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Un suelo regado de lágrimas argentinas

BOSTON (Enviados especial) -- Esta ciudad del noreste de los Estados Unidos no es una más para el fútbol argentino. Aquí la historia cambió para siempre. El 25 de junio de 1994, Diego Maradona jugó aquí su último partido en la Selección nacional y marcó el final de la época más gloriosa de la Albiceleste. En estos 22 años, nuestro fútbol intentó aprender a vivir sin el hombre que fue capaz de todo. Ese aprendizaje nos trajo otra vez hasta aquí, donde se puede conseguir el primer título de la era post-Maradona.

Cuando finalizó el encuentro frente a Nigeria, todo era perfecto para el equipo de Alfio Basile en la Copa del Mundo 1994. Dos triunfos, un gol del Diez, tres de Batistuta, dos de Caniggia y gran nivel colectivo. Por eso, nadie se vio venir el futuro negro cuando la enfermera más famosa de todos los tiempos se llevó de la mano al capitán, que se fue feliz rumbo al control antidoping. Lo que pasó después lo sabemos todos: el "me cortaron las piernas", las lágrimas de un pueblo, las derrotas, el fin de la ilusión.

En 1994, la Selección se concentró en el Babson College, una institución de educación superior ubicada en Wellesley. Más de dos décadas después, Argentina volvió a Boston y a una universidad. Esta vez, se entrena en Harvard, donde crece el sueño de lograr un campeonato por primera vez desde 1993. Un país espera que las similitudes terminen allí.

El sorteo indicó que el conjunto argentino debía jugar sus primeros dos partidos del Mundial de EEUU en el estadio de Foxborough. Inaugurado en 1971, el hogar de los New England Patriots de la NFL vibró con la goleada 4-0 sobre Nigeria y con la victoria 2-1 ante Nigeria. El gol de Diego tras esa jugada extraordinaria con Redondo, Balbo y Batistura, su grito a la cámara, el pedido desesperado de Caniggia antes de su definición lujosa... todas estas imágenes que se convirtieron en leyenda ocurrieron en el sitio donde este sábado Messi intentará sumar volver a brillar para enterrar aquella foto de Diego y la enfermera.

En 2001 el estadio del adiós del futbolista más grande de la historia fue demolido y en su lugar se construyó el super moderno Gillette Stadium. Unas 68.000 presenciarán el partido entre Argentina y Venezuela de los cuartos de final de la Copa América. Será el tercer partido de este torneo en esta ciudad, después de la polémica victoria de Chile sobre Bolivia y de la histórica eliminación de Brasil a manos de Perú.

Cuando Maradona jugó aquel partido en Boston, la Selección era bicampeona de América, subcampeona del mundo y se había acostumbrado a ganar. Venía de jugar las finales de tres de los cuatro Mundiales anteriores y nadie duda de que era el gran favorito a dar la vuelta olímpica en Estados Unidos. En ese camino exitoso, el aporte de Maradona fue tan grande como el vacío que dejó su obligado retiro. En Boston comenzó una era repleta de frustraciones que podría empezar a terminar el mismo lugar. La historia es cíclica.

Del actual plantel, el más veterano tenía ocho años aquel día. Muy pocos recuerdan al Diego jugador, pero todos comprenden a la perfección la magnitud de su legado. Volver a ganar en Boston y acabar con la maldición de esta ciudad es una buena manera de honrarlo.