Una de las nuevas sensaciones del boxeo argentino es senegalés. Se llama Touba Niang. Sus presentaciones son sinónimo de batallas sin cuartel, sus seguidores lo acompañan con danzas llenas de ritmo y alegría y por ahora, cuando solamente tiene 5 peleas profesionales, son todas ganadas, de las cuales se impuso en 3 antes del límite.
A los 24 años, cumplidos el 12 de junio, 'La mamba negra' es vendedor ambulante en la peatonal de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, y muy atrás quedó su pueblo natal, Watef, de la zona de Louga.
"Sé que tengo mucho temperamento y eso a veces me juega en contra, pero son todos elementos que hay que corregir. Siempre tuve la idea de ser popular acá, pero no pensé que iba a ser todo tan rápido. Trabajar en la calle solamente me trae el problema del clima, tengo que cuidarme pero también es cierto que el boxeo ayuda mucho, pero no es suficiente. Con el boxeo no tengo apuro, porque sé que hay mucho tiempo y que el secreto es tener paciencia", dice.
Imposible no mencionar a Battling Siki, el primer senegalés y también el primer africano en lograr un campeonato mundial, el de los medio pesados, ante el legendario Georges Carpentier en París en 1922 ante 55.000 espectadores. Intentaron descalificarlo, pero el fallo fue corregido y se lo confirmó como vencedor por nocaut. En marzo del año siguiente fue a Dublín y resignó la corona ante Mike McTigue, pero ya estaba en la historia…
Touba Niang admite que siempre le gustó el boxeo, ya desde chico, pero no había mucho por hacer en su país: "Entonces, me dediqué a la lucha hasta que cuando pude encontrar al boxeo supe que eso era lo mío".
Es musulmán, hincha de Boca, habla en un fluido español, se entrena en el Sindicato de Comercio, que está encabezado por el 'Mata' Rodríguez -histórico aficionado al boxeo que también estuvo muy ligado a Fernando 'Puma' Martínez-, y afirma que hace rato se siente bien argentino.
"Acá todos me alientan mucho, ustedes son muy amigables y gracias a Dios llegué aquí, donde me siento muy cómodo. Hoy me estoy manejando solo, sin necesidad de promotor y muy bien entrenado por Javier Segovia", explica Niang.
Tiene documentos argentinos, siente la popularidad en la calle, donde ya no es solamente el vendedor ambulante sino también el boxeador que da grandes espectáculos.
Atrás quedó una numerosa familia, donde son más de treinta hermanos ("Mi papá puede tener cuatro esposas, así que imaginate", dice riendo) y por supuesto, se entrena en varios turnos, sabiendo que es el mejor camino para triunfar en el boxeo. Suele leer el Corán y asistir a la Mezquita.
"Mi ídolo es Muhammad Alí, que como Tyson es musulmán. Y me gusta mucho Gervonta Davis, que al convertirse ahora al islamismo seguramente va a llevar una vida más sana y ordenada, es un gran boxeador", dice.
En su última pelea, realizada el 24 de mayo de este año en el estadio de la Federación Argentina de Box, se impuso por puntos ante Axel Córdoba, luego de haber caído en el segundo round. Fue un gran llamado de atención, porque su espíritu combativo lo lleva a entregarse sin reservas a pelea franca, olvidando los riesgos de recibir algún contragolpe como le ocurrió frente a Córdoba.
Como suele suceder después de cada uno de sus combates -el mencionado triunfo ante Córdoba fue una batalla que se convirtió en lo mejor de la noche- luego tiene tiempo de saludar a todo el mundo. Sus acompañantes forman un espectáculo aparte que le agrega una nota con fuertes trazos de color y ritmo.
Llegó a la Argentina cuando andaba por los 15 años, en un larguísimo periplo que incluyó España, Brasil y varios países más, no siempre viajando en forma legal.
Comenzó a entrenar boxeo en 2021 y se hizo profesional el año pasado. Uno de sus sueños es conocer personalmente a Messi y otro es ser campeón argentino y mundial. Tiene un hermano que también boxea, Abdou, y tuvo alguna oferta para ir a Francia, pero prefiere seguir en Argentina. Milita en la categoría de los medianos.
Seguramente, comparado con todo lo que tuvo que sufrir para llegar a la Argentina, ponerse un par de guantes es casi lo de menos.
"Acá estoy cómodo, la calle me enseñó a hablar muy bien el español, tengo la suerte de hacer lo que me gusta y ser reconocido. ¿Qué más puedo pedir?", dice y su sonrisa ilumina cualquier charla.
Una sonrisa que solamente abandona cuando, con los guantes puestos, escucha la primera campanada llamándolo a boxear.
