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El Bony, leyenda de Cartagena

Bonifacio Ávila en su kiosco en Cartagena. Gentileza Marga Oliveira

“El mejor sancocho de pescado está en el Bony” nos dice don Alberto, mientras un solazo implacable deja desiertas las calles de Cartagena de Indias.

Don Alberto es taxista: clásico personaje -a veces ficticio- utilizado en notas periodísticas para contar detalles de la vida cotidiana de lugares nuevos.

Solo que don Alberto es de carne y hueso, existe: se llama Carlos Alberto Muñoz Vega. El problema era saber quién es el Bony, porque ya lo nombraron varias veces.

“Fue boxeador”, nos aclara Juan Carlos Devia, promotor de boxeo de Barranquilla. “Peleó por todo el mundo y es un símbolo de Cartagena: todos lo quieren”

Como todavía no sabemos quién es, Devia aclara que se llama Bonifacio, lo cual no nos agrega nada.

Hasta que, cuando lo encontramos en su ámbito, “Kiosco el Bony”, a unos metros de la playa y le damos la mano, él mismo nos aclara el misterio:

“Yo estuve en el Luna Park y peleé con Alfredo Horacio Cabral”, nos dice.

Ahora sí, claro: es Bonifacio Ávila. Adiós al misterio.

Pero en Cartagena basta con decir El Bony.

Nació en Sucre el 5 de junio de 1950 en medio de la pobreza, fue pescador y un día se decidió a meterse en un gimnasio.

Hoy, a los 74, puede decir que estuvo muchas veces en un ring con el gran Rodrigo Valdez -el gran rival de Carlos Monzón- haciendo sparring, en los tiempos en que “hacer guantes” -como se decía entonces-, eran verdaderas batallas. “Me descuadró la quijada varias veces”, recordó hace un tiempo.

Rodó por el mundo, llenó la Plaza de Toros de Cartagena, anduvo por Estados Unidos, Sudáfrica, Puerto Rico, Argentina y recaló en Canadá. En cada presentación dejó su marca de boxeador talentoso y de peleador implacable.

No fue campeón mundial pero eso no importa demasiado. Es, por sobre todas las cosas, un ejemplo de vida. Su quiosco -en realidad, un restaurante casi al aire libre, típico de Cartagena, con más de setenta mesas- está en un punto neurálgico de Boca Grande, junto a la playa y enfrente al hotel Caribe. Y así como muchos pasan simplemente para comer bien, otros lo hacen para llevarse, además, una foto con él.

Fue representante olímpico en Múnich, 1972, y luego se hizo profesional, campo en el que combatió entre 1973 y 1979 hasta que finalmente, decidió colgar los guantes. Le prometió a su esposa hacerlo si perdía “una pelea más” y cuando ello ocurrió, cumplió con su palabra.

Dejó atrás una campaña de 29 peleas, con 17 victorias (14 por fuera de combate, señal de su tremenda pegada), 9 derrotas y 3 empates.

La salud no lo acompaña del todo, pero nunca deja de posar con un cliente, ni de hacer una broma o recordar su paso por Buenos Aires.

“Cabral me ganó, era muy bueno”, dice.

En esa misma velada, Hugo Pastor Corro, mendocino de Argentina, venció por puntos al colombiano Rodrigo Valdés. Fue por el campeonato mundial mediano unificado WBA-WBC en poder del argentino, que lo había logrado en San Remo, Italia, el 22 de abril de ese año, justamente frente a Rocky.

“Pero a quien más recuerdo es al promotor, a Tito Lectoure. Cada vez que nos cruzábamos me preguntaba: “¿Comiste?” y si, yo comía y bien, era un mediano junior natural, pero también peleaba en mediano”.

“La pelea del Luna Park fue el 11 de noviembre de 1978”, dice su esposa, Rosa Aurora Robles que, por cierto, parece recordar una por una sus peleas. “Y, aunque ganó Cabral, el verdadero ganador fue Bony”.

Fiel compañera, se conocieron cuando ella tenía 23 y él 25. Tuvieron cuatro hijos y se sumaron otros dos por las cosas de la vida. Todos son iguales para ellos.

“A veces la pasábamos tan mal, que los dos salíamos en el barco a pescar, pero no para vender pescado sino para comerlo. Tuve que aprender a pescar, limpiar el pescado y cocinarlo, siempre hemos estado juntos”, dice ella, a la que la vida también ha golpeado duro. “Y acá estamos, con la mirada alta y dispuestos a seguir luchando”.

“Cuando peleó en la Plaza de Toros con Nelson Lasalle, yo estuve allí, alejada del ring. Lasalle era el favorito y no faltaron quienes dijeron que Bony iba a perder por nocaut”, recuerda ella. “La Plaza estaba llena de gente como nunca”.

El invicto puertorriqueño Lasalle subió con ropas de gala, brillantes y nuevas; Bonifacio con un par de zapatos viejos. Como Rocky ante Apolo, era más un admirador que un contendiente, hasta que su técnico, “El Chico de Hierro”, le gritó: “Déjate con esas vainas de mirarle las botas nuevas y tírale golpes por todos lados, hombre”.

Así salió a pelear el Bony y terminó poniendo nocaut al favorito en medio de una gritería impresionante: fue en el sexto round y Ávila terminaba de ganar lo que fue la pelea más importante de su vida, porque de ahí en más lo contrataron para pelear por todo el mundo.

Fue el 16 de agosto de 1975. Lasalle venía invicto en 12 peleas y Ávila apareció simplemente como una víctima más. No fue así.

“Cuando ganó corrí hasta el ring, estaba emocionada y feliz por él, por sus esfuerzos, porque la gente no sabe el sacrificio del boxeador”, cuenta.

“Anduve por Norteamérica, pero tuve un problema con la visa, entré como turista y no pude volver, pero peleé en casi todo el mundo”, cuenta Bonifacio, que fue campeón nacional mediano junior. “Estuve organizando peleas en La Boquilla, cerca de aquí, pero no es fácil, son muchas complicaciones”.

Finalmente Juancho Arango, Alcalde de Cartagena le ofreció la posibilidad de tener el quiosco, porque Bony era guardavidas en esta playa, frente al Caribe, y aquí estamos”, dice la señora Rosa. “Le damos trabajo a casi cuarenta empleados, aunque no siempre se notan los sacrificios de mantener esto”.