En Barcelona, Sergio Pérez hizo lo que tenía que hacer en la pista y en el radio. Llegaron las órdenes de equipo y las obedeció. No le gustó hacerlo, no se lo calló y exigió una explicación, pero al final su trabajo fue lo que se necesitaba para que Red Bull obtuviera todo lo que buscaba: 44 puntos y arrebatarle a Ferrari el liderato tanto del campeonato de Pilotos, como el de Constructores.
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