La Argentina, orgullosa y abatida

El partido por el quinto puesto ante Italia marcaba el fin del idilio que durante todo el Mundial tuvo el seleccionado local con su público. Pese a jugar al límite de sus posibilidades y al inconidional apoyo de la gente, la Argentina no pudo ganar y quedó al final en el sexto lugar

POR NATALIA TCHUKRAN

A TODO O NADA
Con otro Luna Park repleto, Argentina e Italia parecían jugarse más que el quinto puesto. Milinkovic remata ante el triple bloqueo azzurro, pero el local no pudo vencer por segunda vez en el torneo a su rival y terminó en el sexto lugar
(Fotobaires.com)
BUENOS AIRES -- La fiesta no fue completa. En un final dramático, Argentina perdió el partido ante Italia y no pudo sellar con un quinto puesto su gran actuación en este Mundial 2002. De cualquier forma, nadie lo olvidará nunca, porque el lazo que unió al público local con su equipo se hizo inquebrantable, más allá de cualquier resultado.

A pesar de la derrota, el final fue emocionante, con el reconocimiento conmovedor al legendario Hugo Conte, en su último día con la selección argentina y la respuesta de un equipo a su gente que, con Marcos Milinkovic de abanderado, sacudía una bandera argentina con la inscripción "Gracias por el aguante".

Argentina no entró a la cancha con hambre de quinto puesto. Las caras de los jugadores hablaban de una derrota contra Francia que había dejado la herida abierta de la frustación.

LA HORA DEL ADIÓS
No iba a ser un día más. Había llegado la hora de la despedida, del final de la participación argentina en el Mundial y las sensaciones encontradas se dibujaban en los rostros del Luna Park. La historia de amor entre la gente y sus jugadores entraba en su último capítulo.

Las tribunas y la cancha lucían un clima de nostalgia y melancolía, el estadio se había vuelto más porteño que nunca y el calor de Buenos Aires quería filtrarse en los corazones argentinos para alcanzar un quinto lugar que cerrara con una sonrisa este camino mundial.

El público iba a convertirse en la última motivación del equipo de Getzelevich, que manifestaba su cansancio mental: "Nos sentimos muy orgullosos por lo que hicimos; nos brindamos al ciento por ciento pero llegamos a este partido con un desgaste anímico importante", reconocería más tarde el capitán Marcos Milinkovic.

Argentina había arrancado como un equipo aplomado y sin rumbo hasta que se inyectó ánimo y entre alzas y bajas se quedó con un primer set parejo por las desinteligencias en ambos lados de la red. Los locales tenían mucho para ganar y su gente fiel se lo recordaba con cantos, aplausos y batucadas.

No se repetiría la fiesta del post triunfo ante Bulgaria como así tampoco la tristeza tras la eliminación ante Francia, pero ambos, público y jugadores, querían darle a esta historia un final feliz.

Sin embargo, el aliento empezó a decaer y las caras de preocupación, a brotar. La distracción marca registrada del equipo de Getzelevich se potenció en el segundo parcial, que quedó en manos italianas.

A la hora y media de partido, el Luna Park se enmudecía y la desilusión invadía a jugadores e hinchas: el tercer set volvía a quedar en manos de Italia y el sueño del quinto puesto empezaba a desvanecerse.

Argentina mostraba su peor cara: desorientada y sin energías. Promediando el cuarto parcial, la gente se puso de pie,con el valor agregado del público brasileño que esperaba para ver a su equipo en la gran final ante Rusia, y le dio al equipo nacional esa cuota de aliento incondicional que escaseaba. Las banderitas comenzaron a agitarse, las gargantas se recalentaron y los de Getzelevich se despertaban de ese ritmo aletargado que llevaban.

Argentina y su gente se estaban jurando amor eterno, más allá de cualquie resultado: ambos se necesitaban mutuamente.

"El equipo no jugaba bien y por eso decidimos incluir a Darraidou y a Ferraro, en lugar de Milinkovic y Weber. Este es un equipo solidario y el cambio fue efectivo", reconocería luego el entrenador argentino Carlos Getzelevich.

Con la garra y el brazo caliente del zurdo Darraidou, Argentina se llevó el cuarto set para igualar el partido y llevarlo al tie break. Volvían las miradas seductoras entre la gente y su equipo y no hicieron falta las palabras: el apoyo final sería decisivo.

"Olé, olé, olé....Hugo, Hugo....", fue el preámbulo para el inicio del set decisivo y último del gran Hugo Conte, que pedía el apoyo del público para sentirlo por última vez y guardarlo en el corazón.

Pero el aliento final no pudo por sí mismo ganar el partido y a la Argentina se le escapó el partido de las manos pero le quedó el alma invadida de orgullo y alegría por haber quedado entre los ochos mejores del mundo y por sentir el apoyo incondicional y fiel de un público que promete seguir acompañando a esta selección a todas partes.

- ESPNdeportes.com

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