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Bienvenidos al mundo de Juan Soto

Nadie se apodera de la caja de bateo como lo hace el audaz toletero de 22 años que escribe su propio capítulo en la historia.

Lame sus labios, mueve las caderas y mira con desprecio al hombre parado a 60 pies de distancia. Cualquiera que vea esta rutina podría pensar que Juan Soto es, en el mejor de los casos, un completo engreído; y en el peor, un completo maníaco. Siendo justos, esa no sería una lectura completamente inexacta de la situación. En lo absoluto, al ver cómo Soto se pavonea dentro de la caja de bateo, de cuatro pies de ancho por seis de profundidad. Los 24 pies cuadrados de terreno más valiosos dentro de un campo de béisbol.

Es, sin lugar a equivocaciones, su mundo; al punto que, en un momento a inicios de su carrera, cuando un Soto de 19 años apenas iniciaba su asalto al pitcheo de grandes ligas, sus extravagancias en los partidos incluían el agarre de entrepierna. Desde entonces, Soto ha eliminado el gesto de su secuencia porque, resulta ser que durante las 23 horas y 45 minutos restantes del día que éste pasa fuera de la caja, Soto es en realidad una persona infaliblemente educada, consciente y reflexiva, que se preocupó por el ejemplo que impartía. "Hay niños mirando", afirma.

En lo que respecta a los 15 minutos restantes, todo sigue igual con la excepción del chequeo de la copa atlética, porque ... ¿por qué no? Durante los últimos tres años, mientras Soto ha reescrito los libros de récords, ganado un título de Serie Mundial con los Washington Nationals y encaminándose en uno de los trayectos más veloces con destino al Salón de la Fama en el último siglo, lo ha hecho a su manera, de la manera que otros le dijeron que no funcionaría. Soto está probando el límite de las reglas dentro de un deporte en el cual la caja pertenece al partido en sí, y es sólo arrendada a sus habitantes, quienes deben adherirse a un código estricto.

No se trata de que Juan Soto sea un infractor de reglas, al menos no lo es fuera de la caja de bateo. Tiene 22 años, pero no sale de fiesta. Vive con sus padres en una casa justo al frente del Nationals Park. Se refiere a sus mayores como "señor" y "señora". Parece que, al entrar en ese rectángulo, se activara un alter ego.

"Cuando está dentro de esa caja, se siente como si fuera la mejor versión de sí mismo", expresa Trea Turner, campocorto de los Nationals y amigo cercano. "Y es allí donde puede ser él mismo y simplemente divertirse mucho. Y creo que lo disfruta, probablemente más que cualquier otra cosa en la vida, con la excepción de sus familiares y amigos".

Dentro de este espacio, Soto es todo identidad propia, un instinto sin obstáculos. Se apoya suavemente con su pie izquierdo, equilibrándose con el derecho y sus dedos de pichón, su peso dividido 50/50, con gracia y poder, todo al mismo tiempo. Mantiene sus caderas firmes y mueve sus manos. Es allí cuando comienza la danza, una improvisación arrítmica, con las caderas cargadas, desde adelante hacia atrás y de un solo lado.

El pitcher desea, desesperadamente, desconcentrar a Soto, hacer lo que sea para romper el sentido de los tiempos que le permite disparar pelotas de béisbol con regularidad alarmante. Su swing es demasiado perfecto; y su ojo, demasiado agudo como para hacer que sucumban sus estilismos sicológicos. Y a pesar de ello, cuando mira a los lanzadores, con toda consciencia de que la mayoría intenta evitar su mirada, éstos se encuentran en un círculo vicioso creado por Soto. Mírenlo fijamente, permítanle que éste vea un destello de temor, y él ganará. Eviten su mirada, y también ganará.

"Cuando me ven, piensan: '¿Crees que eres mejor que yo?'", afirma Soto. "Y yo pienso: 'Sí, soy mejor que tú'".

Éste es apenas el inicio de la carrera de Soto, y él aún tiene muchas cosas por entender: quién es él, qué desea ser, cómo manejar la fama, y si convertirse en el primer atleta valorado en $500 millones de la historia del deporte profesional en Estados Unidos está a su alcance, o incluso si es algo que él desee lograr. ¿Y qué hay de él dentro de la caja? Ya cuenta con todo lo que podría requerir.

Incluso cuando el lanzador al que se enfrenta resulta ser el mejor de todo el béisbol.


LAS PRIMERAS DOS partes de la obra en tres actos más triunfante de la carrera de Juan Soto transcurrieron de forma relativamente expedita. Era el 22 de octubre, día del primer juego de la Serie Mundial de 2019 contra los Houston Astros, y los Nationals se enfrentaban a Gerrit Cole, quien se había impuesto en sus últimas 16 aperturas apoyado en su difícil-muy difícil-sumamente difícil-recontra difícil secuencia de cuatro pitcheos. Entre todos los impedimentos que presentaba la alineación ofensiva de Washington, ninguno de ellos tenía mejores probabilidades de descarrillar el tren de Cole que Soto, el tercero cuarto bate más joven que ha participado en una serie de campeonato.

En el primer inning, Cole atacó a Soto con tres rectas. Soto le hizo swing a la primera, que pasó a 97 millas por hora; no le tiró a un strike a 98 y se sacudió ante el lanzamiento final a 99. En su siguiente turno, Cole falló una recta antes de colocar una slider en la parte superior de la zona de strike. Soto la despachó entre left y center field, ascendiendo de una forma en la que nunca ascienden las pelotas que despegan de bates de toleteros zurdos hacia la barda contraria, para finalmente alcanzar 417 pies de trayectoria, en dirección a la pista del tren del Minute Maid Park. Un cuadrangular majestuoso.

El turno ofensivo crucial se produjo en la quinta entrada, con dos corredores en circulación y los Nationals con ventaja 3-2 en el marcador. Soto se presentó al plato con su máximo nivel de troleo. Mientras pisaba la caja, sacó la lengua. Se sacudió. Buscaba una recta: quería hacer swing. Cole le saludó con una slider mordiente, abajo y adentro, lo que provocó que Soto se apartara.

Fue la especie de pitcheo que podría incomodar a un toletero de menor jerarquía. Pero en el caso de Soto, no era muy distinto a los objetos con los cuales su padre Juan Sr. le retaba mientras crecía en Santo Domingo, capital de la República Dominicana. A veces, le lanzaba papel desmenuzado. En otras ocasiones, eran piedras. O chapas de botella. Cada vez que Soto tomaba un bate, su padre le daba algo para destrozar. Adentro, afuera, arriba, abajo o, similar a la slider de Cole, abajo y adentro.

Soto bateaba y lanzaba a ambas manos hasta que su padre percibió un don natural en su zurda. A los 12 años, Soto llamó la atención de un entrenador local llamado Cristian "Niche" Batista, quien solía conseguir bonos de entre seis y siete cifras para los peloteros adolescentes que entrenaba. Soto pernoctaba los días de semana en la academia de Niche antes de regresar a casa para proseguir sus estudios los sábados y domingos; algo en lo que insistieron fervientemente su padre, vendedor de oficio; y su madre de profesión contadora, cuando accedieron a que Juan persiguiera una carrera como beisbolista profesional.

En primera instancia, el scout de la organización de los Nationals Modesto Ulloa evaluó a Soto como lanzador. Su brazo no le destacaba del resto. Luego de captar un destello de Soto haciendo swing, Ulloa llamó a Johnny DiPuglia, director de operaciones de los Nationals en Latinoamérica, pidiéndole que viera a Soto en su próxima visita a Dominicana. A DiPuglia le agradó el swing de Soto. Le encantó su presencia, término de la jerga del béisbol que define la combinación de inteligencia, actitud, ética de trabajo y personalidad.

El 19 de octubre de 2014, Soto voló hasta la Florida para presentarse a un showcase de la Dominican Prospect League, junto a docenas de peloteros con planes de firmar un contrato en su primer día de elegibilidad, específicamente el 2 de julio de 2015. Entre sus compañeros se encontraba un chico llamado Fernando Tatis Jr., quien fue contratado por los Chicago White Sox por $825,000. El 22 de octubre, último día del torneo, DiPuglia y el evaluador de talentos de alto rango de los Nationals Deric Ladnier le pidieron a Niche que organizara una sesión privada de bateo en una jaula del Fort Lauderdale Stadium.

DiPuglia y Ladnier lanzaron pelotas a Soto para constatar cómo se movía el barril del bate por distintas partes de la zona de strike. Satisfechos, los personeros de la organización de Washington le dijeron a Niche que los Nationals estaban dispuestos a pagar $1.5 millones. Niche estuvo de acuerdo con la cifra y estrechó manos. Poco después, DeJon Watson, alto ejecutivo de la organización de Arizona interesado en contratar a Soto, se acercó a la jaula y preguntó qué ocurría. "Trato hecho", le informó DiPuglia.

La confianza del ejecutivo fue puesta a prueba. Tres horas después de que Soto se comprometió a convertirse en pelotero de los Nationals, los Kansas City Royals llamaron para ofrecerle $1.7 millones. Al día siguiente, los San Diego Padres dijeron estar dispuestos a pagarle $2 millones. Soto pudo haber tomado el dinero, convertirse en jugador de los Diamondbacks, los Royals, o los Padres. Sin embargo, la lectura hecha por DePuglia de la presencia de Soto fue precisa. Ninguna cifra monetaria le haría traicionar su palabra.


El "Soto Shuffle" es el punto máximo de los juegos mentales de Juan Soto, en su mayoría histriónicos; aunque al menos la actuación es sumamente excepcional. Mary Beth Koeth para ESPN

DESPUÉS DE EVITAR la veloz slider de Cole, Soto se recompuso y volvió a entrar a la caja de bateo para enfrentarse a Cole. Miró al pitcher y olfateó con fuerza. Arrojó su cadera hacia adelante. Volvió a prepararse para enfrentarse a una recta y, por el contrario, se resignó a mirar una curva que pasó a 86 millas por hora, girando alta y afuera. Entonces, se sacudió.

La sacudida de Soto, conocida como "Soto Shuffle" no es una sacudida en el sentido más estricto de la palabra. De ser rebautizada, se convertiría en el "Deslizamiento Soto", o quizás como "Meneo Soto". Esto es lo que es: la maniobra más insultante de todo el béisbol; una demostración de fortaleza rabiosa y dominante, un recordatorio de que no sólo los 24 pies cuadrados de la caja de bateo son propiedad de Juan Soto, sino también lo son las 17 pulgadas de ancho y cualquier altura variable que el umpire defina a su discrecionalidad como zona de strike.

El "Soto Shuffle" es el punto máximo de los juegos mentales de Soto, en su mayoría histriónicos; aunque al menos la actuación es sumamente excepcional. Soto lo desencadena cuando toma un pitcheo cercano a la zona de strike que termina en bola. La mayoría de las ocasiones, Soto se tambalea hacia adelante con su pierna derecha, luego arrastra su pierna izquierda hacia atrás mientras inclina su cabeza en dirección al morrito y mira al lanzador con desprecio. A veces, se parece más a una sentadilla que a un peso muerto con la pierna. En otras ocasiones, hará un pequeño salto. El "Soto Shuffle" es versátil. Tiene personalidad propia.

El "Shuffle" original germinó en los niveles bajos de las Ligas Menores. Soto dominó la liga de novatos, haciéndose acreedor al premio al Jugador Más Valioso de la Liga de la Costa del Golfo y por ello, los Nationals lo enviaron a sus 17 años a jugar en los playoffs de temporada corta, contra equipos repletos de peloteros universitarios. Ligó para .429 en seis partidos. Soto empezó la campaña siguiente jugando en Clase A baja, una tarea agresiva durante la cual empezó a realizar el meneo.

Soto se enfrentaba a un prospecto conocido por sus lanzamientos potentes. Necesitaba tomar ventaja mental. Acentuaba los pitcheos por fuera de la zona de strike con el pequeño salto. Sus compañeros de equipo se sentían aturdidos ... y temían que Soto se convirtiera en blanco de sus rivales. Ya sea por la arrogancia característica de la juventud, su conocimiento que va más allá de la edad, o quizás gracias a la combinación de ambos, él respondió: "No me importa". Con el tiempo, el salto terminó asimilándose más a un arrastre de pies. Sin embargo, Soto no dejaba de hacerlo.

"Simplemente, forma parte de mi juego", indica Soto. "Sólo intento animarme, intento ayudarme. Es difícil batear esas pelotas. Solo les hago saber que es difícil, pero que aquí me encuentro, para conseguirlo".

“Una vez que conoces a Juan, y hablas con él y te das cuenta de qué se trata, es como que lo respetas más por la manera en que encara cada turno al bate, su competitividad. Hace que todos a su alrededor mejoren.”

- Ryan Zimmerman, primera base de los Nats

Y lo seguía consiguiendo, bateando para .360 a sus 18 años con el Hagerstown en 2017, causando grata impresión incluso entre aquellos a quienes ofendía. Los lanzadores querían enfrentarse a Soto. No sabían que el "Shuffle" era anómalo, antiético para la persona que lo hace. Tampoco les importaba mucho. Sus actos hablaban con mayor fuerza que sus palabras: en poco tiempo, Soto incluyó el agarre de entrepierna dentro de la rutina del "Shuffle". Y sus rivales disfrutaban la oportunidad de hacerle callar.

Cuando JoJo Romero, un cotizado prospecto zurdo del pitcheo de la organización de los Philadelphia Phillies le enfrentó por primera vez, Soto se movió constantemente hasta negociar un boleto. En su segundo turno ofensivo, Romero le ponchó con una slider sin tirarle.

"Sientes esa intensidad, simplemente haciendo contacto visual", afirma Romero. "Es un tipo de gran contacto visual. Mira a su rival. Hace el 'Shuffle'. Su presencia en la caja es intensa. Sabes que, cuando le lanzas, no puedes cometer errores".

Dos días después, Romero publicó un video del pitcheo en su cuenta de Instagram. Soto lo vio. Y se hizo una promesa: cobraría revancha.


Juan Soto fue el tercero cuarto bate más joven que ha participado en una serie de campeonato y conectó nueve imparables en 27 turnos, en la primera llegada de los Nationals a una Serie Mundial. Thomas B. Shea/USA TODAY Sports

NUNCA, EN 2019, Juan Soto fue mejor que cuando tenía ventaja 2-0 en la cuenta en una aparición al plato. Su promedio ofensivo de .377 en turnos con conteo favorable 2-0 era su mejor registro en cualquier instancia. Se embasaba aproximadamente en el 64% de las ocasiones y ostentaba porcentaje de slugging de .812. Y ahora, Gerrit Cole necesitaba salir del embrollo en el que se había metido.

Soto seguía esperando una recta. Había pasado docenas de horas entrenándose para hacerlo. Sin embargo, Cole no estaba dispuesto a conceder sus deseos, y menos después de lo que le había ocurrido con su última recta. Otra curva, en esta ocasión a 85 millas por hora. De nuevo, alto y afuera. Soto no cayó en el engaño. No obstante, si hizo el "Shuffle".

Soto había aprendido a apreciar su habilidad para distinguir los pitcheos, un don conferido por Dios, en un nivel similar al de su aptitud para chocar la bola. Durante los entrenamientos primaverales de 2018, el hallazgo de que Soto contaba con ambas destrezas (capaz de negociar boletos a nivel de élite y poncharse muy esporádicamente) puso en alerta a quienes hacen vida en el mundo de las Grandes Ligas, haciéndoles entender que era un pelotero a quien valía la pena seguirle el rastro, a pesar de que sólo tenía 19 años. Chip Hale, entonces coach de banca de los Nationals, le hizo señas al coach de bateo Kevin Long luego de ver un partido primaveral. El swing de Soto, le dijo Hale, era una obra de arte.

Long laboraba en su primera temporada con la organización de los Nationals, luego de fungir como coach de bateo con los New York Yankees y New York Mets. Se había enterado del promedio de bateo de Soto con el Hagerstown; no obstante, se preguntaba si el abultado registro era producto de un muestreo pequeño, luego de que una fractura en el tobillo derecho le obligara a ausentarse durante la mayor parte de la temporada. Un vistazo a Soto en la jaula de bateo despejó cualquier duda.

Long comienza a evaluar a un bateador observando su base: lo amplio de sus piernas, cuánta flexión tienen. La contextura de Soto se veía poderosa, especialmente después de haber ganado musculatura y sumar 220 libras de peso en su humanidad de 6 pies y 2 pulgadas de estatura. Colocó sus manos justo al lado del dorso de sus hombros, cerca de la posición de bateo, eliminando movimientos excesivos. Sus caderas rotaron con limpieza y urgencia, cobrando impulso desde el terreno hasta sus posaderas; y su habilidad para evitar que el torso se uniera a las extremidades inferiores creaba un efecto similar a una banda de caucho, dándole energías extremas a su swing, llenándole de aún mayor potencia. Cuando el barril del bate entraba en la zona de strike, la cabeza de Soto apenas se movía. Long no podía dar crédito a lo que veían sus ojos. Había trabajado con algunos de los mejores toleteros del mundo. Y este chico adolescente tenía el swing más efectivo que había visto en su larga carrera.

Esa primavera, Soto jugó cinco partidos con los Nationals. Soltó jonrón, doblete, impulsó cinco carreras y sumó OPS de 1.232. De todos modos, Washington le devolvió al Hagerstown, conforme con llevar su ascenso lentamente.

"Recuerdo aquel día", afirma Soto. "Lloré ese día cuando me lo dijeron, porque ... trabajé mucho en mí. Trabajé con mi cuerpo, presto a jugar a un nivel más alto. Y me dijeron: 'Oye, puedes hacer lo que quieras, pero vas a empezar en Clase A baja'. Y lloré ese día, justo frente a ellos. Decía: '¿Por qué?' Respondieron: 'No te preocupes. Sólo queremos que juegues 130 partidos. No me importa si juegas en ligas de novatos o lo haces en Grandes Ligas, pero queremos que juegues 130 partidos y empezarás [la temporada] en Clase A baja'. Dije, muy bien. Me hizo sentir mayor hambre y querer más. Y fue ahí cuando todo empezó a marchar".

Los Nationals no sabían que Soto se había aprestado a jugar aquella temporada de 2018 con la firme determinación de llegar en septiembre a Grandes Ligas. O que su preparación se había extendido mucho más allá de una transformación física. Con pocas cosas por hacer después de sufrir su lesión, Soto se dedicó a perfeccionar su inglés. Cuando era niño, su madre Belkis le hizo tomar lecciones. Él le rogó dejarlas. "No necesito el inglés para jugar al béisbol", le dijo. Ella le respondió que los peloteros hablaban inglés. "No", respondió, "sólo juegan al béisbol".

No obstante, jugar al béisbol, tal como lo comprendió Soto poco después de su firma, iba mucho más allá del bateo. Cuando participaba en mítines conducidos en inglés y a él le costaba entender el idioma, Soto empezó a trabajar tiempo extra con la aplicación Rosetta Stone que la organización entregaba a los peloteros latinoamericanos. Cuando él quería probar lo aprendido de forma práctica, iba a un McDonald's, ordenaba comida y escuchaba a otras personas. Tras la llegada del 2018, les insistía a sus compañeros que le hablaran inglés.

Soto requirió de aproximadamente año y medio para dominar el idioma con fluidez. Al inicio, su habilidad para captar los matices del inglés sorprendió a los Nationals, aunque esto les ayudó a empezar a comprender la esencia de Soto: la aptitud de su cerebro para procesar inmensas cantidades de información (bien sea la trayectoria y giro de una pelota, o el significado e implementación apropiada de las palabras) era única. No sólo era un conocedor del bateo. Se asemejaba a una supercomputadora, capaz de compaginar aprendizaje con aplicación.

Esa misma primavera, a medida que los promedios de giros de los pitcheos empezaban a convertirse en un elemento cada vez más reconocido alrededor de la industria del béisbol, Soto ya había ascendido al siguiente nivel, conversando con coaches y compañeros con respecto al eje de giros de los pitcheos rompientes y cómo éste afectaba la forma de los envíos. Jugó 16 partidos con el Hagerstown, ligando para .373/.486/.813 antes de que los Nationals lo ascendieran al Potomac de Clase A alta. Quince juegos después, luego de haber conectado siete jonrones y sumado OPS de 1.256, hizo maletas con rumbo a Doble-A.

Fue allí donde DiPuglia le visitó, con la intención de echar un vistazo al juego de Soto, ver cuán real era todo esto, algo que incluso él tenía problemas para entender. Apenas cuatro años antes, Soto era todo potencial, y sueños y talento sin concretar. Ahora, mientras Puglia veía al coordinador de campo de los Nationals Tommy Shields, él era la especie de pelotero que dejaba perplejo a un scout que había pasado los últimos 30 años respondiendo la misma pregunta que ahora hacía, de forma retórica, porque no sabía la respuesta.

"Tommy", dijo DiPuglia. "¿Qué es esto?"


Durante la campaña de 2019, y con 20 años, Soto bateó 34 jonrones, más que Mike Trout, Mickey Mantle y Ted Williams a esa edad. Mary Beth Koeth para ESPN

ERA EL INICIO del ascenso de un beisbolista que conduciría a los Nationals a alzar su primer título de Serie Mundial, a lanzarse en esta noche de octubre al precipicio de algo especial. Mientras Cole barajaba las opciones para hacer su cuarto envío, la multitud presente en el Minute Maid había pasado de hacer un ruido ensordecedor a quedar en silencio. La presencia de Soto no solo hace mella en la mente de un lanzador. Puede hacer metástasis en un estadio entero.

Soto seguía esperando su recta y con el conteo en 3-0, tenía luz verde para hacer swing. Cole empolló una slider que cayó en strike, lo que causó una embestida por parte de Soto, aunque sin su "Shuffle". Ya se sentía cómodo con esta clase de turnos ofensivos, un veterano de mil batallas a sus 20 años, con canas producto de años de espectadores con mayor disposición a digerir su precocidad, en vez de complacerla.

La casualidad hizo que el llamado de Soto a las Grandes Ligas fuera producto de la necesidad. El 19 de mayo de 2018, con los jardineros Adam Eaton, Víctor Robles, Brian Goodwin y Rafael Bautista fuera por lesiones, Howie Kendrick sufrió una rotura del tendón de Aquiles. Mientras Kendrick yacía en la pista de seguridad, atendido por los preparadores físicos, el gerente general de los Nationals Mike Rizzo tomó el teléfono para llamar a Doug Harris, vicepresidente de personal deportivo del equipo.

"Vamos a ascender a Soto", dijo Rizzo. "Mañana jugará al jardín izquierdo y bateará cuarto en la alineación".

"¿Me estás jo----do?", fue la respuesta de Harris.

Rizzo tenía experiencia en estas situaciones. Ascendió a Bryce Harper a sus 19 años. Y tenía un vínculo especial con Soto, tras haber acompañado a DiPuglia a la República Dominicana para conocerle, antes de ofrecer al pelotero de 16 años el mayor contrato que le había propuesto a pelotero latinoamericano alguno en sus más de dos décadas haciendo tratos allí. Sin embargo, menos de un mes antes, Soto había jugado con el Hagerstown. Nunca jugó al jardín izquierdo. Una apuesta arriesgada, hasta para el propio Rizzo.

El 20 de mayo, Soto llegó al equipo grande, bateó como emergente y se ponchó. Al día siguiente, fue titular en el jardín izquierdo y sexto bate en una alineación de la que formaban parte Turner, Harper y Anthony Rendón en los primeros puestos. No había dormido mucho en la noche anterior. Soto, tan imperturbable, se sentía nervioso. Empezó a ver videos de los primeros turnos de peloteros por quienes siente admiración, como Ronald Acuña Jr.

"La mayoría de los peloteros que admiro", afirma Soto, "siempre tienen goma de mascar en la boca, y pensé: esa es una buena idea".

Masticó una goma. Después, dos. Luego, tres. Cuatro. No era suficiente. Cinco, seis, siete.

"Y veo la octava goma de mascar", recuerda Soto, "y pienso: '¿la necesito?' Me agarré el pecho y me dije: 'sí, la necesito".

“He visto jugadores en la zona, pero nunca que hayan descifrado las cosas a tan corta edad. Es único. Tenemos al que considero como uno de los mejores bateadores que ha jugado este deporte. Soy afortunado y bendecido por poder ser parte de esto y verlo todos los días.”

- Kevin Long, coach de bateo de los Nats

Salió del círculo de espera para dirigirse al plato y recordó dónde se encontraba: exactamente dónde pertenecía, dentro de esos 24 pies cuadrados, su santuario. La caja de este estadio no era muy distinta a la del terreno de Niche, o la de Fort Lauderdale, la de Hagerstown, Potomac o Harrisburg. La caja no conoce de edades o inexperiencia. Es el lugar más equitativo de todo el universo.

La intuición de Soto hizo su aparición. Sus trucos dentro de la caja no solo tienen que ver con la intimidación al rival. Él caza pistas con el fervor de un jugador de póquer, en busca del menor indicio de lo que podría venir, e incluso cuando un pitcher no los ofrece, él siente inclinación a deducir la clase de pitcheo y su ubicación. En este caso, según comprendió al recordar que los San Diego Padres no le conocían, le enviarían una recta en el primer pitcheo, por el medio de la zona, aunque afuera. Tampoco estaban enterados de que Soto anhela recibir rectas por el medio y afuera. Cuando Robbie Erlin le envió justamente ese pitcheo (y cuando dicho lanzamiento cayó a 422 pies de distancia en las gradas entre el izquierdo y el central), fue el inicio de un ciclo histórico.

El éxito fue tan inmediato que la organización de Washington jamás contempló la posibilidad de volver a enviar a Soto a su sucursal de origen. Todas las cualidades admirables que poseía eran tan evidentes como la luz del día: la curiosidad, la ambición, el talento, el profesionalismo. La rutina de Soto asombraba a los veteranos. Todos los días, colocaba una tee baja y cercana a él, para despachar 10 líneas hacia la barda contraria. Después, mueve la tee hacia la esquina de afuera y comienza a enviar otras líneas por el sentido opuesto. No está sediento de ángulos de lanzamiento ni elevaciones para celebrar. Desde su llegada al equipo grande, Soto mostró una disciplina poco común y la confianza suficiente para entender que su swing sólo requería de la repetición: estaba consciente de que él causaría a los pitchers de Grandes Ligas el mismo daño infringido con el uniforme de su equipo de temporada limitada en Ligas Menores.

A pesar de la extraña apariencia de las rutinas de Soto (en una, Long lanza una pelota y él arroja sus manos hacia ella, golpeándola con el pomo del bate; y en otro, queda en forma casi perpendicular a la caja, rotando sus caderas para castigar la pelota y despacharla con rumbo a la almohadilla de la segunda base), éstas funcionan. Él se encuentra tan sintonizado con su swing, a la salud de éste, que Soto no necesita ver hacia dónde se dirige una pelota para saber si tiene razón. Escucha el tronar de su madero. Es tan particular y su swing está tan conectado, que, si llega a escuchar un sonido hueco, buscará un madero nuevo.

En poco tiempo, los equipos rivales entendieron que Soto hace festín con las rectas y cambiaron la base de su dieta y empezaron a alimentarlo con pitcheos rompientes. Para contrarrestar dicho cambio, Long le presentó a Soto una máquina de pitcheos rompientes. Soto vio algunos pitcheos para aclimatar su vista a los giros, e hizo swing a otros pitcheos con la intención de preparar su cuerpo: cientos de repeticiones al día de tareas autoimpuestas, tal como lo hizo con la aplicación Rosetta Stone. No tardó mucho en convertirse en uno de los mejores bateadores de pitcheos rompientes de todo el béisbol.

Lo que no debió ser gran sorpresa. Soto terminó la temporada 2018 con 494 turnos al plato. Solo 11 peloteros en el siglo anterior habían acumulado tiempo de juego similar en las campañas que jugaron con 19 años. Ninguno de ellos terminó con un OPS tan alto como el .923 de Soto. Al Kaline y Robin Yount, ambos exaltados al Salón de la Fama, ni siquiera llegaron a los .700. Ken Griffey Jr. y Mel Ott, también miembros del templo de Cooperstown, se quedaron cortos. Ni siquiera Harper, entonces compañero de equipo de Soto, el prospecto más publicitado de toda una generación, había logrado las hazañas alcanzadas por Soto tras un ascenso acelerado.

¿Qué es esto? Los Nationals y todo el béisbol apenas empezaban a comprenderlo.


¿QÚE SE NECESITA para superar a Juan Soto? Una aberración. Se necesita a alguien como Gerrit Cole, cuya velocidad en su recta se ubica en la frontera máxima entre el rendimiento deportivo y la salud de un brazo. Su recta es una amenaza constante, que se anida en la mente de un bateador, incluso de uno con tanta confianza como Juan Soto.

Él estaba esperando otra recta, después de una secuencia de slider-curva-curva-slider, y cuando Cole tiró un cambio de 90 mph, Soto hizo swing por encima de la pelota. Segundo strike. Mientras retrocedía de la caja, asintió una, dos, tres, cuatro veces, sin intercambiar miradas con Cole, pero admitiendo que había sido superado en ese duelo. Si él no tuviese ese tipo de gestos, entonces quizás serían más razonables los temores de sus compañeros de que le lluevan pelotazos de los lanzadores.

Esto era respeto. Respeto bien merecido. La última vez que Cole había lanzado un cambio en cuenta de 3-1 fue el 3 de abril, hace más de 30 salidas. En ese transcurso, había estado en cuenta de 3-1 en 54 ocasiones y ni una sola vez había tirado un cambio. El béisbol es un deporte de largo plazo, no solo en cuanto al tiempo, sino en la capacidad de pasar una temporada completa preparándose para un momento específico.

Mucho de lo que Soto hizo en su primer año con los Nationals fue en preparación para el segundo año. La parte más difícil de jugar béisbol, según él, no es jugar béisbol. Fue darse cuenta de que todos querían algo de él, especialmente que querían su tiempo, hasta más que su dinero. Fue aprender a decir no, cuando su instinto es decir que sí. Incluso ahora, cuando Long envía mensajes de texto a Soto, él contesta de inmediato. No es que Soto usualmente conteste rápido a DiPuglia, es que casi siempre lo hace por FaceTime.

No quiere olvidar de dónde salió ni quién es, ni dejarse consumir tanto por su alter ego en esos 24 pies cuadrados que se pierda a sí mismo en el resto de su entorno. Es importante bifurcar esas dos identidades.

En el mundo del béisbol, los jugadores conversan con Soto antes y después de los partidos y lo consideran encantador y con cierto magnetismo, y siempre hay una especie de disonancia cognitiva por la personalidad que exhibe dentro de la caja de bateo y fuera de ella. Parte de la preparación de Soto incluye realizar una simulación de bateo en el círculo de espera, haciendo swing a cada lanzamiento que tiran al bateador que lo antecede en el plato. A veces, antes de un inning, se coloca detrás del plato para tener una mejor perspectiva, una violación del protocolo que puede enfurecer a sus oponentes incluso más que el "Soto Shuffle".

"Se lo he dicho 10 veces", dice Turner. "'Hey, yo no haría eso'. Y él sigue haciéndolo. No le importa. No pretende faltar el respeto a nadie. Sólo quiere salir airoso de su turno al bate. Y entiendo porqué los pitchers se enojan, y tienen razón, pero él está en lo suyo y está enfocado. Así que más vale que estén listos para competir, porque él está".

"Es ávido en un muy buen sentido".

Con esa avidez llega la grandeza, y esa se evidenció en su primera temporada completa. Durante la campaña de 2019, y con 20 años, Soto bateó 34 jonrones, más que Mike Trout y Mickey Mantle a esa edad, y más que la persona con quien suele ser comparado últimamente, Ted Williams, para muchos el mejor bateador en la historia. En el partido de comodín, Soto conectó un sencillo ante una recta de 97 mph del súper relevista Josh Hader para producir las carreras de la victoria y eliminar a Milwaukee. En la serie divisional, sacudió un cuadrangular que empató el marcador en el octavo episodio del quinto partido ante Clayton Kershaw, un futuro miembro del Salón de la Fama.

La Serie de Campeonato brindó a Soto el escenario que merecía, y en el primer partido se paró en el plato para enfrentar a Miles Mikolas, un abridor veterano, con las bases llenas. Soto estaba haciendo su bailecito, y ajustándose la copa con bastante exuberancia, así que cuando bateó una roleta para cerrar el inning, Mikolas le clavó la mirada e imitó su gesto con la copa. Soto asintió con la cabeza, al igual que haría después del cambio de Cole. Respeto entre competidores.

Pero hubo algo más. Ryan Zimmerman, por mucho tiempo el corazón de estos Nationals, lo detectó. El abridor de los St. Louis Cardinals Adam Wainwright, al igual que Zimmerman un veterano de mil batallas, no pudo ocultar el orgullo al retirar a Soto. Se trata de un chiquillo de 20 años exprimiendo un nivel de competencia máximo de un jugador que podría ser su padre.

"Eso es lo que necesita el béisbol", dice Zimmerman. "Una vez que conoces a Juan, y hablas con él y te das cuenta de qué se trata, es como que lo respetas más por la manera en que encara cada turno al bate, su competitividad. Hace que todos a su alrededor mejoren".


"Cuando está dentro de esa caja, se siente como si fuera la mejor versión de sí mismo", expresa Trea Turner, amigo cercano de Juan Soto. "Y es allí donde puede ser él mismo y simplemente divertirse mucho". Mary Beth Koeth para ESPN

LA RECTA NUNCA llegó. Gerrit Cole, quien en 2019 tuvo la mejor recta del planeta, tiró seis lanzamientos consecutivos con cambios de velocidad. Y debido a que Cole es Cole, no es que esos lanzamientos fuesen más fáciles de descifrar. El último fue una slider en la esquina inferior más lejana del plato, el tipo de pitcheo que podría frustrar a un bateador que no se pase cada día haciendo swing a pelotas en un tee y tratando de enviarlas al jardín opuesto.

Soto exageró su postura agazapada y descartó el dedo apuntado, anclándose más al suelo. Es una postura más conservadora cuando tiene dos strikes, en un mundo en el que los ponches se han multiplicado hasta niveles caricaturescos y en el que jugadores como Soto -- que está entre los líderes en slugging y en el fondo de la lista de ponches -- son una especie en peligro de extinción.

Hizo swing a este lanzamiento, bien localizado, extremadamente difícil para una slider, no con un swing defensivo, sino con toda la potencia de un swing de Juan Soto, con la intención de hacer daño. El cuello de Cole giró hacia el jardín izquierdo, justo a tiempo para observar la pelota rebotar en el muro y remolcar dos anotaciones. En su carrera, Cole había sumado al menos seis lanzamientos con más de 1,100 bateadores. Solo una vez anterior los seis lanzamientos habían sido cambios de velocidad. Parece que ni siquiera una aberración puede evitar que Soto salga airoso.

Por supuesto, la historia de Soto no termina cuando los Nationals conquistaron la Serie Mundial de 2019. Se perdió las dos primeras semanas de la temporada de 2020 después de lo que cree que fue un falso positivo a COVID-19 que lo obligó a guardar cuarentena. Cuando regresó al terreno, fue el mejor bateador de las mayores, y por una amplia ventaja. En 47 partidos, Soto bateó para .351, con .490 de OBP y .695 de slugging. Su OPS fue casi 100 puntos mayor que cualquier otro pelotero de 21 años en la historia del béisbol. Recibió 41 boletos y se ponchó apenas 28 veces, cifras de otra época.

"He visto jugadores en la zona, pero nunca que hayan descifrado las cosas a tan corta edad", dice Long. "Es único. Es algo que puede que no veamos en mucho, mucho tiempo. Es algo que creo que continuará por muchos años. Y tenemos al que considero como uno de los mejores bateadores que ha jugado este deporte y alguien que podemos ver y decir, 'wow, así es como se supone que se batee'".

"Soy afortunado y bendecido por poder ser parte de esto y verlo todos los días, porque es algo que ocurre cada mucho tiempo".

Incluso en una temporada decepcionante para los Nationals, Soto encontró nuevas formas de brillar más allá de las estadísticas. ¿Recuerdan a JoJo Romero, el prospecto zurdo de los Phillies? Llegó a las mayores en 2020 y se convirtió en un favorito de los fanáticos en Filadelfia, tomándose un Red Bull y aplastando la lata en el brazo antes de cada salida.

El 22 de septiembre, Romero entró al partido en la parte baja del tercer inning con dos corredores en base, específicamente para enfrentar al bateador zurdo en el plato: Soto.

"Esperé por ese momento desde 2017", dice Soto, "hasta 2020".

En el primer lanzamiento, Romero tiró una recta por el centro del plato. Soto la sacudió hacia donde aterrizan la mayoría de sus mejores jonrones, en el sector izquierdo-central, un lugar que no luce tan pintoresco como una parábola al jardín opuesto, pero que desinfla incluso más a los lanzadores.

"Conecté lo más fuerte que pude el primer lanzamiento que vi", dice Soto. "Recuerdo todo lo que él había hecho. Pensé, 'ahora vas a ver esto por todos lados en redes sociales'. Fue fabuloso. Yo espero por ese tipo de situaciones. No me importa que alguna vez me superes, pero algún día te voy a ganar".

Poco después en la caseta, los compañeros de Soto notaron su alegría, y le preguntaron por qué estaba tan contento.

"Es la venganza más alegre", dice Turner. "Él solo quiere batallar. No tiene nada en contra del oponente, no lo detesta. Después que termina el turno, puede reír, puede sonreír, puede decir 'OK, me ganaste'. Pero la próxima vez, voy por ti".

Ese es el beneficio de ser dueño de esos 24 pies cuadrados, de empezar a colocar su nombre en la misma lista que Ott, Mantle, Trout y Williams. Soto es quien escribe esta historia. Puede pasarse el invierno recorriendo la República Dominicana, aprendiendo sobre su patria y toda su belleza natural, y puede enfocarse en mejorar detalles de su juego como su velocidad, lo que hizo este invierno, al bajar su tiempo en las 60 yardas a 6.5 segundos. Puede aprender sobre la vida de adulto en conversaciones con Turner y Zimmerman, preguntándoles sobre la bolsa de valores, y puede involucrarse más en la comunidad de D.C., dedicando tiempo a compartir su personalidad con los chicos de la zona. En 2019, cuando los Nationals iban a distribuir un muñeco bobblehead con el rostro de Soto con un gesto agresivo, él pidió que lo volvieran a diseñar. Quería estar sonriente. Cuando se mira en el espejo, puede ver esa imagen alegre el resto de las 23 horas, 45 minutos del día.

Luego Soto vio a su amigo Tatis firmar este invierno un contrato por 14 años y 340 millones de dólares con los San Diego Padres y se preguntó lo que significa para él. Tatis juega de campocorto, mientras que Soto se desempeña en el jardín derecho, una posición menos valiosa. Soto es un bateador único en un deporte que paga mucho por poder, paga mucho por paciencia, y paga aun más por poseer ambas cualidades. Si Tatis recibió esa suma exorbitante cuatro años antes de convertirse en agente libre, ¿qué significa para Soto después de la temporada de 2024? Parece que el número empezaría en $400 millones. Podría superar el contrato de $426.5 millones de Trout. Si Soto no firma un contrato vitalicio con los Nationals y se convierte en agente libre con 26 años, en el mejor momento de su carrera, ¿podría recibir $500 millones garantizados?

"Si consigo algo así, significa que mucha gente se va a beneficiar", dice Soto. "Muchos a mi alrededor van a recibir ayuda con ese dinero. Eso es lo único que pienso. Creo en Dios y él siempre dice que amemos y que ayudemos al prójimo, al mundo, de la forma que podamos. Y así me educaron mi papá y mi mamá, tratando de ayudar a la gente. Eso es en lo único que pienso cuando escucho sobre esas cifras de dinero".

Soto tiene tiempo para resolver eso, aunque sabe mejor que nadie lo rápido que se mueven las cosas. Siempre habrá más batallas que ganar, más competencias que superar, más venganzas pendientes para repartir. Ocasionalmente el resultado será estar parado en segunda base, después de subyugar al mejor pitcher del mundo en una batalla de seis lanzamientos, flotando en el perfume de la victoria, sonriendo como suele hacerlo fuera de esos 24 pies cuadrados.

¿De qué se trata esto? Estamos presenciado como se escribe la historia.

Jeff PassanPassan es redactor de Grandes Ligas de ESPN.

Estilo de vestuario por Mila Kastari; diseño de escenario y utilería por Lisa Gigliotti; peinado por Alaina DeBernardis; producción por Kim McEniry/Overflow Productions; Chaqueta por Boglioli Milano; sudadora, pantalones, calzado, y camiseta de manga larga por Under Armour; polo de punto por Lanvin

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