los dirigentes: “hablemos después del Mundial”.

En julio de 2018, revelábamos que Chicharito exigía menos secuestros por parte de la FMF. Esos tiempos muertos, aburridos, en los que debían atender a patrocinadores, a promocionales, a socios comerciales y televisivos, debían reducirse.

Por otro lado, el grupo inconforme exigía que los jugadores recibieran una comisión justa por ser los maniquíes, los rostros subastables, casi prostituibles, de la selección mexicana.

Todo correcto, todo justo, menos el momento. Una victoria sobre Suecia y México eludiría a Brasil y podría acercarse al quinto partido. Pero, la trinchera estaba hecha pedazos.

Aquello le fue perdonado a Javier Hernández. Gerardo Martino rompió una lanza por Chicharito. Le hizo saber de su importancia en el nuevo andar del Tri. Debía ser la piedra angular del nuevo proyecto.

Javier dijo sí, pero mintió. El pasaje del brunch en Nueva York, con desenlace en San Antonio, y unas damas de compañía de por medio (la mexicana Keyla Caputo y la argentina María del Mar Molar), arruinó, traicionó la alianza Tata-Chicharito. El técnico decidió olvidarse desde entonces del hoy delantero del Galaxy.

Mientras que otros asistentes al caligulesco brunch, como Guillermo Ochoa, Héctor Moreno, Miguel Layún y Marco Fabián, hablaron con Gerardo Martino y ofrecieron explicaciones y disculpas, Chicharito no se inmutó. Creyó gozar de inmunidad e impunidad.

Cuando fue despedido el encargado de logística de la selección mexicana, Andrés Mateos, por sus labores de alcahuete con las señoritas invitadas al tour de la lascivia del Tri, Javier Hernández guardó silencio, a pesar de las súplicas de su gestor para que intercediera por él.

Quede clara la ecuación: Javier Hernández se equivocó y las consecuencias han sido más represalias que castigos. La orden es de Yon de Luisa, y se la enjareta, dócilmente, Gerardo Martino.

Lo cierto, es que, finalmente, tras meses de escurrir el bulto, y tras meses de medias verdades que equivalen a medias mentiras, y en la antesala de este pobreteado e indeseable partido amistoso contra Ecuador, han despojado de los últimos harapos de duda, a la gran verdad: Javier Hernández podrá tener una manifestación excelsa como futbolista, pero, al Tri, no regresa.

Cuando ocurrió la lesión de Raúl Jiménez, la FMF aceleró los trámites de naturalización de Rogelio Funes Mori, a pesar de que la pandemia, había frenado todos los procesos pendientes en el gobierno mexicano. Pero, Yon de Luisa entiende que el poder, si no se ejerce, se desperdicia, y que dispone de poderosas ganzúas para reventar cualquier candado.

Ya desde entonces, se haría lo que fuera necesario, para evitar la presencia de Javier Hernández en la selección mexicana, empezando por Copa Oro y Juegos Olímpicos, especialmente porque con el Galaxy había encontrado una racha goleadora.

En su mejor momento en la MLS, al ver cómo se levantó un muro siniestro ante sus pretensiones, Chicharito se lesiona, y no producto de un esfuerzo futbolero o un mal golpe, sino esa nueva epidemia en el deporte, que los médicos llaman “estrés traumático”. Eso facilitó su marginación inmediata, al menos ante de manera mediática.

Tal vez, al final, la única rentabilidad de este amistoso desechable ante Ecuador, sea que cayeron las máscaras de Yon de Luisa y de Gerardo Martino. No más caretas: mientras ellos administren la damisela en alquiler del futbol mexicano, la selección nacional, Javier Hernández vivirá, simultáneamente, en el limbo y en el purgatorio.