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Barcelona vs. City: Una defensa parchada y otra derrumbada

BARCELONA -- Con Messi en el plano, ocupando por derecho propio todo el escenario con su nueva exhibición y provocando otra noche para olvidar a Pep Guardiola en el Camp Nou, el choque entre el Barcelona y el Manchester City dejó traslucir dos realidades similares pero muy distintas.

Fue una noche trágica para las defensas. Para las dos, aunque el marcador reflejase al final un 4-0 incontestable. Porque el equipo azulgrana se sobrepuso a las lesiones de una manera encomiable al tiempo que el conjunto británico se hundió miserablemente aplastado por la excelencia de Messi y el aplastamiento ofensivo del Barcelona.

Porque el Barça, en la noche más trascendente de lo que lleva de temporada, fue a quedarse más cojo que nunca en defensa… Pero Manchester City, en la noche más exigente, demostró que Europa le viene grande a su zaga, Quedó de manifiesto con los tres goles que le marcó el Celtic y se demostró con su hundimiento en el Camp Nou.

Mientras el equipo de Luis Enrique sobrevivió con absoluta entereza a todos los problemas que se le aparecieron de improviso, el de Guardiola sufrió la mayor humillación que pudo sospechar. Un baile en toda regla.

El redondeo de esta noche especial lo protagonizó Claudio Bravo, expulsado por regalar un balón inverosímil a Luis Suárez por esa insistencia de jugar con el pie, arriesgando de manera tan arriesgada como enloquecedora.

No se recuperó a tiempo Sergi Roberto y Luis Enrique apuró hasta el último momento para sorprender a su amigo Guardiola descartándole… Pero lo que no podía sospechar el entrenador asturiano es que a los ocho minutos se quedaría sin Jordi Alba. Y menos aún que acabaría la primera mitad sin Piqué, también lesionado.

La exigencia de enfrentarse a Sterling y De Bruyne, a Silva y Nolito… Al juego rápido en ataque del City significó un verdadero examen para una defensa inédita y en la que desde Macherano como lateral de urgencia hasta la presencia inesperada de Digne y Mathieu provocó nervios extras en la grada.

Hasta el punto de que existió, rozándose el descanso, un más que posible penalti del lateral galo que no fue señalado.

Al otro lado la situación es probablemente más preocupante. No en el instante, pero sí en la globalidad. El Manchester City de Pep Guardiola es un equipo mucho más ofensivo y asociativo que el de Manuel Pellegrini. Jugar el balón desde atrás es un dogma y en el aprendizaje está la penitencia.

Kolarov y Zabaleta, Otamendi y Stones sufrieron una noche de infarto. Si la zaga de los citizens quedó retratada en Glasgow frente al Celtic, sobrevivió con sudores fríos en el Camp Nou, donde la presión de la primer línea azulgrana descubrió la necesidad que tiene el entrenador en mejorar mucho. Y en la urgencia de tener a su disposición jugadores que entiendan, más que aprendan, su filosofía.

Se habla, y debe ser por algo, del interés del City en Bellerín o Grimaldo para mejorar los laterales, donde sufren los actuales titulares y quedan retratados cuando deben recular a toda prisa desde el centro del campo, muchas veces a destiempo y sin tener buena cobertura de dos centrales que tampoco conocen, aún, a la pefección los automatismos que precisa el juego de Guardiola.

Al Manchester City puede alcanzarle en la Premier, donde domina los partidos con absoluta claridad, pero es probable que no le sea suficiente en Europa, donde el Barcelona mostró todas sus carencias.

La pesadilla para Pep, sin embargo, alcanzó el cénit con la osadía de Claudio Bravo que rozó el esperpento al querer jugar en corto, combinando y desde fuera del área cuando tenía a Suárez a menos de tres metros. Le regaló el balón y puso las manos para evitar su remate a gol. Roja. Expulsión y drama.

Si algo se demostró este miércoles fue que el Manchester City necesita mejorar, muchísimo, en defensa y que el Barcelona sobrevivió en el alambre y con fortuna por la poca exigencia que tuvo en muchas ocasiones, con una zaga que nunca había jugado junta.