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Una posible mudanza de Chargers a Los Ángeles afectaría a los fanáticos de Tijuana

Victor Arce, portando con orgullo el jersey de Philip Rivers, y su familia cuando visitaron recientemente el estadio Qualcomm en San Diego. Courtesy of the Arce family

TIJUANA -- Como muchas ciudades de México, Tijuana ha adoptado desde hace mucho tiempo los deportes estadounidenses como béisbol, básquetbol y fútbol americano, como parte de su dieta deportiva. Hasta 2011, la ciudad estaba sin una franquicia de deporte profesional de máximo nivel, un vacío que llenó Xolos, que actualmente compite en la principal liga de fútbol del país, la Liga MX.

Incluso con la adopción del fútbol por la ciudad, Tijuana es, en muchos aspectos, una prolongación del mundo de aficionados del sur de California. Los bares deportivos en los vecindarios de moda están mayoritariamente llenos de trofeos y fotografías de leyendas regionales como Tony Gwynn, LaDainian Tomlinson y Kobe Bryant, entre otros. Los vendedores de arte tradicional mexicano y artesanías, a menudo reflejarán la dualidad cultural de la región con máscaras de luchador, sombreros y ponchos, adornados con logos deportivos estadounidenses.

San Diego, vecino norteño de Tijuana, tiene una sequía de títulos bien documentada, que de no ser pronto remediada, seguramente atraerá cada vez más atención nacional a medida que pase el tiempo, especialmente ahora que los Chicago Cubs y la ciudad de Cleveland se han librado de sus demonios. A pesar de ello, los equipos de la región tienen gran atractivo entre los lugareños de Tijuana. Uno de ellos, sin embargo, es el más popular de todos: San Diego Chargers.

Víctor Arce, de 61 años, ha sido dueño de entradas para la temporada de los Chargers desde 1994, la temporada en que el equipo hizo su única aparición en el Super Bowl. Criado en Tijuana, Arce recuerda haber ido a su primer juego de los Chargers cuando era un adolescente, para luego ser cautivado por la famosa Era de Air Coryell.

Cuando fue adulto, Arce se mudó a San Luis Río Colorado, un pequeño pueblo fronterizo en el estado mexicano de Sonora, a unas 166 millas (267 km) al este de San Diego. Fogoneado por su fanatismo, soporta con alegría el viaje de ida y vuelta de seis horas al estadio Qualcomm, sin que cientos de días de juego lo hayan disuadido todavía.

“Generalmente, salgo de casa a las 6 a. m.”, dice Arce. “Cruzo la frontera en Yuma, Arizona y conduzco hacia el oeste por la I-8. Antes de las 9 a. m, ya estoy en el estadio, y comienzo a cocinar para mi grupo en la parte trasera de mi carro”. Después del juego, que generalmente termina a las 5 p. m., Arce vuelve a cocinar para su grupo, un conjunto diverso que incluye a Carlos Cárdenas, contador de 60 años y a Carlos Escalante, de 30 años y dueño de una cafetería. Arce retorna a San Luis Río Colorado a la noche, llegando a su casa generalmente a la medianoche, unas 18 horas después de su partida.

Ante la falta de certeza con respecto a la posible mudanza del equipo a Los Ángeles, Arce, que es dentista, dice que no renovaría sus entradas de temporada si el equipo se muda al norte. Si eso sucediera, su viaje de ida y vuelta de seis horas, se convertiría en un viaje de ida y vuelta de 10 horas. Sin embargo, seguiría alentando al equipo y asistiría a algún juego ocasional, una idea compartida por su grupo. “Realmente no sería lo mismo, pero no dejaría de alentar al equipo”, dice Escalante.

Arce explica que de todas maneras preferiría asistir a un juego de los Chargers como locales en Los Ángeles que cambiar su adhesión a un equipo de la NFL que esté más cerca de su casa. “Algunas personas me preguntan por qué no soy partidario de los [Arizona Cardinals]. Yo fui a mi primer juego de los Chargers en 1973 o 1974. Soy un fanático para toda la vida”, nos dice.

Ese tipo de lealtad es común entre los fanáticos de Bolts al sur de la frontera. Es una relación, a veces una relación de mucho tiempo.

Sin embargo, los eventos en los que participaron los Chargers en Tijuana han sido pocos y muy espaciados. Después de una visita de 2002 que incluyó a jugadores y personal técnico, solo han habido unos pocos eventos oficiales. Dos incluyeron al ex integrante de los Chargers, Luis Castillo. “Aunque soy dominicano, el público me ha adoptado como si fuera mexicano”, declaró Castillo en una entrevista de esa época.

Si los Chargers ejercitaran su opción y se mudaran a Los Ángeles, la desconexión entre su equipo y su base de fanáticos mexicanos probablemente se incrementaría. “Es casi seguro que aquellos que se hayan criado con el equipo seguirán siendo fanáticos”, dice Tony Álvarez, el comentarista de los Chargers en estación oficial en español de Tijuana, XHFG 107.3 FM.

“Pero las futuras generaciones podrían no tener razón alguna para alentar al equipo si ellos se mudan”, advierte.

Álvarez argumenta que la ciudad probablemente experimentaría un fenómeno más comúnmente visto en lugares como Ciudad de México, que está demasiado lejos de cualquier ciudad de la NFL para reclamarla como propia. Mientras los fanáticos de mediana edad crecieron mirando a los juegos dominados por los Cowboys, Raiders y Steelers en la década de 1970, los mexicanos más jóvenes que siguen la liga se inclinan por franquicias de éxito más reciente, como los New England Patriots.

Aunque es casi imposible detectar cuántas personas de Tijuana y lugares más al sur hacen el viaje para presenciar cualquier juego en que los Chargers son locales, la evidencia anecdótica sugiere que los fanáticos mexicanos han representando una considerable parte del público en el estadio Qualcomm durante décadas. Cárdenas, por ejemplo, ha comprado abonos para la temporada durante 33 temporadas. Como parte del grupo de cocina en la parte trasera del carro de Arce, él dice que es común para los mexicanos detectar las vistas y aromas de una sesión de cocina mexicana y sumarse a ella antes o después de los juegos.

Igual que Arce, Cárdenas se levanta temprano para un típico domingo con los Chargers. Los tiempos de espera de Tijuana para los motoristas y los peatones están sistemáticamente entre los peores de la frontera entre EE. UU. y México, demorando a veces a los viajeros más de una hora. Para evitar las largas esperas, Cárdenas solicitó una insignia especial para el cruce de la frontera a la Aduana y Protección de Fronteras de los EE. UU. de manera de acelerar el viaje. “Antes de tener esa insignia, tenía que estar en la frontera antes de las 6 a. m.,” recuerda.

Cárdenas ha convertido sus salidas en un asunto familiar, comprando un total de cuatro abonos de temporada por año. Para la temporada 2016, ello le significó una inversión de casi $4,500 dólares. Actualmente, un dólar estadounidense vale unos 21 pesos mexicanos. En enero de 2016, la relación era más cercana a 18 a 1.

Lo que significa que si los Chargers congelaran los precios, los fanáticos mexicanos como Cárdenas, que ganan pesos, podrían estar pagando más por la misma entrada debido a la fluctuación de las divisas.

“Es un problema. Cada año se hace más difícil de pagar, pero lo hago porque amo al equipo", nos dice. A pesar de que en el pasado viajaron para alentarlos en Nueva Orleans, Indianápolis e incluso Miami, para el Super Bowl XXIX, su familia también renunciaría a sus abonos de temporada si el equipo se muda, a causa del viaje de 130 millas (209 km) desde Tijuana a la nueva ciudad de los Bolts.

Extrapolando la distancia de un viaje de ida y vuelta por diez juegos como locales (incluyendo los eventos de pretemporada) significa que los residentes de Tijuana totalizarían más de 2,500 millas (4,000 km) e incontables horas en las carreteras del sur de California, en una sola temporada por diez viajes a Los Ángeles.

Los fanáticos como Escalante, él mismo poseedor de abono de temporada desde 2011, rechazan la idea. “Si tuviera que ir (a Los Ángeles) tantas veces por año, preferiría ir a otro lugar, como Disneylandia”.