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Efecto pretemporada

BUENOS AIRES -- El último Superclásico del verano, aun sin patadas salvajes ni guapeadas para las cámaras, fue un fiasco mayúsculo.

Quizá se trata de la pretemporada, del endurecimiento y el cansancio. Lo cierto es que casi no hubo juego (y las imprecisiones movieron a escándalo), hasta que al final River, según su costumbre, se quedó con la victoria a través de un penal.

Parece que de otro modo los goles no valen. ¿Ofrece una saga tan pobre algún indicio sobre lo que ambos equipo pueden ofrecer en la competencia oficial? No mucho.

En principio, revela todo lo que falta hacer. En especial en el caso de River. Luego de la caída sin atenuantes ante Barcelona en el Mundial de Clubes, el discurso de Marcelo Gallardo adoptó un acento de fin de ciclo. Deslizó incluso la posibilidad muy saludable de renovarse él mismo y proponer un nuevo diseño táctico.

En fin, se lo veía entusiasmado con barajar y repartir otra vez las cartas. Pero, por algún motivo, la regeneración no se vislumbra, por lo menos en el corto plazo.

La cohesión defensiva todavía es una deuda pendiente y, en cuanto a la organización de juego, veremos si el hábil Nacho Fernández logra insuflarle el volumen perdido por la partida de Carlos Sánchez, figura nodal de la estructura del equipo anterior.

Este River con voluntad de cambio pero poco movimiento real en el tablero (tanto de nombres como de posiciones) sigue buscando una identidad que no encuentra. Trata de rescatar un flujo futbolístico para el que no tiene ejecutantes.

En suma, las proclamas de Gallardo están lejos de cumplirse. Y la felicidad por ganarle a Boca con un penal no debería tergiversar esa realidad.

Por el lado de Boca, al igual que en el torneo que acaba de ganar, el efecto billetera sigue siendo de importancia vital. El equipo de Arruabarrena (quien no siempre luce seguro de lo que quiere) tiene futbolistas de primer nivel, con recambio incluido, en cada línea.

Por el momento, en la pretemporada, semejante riqueza no tuvo las consecuencias esperables. Pero es cuestión de paciencia. La dupla ofensiva de cartel internacional ni siquiera entró en calor.

Aunque el caso de Tevez comienza a ser preocupante. Ahora que logró descansar, no da pie con bola. Sus errores (sobre todo de concepto, imperdonable en alguien con su experiencia) son llamativos.

¿Qué equipo de la región no daría cualquier cosa por alinear una delantera con Palacios y Chávez? Pues en Boca están condenados al banco. Y como si hiciera falta, desembarcó el carrilero colombiano Frank Fabra. Mientras Gago, crack siempre en reposo, se da el lujo de alternar lesiones.

Secuela del proyecto macrista en el club, Boca se pretende hegemónico. Tiene el plantel más dotado y mejor pago. Le sobra caudal, pero el equipo tampoco aparece.

En River, la teoría no se confirma por falta de actores competentes para impulsar el cambio (son los mismos de siempre). En Boca, se vuelve a demostrar que el dinero no compra la felicidad ni la excelencia.