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La campaña actual nos ofrece un contraste interesante de quarterbacks

Hay pocas frases más recurridas para intentar explicar a la NFL, que: "Se trata de una liga de mariscales de campo".

Sobre todo, resulta un lema conveniente cuando se trata de justificar por qué un equipo invierte el 19 por ciento de su tope salarial para la campaña en un jugador y el restante 81 por ciento en otros 52 jugadores, como sucedió con los New Orleans Saints al principio de la temporada con Drew Brees, previo a firmar una extensión contractual que redujo drásticamente ese impacto contra la nómina de este año a costa de "deuda" futura.

Nadie aquí argumentará que la posición de mariscal de campo no es la más importante en el fútbol americano. Se trata del único jugador ofensivo que toca el ovoide en prácticamente todas las oportunidades al ataque, y el encargado de orquestar las acciones de los otros 10 que lo acompañan en un momento cualquiera, ya sea a través de sus órdenes o sus acciones.

La interrogante aquí es si vale la pena sacrificar la calidad en el resto de la plantilla, gracias a que se trata de una "liga de pasadores", y en su caso, hasta dónde. O dicho de otro modo, ¿qué tan viable sigue siendo invertir un 15 por ciento o más de tu tope salarial anual en la posición, en la posición. ¿Acaso este modelo financiero es el único que te permite alcanzar un título de Super Bowl?

Un vistazo rápido a la historia reciente nos arroja un contundente "no". Los Seattle Seahawks se coronaron en el Super Bowl XLVIII, y aparecieron en el Super Bowl XLIX, con Russell Wilson cobrando 526,217 dólares en el 2013, y 662,434 dólares en el 2014. Esos salarios correspondieron al 0.4 por ciento, y 0.5 por ciento, de los topes salariales de los Seahawks en esos años, respectivamente.

Colin Kaepernick condujo a los San Francisco 49ers al Super Bowl XLVII a cambio de un salario de 607,922 dólares, el 0.5 por ciento del tope salarial del 2012, frente a unos Baltimore Ravens que se coronaron pagándole a Joe Flacco unos 6,760,000 millones de dólares, el 5.6 por ciento de su límite en nómina.

En todos los casos mencionados, se trataba de equipos que se presentaban a jugar semana a semana impulsados por ataques terrestres sólidos y defensivas de primera línea.

Desde luego, los casos de éxito bajo esta arquitectura de plantilla son contados. No obstante, el primer cuarto de campaña del 2016 sirve como evidencia para reforzar la teoría de que, al menos, se puede ser competitivo sin entregar la chequera completa a un mariscal de campo.

Trevor Siemian lidera a la ofensiva de unos invictos Denver Broncos al tiempo que impacta al tope salarial por 538,195 dólares (el 0.34 por ciento del tope salarial); Carson Wentz lidera a la ofensiva de unos invictos Philadelphia Eagles al tiempo que impacta al tope salarial por 4,850,243 dólares (3.12 por ciento); Dak Prescott lidera a la ofensiva de los Dallas Cowboys a un inicio de 3-1 al tiempo que impacta al tope salarial por 545,848 dólares (0.35 por ciento); Derek Carr lidera a la ofensiva de los Oakland Raiders a un inicio de 3-1 al tiempo que impacta al tope salarial por 1,465,037 dólares (0.94 por ciento).

Los cuatro equipos mencionados arriba están en la mitad alta de la tabla en yardas terrestres, y con excepción de los Raiders, en la mitad alta de la tabla en puntos admitidos, también.

Al otro lado del espectro, Carson Palmer impacta al tope salarial de los Arizona Cardinals con 20,125,000 dólares, mientras se encuentran con marca de 1-3; Matthew Stafford impacta al tope salarial de los Detroit Lions con 22,500,000 dólares, mientras se encuentran con marca de 1-3; Andrew Luck impacta el tope salarial de los Indianapolis Colts con 19,953,000 dólares, mientras se encuentran con marca de 1-3; Jay Cutler impacta el tope salarial de los Chicago Bears con 17,000,000 dólares, mientras se encuentran con marca de 1-3; y Brees impacta al tope salarial de los Saints con 17,250,000 dólares, mientras se encuentran con marca de 1-3. Los Miami Dolphins y San Diego Chargers también se encuentran en posiciones complicadas pese a desembolsar a manos llenas para Ryan Tannehill y Philip Rivers, respectivamente.

De todos ellos, solamente Brees ha ganado un Super Bowl, y eso sucedió hace casi ocho años.

Desde luego, nadie aquí está sugiriendo que el próximo mariscal de campo que gane el Super Bowl necesariamente saldrá de un grupo o de otro. La campaña apenas cruza su primer cuarto, y todavía hay mucho fútbol americano por jugarse.

No obstante, equipos como Broncos, Eagles, Cowboys y Raiders han demostrado que se puede ser competitivo sin despilfarrar el dinero en la posición de mariscal de campo, si se es suficientemente cuidadoso a la hora de invertir en otras posiciones, además de la evidente ayuda que supone un plan de juego eficiente que maximice las fortalezas y maquille las debilidades de cada jugador. Después de todo, la lógica indica que hay mayor probabilidad de ganar si se cuenta con mayor número de jugadores de calidad, situación que es más fácil de acceder con una repartición más eficiente de recursos.

Imagino que la mayoría de aficionados estarían a favor de esta clase de reconfiguración para su equipo.

Por el otro lado, solamente el 14 por ciento de los equipos que inicia una campaña con registro de 1-3 consigue levantarse para ingresar a playoffs. Esas son malas noticias para clubes como Cardinals, Lions, Colts, Dolphins, Chargers, Bears y Saints, entre otros.

Aunque hay franquicias como los Pittsburgh Steelers, New England Patriots y Green Bay Packers que, justificadamente, desembolsan esas cantidades por sus respectivos pasadores --Ben Roethlisberger, Tom Brady y Aaron Rodgers--, la realidad es que la lista de mariscales de campo que tienen la capacidad de echarse al hombro a una ofensiva es menor a la lista de mariscales de campo que cobran como si tuvieran, o conservaran, dicha capacidad.

Sólo el tiempo dirá si los equipos mencionados antes pueden mantener su competitividad a lo largo de 16 encuentros de campaña regular y postemporada, para empezar, y a lo largo de años múltiples, más adelante. Pero si se mantiene la tendencia de inicio de temporada, el 2016 podría cambiar la manera en que algunos equipos apuntan al armado de su plantilla, particularmente en la posición, sí, más importante del campo, pero también la que ha visto mayor inflación en cuestión de salarios a lo largo de la última década y media.

Irónicamente, los Siemian, Prescott, Wentz, Carr y compañía --quienes tienen el poder de cambiar los paradigmas bajo los cuales se arman las plantillas de la NFL con su nivel de juego--, serían los primeros "perjudicados", cuando llegue su turno de negociar sus segundos contratos.