<
>

Sergio Víctor Palma: un guerrero que fue campeón mundial

En la semi oscuridad hay dos hombres. Uno, el más joven, semi desnudo, está sentado. En las marcas en su rostro y la tristeza de su mirada se resume la imagen de la derrota.

El otro, ansioso, se mueve constantemente y de pronto habla, casi gritando:

-Nos robaron, esta revancha hay que hacerla en el Luna Park. Alzando el rostro y una voz cargada de dolor, el más joven lo mira y le dice:

-No, Don Santos. Perdí. Perdimos. La próxima vez, sea acá, en el Luna Park o en la China, voy a ganar yo.

Escenario: vestuarios de la Plaza de Toros Monumental de Barranquilla, Colombia. Fecha: sábado 15 de diciembre de 1979. El argentino Sergio Víctor Palma, en fallo muy ajustado, termina de perder con el colombiano Ricardo Cardona, quien retuvo su corona mundial super gallo de la Asociación. Dos jueces le dieron un punto al campeón y el otro, 2. Fueron 15 asaltos tremendos.

Si esta crónica comienza con una derrota, es también un retrato de Sergio Palma: la derrota no siempre es un final, sino que puede ser el comienzo de la resurrección.

Cuando se le dio la oportunidad por segunda vez, un 9 de agosto de 1980 en Spokane, Washington, no necesitó jurados. Tenía que ganar y ganó. Prácticamente sacó del ring al entonces campeón y exmedallista olímpico en Montreal Leo Randolph, que peleaba en su propia casa.

Palma tenía ojos verdes de tigre, manos pequeñas y huesudas de alfarero, y la determinación de un guerrero. Con las mismas manos con que tocaba su guitarra mientras cantaba canciones sencillas y directas, era capaz de derrumbar a una pared.

Su imagen de juglar romántico y algo quijotesco se terminaba cuando sonaba la campana. Entonces los ojos de tigre se enfocaban con una sola determinación: arrasar al rival. Había nacido en La Tigra, Chaco. Su madre se escapó de un marido golpeador y se fue a Buenos Aires con su hijo, a trabajar de empleada doméstica.

Sergio se hizo vendedor en la populosa barriada de Once, en el centro geográfico de la ciudad. Habitante de pensiones baratas y a veces despintadas, supo compartir sueños con un joven periodista que, como él, soñaba con conquistar la ciudad: Walter Vargas, hoy hombre de ESPN.

Un día llegó al Luna Park, y de la mano de un maestro de estilo clásico y moderno, Santos Zacarias, comenzó su aprendizaje. “Yo pegaba mi cabeza en el pecho del otro, lo apretaba contra las sogas y construía mi refugio, porque al otro le costaba pegarme y yo en cambio, no solo le pegaba: lo ahogaba”, contó una vez. Lo que no le impedía escribir poesías. Y cantarlas.

Gracias a sus esfuerzos en el ring y a la pericia de Tito Lectoure, llegó a pelear por el campeonato mundial con Ricardo Cardona, un campeón temible, cuyo reinado comenzó en 1978 ante Hong Soo-hwan en Seúl. Fue el tercer campeón mundial colombiano siguiendo a Kid Pambelé y Rodrigo Valdés. Era nacido -como Pambelé- en el ahora legendario San Basilio del Palenque, vecino a Cartagena.

La batalla ante Palma fue dramática y pareja, y Lectoure logró una segunda oportunidad para el chaqueño. Esta vez fue ante Leo Randolph, de 22 años, ganador del oro olímpico de Montreal 76, campeón tras noquear a Cardona.

El mismo año en el que su compañero de equipo olímpico, Ray "Sugar” Leonard, cayó ante Roberto “Mano de Piedra” Durán.

Palma a los 24, no perdonó. Desde el primer round, peleó con fiereza y tuvo a Randolph por el suelo dos veces.

Bajo el sol de Spokane, en el estado Washington, pareció recuperado el campeón en dos asaltos siguientes. “Me cansé un poco de tirar tantos golpes y puse una pausa para recuperar el aire”, explicó Palma después.

La pelea fue narrada y comentada para Argentina por Juan Larena y Norberto Longo. El referí fue Stanley Christoudoulou, el mismo de la célebre batalla de Víctor Galíndez ante Richie Kates en 1976.

En el quinto, con un Palma entero y un Randolph que no lograba reaccionar, la pelea se terminó: lo derribó el argentino una vez más y aunque Leo logró ponerse de pie, fue inútil. Quedó parado, sosteniéndose de la soga superior, prácticamente indefenso, por lo que el referí detuvo la pelea al minuto y 15 segundos de ese quinto round.

Miembro de una iglesia, Randolph aceptó que carecía de la agresividad necesaria para ser boxeador y colgó los guantes para siempre. Palma, que sumaba 37 triunfos con 3 empates y 4 derrotas, fue recibido como un héroe.

Fue el primer argentino en lograr un campeonato mundial de boxeo en los Estados Unidos, si tenemos en cuenta que Víctor Galíndez fue el primero en recuperar una corona mundial ante Mike Rossman en 1979. “Cuando gané quedé como vacío, porque finalmente había cumplido con mi sueño” reflexionó el chaqueño.

“Uno llega a la cima de la montaña y se pregunta qué va a hacer ahora”. Nunca le gustó ser considerado un boxeador diferente, pero su guitarra, sus respuestas atinadas, su gusto por la literatura y su sencillez lo llevaron a ser una atracción mediática.

Grabó un disco, trabajó en una telenovela, defendió seis veces su corona mundial, realizó giras por el país como “Un argentino al que hay que conocer” y hay una película dedicada a él (“La piel marcada”).

Se retiró en 1990, con 52 victorias (20 nocauts), 5 derrotas y 5 empates. Su reinado terminó el 12 de junio de 1982 cuando el dominicano Leo Cruz, en el Convention Center de Miami, le ganó ampliamente por puntos. Ya no era el mismo. Tras algunos serios problemas de salud, murió en Mar del Plata el 28 de junio de 2021, a los 65 años.

En el verano de 1988, este cronista compartió micrófono con él en una transmisión de ESPN en Punta del Este, Uruguay. Esa noche Pedro Moyano (publicitado como el hijo de Carlos Monzón) venció a Darío Galíndez (el hijo de Víctor). Palma, el de las poesías, el profesional del gimnasio, el batallador de campana a campana, el vendedor del barrio Once, el que jamás dio un paso atrás.

El que hace 45 años, bajo el sol de Spokane, cumplió con su palabra cuando le dijo a su técnico tras la derrota ante Cardona: - La próxima vez voy a ganar yo.