La próxima gran estrella de la UFC
Antes que Israel Adesanya se hiciera peleador, era bailarín. Sin embargo, en vez de elegir entre ambos mundos, el campeón de las artes marciales mixtas los ha fusionado sobre un mismo escenario.
Este perfil Cover Story de Israel Adesanya fue publicado originalmente el pasado 5 de marzo. Adesanya (20-0-0) pelea este sábado en el evento principal de UFC 259 en Las Vegas, contra el polaco Jan Blachowicz (27-8-0) por el título semipesado de Blachowicz.
En una noche del año pasado en el gimnasio City Kickboxing de Auckland, Nueva Zelanda, se lleva a cabo una gigantesca sesión comunitaria de sparring. Guantes empuñados y espinillas cubiertas por almohadillas golpean cuerpos en todas direcciones: todo lo que hay alrededor es piel, sudor, moretones espantosos, costras, dedos de pie mutilados y el florecer por aquí y por allá de surcos iliacos, el aire cargado con un fuerte hedor a sal. Se trata de algo aterradoramente íntimo.
En una esquina de esta bodega, repleta de colchonetas de lucha libre, se encuentra de pie Israel Adesanya, el campeón del peso medio de la UFC. Alto y llamativo, incluso cuando mueve su cuello para colocarse un rígido protector de cabeza azul antes de iniciar su sesión de sparring, en este momento (tal como lo hace frecuentemente) luce demasiado grande y vívido para cualquier habitación a la cual entra.
Lo anterior, al igual que su récord invicto en las artes marciales mixtas, el cual incluye nueve victorias consecutivas desde que se incorporó hace tres años a la UFC, es el motivo por el cual Dana White habla sobre Adesanya de forma acelerada; el por qué algunos se refieren a él como "la próxima gallina de los huevos de oro" de las artes marciales mixtas. Se trata de su estilo, su audacia y su baile, su inteligencia al hablar, la sensación que causa al combinar las fortalezas de sus predecesores en la UFC sin sufrir de sus defectos: los golpes a nivel de doctorado de Anderson Silva sin esa aura de piadosa renuencia; la atractiva insolencia de Conor McGregor sin esas características de su personalidad que manchan su carrera; el magnetismo de Jon Jones sin esa sensación de que hay algo que ha hecho mella en él.
Adesanya ansía contar con esa aura de ser especial, la tensión eléctrica de encontrarse parado al borde del precipicio. Este sábado, en el evento UFC 259, intentará arrebatarle el título semipesado al polaco Jan Blachowicz. En el último año, en peleas de peso mediano, Adesanya ha vencido al cubano Yoel Romero por decisión unánime, y al brasileño Paulo Costa por nocaut. Desde una perspectiva de comparar riesgo con recompensa, White había indicado previo a la pelea del pasado marzo ante Romero que el encuentro no tenía sentido; excepto porque fue exigencia del propio Adesanya, como otra oportunidad de poner a prueba su genialidad y afición por la grandiosidad, un don que le otorga, en todos y cada uno de sus momentos críticos, un aire de glamur.
Sin embargo, dentro de este gimnasio en la ciudad donde reside, Adesanya es capaz de desprenderse de una parte de esa aura que le rodea y aparecer, por espacio de unos breves minutos, como casi nunca se muestra en otros lugares: sudado, exhausto, ocasionalmente incómodo, casi común. En esta noche, docenas de peleadores aficionados y profesionales se enfrentan, rotando los oponentes en cada asalto. Pero el campeón de la UFC no hace sparring con cualquiera. "Yo los elijo", dice. "Quiero saber que no están pensando: 'Ooh, él es esa estrella... esta es mi oportunidad de brillar'. Porque a veces te toca gente así".
Nos encontramos con uno de esos peleadores, un rival de los días de juventud de Adesanya, un boxeador local que en una ocasión se burló de él e intentó noquearle mientras hacían sparring. El boxeador no había aparecido por los lados de City Kickboxing por un buen tiempo, pero ahora ve una oportunidad de opacar al protagonista, salir corriendo entre la multitud y montar una escena. Un veloz jab doble toma por sorpresa a Adesanya de inmediato.
"Oh, realmente va a intentar esto, ¿eh?", piensa Adesanya.
El campeón permite esto. El piso del gimnasio se encuentra repleto de otros combatientes y él está aquí para hacer su trabajo. El resto de ellos, con las frentes tratando de alzarse por encima de las clavículas de cada uno, frotando nucas con los protectores de cabeza. En este momento, Adesanya y su rival han capturado a una pequeña audiencia conformada por instructores y otros miembros del gimnasio que no hacen sparring. Adesanya y su oponente trabajan de esta forma durante un minuto aproximadamente, buscando adentrarse con desesperación, probando sus defensas mutuamente, lanzando golpes cortos y agudos, intentando ir más allá del antebrazo u hombro hasta alcanzar las costillas, el hígado, el mentón.
Súbitamente, el boxeador explota con intensidad. Un inteligente gancho rasguña la nariz de Adesanya mientras éste se inclina hacia atrás. En este momento ya se encuentra molesto, siente la necesidad de "regular el combate", como diría posteriormente. Rápidamente, Adesanya detiene su marcha atrás, envía un derechazo y con los pies firmes, flexiona sus rodillas ligeramente, un momento de lozanía congelada en las caderas, hace una espiral... y libera un perfecto gancho izquierdo en dirección al cuerpo de su rival, de forma dulce y cruel.
El boxeador hace un sonido (una exhalación atragantada, como si fuera el inicio de un vómito) y se inclina hacia adelante. Cerca de ellos, se escuchan ligeros silbidos, comienzan a sacudirse cabezas y se notan las sonrisas con arrepentimiento que parecen decir: Allí acudo, en busca de sabiduría. El boxeador requiere de aproximadamente medio minuto para recuperarse y le hace un gesto a Adesanya, señalando que está listo para reanudar el combate. Los segundos finales del asalto se convierten en mayor medida en una repetición del asalto del campeón a la esquiva guardia de su atacante, para luego golpearle fríamente a la cabeza, solo porque sí.
Al final, ambos chocan sus puños. "Buen trabajo", dice Adesanya.
La respuesta del sujeto es un "Jó-----", con un tono de camaradería.
UNA DE LAS PRIMERAS características evidentes de Adesanya es su enigmático acento. Su inglés no suena estadounidense y tampoco es similar al acento Kiwi que se escucha en Nueva Zelanda, donde creció y reside actualmente. Existe una ligera traza de acento británico que se disuelve en la neblina de su desarticulación vocal justo en el mismo segundo en el cual uno intenta distinguirlo. La única oportunidad en la cual soy capaz de ubicar el acento de su voz es cuando él habla lo que mis oídos, entrenador por formar parte de la diáspora nigeriana, distinguen como perfecto yoruba, su lengua natal.
Adesanya nació en Lagos, Nigeria en 1989, en una familia de clase media alta, siendo el primero de cinco hijos. Si bien la sociedad civil de este país se vio afectada por la corrupción, sucesivas juntas militares y golpes de estado durante las décadas de 1980 y 1990, los Adesanya vivieron bajo relativa comodidad. El joven Israel no aprendió a bañarse por sí mismo hasta cumplidos los 8 años, según recuerda, cuando insistió que ya no requería de la ayuda de los sirvientes domésticos de su familia.
A finales de esa década, mientras colapsaba el régimen del General Sani Abacha, Femi y Taiwo Adesanya comenzaron a preocuparse por la clase de futuro que tendrían sus hijos, de permanecer en Nigeria. La sociedad que acababa de recobrar la democracia estaba intentando encontrar su camino; parecía dudoso que sus descendientes serían capaces de formar parte de la misma clase social de ejecutivos a la cual pertenecían. Decidieron mudarse.
En diciembre de 1999, la familia Adesanya dejó Lagos para mudarse a Accra, Ghana, donde vivieron por pocos meses mientras sopesaban sus opciones. Eventualmente, decidieron asentarse en Nueva Zelanda. Femi fue el primero en partir, comenzando a trabajar como contador mientras conseguía un hogar para su familia. El resto de la familia llegó en el otoño de 2001. Al principio, se ubicaron en Rotorua, ciudad de 64,000 habitantes de la Isla Norte de Nueva Zelanda. La población de Lagos es aproximadamente tres veces mayor al total de habitantes de Nueva Zelanda. La mudanza fue difícil para Israel, quien tenía 12 años en ese entonces.
"Se comportaba de una forma que causaba que otras personas se sintieran un poco incómodas o inseguras sobre sí mismas", afirma Jese Tuivoavoa, amigo cercano de su niñez. Adesanya se destacaba de maneras pequeñas (era aventajado en matemáticas, por ejemplo, debido a las diferencias entre los programas escolares de Nigeria y Nueva Zelanda) y grandes: nadie tenía aspecto similar al suyo.
Israel era una "enorme amapola", coloquialismo utilizado para referirse a los jóvenes precoces, y sus colegas estaban determinados a podarle. Fue objeto de acoso escolar, le hacían zancadillas mientras caminaba por los pasillos, le escupían y le arrojaban objetos desde los autobuses. Le preguntaban si se balanceaba sobre los árboles, si su sangre era amarilla.
La percepción que se forjó de sí mismo en su adolescencia, creyendo que no pertenecía a su entorno actual, sigue siendo una característica definitoria de la forma en la cual él decide ubicarse frente al mundo: siempre está ubicado en ángulos que desafían a su entorno.
"Nunca iba a encajar allí", afirma. "Jamás funcionó el intentar adaptarme a ello, en lo absoluto".
Adesanya tiene tatuada sobre su pecho la frase "Broken Native" ("Nativo Roto"), el nombre con el cual bautizó a su grupo de baile de adolescencia y sirve de imagen para comprender su sentido de distancia: "El tonto del pueblo, si así quieren verlo. El rechazado. El murciélago entre las palomas. El guijarro entre las rocas (supuestamente grandes). El aislado". Proliferan sus metáforas.
Caso distinto al de sus amigos. Su aislamiento no cambió hasta que Adesanya participó en una competencia de talentos de secundaria, bailando al ritmo del éxito de Michael Jackson "Wanna Be Startin' Somethin'". En Accra, un compañero de clases introdujo a Israel a los pasos del Breakdance. De niño, el baile era "expresión, pura libertad, tener la capacidad de crear con tu propio cuerpo, con tu propia energía, tu mente". No obstante, en la competición de talentos, ese placer inconsciente de niño se convirtió en algo totalmente diferente. Israel se dio cuenta de que era capaz de cambiar la percepción dentro de un salón, transformar la idea que tenían sobre él.
"Hice esta ola desde aquí hasta acá", afirma, gesticulando con los brazos estirados, sonriendo al recordar. "Toda la escuela estalló".
Sin embargo, esto no le facilitó las cosas dentro de su casa, donde un Adesanya adolescente comenzaba a entender que no tenía interés alguno en las vocaciones que sus padres aspiraban para él: médico, abogado, ingeniero, contador, al igual que su padre. "Siempre supe que había algo más importante para mí", afirma. "Al principio, no sabía lo que era. Simplemente, yo sabía que iba a ser importante en algo".
De forma obediente, Israel asistió a la universidad, pero a principios de 2008, a la edad de 18 años, comenzó a entrenar en el arte marcial tailandesa del Muay Thai, en parte como respuesta al acoso escolar y en parte, porque le encantaba la cinta de artes marciales "Ong Bak".
Entonces, en una mañana de febrero de 2010, Israel tocó la puerta del dormitorio de sus padres y les dijo que había empacado sus pertenencias y dejaría el hogar.
¿A dónde irás? le preguntaron, intentando mantener la calma.
A Auckland, respondió. Sabía de la existencia de algunos gimnasios de kickboxing en esa ciudad. Él quería convertirse en peleador.
¿A dónde iría a vivir?
Por ahora, dentro de su auto, o en el gimnasio. Él lo resolvería.
Su madre lloró. Su padre estalló en ira. No puedes abandonar la universidad por algo así. No tienes un plan. ¿Y si no resulta?
No pensaba en cosas así, respondió. No contemplaba la idea del fracaso.
Su padre insistió en que Israel permaneciera unas semanas más con ellos, mientras hacían algunos arreglos para su mudanza. Él accedió.
Dos semanas después, Israel partió para siempre del hogar parental.
NO HAY TRATO PREFERENCIAL dentro del City Kickboxing, ni siquiera para los seis combatientes de la UFC que se mezclan entre los aproximadamente 350 miembros que entrenan en distintos niveles. Ni siquiera debido al hecho que dos cinturones de campeón de la UFC, obtenidos por Adesanya y su compañero Alexander Volkanovski reposan paralelos sobre una mesa ubicada en la improvisada área de recepción de la bodega que se convirtió en la sede de este gimnasio en noviembre pasado. No es el caso, a pesar de que una sesión fotográfica, como es el caso que nos compete hoy, se está organizando en un tercio del área de entrenamiento, contrastando totalmente con la cultura de un gimnasio que se precia de evitar rendir culto al estrellato.
Adesanya es adorado por los miembros del gimnasio y quizás lo más importante para él es que es tratado como igual. Nadie lo mira con deferencia ni le hacen sentir superior: es objeto de burlas y regaños, al igual que los demás. Cada vez que termina de entrenar con un miembro del gimnasio, lo hala para darle un fuerte abrazo; aunque se reserva, para unos pocos y cercanos compañeros, un ocasional "te quieroooo". La cifra de miembros del City Kickboxing ha crecido en más del doble durante los seis últimos meses, gracias en mayor medida a la fama de Adesanya, quien hace una pausa en su entrenamiento para atravesar la cortina negra que separa el escenario de la sesión de fotos.
La cámara adora la belleza física de Adesanya: una larga e inclinada frente que desciende hasta el precipicio de sus pronunciadas cejas, las cuales caen vertiginosamente sobre sus ojos (estrechos y en cierta forma felinos, con algo de carnosidad en las cavidades peri orbitales, con tejido cicatrizado) hasta llegar a sus mejillas biseladas, las cuales enmarcan una boca de notable simetría. Cuando posa para la cámara, demuestra (no, ejecuta) un codo que gira para liberar un pequeño chorro de agua de su frente en un arco perfecto. El fotógrafo casi ronronea en señal de satisfacción.
El entrenador jefe Eugene Bareman no pudo imaginarse esto cuando se encontró por primera vez con su pupilo estrella. A finales de 2009, Adesanya pudo conseguir participar en una pelea amateur de artes marciales mixtas mediante un contacto en Facebook y Bareman fue convencido de formar parte de su esquina como favor para un amigo de ambos. Recuerda la seguridad mostrada por el joven Adesanya. "Era asombroso, porque él no tenía noción alguna del deporte", expresa Bareman. "Acababa de ver una semana de videos en YouTube".
A pesar de mostrar destellos de talento con su juego de piernas, Adesanya fue derribado y "arrollado", recuerda Bareman. "Apaleado despiadadamente en todos y cada uno de los asaltos".
Bareman pensó que ese era el final de su relación con el joven peleador; pero pocos meses después, Adesanya hizo acto de presencia en el gimnasio, pidiendo la oportunidad de entrenar. Al principio, Bareman intentó que desistiera de su idea, pero el joven peleador persistió, presentándose de manera reiterada en el gimnasio, llegando a pernoctar allí entre entrenamientos, en vez de ir a casa. En aquel entonces, Adesanya ya se refería a sus intenciones de convertirse en campeón de los pesos medios de la UFC.
Ambos forman una pareja dispareja. Con barba y vistiendo gorra de béisbol a perpetuidad, el entrenador es pensativo, reservado, con una calmada intensidad. Su estudiante, por otra parte, es un showman innato. "Si no conociera a Israel, (él) sería la última persona con quien intentaría sostener una conversación", afirma Bareman entre risas. A pesar de los contrastes, ambos han establecido un fuerte nexo. Hoy en día, Adesanya se refiere a Bareman como "figura paterna", "Yoda", el "yin de mi yang".
Juntos, trazaron una ruta que llevaría a Adesanya a alcanzar sus ambiciosas metas. Peleó durante varios años fundamentalmente en el kickboxing, sumando marca de 75-5. En septiembre de 2013, Adesanya renunció a su empleo de lector de medidores para una compañía de gas y se mudó a China, con el objetivo de tener fácil acceso a rivales de mayor nivel y pelear con más frecuencia. Hoy en día, lo considera como las bases ideales del entrenamiento que le serviría para enfrentarse a todo lo que estaba por venir.
"Para mí, (ir a) China fue una forma de acelerar lo que ya sabía que iba a ocurrir... por ejemplo, ser objeto de miradas, ser abordado", expresa. "Era un hombre de color y de gran estatura en China continental, un sitio donde no están acostumbrados a ver extranjeros". Vivió dentro de unas instalaciones austeras en las cercanías de Zhengzhou, junto a aproximadamente otros 70 peleadores. "Era similar a una prisión para peleadores", afirma. "Discos de acero, palillos de acero. Se asemejaba a las instalaciones de un internado, con un gimnasio en el medio".
Los aficionados chinos a las peleas le pusieron el apodo "Dragón Negro", disputando cerca de 24 combates en un lapso de ocho meses, a veces frente a grandes multitudes. Fue uno de los periodos de mayor soledad en su vida, aunque también fue uno de los más fructíferos. No conocía el idioma y tenía poco contacto con su familia; a pesar de ello, no paraba de ganar.
Nunca iba a encajar allí. Jamás funcionó el intentar adaptarme a ello, en lo absoluto.
- Israel AdesanyaLuego de su exilio autoimpuesto, Adesanya volvió a Auckland a finales del otoño de 2014 y a partir de entonces, empezó a apoderarse de los deportes de combate en Nueva Zelanda. Ese mismo invierno, se inscribió en el torneo "King in the Ring", una competencia con ocho participantes y de eliminación directa, en la cual el triunfador debe imponerse en tres combates consecutivos, disputados en una misma noche. Ese invierno, Adesanya se alzó con el título en la categoría de las 190 libras y fue el vencedor de ese torneo en dos oportunidades más en 2015, defendiendo su corona en las 190 libras, para conseguir el título en la categoría de las 220 libras seis meses después. Sus tres victorias y récord 9-0 permanecen como récords en el torneo "King in the Ring".
No obstante, fue la forma en la cual ganó lo que causó que los demás prestaran atención. Dan Hennessy, ex Marine de los Estados Unidos convertido en DJ, quien se mudó a Nueva Zelanda y funge como anunciador oficial en todos los combates del "King in the Ring", se refiere a Adesanya en un brote de éxtasis, con el mismo ánimo de un corista de rapero: "Constituye una violencia hermosa, es un personaje de caricatura que cobró vida. Parece un halcón que sobrevuela los ríos, cazando truchas para pellizcar de las aguas. Israel Adesanya es único en su especie".
Adesanya se bautizó a sí mismo como "The Last Stylebender"; un guiño a su afición por el anime japonés (es amante de la historia de Naruto), aparte de ser una apropiada descripción para un estilo de pelea que combina la agresión con los instintos de un bailarín que lo llevan a engalanar sus movimientos: fintas y disparos en emboscada, asaltar, elevación de manos sobre su cabeza. Adesanya se levanta después de tambalear, impresiona con patadas de capoeira ocasionales; en parte voltereta y en otra, un golpe a la cabeza; después de un nocaut, se reclina sobre las cuerdas y hace tensión sobre ellas, dando una imagen de despreocupación; o haciendo piruetas dignas de una bailarina en medio del cuadrilátero, solo porque a él le place.
"Siempre he sido un artista cuando peleo", afirma. "Hago que la gente se asombre, se ría, frunza el ceño. Hago que la gente evoque muchas emociones".
Adesanya había aprendido a exhibirse en su máximo esplendor. Adicionalmente, había acumulado de forma discreta un récord 5-0 en artes marciales mixtas, sin jamás perder la vista sobre los objetivos que quería alcanzar. En 2015, le envió un mensaje directo a Dana White en Twitter y le dijo al presidente de la UFC que, si este último deseaba colocarlo dentro de la jaula, él se encargaría del resto.
Finalmente, Adesanya dio el paso en 2018, debutando en el evento UFC 221, enfrentándose a Rob Wilkinson. Antes de detener a Wilkinson en el segundo asalto, gesticuló alzando su pierna, como si fuera a orinar mientras ingresaba al Octágono. Después del combate, con el rostro impávido, mirando de frente a la cámara de televisión, solo faltándole guiñar; Adesanya exigió la atención de toda su división: "¡Peleadores del peso mediano! Soy el perro nuevo del vecindario, y acabo de orinarme sobre toda la jaula".
DENTRO DEL COMPLEJO suburbano de la ciudad de Auckland donde reside Adesanya, uno puede escuchar, a tempranas horas de la mañana, una sierra chirriar en la distancia; aparte de ver cómo las regaderas sueltan chorros de agua hacia el aire hasta caer en los jardines de los vecinos, el césped recién plantado y a medio crecer. Es una comunidad aún en construcción. Dentro de su hogar, Adesanya se prepara para dirigirse al gimnasio y hacer su entrenamiento de las 9 de la mañana. El día siguiente será el segundo aniversario de su debut en la UFC. Escucha a alguien tocar la puerta y se dirige a abrirla.
Un vecino se encuentra a su puerta y le dice a Adesanya que un gato ha sido atropellado en la calle, a las afueras de su casa. Pregunta si se trataba de su gato. Adesanya sale de su hogar y descubre que precisamente era su mascota.
"Simplemente, pensé: 'demonios'", afirma. "Me hizo entender que la vida es corta, hombre. La vida es tan breve".
Esa misma noche, aún afectado, Adesanya vuelve a su hogar, después de entregar algo de cenar a un amigo íntimo que permanece en el hospital. Se sienta sobre su acera, solo, durante varias horas, escuchando una lista de reproducción que no había utilizado durante largo tiempo. "Creé este espacio dentro de mi auto, como si fuera una máquina del tiempo", afirma. "Estaba sincronizado. Todo estaba fluyendo dentro de mí". Adesanya comienza a reproducir una canción (sin confesar cual es) en modo de repetición. Durante los minutos siguientes, la utiliza para crear una nueva entrada para la pelea contra Romero.
El súbito fallecimiento de su gato mueve algo dentro de él, acelera algunas decisiones. No se trata de una persona supersticiosa, pero sí es propenso a usar el lenguaje de la lucha interna en la psique, refiriéndose a "epifanías", "metamorfosis" y "evoluciones".
"Decidí, después del atropello a mi gato, que no quería tener vecinos", expresó. "Siempre he sabido que quiero tener una granja, una gran extensión de terreno, con mi vecino más próximo a 2 kilómetros de distancia. Eso va a ocurrir incluso antes de lo previsto, debido a lo sucedido a mi gato".
Nos encontramos en el asiento trasero de un Uber, viajando bajo la brillante luz de la mañana de Auckland, el aire húmedo con el olor de las flores de verano, hasta llegar a las afueras al sur de la ciudad, donde Adesanya tiene prevista una práctica. Se encuentra reflexivo, un poco agotado, menos gracioso y carismático de lo que usualmente suele ser.
Le pregunto qué busca al mantener distancia de los demás.
"Privacidad", afirma. "Me agrada tener mi propio espacio... simplemente necesito de tiempo para mí".
Si bien él ansía distinguirse del resto, Adesanya mantiene cautela por el precio que debe pagar. "Mi existencia es similar a la película 'The Truman Show: Historia de una Vida'", afirma. "A veces, me siento como si fuera un buque... Soy especial. Se trata de estar consciente de que eres el mejor y también estar consciente de que no eres nada, de que eres poca cosa. No puedo confiarme demasiado y pensar que soy diferente al resto. Tengo que estar consciente de que soy apenas otro grano de arena en la playa de la vida, ¿sabes? Es una línea bastante fina sobre la cual uno debe caminar y te puede llevar a algunos lugares sumamente raros".
Adesanya es una persona sumamente talentosa y cuenta con una voluntad de hierro inusual. Tiene todos los ingredientes necesarios para lograr lo que desea, que es convertirse en uno de los practicantes de artes marciales mixtas más grandes de todos los tiempos. Lo cual implica decir que su estrellato podría convertirse en algo mucho más desorbitante. Adesanya no tiene necesidad de lidiar con lo ordinario, pero siente una fuerte necesidad de disfrutar del placer ordinario de la privacidad. Su profesión alimenta (hasta hacer estallar) al artista que hay en él, la criatura que dice ¡Mírenme! en tono exigente, mientras amenaza con matar de hambre al aislado, al chico amante del arte que era blanco de acoso escolar, el único chico de color negro en su clase, que debe haber pasado mucho tiempo viviendo dentro de su propia mente.
Los miembros del círculo íntimo de Adesanya se maravillan con su capacidad de hacer realidad sus propias predicciones. Dice que las visualiza de forma tan intensa que, en ocasiones, se dará cuenta de que se habla a sí mismo, como si formase parte de la escena que se desarrolla en su mente. Femi llama profeta a su hijo. Desde que Adesanya era adolescente, ha estado haciendo listas de deseos, afirma Tuivoavoa. Luego de perder todos y cada uno de los asaltos de su primera pelea de artes marciales mixtas a nivel aficionado, le dijo a Bareman que un día, se convertiría en campeón de los pesos medios de la UFC. Le indicó que vencería a Robert Whittaker para alzarse con el título de los pesos medios un poco más de un año antes de que ambos se enfrentasen... y, frente a una multitud cercana a las 55,000 personas en Melbourne en octubre pasado, así lo hizo.
El combate contra Whittaker fue la culminación de un año dominante. En febrero del 2019, Adesanya despachó al excampeón del peso medio de la UFC Anderson Silva por decisión unánime en un simbólico paso de la antorcha y meses después, libró una épica batalla a cinco asaltos contra Kelvin Gastelum en la que fue aclamada abrumadoramente como la pelea del año.
Previo a la pelea contra Silva, como parte del programa del evento UFC 234, Adesanya pidió a White le diera la oportunidad de hacer una entrada especial. White se negó.
"Es lo opuesto en cuanto a la actitud y mentalidad que debe tener un peleador que se apresta a participar en el combate más importante de su vida", expresó White.
Sin embargo, durante el mes de octubre White reconsideró su posición, bajo la condición de que pudiera ver un adelanto de su entrada antes de la pelea. Adesanya llamó a Tuivoavoa, su amigo de niñez y excompañero de baile. Juntos, prepararon una breve rutina inspirada en el anime durante la semana previa a la pelea. White vio los ensayos (y entendió la importancia del momento para Adesanya) y accedió al deseo del peleador.
El baile de Adesanya no se trata de algo incidental o una mera treta promocional: representa la clave para comprender el significado de la noche más grande de su carrera profesional. En su combate más importante, contra un rival que no había perdido en más de cinco años, frente a la multitud de mayor tamaño en la historia de la UFC, Adesanya eligió anunciar su actuación de la forma más ostentosa posible. Era Babe Ruth señalando a la tribuna, Muhammad Ali prediciendo el asalto en el cual propinaría el nocaut.
Pudo haber sido todo un desastre. Si las cosas hubiesen salido mal dentro del octágono, el baile de Adesanya se habría convertido en un meme humillante.
"Hermano, si te noquean, pareceremos unos verdaderos imbéciles", le dijo Tuivoavoa. "Pareceremos toda una basura". Pero él había aprendido a dejar de dudar de su amigo.
Adesanya no dudaba en absoluto. "Me gusta esa emoción, de decir: 'Oh, podrías ganarlo todo, o perderlo todo'", expresa. "Me dormí la noche anterior (a la pelea) viendo el video de los ensayos. Seguía viéndolo porque me sentía sumamente emocionado por como se veía la rutina".
A la mañana siguiente, Adesanya llamó a su padre y le dijo que apostara a la pelea: Iba a noquear a Whittaker.
Siempre he sido un artista cuando peleo. Hago que la gente se asombre, se ría, frunza el ceño. Hago que la gente evoque muchas emociones.
- Israel AdesanyaAdesanya se dirigió al octágono liberado de las presiones del momento, incluso a pesar de haber elevado la apuesta al elegir hacer su ingreso con un baile inspirado en Naruto. "No hubo parálisis, exceso de análisis", afirma. "No analicé demasiado la pelea, como sí lo hizo Robert".
Su habilidad con el baile le ha convertido en improvisador natural y mimo talentoso y su capacidad en la imitación le permite compaginarse fácilmente con el ritmo de su rival. "Soy realmente bueno copiando movimientos", expresa. "Puedo ver a alguien hacer algo y repetirlo".
Por otra parte, rara vez pelea con un ritmo propio. Entrena con ambas manos y está constantemente haciendo ajustes y ensayos: cada movimiento parece desatar un recuero o visión. "Así fue como superé a esta persona", dirá, o "Con esa acción, esta persona intentó abrumarme".
Antes de la pelea, Bareman y Adesanya planificaron evitar los derechazos de Whittaker. No obstante, a principios del primer asalto, Adesanya se dio cuenta que podía medir los tiempos de la derecha de Whittaker; por ende, comenzó a acercarse a ella, invitando a Whittaker a lanzar el golpe, consciente de que podía contraatacar. Era una estrategia peligrosa. Adesanya comenzó a intercambiar golpes con Whittaker, respondiendo dentro de un milisegundo para que él pudiera golpear cuando su rival aún no había terminado de propinar los golpes. Al final del primer asalto, Adesanya se apartó de un derechazo y respondió con uno propio, haciendo caer a Whittaker justo en el momento en el cual se acababa el tiempo.
Un intercambio similar puso fin a la pelea faltando aproximadamente 90 segundos del segundo asalto. Adesanya soportó un jab de Whittaker, que hizo que su cabeza se estremeciera hacia atrás. Sin embargo, al anticipar el "uno-dos" de Whittaker, comenzó su propia secuencia: gancho izquierdo, una combinación de gancho izquierdo, cruce con la derecha y gancho izquierdo. Los primeros dos golpes fueron sumamente inefectivos, pero el tercero (el zurdazo que Adesanya estaba propinando y al cual Whittaker no pudo responder) le atrapó en seco, llevándolo a la lona, como si fuera una marioneta que le acababan de cortar las cuerdas. Pocos segundos después, la pelea había terminado.
Adesanya se había convertido en el nuevo campeón indiscutible de los pesos medianos.
ADESANYA CAMINA SOBRE el piso adornado en forma de rejas del Spark Arena, ubicado en el centro de Auckland, seguido por un séquito conformado por más de 20 amigos y familiares.
Asiste a los Premios Halberg, que son entregados cada año para galardonar a los mejores atletas de Nueva Zelanda. Una vez más, su aspecto es distinto al del resto de los presentes. No solo es el hecho que Adesanya sea el único atleta de color nominado para un premio individual (algo poco notable, considerando que este es un país donde las personas de ascendencia africana constituyen menos del 1% de la población) sino que, en una nación acosada por la neurosis del aislamiento, el pequeño tamaño de su territorio y la presencia de personas blancas, Adesanya se encuentra en este lugar, representando a una disciplina deportiva distinta a las instituciones inculcadas por los colonizadores: netball, rugby y críquet.
Minutos después que Adesanya toma asiento, una persona cercana al estrado hace un chiste sobre su atuendo: "Israel Adesanya es nuestro personal de seguridad para esta noche. Es ineludible con su traje color mostaza".
Adesanya viste un brazalete de diamantes en su muñeca derecha y un anillo de oro al estilo "cabeza de león" en su mano izquierda. Su chaqueta de esmoquin hecha a la medida es un elegante modelo de terciopelo con solapas negras y es de color azafrán. Adesanya y sus amigos y familiares se ríen de forma cortés.
Aproximadamente 15 minutos después, uno de los presentadores de la gala hace otro chiste con respecto al traje "color mostaza". En esta ocasión, se escuchan gruñidos y se ven gestos de incomodidad desde su mesa. "Está bien", afirma Adesanya, tomando con la mano sus solapas y moviendo sus hombros con alegría. "No pueden imitarme".
Ningún atleta practicante de deportes de combate ha sido galardonado como Deportista del Año en Nueva Zelanda y a Adesanya no le importa mucho si termina siendo el primero. Hace una mueca burlona cuando le pregunto si tiene un discurso preparado. "Nah", me responde, buscando su copa de vino para alzarla en un brindis simulado.
Se otorgará el premio a la estrella emergente. El presentador se refiere a los nominados: "Los cuatro jóvenes nominados en esta categoría están prestos a convertirse en las futuras amapolas de Nueva Zelanda". Adesanya presta atención repentina a la frase, respondiendo con incredulidad y ligera irritación. "Ugh".
Cuando llega el momento de anunciar la categoría en la cual Adesanya está nominado, Deportista del Año, la cámara de televisión rodea su mesa, mientras él intenta mostrarse impávido. Cuando se menciona su nombre como el ganador, los asistentes ubicados en su mesa (y las mesas vecinas) se ponen de pie al unísono, en señal de sorpresa.
Durante esta noche, se ha hablado mucho con respecto a la sencillez y "absoluta humildad mostrada por nuestros atletas". Adesanya no está interesado en mostrar ninguna de estas cualidades de forma convencional, siendo marcado en todas las formas posibles para alcanzar un gran destino que ha forjado con sus propias manos. Los Premios Halberg han sido una ceremonia somnolienta y sumamente moralista, y mientras Adesanya se acerca al escenario, se puede sentir que está dispuesto a ponerle punto final a todo ello. En este salón lleno de grises brillantes y calmados, él emerge en Technicolor.
Una vez detrás del podio, consulta brevemente su teléfono. El mismo que había utilizado minutos atrás para escribir unas breves notas, entre las cuales se encuentran "síndrome de la amapola alta", "kiwi negro" y "gente que se molesta fácilmente".
Comienza a hacer conexiones entre él y un linaje, destacando a ex peleadores oriundos de Nueva Zelanda que no llegaron a ganar este premio, como fue el caso del ex campeón de los pesos completos Joseph Parker y hace referencia a la cultura guerrera del pueblo aborigen Maori. "Hemos hecho esto durante mucho tiempo", dice. "Bienvenidos a la fiesta. Hemos vestido los colores de Nueva Zelanda sobre nuestras espaldas, por todo el mundo".
Hace otra referencia al valor de los nativos mientras hace promoción al venidero evento UFC Fight Night 168 que se celebrará en Auckland y habla de "defender la tierra". Le siguen algunos gritos en señal de aprobación. Después, le rinde tributo a Bareman. Sin él, "mi carrera sería una mie---". Unas ligeras risas ante el pequeño acto indecoroso.
Después, Adesanya hace referencia a la médula de su mensaje.
"De verdad, necesito decir esto. Nueva Zelanda, tenemos este jo... ehhh...". Se detiene antes de soltar una grosería frente a todo el país. "Uhhhh, censura. ¿Dónde está la alcancía de las groserías?"
Al momento siguiente, cambia de opinión. "Nah, qué demonios. Tenemos esta cultura...". La multitud estalla en risas genuinas, captando súbitamente la atención de todos".
Ahora, viene la volta.
"Escúchenme, hablo en serio. Tenemos esta cultura del 'síndrome de las amapolas altas' y eso está mal", afirma. "Mientras he surgido en este país, lo he visto en muchas ocasiones. Cuando ven que alguno de nosotros comienza a ascender, lo quieren destruir, porque ustedes se sienten incómodos y quieren decir que son humildes".
Esa última palabra es enfatizada con comillas hechas por los dedos de Adesanya. La audiencia comienza a avivarse.
"Soy extraordinariamente humilde, créanme", expresa. "Pero jamás lo sabrán, porque nunca tendrán la oportunidad de conocerme".
Los asistentes siguen agitándose, debido al incómodo tono de regaño de las palabras de Adesanya. Pero rápidamente, este cambia sus palabras para dar un mensaje de optimismo:
"Entiendan esto. Si ven que alguno de nosotros comienza a brillar, bien sea el equipo de netball, los 'black caps', los marineros...", afirma. "¡Aliéntenlos! ¡Adóptenlos! Porque si ellos ganan, nosotros ganamos. Yo gano, ustedes ganan. ¡Entiendan eso!" Le sigue un estruendoso aplauso y la ovación del público.
Aunque él no está del todo dispuesto a dejarlos tranquilos.
"Sé que algunos de ustedes quizás estén un poco molestos. Podrán aplaudir, pero están un poco enfadados", expresa. "Eh, sigan molestos: el Kiwi Negro seguirá volando. Y me hago una referencia a mí mismo, vestido con esta chaqueta color mostaza. Y un saludo para el hombre con cara color mostaza. ¡Paz!"
Fue mezquino, apasionado y brillante. Les pidió cambiar, ser menos provincianos. Les dijo que quería pertenecer, aunque solo lo haría (siempre lo haría) bajo sus condiciones.
Mientras la noche se acerca a su fin, los asistentes a la arena parecen confluir en torno a Adesanya. Se forma una fila improvisada para tomarse selfis con el campeón; piden autógrafos para sus hijos y pierden su timidez para terminar pidiendo autógrafos para sí mismos. Una dama lo llama "nuestro Muhammad Ali". Un hombre joven afirma que Adesanya es "exactamente lo que necesita nuestro país". Le felicitan por su elocuencia en una forma que le parecía algo condescendiente, como él afirmaría después. ("He estado haciendo esto desde que tenía aproximadamente un año", dice. "Sí, puedo hablar bien. Creo que no lo estaban esperando por parte de una persona como yo, un hombre negro. Un joven negro que habla con semejante seguridad y convicción"). Algunos simplemente se limitan a merodear cerca de él y grabarle con sus teléfonos, un objet petit a, deseado pero inalcanzable.
Posa para todas las fotos, sonríe con su mejor sonrisa, sostiene los teléfonos de los invitados al extremo de uno de sus largos brazos para alcanzar la distancia óptima para un selfi, mueve el lente para conseguir algunos "planos holandeses", en el sentido literal de la palabra. Requiere de aproximadamente una hora para llegar al lobby, donde prosiguen las peticiones, abrazos y apretones de manos hasta que finalmente, durante una breve pausa en la acción, escapa hasta la calle, donde se le pide una camioneta taxi.
Un último grupo de personas se le acerca mientras él se sube a la camioneta. Uno de ellos tiene el rostro rojo y está ebrio; con sus caderas, hombros y cabeza moviéndose en direcciones opuestas, como si tres cuerpos separados estuviesen intentando responder a tres centros de gravedad distintos, fracasando de manera simultánea.
"¡Izzy, te queremos!", le grita.
"Yo también te quiero, hermano", le responde Adesanya, acercando su mano al manubrio, mientras comienza a cerrar la puerta.
"Lo sien...", grita el hombre, pidiendo disculpas por algo cuando se cierra la puerta antes de que termine de expresar sus palabras. Grita más fuerte: "¡Te queremos!"
Con la estatuilla rodeada por su puño derecho, Adesanya se ríe y mueve la cabeza. Está a punto de llegar al límite de su tolerancia y le gustaría, sin duda, estar a solas. Pero mantendrá sus ansias por la privacidad en pausa por un poco más de tiempo.
"Vámonos de aquí", dice. "Vamos a algún sitio".
Escenografía por Wooden Ladder; vestimenta por Enrique Melendez/Crosby Carter Mgmt; Peinado por Erin Svalstad; producción por Mary Brooks/3Star Productions.