De cómo Luis Angel Firpo comenzó como repartidor de farmacia y llegó a ser el retador del campeonato mundial de los pesos pesados.
Luis Angel Firpo nació en Junín, provincia de Buenos Aires, el 11 de octubre de 1894. Su familia se mudó a Buenos Aires en 1898, porque el niño tenía problemas en los oídos. Regresaron luego a Junín y cuando regresaron, a la “Reina del Plata”, el chico ya tenía 12 años.
El barrio fue Almagro y cuentan que por eso se hizo “hincha”, como dicen los argentinos, del club atlético San Lorenzo de Almagro. Hizo sus primeras labores en una “botica” (como solía llamarse entonces a las farmacias) de la calle Maza. También trabajó en la Unión Telefónica.
No hay un solo relato que indique por qué se metió al boxeo, sino dos. Uno da cuenta que trabajando de cobrador en una fábrica de ladrillos, fue asaltado por un par de delincuentes y los durmió con el poder de sus puños. Otra versión narra que una vez, en el barrio de Villa Crespo donde también vivió la familia, vio a su padre asediado por un par de ladrones. No solamente intervino a los golpes sino que hasta revoleó a uno de los atrevidos por el aire, luego de tomarlo por el cuello y el final del saco.
Lo cierto es que Félix Bunge, dueño de la fábrica de ladrillos, le aconsejó practicar boxeo. Cuando se metió en un gimnasio, le bastó calzarse los guantes para sentir que ese iba a ser su camino. Como escribe el periodista e historiador Juan José Zurro: “Hasta 1920 (año en que se fundó la Federación Argentina de Box) se creó una gran cantidad de clubes y llegaron al país muchos expertos boxeadores para enseñar la práctica del boxeo. Entre los más destacados se encuentra el Buenos Aires Boxing Club, con fecha de inauguración el 28 de agosto de 1908, durante la presidencia del doctor Nicanor Magnanini. Estaba ubicado en la calle San Martín 891, donde fue instalado el primer ring reglamentario del país. Otro fue la academia llamada Asociación Argentina de Box, de 1911, en la calle Florida al 600, dirigida por el "Morocho" Britos y un gran grupo de destacados boxeadores, quienes luego, en 1914, fundaron el International Boxing Club en el sótano de un café ubicado en Cuyo (hoy Sarmiento) y Libertad".
Ahí –consigna Zurro-, se calzó los guantes por primera vez Luis Ángel Firpo, "el Toro salvaje de las pampas". El boxeo no estaba reglamentado entonces. Una ordenanza municipal lo prohibía como actividad en Buenos Aires, aunque se practicaba a nivel amateur. A Firpo ese tema no le preocupó demasiado. Hizo su primer combate, anunciado como exhibición y fallado primero sin decisión, con asaltos a 2 minutos y guantes de 12 onzas, el 10 de diciembre de 1917, a los 23, frente al australiano Frank Hagney. Algunos medios lo consideraron ganador por puntos.
Su primera pelea oficial ocurrió el 12 de enero de 1918, en el Teatro Casino de Montevideo, cuando perdió por nocaut en el primer asalto con el uruguayo Angel Rodríguez, que a los 26 lo superaba ampliamente en experiencia, con 25 ganadas, 2 perdidas y un empate, además de ser campeón sudamericano. De ahí en más, y hasta 1920, realizó un total de diez combates, alternando Uruguay con Chile.
Para dar una idea de su tenacidad y también de su profundo sentido del ahorro –Firpo fue siempre, y ante todo, un celoso custodio de sus ganancias- se cuenta que en su primer viaje a Chile, como el costo era alto, decidió tomar el camino de los arrieros y, paso a paso, cruzó la Cordillera de los Andes para llegar al país vecino. Era, también, una prueba de su constancia para lograr su objetivo.
Y el objetivo se empezó a delinear cuando en 1922 afrontó el largo viaje en vapor que lo llevó a “La Ciudad de los Rascacielos”. Hizo 3 presentaciones: ante Tom Maxted, Joe McCann y Jack Hermann. Los memoriosos recuerdan que en el poster de su primera pelea, pusieron en lugar de su foto una de un amenazante afroamericano para que impresionara más. Le pagaron 200 dólares y con esa bolsa compró la película del combate, sabiendo que iba a ganar mucho más dinero exhibiéndola en los cines de Argentina.
Ya de regreso a Buenos Aires, realizó 2 exhibiciones y una pelea: fue ante el australiano Jim Tracey, en el club Sportivo Barracas, el 8 de octubre. Firpo ganó por nocaut en el cuarto asalto luego de un impecable cross de derecha. Pero además, se dio un hecho que no pasó desapercibido para nadie: la enorme convocatoria, que provocó el combate. O, mejor dicho, la presencia de Luis Angel en un cuadrilátero. Pero el dinero y la carrera estaban afuera del país y así lo entendió, así que en 1923 anduvo nuevamente por los Estados Unidos, México y Cuba. Su enorme físico, ya que medía 1,89 metros y su presencia amenazadora, lo fueron convirtiendo en una atracción.
Sin contar que de 9 peleas ganó 7 por nocaut: el poder de sus puños le iba abriendo paso, y eso le permitió llegar a Tex Rickard, un promotor ambicioso y conocedor. De su mano llegó a pelear con figuras importantes como Bill Brennan. Y dándose cuenta de que estaba ante un gran negocio -mejor dicho estaban los dos, porque Firpo se manejaba solo-, Rickard lo puso frente a Jack McAuliffe y la respuesta fue drástica: 80.000 personas en Nueva York para un triunfo por nocaut en 3 rounds. Hacía falta un gran nombre y le tocó el turno a otro gigante, Jess Willard, que había sido campeón mundial.
Fue el 12 de julio de 1923 en el Boyle’s Thirty Acres. Willard, a los 42, ya no era el mismo pero tenía un record de 25 ganadas, 6 perdidas y 2 nocauts. Firpo, a los 28, subió con 21 ganadas y 2 derrotas. Había logrado el título sudamericano vacante ante el norteamericano Dave Mills en Santiago de Chile, el 30 de abril 1920. Ante Willard, Firpo logró una victoria por nocaut en 8 vueltas nada más ni nada menos que ante 75.000 personas. De hecho, según la revista “El Gráfico” de Buenos Aires, el combate fue publicitado como un encuentro eliminatorio para enfrentar a Jack Dempsey, a pesar de que Willard había sido vencido sin problemas por “El Matador de Manassa”.
Fue, aquella, la última pelea de Willard, y de esa manera, Firpo, tras una victoria categórica, se ganó el derecho a combatir con Jack Dempsey.
Firpo, bautizado por el periodista Damon Runyon como “El Toro Salvaje de Las Pampas”, ya era toda una atracción: sinónimo de salvajismo, fuerza y determinación. ¿Qué más se podía pedir que verlo frente al “Matador de Manassa”? Sin embargo, Rickard pensaba que faltaba por lo menos un año de mayor promoción y preparación para esa pelea.
Con esa perspectiva, Firpo decidió organizar una gira, con 6 exhibiciones en distintas ciudades de los Estados Unidos. Cuando ya tenía firmadas las presentaciones, recibió una llamada del promotor. “Va a tener que ser el 14 de septiembre por razones de organización, Firpo”. El argentino puso el grito en el cielo, pero ya no le quedaba otro remedio que cumplir con las exhibiciones, aun corriendo el riesgo de terminar cortado en alguna. Afrontar un juicio por incumplimiento de contrato lo aterraba más todavía.
Así que debió treparse a varios trenes y cumplir con lo pactado. La última fue el 18 de agosto, en Indianápolis, con Jack Downey. El problema surgió porque Downey, casi sin recibir golpes, se desvaneció y fue a parar al hospital. “Según las reglas de este Estado, si algo le pasa a este hombre usted podría ir a la cárcel. Hasta que no hable dando señales de que está vivo, usted no puede salir de la ciudad, Firpo”, le dijo el sheriff local.
Unas horas más tarde, mientras montaba guardia en el hospital, un médico se acercó para decirle: “Mister Firpo, Downey habló. Está vivo. Puede retirarse”. Faltaba menos de un mes para la pelea con Dempsey. El argentino tenía una lesión en el extremo inferior del húmero izquierdo. Pero la pelea tenía que hacerse…
En nuestra próxima entrega seguiremos palpitando todo lo que rodeó a aquella pelea, que fue denominada “La Pelea del Siglo” y analizaremos todos los detalles que convirtieron a ese combate, en una leyenda del boxeo de todos los tiempos.